LEON XIII DENUNCIA A LA MASONERIA EN LA ENCICLICA HUMANUN GENUS

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ALCOSERI

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Oct 26, 2008, 2:24:50 PM10/26/08
to SECRETO MASONICO
LEON XIII DENUNCIA A LA MASONERIA EN LA ENCICLICA HUMANUN GENUS
Advierte sobre el intento de destrucción radical del orden religioso y
civil cristiano

EL GENERO HUMANO, después de apartarse miserablemente de Dios, creador
y dador de los bienes celestiales, por envidia del demonio, quedó
dividido en dos campos contrarios, de los cuales el uno combate sin
descanso por la verdad y la virtud, y el otro lucha por todo cuanto es
contrario a la virtud y a la verdad. El primer campo es el reino de
Dios en la tierra, es decir, la Iglesia verdadera de Jesucristo.
[...] El otro campo es el reino de Satanás. [...]

En 1884, a casi un siglo y medio de organizarse la Primera Gran Logia
Masónica en Inglaterra en 1717 y la Gran Logia de Francia en 1738 y en
un contexto de creciente influencia de su poder la Iglesia alerta
nuevamente sobre sus verdaderos propositos y sobre la perniciosa
influencia de los principios del naturalismo en que se funda.


Con aguda visión ha descrito (San) Agustín estos dos reinos como dos
ciudades de contrarias leyes y deseos, y con sutil brevedad ha
compendiado la causa eficiente de una y otra en estas palabras: "Dos
amores edificaron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio
de Dios edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio
de sí mismo, la ciudad celestial". Durante todos los siglos han estado
luchando entre sí condiversas armas y múltiples tácticas, aunque no
siempre con el mismo ímpetu y ardor. En nuestros días, todos los que
favorecen el campo peor parecen conspirar a una y pelear con la mayor
vehemencia bajo la guía y con el auxilio de la masonería, sociedad
extensamente dilatada y firmemente constituida por todas partes.
[...]

La Iglesia, frente a la masonería
Nuestros antecesores los Romanos Pontífices, velando solícitamente por
la salvación del pueblo cristiano, conocieron la personalidad y las
intenciones de este capital enemigo tan pronto como comenzó a salir de
las tinieblas de su oculta conjuración. [...] ,esta Sede Apostólica
denunció y proclamó abiertamente que la masonería, constituida contra
todo derecho divino y humano,era tan perniciosa para el Estado como
para la religión cristiana. [...] la masonería ha alcanzado
rápidamente un crecimiento superior a todo lo que se podía esperar, e
infiltrándose de una manera audaz y dolosa en todos los órdenes del
Estado, ha comenzado a tener tanto poder, que casi parece haberse
convertido en dueña de los Estados. A este tan rápido y terrible
progreso se ha seguido sobre la Iglesia, sobre el poder de los
príncipes y sobre la misma salud pública la ruina prevista ya mucho
antes por nuestros antecesores. [...]

Juicio fundamental acerca de la masonería
Varias son las sectas que, aunque diferentes en nombre, rito, forma y
origen, al estar, sin embargo, asociadas entre sí por la unidad de
intenciones y la identidad en sus principios fundamentales, concuerdan
de hecho con la masonería, que viene a ser como el punto de partida y
el centro de referencia de todas ellas. [...] la sociedad de que
hablamos es contraria a la justicia y a la moral natural. [...] Los
frutos de la masonería son frutos venenosos y llenos de amargura.
Porque de los certísimos indicios que antes hemos mencionado, brota el
último y principal de los intentos masónicos; a saber: la destrucción
radical de todo el orden religioso y civil establecido por el
cristianismo, y la creación, a su arbitrio, de otro orden nuevo con
fundamentos y leyes tomados de la entraña misma del naturalismo.

Naturaleza y métodos de la masonería. [Autonomía de la razón]
Ahora bien, el principio fundamental de los que profesan el
Naturalismo, como su mismo nombre declara, es que la naturaleza humana
y la razón natural del hombre han de ser en todo maestras y soberanas
absolutas. Establecido este principio, los naturalistas, o descuidan
los deberes para con Dios, o tienen de éstos un falso concepto
impreciso y desviado. Niegan toda revelación divina. No admiten dogma
religioso alguno. No aceptan verdad alguna que no pueda ser alcanzada
por la razón humana. [...] Hace mucho tiempo que se trabaja
tenazmente para anular todo posible influjo del Magisterio y de la
autoridad de la Iglesia en el Estado. Con este fin hablan públicamente
y defienden la separación total de la Iglesia y del Estado. Excluyen
así de la legislación y de la administración pública el influjo
saludable de la religión católica. [...] Vemos, además, al Clero
oprimido con leyes singularmente graves, promulgadas para disminuir
cada día más su número y para reducir sus recursos; el patrimonio
eclesiástico que todavía queda, gravado con todo género decargas y
sometido enteramente al juicio arbitrario del Estado; y las Ordenes
Religiosas suprimidas y dispersas. Pero el esfuerzo más enérgico de
los adversarios se lanza principalmente contra la Sede Apostólica y el
Romano Pontífice. [...] Finalmente, hemos llegado a una situación en
la que los fautores de las sectas proclaman abiertamente lo que en
oculto habían maquinado durante largo tiempo; esto es, que hay que
suprimir la sagrada potestad del Pontífice y que hay que destruir por
completo el pontificado instituído por derecho divino.

[Errores Metafísicos] Pero los naturalistas avanzan más todavía.
Lanzados audazmente por la vía del error en los asuntos de mayor
importancia, caen despeñados por el precipicio de las conclusiones más
extremistas, ya sea por la flaqueza de la naturaleza humana, ya sea
por justo juicio de Dios, que castiga el pecado de la soberbia
naturalista. De esta manera sucede que para esos hombres pierden toda
su certeza y fijeza incluso las verdades conocidas por la sola luz
natural de la razón, como son la existencia de Dios y la
espiritualidad e inmortalidad del alma humana.

[Moral cívica] Perdidas estas verdades, que son como principios del
orden natural, trascendentales para el conocimiento y la práctica de
la vida, fácilmente aparece el giro que ha de tomar la moral pública y
privada. [...] Si se suprimen, como suelen hacer el naturalismo y la
masonería, la ciencia moral y el derecho quedan destituídos de todo
fundamento y defensa.En efecto, la única moral que reconoce la familia
masónica, y en la que, según ella, ha de ser educada la juventud, es
la llamada moral cívica, independiente y libre; es decir, una moral
que excluya toda idea religiosa. [...] los naturalistas y los
masones, al no creer las verdades reveladas por Dios, niegan el pecado
del primer padre de la humanidad, y juzgan por esto que el libre
albredrío "no está debilitado ni inclinado al pecado". Por el
contrario, exagerando las fuerzas y la excelencia de la naturaleza y
poniendo en ésta el único principio regulador de la justicia, ni
siquiera pueden pensar que para calmar los ímpetus de la naturaleza y
regir sus apetitos sean necesarios un prolongado combate y una
constancia muy grande. [...]

[Familia y Educación] Por lo que toca a la sociedad doméstica, toda la
doctrina de los naturalistas se reduce a los capítulos siguientes: el
matrimonio pertenece a la categoría jurídica de los contratos. Puede
rescindirse legalmente a voluntad de los contrayentes.La autoridad
civil tiene poder sobre el vínculo matrimonial. En la educación de los
hijos no hay que enseñarles cosa algunacomo cierta y determinada en
materia de religión; que cada uno al llegar a la adolescencia escoja
lo que quiera. Los masones están de acuerdo con estos principios. No
solamente están de acuerdo, sino que se empeñan, hace ya tiempo ,por
introducir estos principios en la moral de la vida diaria. [...]

[Doctrina Política] Vienen a continuación los principios de la ciencia
política. En esta materia los naturalistas afirman que todos los
hombres son jurídicamente iguales y de la misma condición en todos los
aspectos de la vida. Que todos son libres por naturaleza. Que nadie
tiene derecho de mandar a otro y que pretender que los hombres
obedezcan a una autoridad que noproceda de ellos mismos es hacerles
violencia. [...] La fuente de todos los derechos y obligaciones
civiles está o en la multitud o en el gobierno del Estado,
configurado, por supuesto, según los principios del derecho nuevo. Es
necesario, además, que el Estado sea ateo. No hay razón para anteponer
una religión a otra entre las varias que existen. Todas deben ser
consideradas por igual. Que los masones aprueban igualmente estos
principios y que pretenden constituir los Estados según este modelo
son hechos tan conocidos que no necesitan demostración. [...]

El mal radical de la masonería [Dogmática depravada]
Los perturbadores errores que hemos enumerado bastan por sí solos para
provocar en los Estados temores muy serios.Porque, suprimido el temor
de Dios y el respeto a las leyes divinas, despreciada la autoridad de
los gobernantes,permitida y legitimada la fiebre de las revoluciones,
desatadas hasta la licencia las pasiones populares, sin otro freno que
la pena, forzosamente han de seguirse cambio y trastornos universales.
Estos cambios y estos trastornos son los que buscan de propósito, sin
recato alguno, muchas asociaciones comunistas y socialistas. La
masonería, que favorece en gran escala los intentos de estas
asociaciones y coincide con ellas en los principios fundamentales de
su doctrina, no puede proclamarse ajena a los propósitos de aquéllas.
[...]

[Ambiciones masónicas] Afianzados y envalentonados entre tanto con
estas maniobras, comenzaron a ejercer un influjo extraordinario en el
gobierno de los Estados, preparándose, por otra parte, para sacudir
los fundamentos de las monarquías y perseguir, calumniar y destronar a
los reyes siempre que éstos procediesen en el gobierno de modo
contrario a los deseos de la masonería. [...] La Iglesia, en cambio,
que manda obedecer primero y por encima de todo a Dios, soberano Señor
de la creación, no puede sin injuria y falsedad ser acusada ni como
enemiga del poder político ni como usurpadora de los derechos de los
gobernantes. Por el contrario, la Iglesia manda dar al poder político,
como criterio y obligación de conciencia, cuanto de derecho se le
debe. Por otra parte, el que la Iglesia ponga en Dios mismo el origen
del poder político aumenta grandemente la dignidad de la autoridad
civil y proporciona un apoyo no leve para obtenerle el respeto y la
benevolencia de los ciudadanos. [...] Según todo lo dicho, sería una
insigne prueba de prudencia política y una medida necesaria para la
seguridad pública que los gobernantes y los pueblos se unieran no con
la masonería para destruir a la Iglesia,sino con la Iglesia para
destrozar los ataques de la masonería.

Remedios Pero sea lo que sea, ante un mal tan grave y tan extendido
ya, es nuestra obligación, venerables hermanos,consagrarnos con toda
el alma a buscar los remedios. Y como la mejor y más firme esperanza
de remedio está situada en la eficacia de la religión divina, tanto
más odiada de los masones cuanto más temida por ellos, juzgamos que el
remedio fundamental consiste en el empleo de esta virtud tan eficiente
contra el común enemigo. [...]

[Desenmascarar la masonería] A vosotros, venerables hermanos, os
pedimos y rogamos con la mayor insistencia que, uniendo vuestros
esfuerzos a los nuestros, procuréis con ahinco extirpar este inmundo
contagio que va penetrando en todas las venas de la sociedad. [...]
Que nadie que estime en lo que debe su profesión de católico y su
salvación personal, juzgue serle lícito por ninguna causa inscribirse
en la masonería, prohibición confirmada repetidas veces por nuestros
antecesores. [...]

[Esmerada instrucción religiosa] Es necesario, en segundo lugar,
inducir por medio de una frecuente predicación a las muchedumbres para
que se instruyan con todo esmero en materia religiosa. [...]

[Asociaciones obreras y patronales] Existe, en tercer lugar, una
institución, sabiamente establecida por nuestros mayores e
interrumpida durante algún tiempo, que puede valer ahora como forma
ejemplar para algo semejante. Nos referimos a los gremios de
trabajadores,creados para defensa conjunta, al amparo de la religión,
de sus propios intereses y de las buenas costumbres. [...] Nos
deseamos grandemente ver restablecidas estas corporaciones en todas
partes, para salvación del pueblo, de acuerdo con las necesidades de
los tiempos, bajo los auspicios y patrocinio del episcopado. Y no es
pequeño nuestro gozo al ver como vemos su actual restablecimiento en
muchos lugares, así como también la fundación de asociaciones
patronales. El fin común de estas dos clases de instituciones es
ayudar a la virtuosa clase proletaria,socorrer y defender a sus hijos
y a sus familias, fomentando en ellas, con la integridad de las buenas
costumbres, el cultivo de la piedad y de la instrucción religiosa.
[...]

[Educación de la juventud] En cuarto lugar, para obtener más
fácilmente lo que queremos, encomendamos con el mayor encarecimiento a
vuestra fe y a vuestros desvelos la juventud, que es la esperanza de
la sociedad humana. Consagrad a su educación la parte más principal de
vuestra atención, y, por mucho que hagáis, nunca penséis haber hecho
lo bastante para preservar a la adolescencia de las escuelas y
maestros que puedan inculcarle el aliento malsano de las sectas.
[...]


Les pedimos, pues, por un lado, que, estrechandolas filas, firmes y de
acuerdo resistan los ímpetus cada día más violentos de los sectarios;
y, por otro lado, que levanten a Dios las manos y le supliquen con
grandes gemidos para alcanzar que florezca con nuevo vigor el
cristianismo, que goce la Iglesia de la necesaria libertad, que
vuelvan al buen camino los descarriados, que cesen por fin los errores
a la verdad y los vicios a la virtud. Tomemos como auxiliadora y
mediadora a la Virgen María, Madre de Dios. Ella, que vencido a
Satanás desde el momento de su concepción, despliegue su poder contra
todas las sectas impías, en que se ven revivir claramente la soberbia
contumaz, la indómita perfidia y los astutos engaños del demonio.
Pongamos por intercesores al Príncipe de los Angeles, San Miguel,
vencedor de los enemigos infernales; a San José, esposo de la Virgen
Santísima, celestial patrono de la Iglesia católica; a los grandes
apóstoles San Pedro y San Pablo, sembradores e invictos defensores de
la fe cristiana. Bajo su patrocinio y con la oración perseverante de
todos, confiamos que Dios socorrerá oportuna y benignamente al género
humano, expuesto a tantos peligros.Y como testimonio de los dones
celestiales y de nuestra benevolencia, con el mayor amor os damos in
Domino la bendición apostólica a vosotros, venerables hermanos, al
clero y al pueblo todo confiado a vuestro cuidado.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 20 de abril de 1884, año séptimo
de nuestro pontificado

Señor Alcoseri- Orlando Galindo

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Aug 19, 2019, 12:05:18 PM8/19/19
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Señor Alcoseri- Orlando Galindo

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Aug 19, 2019, 12:07:51 PM8/19/19
to SECRETO MASONICO
León XIII sobre la Masonería. Humanum genus (1884)
Por SÍ SÍ NO NO -06/12/2018

La Iglesia ha condenado la masonería – desde Clemente XII (1738) hasta Pío XII – al menos 600 veces. León XIII fue el Papa que (junto a Pío IX) más la fulminó.

La encíclica Humanum genus, escrita el 20 de abril de 1884, es el principal documento pontificio que, no sólo condena la secta secreta, sino que desvela su naturaleza, su fin, y nos ofrece los remedios para combatirla. No se puede, por tanto, no conocer la Humanum genus, si se quiere combatir la acción masónica disgregadora de la ordenada Sociedad civil y, si fuera posible, de la misma Iglesia, la cual puede atravesar momentos oscuros o de crisis en sus miembros, pero es siempre y cada día asistida por Dios hasta el fin del mundo y por ello “las puertas de los infiernos no prevalecerán contra ella”.

El papa Pecci comienza su Encíclica sobre la masonería con la descripción del pecado de Lucifer, que tuvo como consecuencia la creación del infierno y la condenación de una pequeña parte de los Ángeles respecto al mayor número que permanecieron fieles al Señor. Después, Lucifer, en forma de serpiente, tentó a Adán y Eva para hacerles perder el tesoro de orden sobrenatural (la gracia habitual o santificante), que habían recibido de Dios, y que él, espíritu puro (aunque malvado), naturalmente superior a ellos, simples hombres, no tenía ya y para toda la eternidad. Desde ese momento, el género humano, hijo de los dos progenitores que se rebelaron contra Dios, siguiendo la tentación demoniaca, “se dividió como en dos campos diferentes y enemigos entre ellos: uno de los cuales combate sin descanso por el triunfo de la verdad y del bien, el otro por el triunfo del mal y del error. El primero es el reino de Dios sobre la tierra, esto es, la verdadera Iglesia de Jesucristo […]. El segundo es el reino de Satanás, cuyos súbditos son todos aquellos que, siguiendo los funestos ejemplos de su jefe y de los comunes progenitores, se niegan a obedecer la eterna ley divina” (León XIII, Encíclica Humanum genus, en Tutte le Encicliche dei Sommi Pontefici, Milano, Dall’Oglio Editore, ed. V, 1959, 1º vol., p. 383).

Después el Papa cita a San Agustín (De Civitate Dei, lib. XIV, cap. 17), que enseña: “De dos amores nacieron dos ciudades: la terrena del amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la celestial del amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo”.

En toda la historia humana, estas “dos ciudades” (San Agustín) o estos “dos campos diferentes y enemigos entre ellos” (León XIII) se han enfrentado constantemente, pero “hoy”, explica el Papa (en 1884), la masonería realiza las últimas pruebas para lanzar el asalto final contra la Iglesia de Cristo. En efecto, “los partisanos de la ciudad malvada conspiran todos juntos, sin esconder ya sus diseños, y surgen contra la soberanía de Dios; trabajan públicamente para la ruina de la Santa Iglesia, con el propósito de despojar a los pueblos cristianos de los beneficios concedidos al mundo por Jesucristo” (ibídem, p. 384).

Deber del Papa es, por ello, denunciar públicamente la secta infernal (la masonería), que encierra en sí todas las demás sectas, por lo cual amonesta a los Príncipes y a los pueblos para que no se dejen engañar por las astucias y por las tramas insidiosas de la masonería.

La masonería es funesta, no sólo para la Iglesia, sino también para el Estado, en cuanto que es una secta secreta que intenta apoderarse de los Estados para reunirlos todos en un poder ultra-nacional y mundial, que esté sometido a los principios del infierno. Por tanto, los Estados deben luchar contra ella, si no quieren convertirse en esclavos suyos y, con ella, esclavos de Satanás.

Después, el Papa resume el camino recorrido por la masonería desde su fundación pública (1717) hasta su tiempo (1884), cuando ha comenzado a cumplir parte de su programa, convirtiéndose en “dueña de los Estados” (ibídem, p. 386). Por este motivo, León XIII escribe que “hemos llegado ya a tal extremo, que debemos temblar por la futura suerte, no ya de la Iglesia, edificada sobre el fundamento imposible de ser abatido por fuerza humana, sino de aquellos Estados donde la secta de la que hablamos o las demás afines a ella pueden tanto” (ibídem, p. 386).

La Iglesia, en su naturaleza, es divina, pero está compuesta de miembros humanos. Por tanto, en su esencia no tiene nada que temer, pero el esfuerzo de la masonería no ha perdonado a los miembros de la Iglesia y sobre todo a aquellos que mandan (Obispos) para intentar, si fuera acaso posible, alterar su naturaleza. Hoy, tras la revolución del Concilio Vaticano II, llevada adelante por la B’nai B’rith, o sea, la masonería judía, debemos constatar cuántos progresos ha hecho la secta infernal incluso dentro de la Iglesia, pero debemos seguir estando seguros y confiados en su inalterable esencia o naturaleza, que el infierno no podrá jamás eliminar.

El secreto es uno de los elementos negativos e inquietantes de la masonería y de las sociedades que se relacionan con ella. En efecto, el Papa enseña que “todas las sociedades secretas están relacionadas con la masonería” (ibídem, p. 386); permanecerán siempre “secretas” en sus miembros más importantes, en sus propósitos más inquietantes y en su íntima naturaleza, la cual, sin embargo, es desvelada por el Papa en la Encíclica.

Otra táctica de la masonería es el “camuflaje” (ibídem, p. 387). En efecto, “los masones, presentándose con apariencias académicas o científicas, tienen siempre en sus labios el celo por la civilización, el amor al pueblo y el ser su única intención mejorar las condiciones del pueblo” (ibídem).

La secta exige una obediencia ciega y absoluta: “el candidato masón debe jurar no revelar jamás a nadie los nombres de los afiliados y las doctrinas de la secta. Deben estar dispuestos a ejecutar las órdenes de superiores desconocidos, dispuestos, si no lo hacen, a toda gravísima pena e incluso a la muerte” (ibídem).

Pues bien, continúa el sumo Pontífice, estos secretos, estas ocultaciones, estos subterfugios repugnan fuertemente a la naturaleza. La razón, por tanto, condena las sectas masónicas como enemigas de la justicia y de la honestidad natural.

El fin de la masonería es el de destruir el Cristianismo (y no sólo el poder temporal de los Papas) para fundar en su lugar una religiosidad naturalista y ecumenista (ibídem). Después precisa: “Esto que hemos dicho debe entenderse de la secta masónica considerada en sí misma, no de sus secuaces en particular, en cuyo número puede haber no pocos que, aunque culpables de haberse metido en congregaciones de este tipo, sin embargo, no toman directamente parte en sus malas obras e ignoran asimismo su objetivo final” (ibídem). Es necesario, en resumen, distinguir al masoncillo de la masonería.

El naturalismo es la esencia de la masonería. Pues bien, el principio fundamental del naturalismo es la soberanía de la naturaleza y de la razón sobre la gracia y la Revelación. Por tanto, se llega a la negación del orden sobrenatural y de la Iglesia y, por este motivo, la secta y los gobiernos inspirados en ella persiguen a la Iglesia y a sus sacerdotes o religiosos y religiosas.

Se sigue de ello, en la doctrina sobre las relaciones entre Estado e Iglesia, que la masonería se hace propugnadora de la aconfesionalidad del Estado, que hoy se ha convertido en la regla de todos los gobiernos de todos los Países.

La lucha contra el Papado está constituida por tres etapas: la primera está dirigida, falsamente, contra el poder temporal de los Papas; la segunda contra el poder espiritual de los Pontífices romanos; la tercera coincide con el “objetivo supremo de los francmasones, que es perseguir con odio implacable al Cristianismo” (ibídem, p. 389).

La masonería, para ocultar su intención principal, que revela sólo a los iniciados y esconde a los profanos, no obliga al masón particular a renegar directamente de su fe católica, pero indirectamente le impone el ecumenismo y el relativismo religioso, de los cuales nace el indiferentismo y la paridad de todos los cultos. Como se ve, este plan se ha cumplido en todos los Estados actuales a partir de los años 70 y ha penetrado también en la mentalidad de los hombres de Iglesia a partir del Concilio Vaticano II y de las directivas postconciliares.

Para la masonería, la existencia de Dios no es cierta y ella coloca, en el lugar de un Dios creador de todo a partir de la nada, la existencia de un Gran Arquitecto Universal, que presupone, como todo arquitecto, la existencia de una materia a partir de la cual poder edificar una casa o un “templo”.

La filosofía de la masonería es la kantiana, según la cual no existe un Dios real, sino que el hombre siente la necesidad íntima de poner en acto la idea de un Ente superior que le ayude a vivir mejor su moral autónoma, o sea, que el mismo hombre se da y que no viene de Dios o de la naturaleza misma de las cosas. Además, niega la existencia del pecado original, por lo que el hombre tiene una inteligencia perfecta y tendiente a la verdad y está dotado de una voluntad pura y no debilitada ni inclinada al mal. Las fuerzas de la naturaleza son exaltadas y exageradas por los masones, los cuales, por ello, afirman que no es necesaria la gracia o el orden sobrenatural.

La secta se compromete a corromper las costumbres cristianas para tener a sus órdenes una masa informe y corrupta, inclinada a seguir sus órdenes como instrumento dócil en sus manos.

La familia debe ser igualmente disuelta, en los planes de la masonería, para revolucionar la misma Sociedad civil. En resumen, del Cristianismo no debe quedar ya ningún rastro.

La educación de los jóvenes es sustraída a las familias y a la Iglesia y debe ser confiada a la escuela pública, inspirada en el liberalismo y en el naturalismo masónico.

Desde el punto de vista social y político, la secta prefiere el igualitarismo, el liberalismo y la democracia moderna, según la cual el poder viene del pueblo y no de Dios.

El Papa responde que, como el hombre está cierto de la existencia real de Dios creador del mundo real y como el hombre, creado por Dios, le debe adoración y culto, así el Estado, que es un conjunto de varios hombres y de varias familias debe igualmente a Dios el culto y la adoración contra los falsos principios del liberalismo así llamado católico o “catolicismo liberal”.

Además, como la autoridad y el poder vienen de Dios, el hombre debe obedecer a la autoridad (contra el anarquismo liberal) como si obedeciera a Dios.

Los falsos errores de la masonería debían de hacer temblar a los Estados todavía conservadores de la época leonina (1884), pero ya invalidados por el virus liberal, que abre de par en par las puertas al comunismo y a la revolución universal. Nunca profecía de desventura se ha cumplido más exactamente que esta.

El fin último de la masonería coincide con el del comunismo. La secta adula a los pueblos y a los monarcas “iluminados” para suprimir la Iglesia y el Cristianismo.

Así que el único verdadero antídoto contra la masonería es la Iglesia, amiga del bienestar común, de los Príncipes que gobiernan según la ley natural y divina, de manera que Príncipes y pueblos deberían unirse a la Iglesia para destruir la secta.

En concreto, es necesario: 1º) quitar la máscara filantrópica tras la cual se esconde el rostro infernal de la secta diabólica; 2º) dar una sólida instrucción religiosa a todos, pero especialmente a la juventud, de manera que no caiga víctima de los sofismas masónico/kantianos.

El Papa concluye escribiendo que “la ayuda de Dios es necesaria para combatir y erradicar la masonería” (ibídem, p. 389) y, finalmente, invita a resistir y a orar.

El domingo, 26 de octubre de 2008, 12:24:50 (UTC-6), ALCOSERI escribió:

Señor Alcoseri- Orlando Galindo

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Aug 19, 2019, 12:14:58 PM8/19/19
to SECRETO MASONICO
A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Libertad Igualdad Fraternidad

El Gran Arquitecto del Universo de ateos y agnósticos

Santiago Torres

Podría suponerse que no es fácil para los masones agnósticos y ateos reconciliar sus convicciones con el símbolo “Gran Arquitecto del Universo”. Aunque la aproximación al tema no es igual en uno y otro caso, por cierto, a los efectos prácticos, tanto la ignorancia proclamada en la visión agnóstica (que admite matices, como ya se verá) como la incredulidad de la visión atea (que también admite matices) enfrentan un desafío similar para religarse con ese Gran Arquitecto y, en general, ambas procuran salvar ese desafío atribuyendo al símbolo de referencia una naturaleza estrictamente basada en la naturaleza simbólica de la masonería, evitando trasladar a ésta conceptos y significados propios del universo religioso-profano.

Porcentaje de ateos y agnósticos en el mundo (2007)
Porcentaje de ateos y agnósticos en el mundo (2007)

Comencemos por determinar qué suponen tanto el agnosticismo y el ateísmo, así como cuáles matices podemos encontrar en los mismos. El agnosticismo, en cambio, no niega ni afirma: desconoce por carecer de pruebas —ora por la vía científica, ora por revelación— en sentido alguno. Reconoce matices, empero, como ya se indicó:

Agnosticismo fuerte: postula la imposibilidad general de la cognición de entidades divinas.
Agnosticismo débil: expresa una imposibilidad personal —y no general— de lograr la cognición de divinidad alguna.
Agnosticismo apático: postula no sólo no conocer entidad divina alguna; sino que, además, estima que ésta(s), de existir, no supone(n) nada concreto en la realidad humana, por lo cual la búsqueda de su conocimiento es irrelevante.
Agnosticismo interesado: al revés que los “apatistas”, el agnóstico interesado sí estima de interés procurar indagar acerca de la existencia o no de una o varias entidades divinas, por cuanto no es igual la existencia humana en uno u otro caso.
Ignosticismo: término acuñado por el Rabino Sherwin Wine, el ingosticismo, antes de poder determinar si Dios existe, debe definirse qué se entiende por tal.
No-cognitivismo teológico: postura muy cercana a la “ignosticista”, postula que las palabras como Dios, divinidad, etc. carecen de todo sentido por cuanto no son verificables; rechazan incluso al ateísmo fuerte, porque —afirman— un ateo ha determinado la inexistencia de Dios o dioses luego de haber creído comprender esos conceptos, y eso resulta totalmente imposible.

REPORT THIS AD

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El ateísmo iguala la incapacidad de conocer a la negación de la existencia de divinidad(es). Y, en términos generales, presenta dos matices:

Ateísmo fuerte o positivo: consiste en la categórica negación de la existencia de divinidades.
Ateísmo débil o negativo: es una forma de ateísmo muy similar a la del agnosticismo y postula simplemente la no creencia en divinidades; esto es, la ausencia de fe.
La variedad es importante. Incluso esas categorías podrían admitir matices internos. Por consiguiente, la postulación apriorística de que el agnosticismo y el ateísmo resultan incompatibles con la pertenencia a la Orden Masónica es, cuando menos, apresurada y requeriría una muy sólida argumentación. Una sólida argumentación dirigida a excluir, lo cual es posible pero exigiría un ejercicio intelectual y de prudencia muy grande.

Además de los múltiples matices que ambas posiciones (agnosticismo y ateísmo) admiten, hay otro elemento clave para analizar si la tal incompatibilidad tiene algún tipo de sustento lógico: ¿qué es el Gran Arquitecto del Universo?

EL G.·. A∴D∴U∴, AXIOMA PERO NO DOGMA
La definición del Gran Arquitecto del Universo no puede ser idéntica a la que se le da a Dios en el mundo profano. Éste, en la mayoría de los casos, es el dios abrahámico, caracterizado por ser autoconsciente y con voluntad. Pero la ecuación “Gran Arquitecto del Universo = Dios abrahámico” no surge de ninguna parte, es un diktat arbitrario. ¿Es imprescindible tener fe en una entidad caracterizada por los atributos referidos para que el símbolo del Gran Arquitecto del Universo pueda ser cabalmente comprendido por un masón? En realidad, la ecuación mencionada surge de formulaciones de Hermanos Masones relevantes o por instancias institucionales de algunas potencias masónicas, pero ni unos ni otras han creído necesario demostrar el aserto, al que dan por bueno sin más trámite.

El Dios Abrahámico es concebido como eterno, omnipotente, omnisciente y como el creador del universo.
El Dios Abrahámico es concebido como eterno, omnipotente, omnisciente y como el creador del universo.


REPORT THIS AD

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El Convento de Lausana de 1875, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, define al Gran Arquitecto del Universo como “una fuerza superior” que, además, es “un principio creador”. Sólo quebrando la lógica e introduciendo definiciones propias del mundo profano —más que respetables— puede establecerse que “una fuerza superior” y “un principio creador” equivalen a una divinidad real, autoconsciente y con voluntad. De las premisas no deriva esa conclusión en modo alguno. En términos de la Lógica, se trata de un clásico paralogismo, o sea, un razonamiento falso aunque por error y no por malicia.

En el caso de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, la definición formulada en el artículo 3° de su Constitución es aún más flexible, aunque, paradojalmente, más precisa: “La masonería reconoce la existencia de un principio creador , superior , ideal y único, que denomina Gran Arquitecto del Universo, cuya interpretación es personal y absolutamente libre para cada masón. El concepto del único y común origen de los hombres, contenido en el nombre simbólico de Gran Arquitecto del Universo, constituye el fundamento en que se basan los preceptos masónicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Y agrega en su artículo 5°: “No impone ningún límite a la libre investigación en la búsqueda de la verdad, exigiendo la mayor tolerancia”.

Tenemos, pues, que para la Masonería del Uruguay —al menos para su Constitución— el Gran Arquitecto del Universo es un principio creador, sí, superior, sí, único, sí, pero “ideal”; esto es, una convención necesaria para establecer el fundamento de que los seres humanos, por compartir un origen común, somos iguales en dignidad y acreedores de idéntico respeto. Es por ese motivo que el símbolo del Gran Arquitecto del Universo es “único”: sustenta la igualdad ontológica de los hombres. Y ése sí constituye un requisito sine qua non para integrar la masonería. Sin la creencia en ese principio, no puede interpretarse a cabalidad la arquitectura simbólica de la masonería.

De esa definición, sin embargo, en modo alguno deriva que el Gran Arquitecto constituya una divinidad autoconsciente y volitiva. Podrá serlo para quienes legítimamente tengan fe en ello, pero no es imprescindible.

Aquello que sí es imprescindible es la creencia en ese origen común; ese centro de unión entre todos los hombres, sin el cual el edificio simbólico de la masonería se viene abajo porque no habrá sustento para el principio de Igualdad. Ése, por tanto, es el axioma de existencia de la Orden Masónica.


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Y la definición establecida en el artículo 5° abona, creemos, lo que venimos afirmando. Porque la libre investigación —que comprende el análisis y la reflexión— en la búsqueda de la verdad, para un masón no tiene límites. Ello es consistente con el artículo 2° de la declaración del Convento de Lausana de 1875: “No impone ningún límite a la investigación de la verdad y exige a todos la tolerancia, a fin de garantizar a todos esa libertad”.

[box class=”pull”]¿Y si el masón arriba a la conclusión de que no hay una divinidad autoconsciente y con voluntad propia o, al menos, concluye que no se encuentra en condiciones de afirmarlo?[/box]

¿Y si en el curso de su búsqueda personal el masón arriba a la conclusión de que no hay una divinidad autoconsciente y con voluntad propia o, al menos, concluye que no se encuentra en condiciones de afirmarlo, debería entonces pedir el Placet Quitte y abandonar la mismísima institución que le brindó las herramientas a partir de las cuales arribó a esa personal conclusión?

La única forma en que la incompatibilidad entre Masonería y las visiones ateas y agnósticas sería posible estribaría en la prohibición de investigar el símbolo del Gran Arquitecto del Universo. Sólo así podría salvaguardarse a éste de la duda inherente a toda investigación honesta y auténticamente libre.

¿Pero qué clase de masonería sería ésa en que ciertos tópicos estuviesen vedados al libre examen a los efectos de preservarlos de la duda metódica? Ciertamente, sería una masonería que se negaría a sí misma, convirtiendo un símbolo de naturaleza axiomática en un dogma de naturaleza religiosa. Los artículos de fe no son incompatibles con la calidad de masón, pero a condición de que permanezcan en la esfera estrictamente personal y no pretendan imponerse sobre los demás.

LA “INMORTALIDAD DEL ALMA”
Otro tanto ocurre con la “inmortalidad del alma”; la cual, de paso, no aparece en la definición del rito formulada en Lausana, sino en “corolarios” de la igualación del Gran Arquitecto del Universo al dios abrahámico, que asumen esa ecuación como una verdad evidente (aunque ya vimos que no lo es).

En primer lugar, al igual que con el símbolo “Gran Arquitecto del Universo”, la traslación mecánica de los conceptos religiosos (por tanto, profanos) de alma e inmortalidad al universo masónico, no corresponde.

Creer en una suerte de élan vital, de naturaleza inmaterial, que tal vez nos preceda y seguramente nos sobrevivirá, es tan legítimo como creer en un Gran Arquitecto del Universo real, autoconsciente y volitivo. En el plano simbólico de la masonería, empero, la inmortalidad supone otra cosa muy diferente y que —ésa sí— es intrínseca a nuestra Orden: la fraternidad como concepto que supera las dimensiones espacial y —aquí la clave— temporal.

Liturgia y simbología masónicas nos vinculan en el formidable desafío que supone la construcción del simbólico Templo erigido a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, más allá de tiempo y espacio.
Liturgia y simbología masónicas nos vinculan en el formidable desafío que supone la construcción del simbólico Templo erigido a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, más allá de tiempo y espacio.


La liturgia y la simbología masónicas nos vinculan a todos los masones en el formidable desafío que supone la construcción del simbólico Templo (la sociedad justa y perfecta) erigido a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo (expresión de la igualdad entre todos los seres humanos y, por tanto, de unidad como especie), más allá de tiempo y espacio. Los masones fallecidos nos heredan las paredes que han levantado, como ocurría con los masones operativos durante la construcción de las grandes catedrales, y es en ese sentido que resultan “inmortales”. Por añadidura, para quienes tengan fe en ello, podrán ser inmortales en espíritu (al modo religioso), pero esto último no constituye una consecuencia lógica, sino una legítima pero intransferiblemente convicción personal.

En segundo lugar, y también como señalamos respecto del Gran Arquitecto del Universo, al masón no le está vedada investigación alguna. Todo es pasible de revisión, estudio, análisis y reflexión, incluida la presunta inmortalidad del alma, que —vale la pena reiterarlo— no está estipulada en ninguna parte, salvo en las afirmaciones dogmáticas, que no simplemente axiomáticas, de masones relevantes que pretenden transformar sus convicciones personales en reglas de carácter universal.

LA BIBLIA EN EL ARA
Por las razones anteriormente apuntadas, para ningún masón ateo o agnóstico debería suponer violencia alguna a su conciencia la presencia de la Biblia en el Ara, ni prestar promesas o juramentos sobre la misma.


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La Biblia, desde la perspectiva que venimos desgranando, es un símbolo más y no “la Palabra del Gran Arquitecto del Universo”. Si fuera esto último y hubiera que creerlo a pie juntillas, los Hermanos de religiones no cristianas quedarían automáticamente excluidos, salvo que se incorporaran otros textos sagrados al Ara. ¿Acaso los Hermanos de origen judío sólo consideran el Antiguo Testamento y descartan el resto a la hora de prestar una promesa de honor? Es una pregunta absurda que se responde casi por sí misma: no lo hacen porque el valor de la Biblia es simbólico, en tanto representación del Volumen de la Ley Sagrada.

Alguien podría señalar, empero, que aun cuando la Biblia sea un símbolo, no deja de ser precisamente la representación de una “ley sagrada”. Si es “sagrada”, entonces debería haber una entidad superior, de naturaleza divina, que hubiese dictado esa “ley”. Una vez más: es errónea la traslación mecánica de significados propios del universo religioso —que es profano del punto de vista masónico— al que nos es propio.

[box class=”pull”]La Ley Sagrada es el símbolo de la Libertad, en tanto instrumento del discernimiento moral.[/box]

La “ley sagrada” es la ley moral, quintaesencia de la Masonería, y en ese sentido es “sagrada”. No es una ley dictada por Dios, sino que deriva de la representación de la Igualdad y la Fraternidad que se expresan en el símbolo del Gran Arquitecto del Universo. Es, por consiguiente, el instrumento del discernimiento moral. Y siendo el instrumento del discernimiento moral es, por consiguiente, la expresión del libre albedrío, o sea, aquello que nos hace seres morales, capaces de optar entre el bien y el mal; a diferencia de los animales, incapaces de opciones por fuera de los patrones biológicos de supervivencia, como individuos y/o como especie. Es “sagrada” en tanto los masones veneramos la moral, haciendo de lo axiológico una preocupación consustancial a nuestra Institución.

En suma, si el Gran Arquitecto del Universo expresa el principio básico de Igualdad y la inmortalidad es la representación de la Fraternidad, la Ley Sagrada es el símbolo de la Libertad, en tanto instrumento del discernimiento moral.

NO HAY QUE OLVIDAR EL CARÁCTER SIMBÓLICO DE LA MASONERÍA
Así como la Masonería emplea símbolos y alegorías provenientes del arte de la construcción, también lo hace de otras fuentes. Entre otras, del universo religioso, aun sin ser ella misma una religión (al menos en su sentido más convencional), y de la alquimia.


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Pero así como el sentido figurado de los símbolos constructivos o alquímicos es pacíficamente aceptado y asumido como “natural” por todos los masones, parece que no ocurre lo propio con aquellos símbolos de origen religioso. Incluso, dentro de éstos, específicamente los vinculados a la tradición judeo-cristiana (porque tampoco nadie toma al pie de la letra aquellos provenientes del antiguo Egipto).

[box class=”pull”]Resulta difícil de entender lógicamente por qué algunos símbolos son parte de un lenguaje figurativo; sin embargo otros son representaciones prácticamente literales. Modestamente, entendemos que es una forma errónea de aproximarse al universo simbólico de la Orden.[/box]

Por alguna extraña razón, para un importante número de Hermanos, la Escuadra, por ejemplo, es obviamente una representación de la rectitud moral; pero el Gran Arquitecto del Universo, en cambio, no es la representación de otro concepto moral en sentido igualmente figurado, sino, apenas, una redenominación funcional de una entidad divina realmente existente, en la que —por añadidura— es preceptivo creer.

Resulta difícil de entender lógicamente por qué algunos símbolos son parte de un lenguaje figurativo; sin embargo otros son representaciones prácticamente literales. Modestamente, entendemos que es una forma errónea de aproximarse al universo simbólico de la Orden. Todos los símbolos masónicos constituyen un lenguaje figurado. Desde que la interpretación de éstos es personal, la atribución de un carácter divino a los mismos es posible y legítima, pero sólo eso: una interpretación posible de entre varias.

EL LIBRE EXAMEN: MÁS QUE UN DERECHO, UN DEBER
Como ya hemos visto, el Rito Escocés Antiguo y Aceptado no impone límites al Hermano Masón a la hora de la búsqueda personal de sus verdades. No hay tópicos tabú para un verdadero masón, porque si así fuera, se le estaría obliterando caminos a recorrer. Sería contradictorio con el carácter de la Masonería el sellado de puertas. La Masonería cierra puertas pero con llave, no con ladrillos; y la llave la entrega en su debido momento (tal el sentido de los grados).

Pero esa capacidad de libre examen del masón no es sólo un derecho inherente a su condición humana. Para un masón, además, constituye un deber.


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¿Cómo podría emprenderse la formidable empresa del auto-perfeccionamiento si el masón no revisitara, en primerísimo lugar, sus propias convicciones? Y rutinariamente, no como un ejercicio “por única vez”.

El masón debe aprender, primero, y cuestionar, después, la plétora de interpretaciones sobre los símbolos de su grado.
El masón debe aprender, primero, y cuestionar, después, la plétora de interpretaciones sobre los símbolos de su grado.

¿Cómo enriquecer su perspectiva si no aprende, primero, y cuestiona, después, la plétora de interpretaciones sobre todos y cada uno de los símbolos de su grado presente y de los grados que ha venido acumulando? También como un ciclo sin fin, no como un análisis puntual, que congele perspectivas.

El mundo profano, esto es, la realidad en la que estamos inmersos, plantea también, de tanto en tanto, importantes desafíos a nuestro sistema de creencias o convicciones, tanto personales como institucionales. Especialmente, los insumos provistos por la ciencia.

El concepto de libre albedrío, por ejemplo, que —como ya se ha visto— se encuentra en el centro de nuestra concepción por cuanto es lo que nos hace seres morales, hoy empieza a estar en cierta medida comprometido por los avances registrados en el campo de las neurociencias. Hay indicios de que al menos algunos procesos de toma de decisiones tienen lugar en el cerebro antes de que la conciencia tome nota de los mismos, lo cual —de comprobarse— dejaría a aquélla, al menos para algunos casos, como una instancia de “legitimación volitiva”, aportando una ficción deliberativa a lo que no es sino un acto mucho más primitivo. ¿Deberíamos los masones renunciar a tomar conocimiento de esas investigaciones —incluso a investigar nosotros mismos— porque ello podría, tal vez, poner en tela de juicio principios arraigados? ¿O, por el contrario, deberíamos asumir con coraje la empresa de repensarlos y reformularlos a partir del nuevo escenario?


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[box class=”pull”]La Masonería nos invita a no ser dogmáticos, alentándonos a repensarnos permanentemente.[/box]

Examinar libremente supone estudiar, analizar y reflexionar. No es una tarea sencilla. Y mucho menos lo es cuando el objeto de la misma es nuestro sistema de creencias. Pero la Masonería nos invita a no ser dogmáticos, alentándonos a repensarnos permanentemente. Lo cual es válido para todos los masones, incluidos quienes se consideran agnósticos o ateos. Porque el masón no puede —no debe— auto-amputarse la posibilidad de crecer.

Este capítulo estaría pronto, pero no podemos cerrarlo sin analizar una cuestión que el lector inteligente ya habrá advertido: ¿y que hay de aquellas creencias que, aunque seculares, hemos definido aquí como “axiomas de existencia”? Por ejemplo, la igualdad ontológica de todos los seres humanos, cuya representación es el Gran Arquitecto del Universo.

Se impone un deber de coherencia: también es posible analizar esos axiomas y dudar de ellos en el proceso. En primer lugar, porque —es lo más probable— luego de dudar, analizar y reflexionar, el masón quede aún más convencido de la verdad evidente del aserto. Pero si así no fuera, si arribara a la convicción de que los hombres no somos iguales ni acreedores a la misma dignidad, deberá entonces hacer el ejercicio honesto de preguntarse si es apropiado continuar perteneciendo a una organización que funda su edificio filosófico en aquel principio. Y si llegara a la conclusión de que sí puede integrarla, entonces debería abordar otra empresa de aun mayor magnitud: fundamentarlo con idéntica honestidad intelectual.

OTROS RITOS
Se dice del Rito Escocés Antiguo y Aceptado que es deísta. Es una definición discutible, a la luz de los argumentos presentados precedentemente. En todo caso, a nuestro juicio, admite legítimos abordajes deístas pero no excluyentes de otros.

Pero lo que es indiscutible es que efectivamente hay masonerías con ritos no ya deístas, sino decididamente teístas. Tal el caso del Rito de York, del Rito Adonhiramita o del Rito Brasileño. Aún peor, el Rito Sueco, extendido en todos los países escandinavos, que es lisa y llanamente cristiano.

¿Cómo procesar en esos ritos la libertad de conciencia y el libre examen que, se supone, son inherentes a la Masonería? Es muy difícil de imaginarlo. Incluso la cuestión podría tener derivaciones problemáticas. ¿Qué ocurriría si un Hermano agnóstico o ateo uruguayo visitara o, aún más, se afiliara a una potencia que practique alguno de esos ritos? ¿Y un Hermano judío podría ingresar a una logia que practicante del Rito Sueco?


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La introducción de elementos propios de la fe en la Masonería, inevitablemente la empequeñece y, al hacerlo, amputa la capacidad de crecer de sus miembros. ¿Tiene sentido una Masonería que, a contrapelo de su historia de libertad, someta a sus integrantes a semejante capitis diminutio?

[box class=”pull”]En definitiva, no existe impedimento alguno de naturaleza iniciática para que ateos y agnósticos participen de la Masonería.[/box]

En definitiva, no existe impedimento alguno de naturaleza iniciática para que ateos y agnósticos participen de la Masonería, al menos una masonería liberal como la uruguaya; enriqueciéndose y enriqueciéndonos, iluminándose e iluminándonos. A condición de que —igual que el resto— no asuman sus puntos de vista como verdades incuestionables e inmutables, porque las perspectivas congeladas, además de empobrecer, dan cuenta de una poco masónica pereza intelectual.

Con actitud abierta y espíritu fraterno, la Masonería siempre es posible. Sin esos dos elementos, en cambio, definitivamente será otra cosa, pero nunca Masonería.

[box type=”shadow”]Por textos masónicos adicionales puedes consultar nuestra lista completa de trazados o granarquitectodeluniverso.com.[/box]

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ONE THOUGHT ON “EL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO DE ATEOS Y AGNÓSTICOS (SANTIAGO TORRES)”
Fabián Garcia 
25 enero, 2017 a las 1:20 pm
Gracias por la información, muy interesante. Intentando seguir su postura lógica y de duda analítica y reflexiva, ¿con qué argumentos lógicos -o no- han logrado demostrar -o autoconvencerse-de la existencia de la divinidad autoconsciente y volitiva?

El Gran Arquitecto del Universo de ateos y agnósticos (Santiago Torres)

El domingo, 26 de octubre de 2008, 12:24:50 (UTC-6), ALCOSERI escribió:
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