El dios Quetzalcóatl
Los aztecas adoraron a Quetzalcóatl, un dios que también
se encuentra en la mitología olmeca, al que llamaban Serpiente
Emplumada o la Estrella de la Mañana el planeta Venus, que les
enseñó todo lo mejor de la civilización, al convertirles de salvajes
en seres humanos capaces de crear y superarse. No obstante, un
día los indígenas dejaron de oírle y, desengañado, tuvo que
marcharse hacia el este. Se alejó por el Gran Lago- el
océanoAtlántico?; pero prometió que volvería. Los aztecas le
esperaban
desde hacía mucho tiempo... ¿Qué relación tuvo esta creencia con
la llegada de los españoles a las costas de México?
Al mismo tiempo, no olvidaremos que este pueblo se llama
«hijo del Sol«, porque lo habían colocado en el primer lugar de su
panteón divino. Las religiones que comenzaron a venerar al Sol
provienen del Paleolítico Superior, una época que coincide con la
última glacialización de la Tierra, precisamente cuando el
estrecho de Bering estaba cubierto por los hielos, con lo que
permitió las grandes migraciones de los nómadas asiáticos al
continente americano, donde no sólo se extendieron para
sobrevivir, sino que llevaron sus ideas y creencias.
El profesor Marcel Homet realizó una serie de viajes por
Sudamérica, debido a que le interesaba estudiar las religiones que
adoraban al Sol. Esto le llevó a descubrir que en todas partes
había testimonios de estas creencias, desde Venezuela a la
Patagonia. Lo mismo pudo comprobar al remontar el ecuador
terrestre para llegar a México. Así pudo resaltar la paradoja de
que los aztecas, como otros indígenas «cristianizados», hubieran
cambiado su religión primitiva por otra surgida en unas tierras
donde también se adoró al Sol, hasta que la Biblia y, más tarde, el
Nuevo Testamento produjeron el gran cambio.
Lo que tampoco pasó por alto, fue que los indígenas más
sencillos, los que vivían en las regiones míseras, mantenían una
religión que era una mezcla de la cristiana y la antigua azteca, por
lo tanto entre sus dioses se encontraba el Sol, al que en ocasiones
representaban con una cruz resplandeciente.
Un frívolo testimonio
Los sacerdotes-hechiceros proporcionaban a los
enamorados una serie de conjuros para influir en la persona
deseada. En este caso sólo eran palabras, las cuales componen un
frívolo testimonio, que puede resultar revelador a la hora de
valorar el grado cultural de los aztecas. El conjuro fue recogido
por Patrick Johansson en su libro «La palabra de los aztecas»:
En el cristalino cerro donde se paran las voluntades, busco
una mujer y le canto amorosas canciones, fatigado del cuidado
que me dan sus amores y así hago lo posible de mi parte. Ya
traigo en mi ayuda a mi hermana la diosa Xochiquetzal (Venus),
que viene galanamente rodeada de una culebra y ceñida por otra
y trae sus cabellos cogidos en su cinta. Este amoroso cuidado me
trae fatigado y lloroso ayer y anteayer, y esto me tiene afligido y
solícito. Pienso yo que es verdaderamente diosa, verdaderamente
es hermosísima y extremada, hela de alcanzar no mañana ni otro
día, sino luego al momento; porque yo en persona soy el que así
lo ordeno y mando. Yo el mancebo guerrero que resplandezco
como el Sol y tengo la hermosura del alba; ¿por ventura soy
algún hombre de por ahí y nací en las malvas? Yo vine y nací por
el florido y transparente sexo femenil...
Curiosamente, el sortilegio no terminaba en este punto; sin
embargo, el texto fue censurado por el transcriptor, al
considerarlo muy procaz o, como lo llamaríamos hoy día,
«pornográfico». Una valoración que no existía para los aztecas, ya
que consideraban lo carnal como una práctica más, y no de las
primeras en el orden de sus deseos, aunque ninguno la hiciera
ascos si la ocasión se le presentaba.
Conviene resaltar en este punto que la violación de una
joven virgen, como de cualquier otra mujer, era severamente
castigada. Esto no quitaba para que, como se suponía que la futura
esposa iba a sufrir al perder la virginidad, se debiera acostar antes
con los hermanos o amigos más íntimos de su marido, para no
obligarle a «sufrir un instante que podía castigar al matrimonio
con un mal principio«. Luego, como nadie creía que ella pudiera
quedarse embarazada mientras era desflorada, los hijos que
pudieran venir se consideraban de la pareja, sin el «cachondeo»
que se hubieran traído los mozos castellanos, de la misma época,
si lo mismo se lo hubieran hecho a una pareja del pueblo.
Nunca ha de abandonarnos la idea de que estamos
describiendo otra civilización, un universo cultural muy distinto al
nuestro. Tampoco se parecía al existente en Europa entre los
siglos XIII y XVI. Sin embargo, en muchas otras cosas resultaba
bastante similar, como iremos exponiendo más adelante.
Sin que importe pecar de reiterativos, todos los que nos
proponemos estudiar a los aztecas, hemos de reconocer que la
tarea hubiera sido imposible de no contar con la extraordinaria
documentación acumulada por unos frailes extraordinarios,
auténticos misioneros, hasta el punto de que predicaban desde «el
interior del alma de los indígenas», por eso aprendieron su
idioma, estudiaron su cultura y comprendieron su idiosincrasia.
Gracias a esto, lo que iba en contra de las ordenanzas
inquisitoriales, supieron recoger toda la información que les iban
proporcionando los aztecas; pero sabiendo lo que era real de lo
imaginario. Es posible que se guiaran más de la intuición que de
unos recursos técnicos, ya que no contaban con nada parecido.
Pero la calidad de sus trabajos ha sido comprobada
posteriormente por los historiadores, en especial por los actuales,
que son los que realmente se han tomado el trabajo como una
tarea más científica que literaria.
Nuestras intenciones
Los enigmas son misterios que ocultan algo inquietante.
Cuando se abre su «puerta«, acostumbra a aparecer lo inesperado
o una visión muy diferente de lo que se había supuesto. Nosotros
pretendemos esclarecer muchos de ellos; pero, como no está en
nuestro ánimo convertir la obra en un laberinto de preguntas y
respuestas, hemos preferido «novelizar». Disponíamos de un
material muy rico, provocador y hasta excitante, lo que ha
supuesto una especie de desafío.
Claro que sí. Antes que nosotros han escritos autores de
renombre, dueños de un estilo muy bello y emocionante, por eso
hemos pretendido, al menos, igualarles al tratar todos los temas
como si fueran una aventura. No nos asusta el temor de «perder
calidad por el afán de resultar amenos», porque deseamos
entretener e informar.
Como estamos seguros de que vamos a conseguir, además,
que quien nos lea sienta el deseo de ampliar sus conocimientos
sobre el extraordinario mundo de los aztecas, al final del libro
hemos incluido una abundante bibliografía, toda la cual se
puedeencontrar en las librerías o en las bibliotecas de nuestro país.
El propio de unos seres humanos que, luego de haber
estado morando en la misma gloria, se encontraron en el borde del
abismo de su total destrucción. Esto lo supieron dos años antes de
que sucediera. Pero, ¿por qué no lo evitaron si dispusieron de
muchas ocasiones para conseguirlo?
https://groups.google.com/group/secreto-masonico/browse_thread/thread/3200fed9f4237b09