Está tomado de La Vanguardia 7 de marzo de 2010
El día que Wittgenstein atizó a Popper
Luis Racionero
Popper ha resultado ser mucho más efectivo que Wittgenstein para el
progreso del conocimiento
La ocurrencia que voy a relatar se ha convertido en un símbolo. Es
además un mito: la escenificación del momento en que la ciencia
sustituyó a la filosofía como método de conocimiento de la realidad.
Por eso Wittgenstein agitó, furioso e impotente, el atizador contra
Popper. Merece la pena contarlo para poner a cada uno en su sitio, ya
que Wittgenstein se ha llevado la fama y el glamur, mientras Popper
era el que tenía razón.
Corría el año 1946, el viernes 25 de octubre el Club de Ciencia Moral
de Cambridge celebraba su reunión semanal de profesores y alumnos de
Filosofía. El club se reunía en el King´s College a las ocho y media
de la tarde en el apartamento 43 del edificio Gibbs. El contertulio
invitado era Karl Popper, profesor de Lógica y Método Científico en la
London School of Economics. Popper era uno más de los vieneses judíos
exiliados por culpa de Hitler. El chairman del club era Ludwig
Wittgenstein, y entre los asistentes, Bertrand Russell.
En su autobiografía Unended quest de 1974, Popper cuenta que el tema
de la reunión tal como estaba redactado en la convocatoria era:
"¿Existen problemas filosóficos?" yque él enumeró una serie de
problemas filosóficos reales. Wittgenstein los rechazó todos
perentoriamente, mientras agitaba nerviosamente el atizador de la
chimenea, que "él usaba - dice Popper-como un director de orquesta la
batuta, para enfatizar sus opiniones". Cuando surgió una cuestión
sobre el estatus de la ética, Wittgenstein le desafió a presentar un
ejemplo de ley moral. "No amenazar a los conferenciantes invitados con
un atizador", replicó Popper. Entonces Wittgenstein, furioso, arrojó
el atizador al suelo y salió dando un portazo.
¿A qué venía esa furia? A que Wittgenstein se había perdido por el
camino, confundiendo los fines con los medios: los hechos con las
palabras, en tanto que Popper insistía en que los hechos son cruciales
y que todavía existen problemas filosóficos. La disputa venía de
Viena. En la Viena modernista, Schlick, Mach, Carnap, Kraft, Feigl,
Weismann, Von Mises y otros, habían creado el Círculo de Viena, un
grupo que adoptó el método filosófico del positivismo lógico, según el
cual el significado de una proposición era su método de verificación,
y por tanto que existen proposiciones - como "Dios existe" o "amo a
Pepita"-que no son verdaderas ni falsas, sino inverificables, o sea,
sin sentido.
Popper fue el primero de su generación vienesa que atacó el
positivismo lógico, que desde el principio le pareció absurdo, como
cuenta también en su autobiografía. Wittgenstein, en cambio, siguiendo
la pauta de los positivistas, fue un paso más allá y se dedicó a
estudiar el lenguaje, que es la herramienta de la filosofía
occidental. Es como si el carpintero en vez de hacer la mesa, se
pusiera a arreglar la sierra. A eso llegó la filosofía antes de
reconocer que "de lo que no se puede hablar, es mejor callarse",
Wittgenstein dixit. Por cierto, eso es lo que sugirió el Zen hace diez
siglos, pero eso sería otro artículo.
La filosofía europea fue un invento de los griegos que usa
definiciones, conceptos y silogismos para argumentar sobre la
realidad. Combinando palabras - que son las etiquetas de los conceptos-
se llega a un límite que se alcanzó con Kant y luego se degenera en el
bla, bla, bla. La salida más allá de las palabras está en la ciencia:
así la ontología, que es el estudio de ser, ha sido sustituida por la
física cuántica, que profundiza en la esencia de la materia - átomos,
partículas elementales-,así como la epistemología, que es la teoría
del conocimiento, ha sido sustituida por la neurofisiología. Cuando
conozcamos la estructura y funcionamiento del cerebro, quizás
deduzcamos cómo surgen las ideas, pero se requieren instrumentos de
precisión, microscopios, campos electromagnéticos y tecnologías aún no
inventadas, pero no palabras. Con palabras lo que sucede en la mente
ya lo explicó Hume y de ahí, con más palabras, es difícil profundizar
más.
Por eso los filósofos más inteligentes, como Fernando Savater, se han
dedicado a la ética, que ahí sí valen las palabras. Y por eso
Wittgenstein se dedicó a estudiar la herramienta, el lenguaje por ver
si analizando el lenguaje se podía llegar más lejos con él. Russell le
había dado la pauta con su lógica simbólica que era un intento de
matematizar la lógica. Ninguno llegó a nada. En cambio Popper se
especializó en metodología de la ciencia, donde ha sido decisivo. Su
idea de que la ciencia actúa por falsación de hipótesis ha sido
crucial para el método empírico y para el avance de la ciencia.
A toro pasado - con perdón-Popper ha resultado mucho más efectivo que
Wittgenstein para el progreso del conocimiento, si bien el divino
Ludwig irradia una figura más romántica y glamurosa entre la
intelectualidad sofisticada. Popper ha sido útil y Wittgenstein
superfluo. Quizá en ese seminario del 25 octubre de 1946 Wittgenstein
se percató de ello y arrojó, desesperado, el atizador por los suelos.
Por supuesto, existe un libro dedicado a dilucidar qué se dijo y se
hizo en la famosa reunión del Club de Ciencia Moral de Cambridge:
Wittgenstein´s poker o "la historia de un debate de diez minutos entre
dos grandes filósofos", donde se contrastan no menos de cinco
versiones diferentes del encontronazo. La de Popper se ha impuesto por
su patetismo, por resumir la encrucijada de la filosofía occidental,
que pasa a ser una "crítica de las cosmologías" y deja a la ciencia el
conocimiento del mundo real.