La renuente empatía (1)
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Consejo: quizá sea mejor imprimir este mensaje y leerlo sobre papel (copiarlo y pegarlo en Word para poderlo imprimir), porque es largo y algo denso, sobre todo para quienes no estén muy acostumbrados a leer en pantalla.
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En el mes de abril de este año abrí un hilo de discusión en torno a la empatía a raíz de un artículo de Francesc Borrell publicado en Medicina Clínica titulado "Empatía, un valor troncal en la práctica médica". Lo critiqué en este foro en el hilo que titulé "El valor de la empatía en un modelo de enfermedad BPS como lo vamos teorizando" y, finalmente, envié para su publicación una carta a la misma revista Medicina Clínica, que no me publicaron.
Abordo este tema de la empatía a raíz de un comentario de Jorge Zegarra : "... Empatía, es lo que te enseñan en psicología para llegar a tu paciente, y eso es lo que puedo hoy intento ofrecer. "
Parece que la noción de "empatía" va ganando adeptos, pero uno no se puede quedar con eso. En la carta que no me publicaron en Medicina Clínica ya queda claro, a mí me lo pareció, que la empatía es un concepto superfluo, incluso para el mismo Borrell que es un decidido partidario del empleo explicativo del concepto de empatía en la clínica. Borrell dice en su artículo: " «¡Cuántos errores clínicos se producen porque nos entregamos al prejuicio de “paciente aprensivo o hipocondríaco” y ni siquiera prestamos una escucha atenta a las quejas que nos repite una y otra vez el paciente!» " Y yo comento: "Atribuyéndole errores o aciertos, la empatía es una contingencia de la que el médico puede prescindir perfectamente en el exclusivo espacio del signo clínico (en relación al dispositivo de «la puerta del consultorio médico»)" Quizás este comentario mío no se entienda sin pensar un poquito. Es una conclusión de un proceso deductivo que omito porque, siguiendo a Wittgenstein, pienso que "lo que el lector pueda, hay que dejárselo a él". Si el autor reconoce que se producen errores clínicos porque el médico no escucha empáticamente y, a pesar de eso, emite un diagnóstico y prescribe un tratamiento, erróneos o acertados, entonces la empatía es una contingencia y se puede prescindir de ella.
Los llamados "médicos malditos", los médicos nazis como Josef Mengele, no por ser criminales y carecer de empatía eran menos médicos. La empatía es contingente. Estos no necesitaban la empatía para absolutamente nada. Era algo completamente prescindible, innecesaria, lo menos parecido a un valor troncal. No todos los médicos alexitímicos eran o son nazis. La alexitimia (llamémosla falta de empatía) entre los médicos es la norma, porque se nos ha entrenado en ella reconociendo en el enfermo únicamente el cuerpo muerto de las pruebas diagnósticas o de las salas de autopsias: el enfermo que nos han enseñado sólo emite signos, es un cadáver que a lo sumo grita y protesta cuando se le aprieta: "¿Duele aquí?" "¡Ay!". En cambio, el público distingue bien lo que quiere y suele considerar "buenos médicos" o "médicos muy humanos" a los que respetan al paciente en su condición de humano, valga decir, en su condición de sujeto, independientemente incluso de sus conocimientos científicos.
En ese comentario de Borrell no se trata de empatía, sino que, bajo mi punto de vista, Borrell da cuenta de un fallo en el dispositivo clínico de construcción de elementos clínicos básicos (síntoma y signo), que no permite clasificar bien los fenómenos que se pueden captar. La disposición actual de los fenómenos clínicos observables induce a errores. Estamos de acuerdo con Borrell.
Pero lo que la empatía parece querer introducir en la medicina es lo que no se ha considerado en la construcción de la clínica médica, lo que se obvió, lo que se ignoró, esto es, la posición de sujeto de la enfermedad; diré irónicamente: lo que le falta al cadáver para ser persona. Esto es un fenómeno común en la ciencia, que tiene su origen en el "hachazo" aristotélico propinado a la lógica de los estoicos. Aristóteles omitió las condiciones materiales de la verdad al considerarla como la correspondencia entre el dicho y la cosa señalada. Hay, en cualquier caso, unas condiciones por las que esa verdad de inicio es verdadera, pero el análisis aristotélico no las registra (los estoicos utilizaron lo que llamaron "los incorporales" en su lógica, a los que hay que hacer caso).
Esta omisión de los fenómenos de sujeto en la clínica, y que para nosotros tiene su origen en cómo construyó Hipócrates la medicina, regresa a los médicos en forma de sentimiento de deuda (esto es una interpretación mía un poco "sui generis", pero creo que puede admitirse a título de comentario) En la construcción de la clínica hipocrática se eliminó al sujeto, pero este insiste, porque uno se da cuenta de que, efectivamente, existen en la percepción de cualquier enfermedad fenómenos de sujeto que no se sabe cómo consignar ni qué hacer con ellos. Una forma de retener esos fenómenos es incluirlos en conceptos que vienen de otras disciplinas, como la empatía; de la psicología dice Jorge Zegarra con muy buen tino. Nada que objetar, porque incluimos conceptos que provienen de muy diversas disciplinas, pero por lo mismo ¿por qué no tomar de la enorme oferta conceptual, aquello que mejor se acomoda y que se utiliza en disciplinas tan serias y formales como la lógica y la epistemología? ¿Por qué no acudir a la raíz, al origen, de nuestros conceptos y constructos teóricos, para captar bien qué se omite y cómo poder incluirlo en lo sucesivo en nuestro discurso médico común? Allá los psicólogos con sus problemas. Nosotros tenemos que construir nuestros conceptos bien asegurados.
Pero si prestamos un poco más de atención con nuestro oreja sensible a lo que dice Borrell, lo que propone es que el médico se salga del espacio que he llamado "la consulta del médico", y entre en el espacio que he llamado "la sala de espera" en el dispositivo que llamé "la puerta del consultorio médico". Lo que ocurre en la sala de espera es diferente de lo que ocurre en el interior de la consulta. Creo que no será necesario repetir que no se trata de espacios físicos, sino de espacios metafóricos teóricos (lo que nos da pie para su formalización matemática) Y cuando el médico se ponga a escuchar a su paciente sin traducir lo que diga en signos médicos, sino que se quede en la pura dimensión significante de los síntomas, entonces abre un nuevo espacio, que es el semántico, donde la lógica que rige es la del sentido.
Yo no puedo insistir más. En la carta que se denegó su publicación (como otras muchas) y en la que criticaba la noción de empatía propuesta por Borrell, yo planteaba lo siguiente: "¿Qué papel otorgarle a ese valor troncal de la práctica médica que es la empatía, bajo esta concepción semántica de la clínica? «La empatía es incómoda y exige coraje», dice Borrell; es decir, que se trata de un elemento en sí incómodo y que no es exigible, por eso mismo, al médico. En cambio, sí es exigible que el médico entienda bien el proceso clínico en tanto semántico y no únicamente como un proceso fisiopatológico. Entonces, las emociones, la transferencia y la empatía, que son elementos que se encuentran en el registro del sentido, esto es, en el espacio del síntoma, son elementos constitutivos de la enfermedad, y no elementos contingentes de los que se pueda prescindir. Al ser considerados como necesarios, en el mismo rango que la anatomía patológica, la microbiología o la fisiopatología, pero pertenecientes a otro espacio clínico, no es necesario describir la empatía como una parte hasta cierto punto incómoda, extraña y adyacente al concepto de enfermedad: está en la enfermedad misma, forma parte indisociable de ella. Aquí Hipócrates nos jugó una mala pasada al separar la enfermedad de su enfermo."
Si uno tiene una concepción semántica de la clínica, es absolutamente superfluo insistir en la empatía o en cosas parecidas. Esta concepción semántica nos proporciona un montón de soluciones mucho mejores que la insistencia en la empatía. Por utilizar una comparación, seguir utilizando el concepto de empatía en la clínica como un valor troncal, es apostar por el bicarbonato sódico para el tratamiento de la hiperclorhidria gástrica; hay cosas mejores. Es quedarse en algo que está muy superado desde hace siglo y medio. Pero, en fin: cualquiera es libre de elegir sus preferencias.
Me he extendido quizás demasiado en este mensaje, pero espero no volver a insistir sobre el tema. Creo que yo lo he planteado en diversas ocasiones, y no lo haré de nuevo. Lo resumo diciendo que la "empatía" no es un valor troncal en medicina, salvo que uno no vea más allá, y lo peor es que es un concepto que actúa como un tapón obnubilador del entendimiento. Si te quedas en la empatía, ya no indagas más; la tendencia es a conformarse con eso si uno se preocupa de otros asuntos, pero que se ve obligado a tener en cuenta un poco a estos. La ciencia está muchísimo más avanzada que esa empatía que nos proponen algunos. Podemos utilizar conceptos de la psicología del siglo XIX, o podemos utilizar conceptos de la epistemología del siglo XXI. Es nuestra elección y libertad.
JM Gasulla
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La respuesta de Luís a la nota marginal es un buen punto de partida. No obstante, a mí me parecía que si la empatía tenía que ver con el reconocimiento de alguna realidad afectiva del semejante, ese reconocimiento debería ir de la mano de la inteligencia emocional, que no sería otra cosa que reconocer las emociones como el contexto de la realidad de algunas situaciones que, de otro modo, son absolutamente incomprensibles. Por ejemplo, sin reconocer los celos, la envidia, la rabia, el ansia de venganza, el amor no declarado, la "regulación" o "represión" de algunas emociones y sentimientos, un importantísimo contingente de situaciones humanas serían absolutamente incomprensibles si sólo aceptamos la verdad lógica de los dichos. Para reconocer esas situaciones contextuales, es precisa cierta inteligencia emocional.
Volviendo brevemente la mirada a la empatía, al leer el artículo de Francesc Borrell que he citado, rápidamente uno capta las enormes dificultades que entraña comprender bien el concepto de empatía y definirlo sin equívoco. Borrell ofrece no menos de diez definiciones de "empatía". Pero podemos hacer un aparte entre tanta definición, y tratar de captar qué estado de cosas del mundo se pretende definir. Ciertamente, yo puedo captar un estado de ánimo concreto en una persona, como en el ejemplo que utiliza el propio Borrell en su artículo, comprender las lágrimas de una mujer que ha acabado de parir y emocionarme alegrándome con ella, cuando esa mujer quizá está llorando de amargura y angustia por ese hijo disimuladamente no deseado. Identificar las emociones ajenas implica unos riesgos de error notables. En ese juego de identificaciones emocionales, un actor es tanto mejor actor cuanto más engaña emocionalmente a los espectadores. La empatía es un concepto tan poco riguroso, que lo único que podemos aprender de ella es que induce a equívoco y es potencialmente muy engañosa. Es el colorido de la vida, pero engaña. Fundamentar una ciencia como la medicina o la práctica médica en algo tan críticamente confuso, no es, sin duda, la mejor opción.
La emoción actúa como un reflejo, como el miedo, la angustia, el ansia sexual, y otras. Cumple una función adaptativa en los seres vivos. Depende en nuestra especie, y no solo en nuestra especie, de ciertas representaciones. Nuestra especie reacciona emocionalmente y de una forma destacada, muy por encima de los puros mecanismos instintivos, a los fenómenos de representación emocionales, entre otros, que están en el lenguaje. En este sentido, las emociones siguen el patrón básico descrito por Pavlov, según el cual un esquema funcional orgánico se puede desligar de su esquema "biológico" ordinario, para responder a una representación de tipo simbólico. Los perros insalivan al ver comida, de modo "natural", pero la comida puede ser sustituida por el ruido de una campana, para que se produzca la misma respuesta fisiológica, por una voz, por la imagen de una persona, por su olor, etc. El reflejo depende de cualquier elemento significante que se establezca. Eso es lo que estableció Pavlov. De conformidad con ese principio de sustitución del estímulo reflejo, una palabra sustituye por ejemplo a la comida. Es el principio básico del símbolo y del lenguaje simbólico. Los perros de Pavlov fueron adiestrados según este principio rudimental del símbolo.
Empatía e inteligencia emocional yo diría que han de ir de la mano, aunque no se confundan la una con la otra, ya que ambas caen el en mismo campo lógico, que es el mismo en el que está el síntoma. Este campo es el del sentido. Es el campo imaginario e implica una estructura psíquica en la que predominan los fenómenos de imagen o imaginarios (hay imágenes auditivas, olfativas, ópticas, táctiles, etc.)
Distinguimos dos campos lógicos para la medicina: uno es el campo lógico del signo clínico que pertenece al de la lógica clásica, porque por ejemplo solo cabe decir si determinado signo es o no es signo de infarto de miocardio, o de apendicitis aguda, si un dolor en el pecho significa una angina de pecho o no; sólo caben dos opciones: o es verdadero o es falso. En el campo del signo nos preguntamos por el significado de las cosas y los predicados discriminadores sobre los que se construyen todos los procesos deductivos son "verdadero" o "falso". De un modo diferente, en el campo lógico del síntoma clínico, que es el campo de la lógica del sentido, de las emociones, de lo psíquico y de lo imaginario, no caben los predicados de verdad y falsedad como criterio de deducción. No nos preguntamos por el significado de las cosas, sino por su sentido. La tristeza, la alegría, la ira, la pasión, la envidia, la cólera, etc. (por indicar emociones), no son verdaderas o falsas, sino que tienen sentido o no tienen sentido; en cualquier caso, qué sentido tiene que estés triste, o alegre, etc. El campo del signo y de la lógica clásica se distingue porque está gobernado por la pregunta ¿es verdadero, o es falso?, mientras que el campo del sentido, del significante, del síntoma, está gobernado por la pregunta ¿por qué? y ¿qué sentido tiene?
Con los síntomas, la empatía, la inteligencia emocional, etc., estamos en el campo lógico del sentido, o del síntoma, que es el otro campo lógico. Es por eso que, a mi modo de ver, está completamente fuera de lugar ponerse a dictar normalidades o patologías en el campo imaginario, donde rige el sentido. No se puede reducir el sentido a un signo clínico o de ninguna otra clase. Pretender construir un discurso de saber, una colección de signos (risa, llanto, sonrisa, ira) que significarían determinada cosa inequívocamente, es estar absolutamente fuera contexto.
Seguiré todavía un poco más en otros mensajes. Incluso puede que hasta me repita, pero seguramente que es en aras de la comprensión.
JM Gasulla
Así que con lo emocional y lo afectivo los médicos nos vemos con un problema grave. Los físicos, los biólogos, los matemáticos poseen un método bastante bueno para sacudirse de encima lo emocional y subjetivo, que es eso con lo que de ordinario no sabemos qué hacer. De hecho, el progreso de la ciencia se debe a ese sacudirse de encima lo emocional y subjetivo utilizando únicamente lo que se ha dado en llamar "proposiciones verdaderas" en los procesos lógicos deductivos. Verdadero y falso son los predicados con los que se construye todo el progreso de la ciencia, incluida la médica. ¿Pero qué hacemos los médicos con lo emocional, tan engañoso, que nos rodea por todas partes? Lo que nos viene de la ciencia, cuyo modelo, repito, es la física, la química y la biología (materia sin afectos), se ha construido y se sigue construyendo, habiendo eliminado lo emocional de un plumazo al utilizar únicamente enunciados verdaderos, esto es, según Popper, exponiéndolos a resistir la falsedad (me refiero al falsacionismo popperiano). Carecemos de un modelo científico en el que meter una buena parte de lo que nos ocurre en las consultas con los pacientes y cuando no podemos someter nuestros enunciados básicos (los síntomas) al criterio de falsación para convertirlos en signos. ¿Qué ciencia seremos capaces de construir con una base que no solo carece de las regularidades y de las constantes de la física, sino que engaña y se muestra resbaladiza, junto a lo que sí podemos someter a la falsación del signo?
Hasta no hace mucho, la medicina, como la ciencia, existía habiéndose sacudido lo emocional y afectivo de encima; pero eso ya no se sostiene demasiado en este mundo ordenado según el derecho individual, que nos aprieta por todas partes hasta llevarnos a los juzgados, y no según el privilegio de las jerarquías que nos protegía. Así que ¿qué hacemos? ¿Cómo nos hacemos cargo, con qué métodos, de ese mundo emocional que domina el universo de las relaciones y del sentido en la enfermedad y la medicina? ¿Cómo encontraremos lo firme, la roca firme, lo que no engañe, en el reino de lo engañoso?
Deshacerse de todo eso "engañoso", construyendo una teoría de la enfermedad que excluya lo humano, según el modelo de la física y de la geometría, es una tentación. De hecho, las teorías médicas sobre la enfermedad se han construido exclusivamente según lo que se puede llamar "la égida del signo". El síntoma, que es engañoso, siempre se ha visto bajo sospecha. Pero si uno quiere ser un médico de humanos, y no sólo porque tema verse en los banquillos de acusados, no podemos prescindir de lo sintomático en este mundo gobernado por el derecho individual.
El mundo de la medicina parece agitado por el reconocimiento y la exigencia (que viene de lo social, desde afuera y no desde dentro de la medicina) de integrar lo humano en el lugar preciso que le corresponde en la enfermedad. La empatía, la inteligencia artificial son, a mi modo de ver, intentos de capturar e incluir en la medicina, aunque de un modo poco riguroso, lo que queda expulsado por el modelo de la ciencia física y de la biología. Pero no se puede introducir lo subjetivo en medicina por lo que llamaré "la vía del signo". En medicina nos vemos obligados a construir un modelo propio, distinto al de la física y de la biología, pero incluyéndolos. Y este modelo ha de incluir lo subjetivo, que es lo que habita y proviene del lado del síntoma.
Ya he dicho en el mensaje anterior, que el campo de la subjetividad, en el que se encuentra el síntoma, la empatía, la inteligencia emocional y demás, está regido por el sentido. En el par "sentido" "sin sentido", en vez de en los predicados "verdadero" y "falso", encontramos los predicados firmes que ordenan la lógica imperante en ese campo.
Pero ¿cómo reconocemos el sentido o el sin sentido que reina en lo emocional?
Lo emocional está en el significante. No es un reconocimiento de "las emociones" mediante un mecanismo de reconocimiento un tanto misterioso, porque ¿y cómo se reconocen las emociones de los demás de un modo inequívoco, firme y seguro, exento de error y engaño, a partir de qué signos o señales, o actitudes o manifestaciones de lenguaje no verbal? ¿Por el lenguaje no verbal? Según los promotores de las campañas para acceder a la presidencia de EEUU, los asesores sostienen que aproximadamente el 97% del lenguaje humano es no-verbal. Eso parece mucho. Pero, desde luego, es algo que cuidan también mucho en los candidatos que asesoran, y si ganan, durante todo el mandato del elegido. Son asesores de imagen del presidente. ¿Será por la vía del lenguaje corporal como accederemos al rigor en el campo de la subjetividad, de lo psíquico y de lo imaginario, donde habita el síntoma? ¡Anda que no cometen errores! Si fueran infalibles, el mundo estaría en sus manos. Y no. No lo está. está en manos de otros. El lenguaje corporal también miente.
Me detengo aquí por ahora.
Prometo solemnemente resolver este enigma en el próximo capítulo. Ahora vienen unos minutos de publicidad de nuestro patrocinador, tras los cuales desvelaremos el enigma que nos intriga.
JM Gasulla
Por más empatía que uno quiera considerar, por más lenguaje no verbal, por más lo que sea que uno quiera, de donde no nos saca nadie es que lo que se considera como siendo indicativo de lo que sea, siempre es un significante. No, siempre no, dirá algún avispadillo. Cuando un psicólogo del lenguaje corporal identifica un signo, no lo identifica como significante, sino que lo interpreta como signo. Por ejemplo, si un líder político parpadea, carraspea o hace algo con las manos, eso indica que está nervioso, y eso la gente lo capta, aún sin saberlo. No es un significante, es un signo o señal. Índice, más bien, y no es un significante.
Vale. Esa crítica del avispadillo habrá que tenerla en cuenta y resolverla. Yo lo hago del siguiente modo: tengo dos lógicos preferidos: uno es Frege y el otro es Peirce. Bueno, yo y la gente que piensa, que yo los conozco a su través. Pero ahora echo mano de Peirce. En español se editó un libro sobre sus escritos titulado "Charles S. Peirce. El hombre, un signo". Editorial Crítica. 1988. No se si se podrá encontrar alguna reedición y, si no, en alguna biblioteca. Yo me voy a referir a la Primera Parte del libro (Para una crítica de la razón sintética), capítulo IV, Algunas categorías de la razón sintética, que a su vez está dividido en tres apartados: A, Tres tipos de razonamiento; B, Icono, índex y símbolo, y C, Casos degenerados.
Tomo en consideración el apartado B del capítulo IV, ICONO, ÍNDEX Y SÍMBOLO. Como me parece que va a ser difícil dar con este libro, me tomo la molestia de molestaros y copiar dos páginas Es un poco largo, pero es que está todo muy bien explicado y prefiero que estas cosas las conozcáis mejor directamente del autor, aunque medie una traducción.
(p. 142) "B. ICONO, ÍNDEX Y SÍMBOLO
1. En la última lección penetramos en la definición de lógica. Todo el progreso que los modernos [Nota: Modernos son los racionalistas tras Descartes"] han realizado sobre el tema puede reducirse a su concepto más perfecto de la naturaleza de ésta. Y en gran medida, al haber abstraído su atención respecto de cuestiones insignificantes, pero con frecuencia extremadamente confusas, que se plantean automáticamente cuando la lógica se contamina de antropología y psicología. La definición de Kant, que es aún la mejor de las dadas, se encuentra casi libre de toda mezcla de este tipo. Y, quizás, el punto más fuerte del hegelianismo es el carácter puramente impersonal que atribuye a la unidad de apercepción. A este respecto, sigo a Hegel, pero lo hago sin renunciar al punto de vista crítico [kantiano]. Aun cuando hablo de las formas como algo independiente de la mente, quiero decir sólo que la mente las concibe así y que esta concepción es válida. Digo, así, que todas las cualidades que conocemos son determinaciones de la pura idea. Pero niego totalmente que tengamos ningún conocimiento de la idea o que éste sea el conocerla en sí misma.
La primera distinción que encontramos necesario establecer -el primer conjunto de concepciones que tenemos que signalizar- forma una tríada
Cosa Representación Forma
Ustedes recordarán que Kant distingue en todas las representaciones mentales la materia y la forma. La distinción aquí es ligeramente diferente. En primer lugar, no utilizo la palabra representación como una traducción del alemán Vorstellung, que es el término general para cualquier producto del poder cognitivo. Representación, ciertamente, no es una traducción perfecta de este término porque parece implicar necesariamente una referencia mediata a su objeto, lo que no hace la Vorstellung. Sin embargo, yo no limitaría el término ni a lo que es mediato, ni a lo que es mental, sino que lo utilizaría en su sentido amplio, usual y etimológico, como algo que se supone que está por otro, y que puede expresar este otro a una mente que verdaderamente pueda entenderlo. Así, todo nuestro mundo -éste que podemos comprehender- es un mundo de representaciones. Nadie puede negar que hay representaciones, pues todo pensamiento es una. Pero a primera vista, aunque aún sin fundamentar, es posible el escepticismo con las cosas y las formas. La cosa es aquello en lugar de lo cual puede estar una representación, prescindiendo de todo lo que constituya una relación con cualquier representación. La forma es el respecto en el que una representación puede estar por una cosa, prescindiendo tanto de la cosa como de la representación. Vemos así, que las cosas y las formas se relacionan con nosotros de manera muy diferente a las representaciones. No por ser elementos de los que se prescinden en las representaciones se prescinde también en otras representaciones. Sino porque conocemos absolutamente las representaciones, mientras que las cosas y las formas las conocemos sólo a través de representaciones. El escepticismo es así posible en relación a ellas. Pero por la sola razón de que se las conoce sólo relativamente y, por tanto, no pertenecen a nuestro mundo, la hipótesis de cosas y formas no introduce nada falso. Pues verdad y falsedad sólo se aplican a un objeto en tanto puede conocérsele. Si, en efecto, pudiésemos conocer cosas y formas en sí mismas, quizás, entonces, nuestras representaciones de ellas podrían contradecir ese conocimiento. Pero dado que todo lo que conocemos de ellas lo conocemos a través de representaciones, si nuestras representaciones son consistentes poseen toda la verdad que el caso admite.
Encontramos que las representaciones son de tres tipos
Signos Iconos Símbolos
Entiendo por Icono [Nota: inicialmente, Peirce utilizó la palabra Copias, pero más tarde la sustituyó por Icono, que es la que ha permanecido] una representación cuyo acuerdo con su objeto depende meramente de una igualdad de predicados. Entiendo por Signo una representación cuya referencia a su objeto está fijada por convención. Entiendo por Símbolo aquello que al presentarse a la mente -sin parecido alguno con su objeto y sin referencia alguna a una convención previa- evoca un concepto.
Un símbolo está sujeto a tres condiciones: 1) tiene que representar un objeto o cosa informada y representable; 2) tiene que ser una manifestación de un logos o forma representada y realizable; 3) tiene que ser traducible a otro lenguaje o sistema de símbolos.
La gramática general es la ciencia de las leyes generales de las relaciones de los símbolos o logoi. La lógica es la ciencia de las leyes generales de sus relaciones a los objetos. Y la retórica general es la ciencia de las leyes
generales de sus relaciones a otros sistemas de símbolos"
Leído y comprendido, o medio comprendido, estos párrafos, sigo en el siguiente mensaje con la empresa en la que me había metido,
JM Gasulla
La renuente empatía (12)
Echo mano de la definición que proporciona Peirce y que está en el mensaje anterior: La representación, o Vorstellung, "...lo utilizaría en su sentido amplio, usual y etimológico, como algo que se supone que está por otro, y que puede expresar este otro a una mente que verdaderamente pueda entenderlo."