El valor de la empatía (5)
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Acabo de enviar para su publicación en Medicina Clínica (Barcelona),
este comentario en forma de Carta al Editor, sobre el artículo de
Borrell Carrió. Como tengo serias dudas a que me la publiquen, al
menos la traigo aquí y la discutimos, si apetece. Espero que cada cual
la pueda valorar.
Va la carta:
Empatía, un valor troncal en la práctica médica
Empathy, core value in clinical practice
Sr. Editor:
He leído con satisfacción e interés crecientes el artículo de Francesc
Borrell Carrió “Empatía, un valor troncal en la práctica clínica” (1)
La primera impresión que me vino al espíritu al leer el artículo fue
¿por qué la empatía es un valor troncal de la práctica médica y,
puesto que una práctica deriva siempre de una teoría, en qué teoría
médica se justifica la incorporación de ese valor como troncal? Dicho
más vulgarmente ¿dónde metemos la empatía y los afectos y emociones en
un infarto de miocardio o en una infección urinaria; qué teoría médica
de la enfermedad relaciona ambas cosas? Seguramente, pensé, la
empatía viene a ser la consideración, en el ámbito de la patología
humana, de los aspectos fundamentales que no son tenidos en cuenta en
la teoría general hegemónica de la enfermedad, que es la biomédica, y
que tanto una teoría psicosomática, como una teoría biopsicosocial
pretenderían incorporar. Pero entonces, ¿la empatía sería algo que
sólo tiene que ver con algunos aspectos troncales de la práctica
médica, o por el contrario, puede formar parte, como un aspecto
parcial, de una teoría más general de la enfermedad? La teoría y el
modelo biomédicos se nos han quedado cortos a la luz de los
conocimientos actuales. Precisamos un nuevo paradigma médico.
Borrell utiliza una serie de ejemplos clínicos para ilustrar la
importancia de la empatía en la práctica médica ¿Por qué esas
situaciones, que son más bien de una relación empática común, a veces
de identificación con el problema del otro, a veces de consuelo, a
veces insufladoras de coraje, podrían ser elementos clínicos de
primera magnitud? ¿Qué teoría y con qué fundamentos lógicos podría
sustentar la incorporación en la práctica médica de toda una serie de
elementos no significables en los modelos vigentes de enfermedad y
que, no obstante, son omnipresentes? Si se mantiene rígido el esquema
de que todo síntoma o es signo de enfermedad o no es nada (equivalente
a psíquico, histérico, hipocondríaco, psicosomático, psiquiátrico),
entonces, cualquier consideración "empática", o "humana", está
rigurosamente fuera de lugar: la enfermedad es un fenómeno biológico,
y el médico un biólogo de la patología humana, y punto.
Ahora bien. Al leer más detenidamente ese magnífico artículo, de nuevo
pensé si los aspectos emocionales de la enfermedad humana han de ser
teorizados aparte de un modelo más general de enfermedad, por ejemplo,
en la “psicología médica”, como algo contingente, o si bien esos
aspectos emocionales ya deben quedar incluidos dentro de una teoría
general de la enfermedad humana, como componentes necesarios para
comprender el fenómeno patológico en toda su complejidad. La primera
opción dividiría el conocimiento de la enfermedad en campos
inmiscibles: no sabríamos por qué razón tendríamos que tener en cuenta
la empatía, que es un elemento extraño al concepto de enfermedad.
La segunda opción requiere una teoría general de la enfermedad humana
mucho más extensa que la biomédica actual y, de nuevo, el modelo
biopsicosocial, que está también en el interés del autor (2), parece
proporcionar al menos el esbozo de una teoría más general y extensa
que la biomédica. En esa teoría biopsicosocial de la enfermedad (que
se concreta en un modelo teórico preferiblemente lógico-matemático) la
empatía tendría sentido al abordar los aspectos psicológicos e incluso
sociales de la enfermedad.
Borrell describe la empatía como un proceso que empieza «…cuando
escuchamos a alguien sin presuponer nada y con ánimo de ayudar», es
decir, que se trataría de un proceso clínico consistente, básicamente,
en escuchar para ayudar. Pero escuchar ¿qué y por qué?
Tomando apoyo en el ejemplo del Señor Sigma que utiliza Umberto Eco en
el proemio de su libro “Signo”(3), hemos concebido, merced a las
cruciales distinciones que hizo Gottlob Frege en el campo de la
semántica (ver, por ejemplo su celebérrimo artículo “Sentido y
Referencia” (4)) todo el proceso clínico como un proceso semántico de
significación de los síntomas, en el que el síntoma clínico es lo que
se ha significado anteriormente a la visita al médico, y el signo
clínico como la transformación discursiva que el médico hace sobre el
síntoma, todo ello explicado de un modo intuitivo y más
propedéuticamente comprensible como “la puerta del consultorio
médico” (5)
Entonces, tras ese análisis semántico del proceso clínico, si tenemos
la idea del síntoma como un significante, el proceso que describe
Borrell («escuchar para…») lo comprendemos mejor al distinguir dos
espacios muy bien delimitados y que pertenecen al mismo ámbito común,
o Universo de discurso médico, o campo de la clínica: el espacio del
sentido, que es el propio del síntoma, y el espacio del significado,
que es el propio del signo médico.
De acuerdo con esta concepción semántica del campo de la clínica,
podemos distinguir de modo más satisfactorio la sinonimia, y a la vez
confusión, que establece el clínico entre síntoma y signo, de la que
habló Laín Entralgo (6) Cuando encontramos el referente del síntoma en
la enfermedad, nos encontramos dentro del espacio del signo clínico
(metafóricamente, dentro de la consulta del médico) y se trata
entonces de un saber médico sobre la enfermedad. Diríamos que, en este
caso, el modelo biomédico es suficiente y la empatía puede incluso
llegar a ser una extravagancia superflua. «¡Cuántos errores clínicos
se producen porque nos entregamos al prejuicio de “paciente aprensivo
o hipocondríaco” y ni siquiera prestamos una escucha atenta a las
quejas que nos repite una y otra vez el paciente!» dice Borrell. Es
decir, que atribuyéndole errores o aciertos, la empatía es una
contingencia de la que el médico puede prescindir perfectamente en el
exclusivo espacio del signo clínico.
Sin embargo, en esa teoría más general de la enfermedad, obtenida tras
el análisis semántico del proceso clínico, no hay pacientes
“aprensivos” o “hipocondríacos”, sino que se trata de otro espacio
clínico, que es el espacio clínico del síntoma, regido por los
procesos lógicos del sentido. Al tener esta división del campo de la
clínica en dos espacios contiguos pero diferentes, los síntomas
insignificables médicamente (SIM) pertenecen y se resuelven en el
espacio del síntoma (7), que es el del sentido, variable a la vez que
estable, compartido a la vez que singular, en el que la empatía no
solo es posible sino que es una exigencia, y no en el espacio del
signo, que es el del significado fijo y permanente.
¿Qué papel otorgarle a ese valor troncal de la práctica médica que es
la empatía, bajo esta concepción semántica de la clínica? «La empatía
es incómoda y exige coraje», dice Borrell; es decir, que se trata de
un elemento en sí incómodo y que no es exigible, por eso mismo, al
médico. En cambio, sí es exigible que el médico entienda bien el
proceso clínico en tanto semántico y no únicamente como un proceso
fisiopatológico. Entonces, las emociones, la transferencia y la
empatía, que son elementos que se encuentran en el registro del
sentido, esto es, en el espacio del síntoma, son elementos
constitutivos de la enfermedad, y no elementos contingentes de los que
se pueda prescindir. Al ser considerados como necesarios, en el mismo
rango que la anatomía patológica, la microbiología o la
fisiopatología, pero pertenecientes a otro espacio clínico, no es
necesario describir la empatía como una parte hasta cierto punto
incómoda, extraña y adyacente al concepto de enfermedad: está en la
enfermedad misma, forma parte indisociable de ella. Aquí Hipócrates
nos jugó una mala pasada al separar la enfermedad de su enfermo.
Bibliografía
1.- Borrell Carrió, F.: Empatía, un valor troncal en la práctica
clínica. Med Clin (Barc) 2011; 136(9): 390-397
2.- Borrell-Carrio F, Suchman AL, Epstein R. The Biopsychosocial model
25 years later: principles, practice and scientific inquiry. Ann Fam
Med. 2004;2:576-82.
3.- Eco, U.: Signo. Editorial Labor. 2ª Ed. 1994
4.- Frege, G.: Sobre Sentido y Referencia. En: Ensayos de semántica y
filosofía de la lógica. Luis M. Valdés Villanueva Ed.: 84-122.
Editorial Tecnos. 1994 ISBN: 84-309-3169-4
5.- Gasulla Roso, JM.: Fundamentos de la práctica médica en un modelo
biopsicosocial de enfermedad. INTERPSIQUIS 2007 (2007) 14/feb/2007
Disponible en:
http://www.psiquiatria.com/articulos/psiq_general_y_otras_areas/psicosomatica/28385/
6.- Laín Entralgo, P.: El diagnóstico médico: Historia y teoría Salvat
Editores. 1982. ISBN: 84-345-2166-0
7.- Gasulla Roso, JM.: Una aproximación conceptual a los síntomas
inexplicables médicamente (SIM). Interpsiquis 2010. Feb. 2010.
Disponible en:
http://hdl.handle.net/10401/970; Fichero:
18COF144333.pdf
JM Gasulla