Pensamiento y Persona (7)====================
Hasta ahora, he hablado en este hilo de un schema (Schema del "peine" en Freud, schema F en Vappereau) del aparato de pensar que pone en relación la Percepción y la Consciencia con el hecho de hablar, puesto que en lo que Freud considera el preconsciente, algunos neurofisiólogos consideran el punto de abrochamiento entre el lenguaje como sistema acabado y el pensamiento proveniente, en su formación, de diversas áreas del cerebro conectadas entre si en forma de red que, además, permite describir esa red como un sistema de relaciones de feed-back, retroalimentación o retrorregulación.
Después, hice una excursión hacia el origen del concepto de persona, y puse como dos momentos singulares, por un lado, la etimología del concepto en el Phersu etrusco, procedente de las celebraciones en las fiestas dedicadas a la diosa Perséfone, mediante una transformación en diversos pasos de la asimilación del término "larva" (espectro, con el que se designaba la máscara o "careta") a "persona" ("máscara") y, por otro lado, el desarrollado por la tradición cristiana del término "persona", que pasa de significar una máscara a significar una cosa, tal como hizo Tertuliano, otorgando la categoría de persona-cosa a los componentes de la Trinidad Divina. Esta Persona Divina, concebida por Tertuliano, alcanzaría la propiedad de "cosa" ("res") y, a la vez, el mismo autor, que era jurista, denominaba "persona" al sujeto jurídico por identidad con la persona divina.
Una vez establecido el tránsito del concepto de persona, mediante sucesivos pasos en momentos históricos concretos, llegamos al momento actual en el que subsumimos una diversidad de usos lingüísticos (significados) al significante /persona/, aunque es común referirse a persona como un ente individual, histórico, jurídico, ético y moral.
El punto culminante en la concepción de "persona" es el nombre propio, aquello que nombra a la "persona" que, en consecuencia, va a adquirir el estatuto de un significante /persona/. ¿Qué es el nombre propio? Desde luego, el nombre propio es un significante, o materia significante, que en tanto tal se presta a portar un significado y en este caso, es un significante que se utiliza como lo que nombra a una /persona/, subsumiendo bajo ese concepto una entidad bajo su dimensión individual, histórica, jurídica, ética y moral, a la que también se atribuye derechos, deberes y dignidad. El nombre propio nombra, pues, a un ente complejo, pero alrededor de los años 40 del siglo XX, se desató una polémica en torno a qué es, o qué clase de nombre, es el nombre propio, porque su finción pricipal dista de ser tan clara.
La cosa no es banal, puesto que, por una parte, cuando se propone la lógica como un sistema de cálculo sobre la verdad de las proposiciones que se dicen de las cosas y de las relaciones que existen entre estas, la cuestión del nombre propio se muestra con toda su fuerza. Desde mi punto de vista, y no he visto en esto a ningún autor que haya hecho hincapié, es que mientras que en lógica se calcula sobre las relaciones que existen entre el sujeto del cálculo y las relaciones que las cosas mantienen entre si, desde la perspectiva del sujeto del cálculo, insisto en ello, cuando lo que interviene en el cálculo o en el establecimiento de relaciones lógicas entre entidades no son cosas inertes, sino que son personas representadas por sus nombres propios, la cosa cambia porque es preciso tener un concepto muy claro sobre qué es el nombre propio y en qué se diferencia de un nombre común. Bajo mi punto de vista, no se mantienen las mismas relaciones entre los nombres de las cosas y los nombres de personas, aunque puedan ser tomados en el cálculo como nombres de cosas.
Decía que a principios del siglo XX se desató la cuestión, justo como consecuencia de la revisión en profundidad de todos aquellos conceptos que fueron sometidos a la crítica de los lógicos y matemáticos, en la fundamentación de la nueva racionalidad que se desarrolló a partir de la revisión de conceptos que no se habían fundamentado bien en la ciencia llamémosla clásica, como sujeto, objeto, número, aritmética, principios de la lógica, y otros, cuyos precursores fueron, entre otros, Frege, Russell, Wittgenstein, Popper, etc.
Pues bien: fue en la mentalidad del lógico y matemático Bertrand Russell en "The Monist: The Philosophy of Logical Atomism". London. 1918, quien definió literalmente (pp.: 523-525) "Proper Names = words for particular" (Nombre propio = palabras para designar lo particular) Bertrand Russell es un autor de prestigio, que revisó las bases y fundamentos de la matemática moderna, y se encontró con la necesidad de definir qué es un Nombre Propio. La cosa pasó a "mayores" cuando hizo equivaler un nombre propio, como por ejemplo Sócrates, a un nombre común, puesto que, aducía, ya no se habla de Sócrates como el nombre que nombra a un ente individual, sino que se nombra en cuanto es referido por alguna de sus cualidades o consideraciones filosóficas comunes.
Evidentemente, esta definición no pasó desapercibida para los lingüistas, quienes pusieron el grito en el cielo y el pie en guerra. El autor que más luz arrojó sobre la cuestión fue un lingüista inglés estudioso de los jeroglíficos egipcios y lenguas primitivas, Alan H. Gardiner, quien publicó en 1940 un librito que tituló "The Theory of Proper Names: A controversial Essay" Oxford Univ. Press. 1940. Lamentablemente, el ejemplar que tengo está conservado en esa especie de veneno que utilizan los libreros de viejo para conservar libros, y en cada ocasión que lo abro y lo manejo sufro irritación de garganta, dificultad al respirar e irritación ocular, de modo que más que transcribir directamente el libro, opero sobre mis notas de trabajo tomadas de una sola vez para evitar volver a abrirlo ni aún después de haberlo ventilado.
Un nombre propio no es en absoluto equivalente al nombre de un punto determinado sobre un sistema de coordenadas cartesianas, viene a decir Gardiner; el nombre de Sócrates no es equivalente al punto (3x, 2y, 5z) Es diferente y no puede reducirse a eso porque lo que designa, aunque pueda fraccionarse en propiedades concretas, cada una designada con un nombre común, no son más que aspectos de lo designado, no lo designado en su totalidad, como hace el nombre propio Sócrates. Pero ¿en qué estriba la diferencia? Pues básicamente en que al transcribirlo a otro lenguaje se ha de transliterar: no puede traducirse. El nombre propio de un punto descrito por sus coordenadas puede ser transcrito a otro sistema de coordenadas diferente, esto es, admite traducción, por eso es un nombre común, mientras que el nombre propio no se traduce, sino que se translitera y lo que se conserva no es su concepto o propiedad, sino su fonética. En definitiva, el nombre propio posee esta única cualidad que lo diferencia del nombre común: que no se puede transcribir (traducir), sino que sólo se puede transliterar.
Yo puse como ejemplo el de la dificultad de escribir mi apellido en francés, pero otro ejemplo quizás lo aclare mejor. El médico de cabecera de mi familia se llamaba Roberto Lechuga. Aunque se trate también del nombre de una hortaliza, con el que se podría fácilmente confundir, y por ahí se diría que es un nombre común, cuando ese nombre deba ser escrito en otro idioma no se traduce, de modo que ese nombre no se transcribe, sino que se ha de transliterar. Lechuga se ha de escribir en cualquier idioma de un modo fonemático en el idioma que sea: no se puede transcribir, o traducir, como el concepto de la hortaliza que representa "lettuce" en inglés, o "laitue" en francés: el nombre propio no se transcribe, no se traduce, no es el nombre de un concepto, como habíamos aprendido de Saussure en el mensaje 7 del hilo "Los errores de Damasio", sino que se translitera, letra a letra, porque no es un concepto traducible, lo que, según hemos visto en Allouche, nos llevaría a la función del rebús como función principal de la Letra. Este es el punto crucial. Entonces ¿qué es el nombre propio si no es un concepto? Pues es no es más que un conjunto fónico que designa una cosa única; esto es, el nombre propio queda reducido a un conjunto fónico, no es más que un conjunto de sonidos sin ningún significado, que designa, no a una cosa, sino a una persona. El nombre propio es una clase de nombre distinta al nombre común, por cuanto no designa un objeto, ni una acción verbal, ni un complemento gramatical que pueda ser transcrito a otra lengua.
De modo que encontramos de nuevo esa función de la Letra de la que vengo hablando en este hilo, formando parte de las condiciones más básicas de la función del nombre propio: nombrar mediante un sonido sin significar nada, ser significante fónico o sonoro puro. Esta función es anterior al aprendizaje de la escritura de cualquier lengua y es inherente al hecho de hablar, porque en tanto función consiste en hacer equivalentes una cosa a otra borrando la primera, como veíamos en los primeros mensajes de este hilo con la historia de la escritura cuneiforme: el sonido, la fonetización de la escritura, borra el objeto primero que sirvió de soporte y referencia al sonido para significar algo. Nos encontramos, pues, con el símbolo y el significante en estado puros.
Puesto que la naturaleza intrínseca del nombre propio es no significar nada, sino que en sí queda reducido a un conjunto fónico o gráfico, se presta a identificar cualquier objeto innominado. Por ejemplo: el nombre de Adán se diferencia de los nombres de los animales que él va nombrando en el Génesis, en que mientras que esos nombres designan categorías de cosas (animales), el nombre de Adán no designa ninguna categoría: cualquiera, independientemente de que esté asignado a una clase de objetos, puede portar el conjunto fónico Adán para designarse o ser designado. No designa a la clase de los hombres, como podría ser el significante /perro/ que designa una clase de objetos y los diferencia de otra clase de objetos /gato/. Adán no designa a una clase de objetos, sino a una persona, a una clase única.
En el siguiente mensaje intentaré explicar de qué modo el nombre propio da pie a la identidad del sujeto, en sustitución de persona, y de qué modo yo entiendo que la enfermedad humana está ligada a estas funciones del lenguaje, que ha sido mi propósito final en este hilo de exposición.
JM Gasulla