El médico, su enfermo y la enfermedad (21)
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Tras concluir el 7º concepto ("El diagnóstico adecuado"), quedamos con
la sensación de que mientras que disponemos de un extensísimo abanico
de categorías apra diagnosticar las enfermedades de los órganos,
carecemos de categorías para los diagnósticos de la "persona total".
En su lugar, se suelen utilizar categorías procedentes de la
psiquiatría, y se condena a los pacientes a seguir pautas terapéuticas
inadecuadas a sus trastornos la mayor parte de veces.
No obstante, el problema clínico de las categorías para la "persona
total" (concepto que no está más que como significante aunque poco a
poco vaya adquiriendo sentido) queda más aclarado cuando se comprende
cómo se presentan los fenómenos en la clínica bajo el ropaje de los
síntomas. Al abordar el estudio del síntoma hemos aprendido a
distinguir sus partes y cómo pueden faltar conduciendo a concepciones
distintas del fenómeno patológico (Ver en este sitio los archivos o
hacer clic en el hiperenlace
http://la-enfermedad.googlegroups.com/web/Fundamentos+de+la+pr%C3%A1ctica+cl%C3%ADnica+en+un+modelo+biopsicosocial+de+enfermedad.pdf?gda=DkDnvIwAAAA5IqZIUSswQxLL31jYdF4CVvQwqHNlgX_0aQoIQ-AgJedaXsHnqs1OYQq0ggXJf3a0yJybfiO02eIyyXAqs2nYdAintQm9Tdp_M-gPTTPs8QVoBcFlrODfpRymKkXi3JxnZFTXsork4YwKHaC8L8IcEIkBAqjKxNPzcCMQTTivKv1ab5qObNWgAVSUTtz98C0
).
Así que hicimos extensivo el estudio a los llamados SIM ("síntomas
insignificables médicamente", o MUS en inglés
http://la-enfermedad.googlegroups.com/web/Una+aproximaci%C3%B3n+conceptual+a+los+s%C3%ADntomas+inexplicables+m%C3%A9dicamente.pdf?gda=AoZ6aokAAAA5IqZIUSswQxLL31jYdF4C7Sld2aBaDp6BQy2oW1_afncOMdmdAhDyQHCVkQz8yQj1hqskN0Rvh9sxrY0bsdQA8gXR56LVGFdMp0LAycdIYcj00iIGNrAsw2K60iymd8QRp6JgLEQQVLFqJptbBaKB2vWqyUlekM3Q0U5ZtPViC4QIqBBuatoZ3GVm6VpieyE
) como una aplicación de lo que habíamos aprendido en relación al
síntoma. Eso nos condunjo a categorizar los trastornos en función de
su estructura, y nos ha llevado también a enfrentar su terapéutica.
De modo que hemos comprendido cómo se pueden categorizar los
trastornos médicos que afectan a la "persona total" y nos disponemos a
abordar su terapéutica. No obstante, seguimos con Balint, que es
nuestro compromiso.
En el marco conceptual de las relaciones del médico de cabecera con
los especialistas, tema al que el grupo de investigación de Balint le
dedicó mucho interés, llegamos al...
8º CONCEPTO.- COMPLICIDAD EN EL ANONIMATO
Le dedicó Balint el capítulo VII del libro a desarrollar este
concepto. Introdujo la cuestión en estos términos (p. 97):
“En los casos difíciles el peso de la responsabilidad no recae
exclusivamente, por lo común, sobre los hombros del médico general.
Habitualmente pide y recibe ayuda de sus especialistas."
“Las dificultades que lo impulsan a pedir ayuda pueden ser
consideradas también –desde el punto de vista psicológico- como crisis
de confianza. O el médico siente que no sabe lo suficiente como para
ayudar a su paciente, o el paciente tiene dudas sobre la idoneidad de
los conocimientos y sobre la capacidad del médico”
Me permito un inciso en este punto.
A pesar de que los pacientes prefieren a los especialistas, y a pesar
también de las sospechas sobre el conocimiento y la capacidad de los
médicos de familia o generalistas para llevar o diagnosticar ciertos
casos, y teniendo en cuenta de que la formación de los médicos de
familia apunta a ser los "auxiliares" de los especialistas, el propio
Balint destacó que incluso aceptando los errores y deficiencias de sus
médicos, los pacientes siempre regresan al médico de cabecera,
mientras que un error en un especialista es motivo para abandonarlo.
Si el médico de cabecera es correcto, los pacientes tienden a
fidelizarse.
El médico de cabecera aparece las más de las veces como el encargado
de seguir los casos diagnosticados e inicialmente tratados por el
especialista; el médico de familia es visto, entonces, tanto por los
pacientes como por los especialistas y los médicos del hospital, como
subalterno, y se duda de su capacidad técnica: debe limitarse a seguir
las indicaciones del especialista o que se le dictan desde el
hospital.
Dentro de ese papel asignado al médico de cabecera por sus pacientes y
por el conjunto de especialistas, están las relaciones personales y la
consideración de otros aspectos que, por ejemplo, se le disculpan al
especialista, aunque no del todo. Al especialista probablemente se le
pida comprensión y asunción de la angustia que produce el estado de
enfermedad o dolencia, pero sobre todo, se le piden ciencia y
conocimiento técnico. Se trata de un escalonamiento jerárquico en el
saber. El que más sabe es el especialista, en un escalón inferior el
médico de cabecera, más por debajo la enfermera y, por último, el
propio paciente.
Balint parece expresar esta misma idea de un modo distinto. Prosigue
Balint:
“En el primer caso [el médico siente que no sabe lo suficiente], es
preciso acentuar la confianza del médico en sí mismo, en el segundo
[el paciente duda del saber de su médico], la confianza del paciente
en su médico. […] En ambos casos, la aparición de especialistas
llamados en consulta introduce cierto número de nuevos factores en la
relación médico-paciente.”
Es habitual que en nuestros días, quienes se sienten mal acudan a
urgencias antes que acudir a su médico de cabecera. En el hospital se
realiza probablemente la mayoría de diagnósticos y al médico de
cabecera se acude por patología banal y para la gestión de la salud y
del día a día de patologías cuyo diagnóstico y seguimiento se han
llevado a cabo en otro lugar.
Pero, al final ¿de quién es la responsabilidad del seguimiento eficaz
del paciente?
No es infrecuente que se generen conflictos, por ejemplo, con la
medicación. El especialista prescribe un tratamiento que el médico de
cabecera lo cambia, o viceversa. Si es el especialista quien modifica
la medicación, la mayoría de personas tenderán a preferir este cambio
al introducido por el médico de cabecera. Los diagnósticos mismos se
revisan por todas partes, lo que no deja de ser, probablemente, algo
favorable, pero a la vez desfavorable. En el hospital se lleva a cabo
un diagnóstico y se aplica un tratamiento farmacológico, que serán
revisados por el médico o por el especialista ambulatorio, creando
confusión y, sobre todo, diluyendo la responsabilidad global del caso.
Puesto que el diagnóstico hecho por el hospital y por el especialista,
son subjetivamente de rango superior, un error diagnóstico tiende así
a perpetuarse, incluso como un latiguillo que “marca” al paciente.
Hay personas que toman cantidades ingentes de medicamentos prescritos
por los diversos especialistas de cada órgano “enfermo”, y uno se
pregunta a veces si todo eso no será un disparate. Pero, claro ¿quién
asume la responsabilidad global del paciente? ¿Quién es el “director”
o el “gestor” del caso? ¿Quién es el responsable último del curso del
paciente entre tantos especialistas, opiniones, cambios terapéuticos,
diagnósticos, etc.?
Así que un error o la gestión del caso complicado, quedan diluidos en
un anonimato médico en el que cada cual procura diluir su
responsabilidad, justificándose en la acción del otro: el
especialista, porque el médico de cabecera no sigue sus intrucciones;
el médico de cabecera, porque el especialista es quien controla el
caso en la distancia; los errores diagnósticos perpetuados, porque eso
está apuntado en la historia.
JM Gasulla