¿Quienes fueron los gnósticos?

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francmason

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Apr 4, 2009, 3:21:04 PM4/4/09
to SECRETO MASONICO
¿Quienes fueron los gnósticos?
Mientras se producía el lento arreglo entre la clase de los que
tenían
el poder militar y político y aquellos que tenían el poder sobre las
creencias de los pueblos simples, una categoría distinta de creyentes
se había ido gestando, paralela a la última de las clases dominantes,
la de los sacerdotes de Osiris, en Egipto, la de los antiguos dioses
grecorromanos, en el sur de Europa.


Se trataba de una casta de iniciados que tuvieron contacto entre sí,
a
través de los peregrinos que iban en busca de conocimiento hacia el
Mediterráneo, a cuyas orillas se habían gestado los grandes centros
de
conocimiento.


Cuando comenzó la era cristiana, estos iniciados no dejaron por ello
de prosperar, dividiéndose en diversas sectas, pero permaneciendo en
la historia.


El nombre general que les damos es el de gnósticos, que equivale por
sus raíces griegas a hombres de conocimiento.


Uno de sus desprendimentos, en Occidente, recibió este nombre y a
través de él identificamos por lo general a los gnósticos de Europa.


Los gnósticos, entendidos como queda dicho en el párrafo anterior,
los
gnósticos de Occidente, perduraron durante los tres o cuatro primeros
siglos de la Era Cristiana. Se consideraban seguidores de las
tradiciones de los antiguos cultos de Caldea, Egipto, de Babilonia, de
Grecia
y de Roma.


De la síntesis de aquellas antiguas creencias habían elaborado una
doctrina, la gnosis, que interpretaba que las secretas decisiones de
la deidad podían ser conocidas por el hombre y que aún éste podía
contribuir a que ellas se plasmaran en la realidad, ayudando a
concretarlas. Puede decirse que esa actitud consistía en la
convicción
de que el conocimiento directo, personal y absoluto de las verdades
auténticas de la existencia es accesible a los seres humanos. Mas la
obtención de tal conocimiento debe siempre constituir la suprema
realización de la vida humana.


Ese conocimiento o gnosis era entendido como un saber filosófico de
la
verdad, un conocimiento que aparece en el corazón de forma misteriosa
e intuitiva, siendo por lo tanto llamado, en por lo menos una obra
gnóstica el evangelio de la verdad, la Gnosis cardias, o
conocimiento del corazón.


Se trata de un concepto que es al mismo tiempo religioso y
marcadamente psicológico. Según él, la idea sobre la vida consiste en
una transformación y una visión interior; en
suma, un proceso ligado a la psicología profunda.


Si pasamos a considerar a los gnósticos como los padres de la
psicología profunda de la actualidad, tórnase inmediatamente clara la
razón por la cual la práctica y la enseñanza


gnóstica de forma radical difería de la práctica y de la enseñza de
la
ortodoxia cristiana y judaica. El conocimiento del corazón, en favor
del cual los gnósticos se empeñaban no


podía ser adquirido por medio de un pacto con la deidad, a través de
un tratado o alianza que garantiza bienestar espiritual y físico al
hombre a cambio del cumplimiento de un conjunto de reglas.


No se podía acceder a la Gnosis -el conocimiento de la verdad- por la
mera creencia en que la actitud de sacrificio de un hombre divino en
la historia pudiese aliviar la carga de culpa y frustración de los
hombres y asegurar bienaventuranza perpetua, por fuera de los límites
de la existencia.


Los gnósticos entendían que los principios éticos correspondientes a
un cierto tipo de personalidad necesitan de normas para lo que
actualmente podría llamarse la formación y el crecimiento del yo.
Muchas centurias nos separan de los gnósticos históricos. Durante ese
período, el gnosticismo se tornó no sólo en una fe o ciencia
olvidada,
sino también en una fe o una verdad reprimida.


Ninguna otra secta fue tan temida y odiada de forma tan incansable y
persistente, por casi dos milenios, como la de los gnósticos.


Una vez establecido el cristianismo como la religión oficial del
Estado romano, en épocas del imperio romano de Occidente, el
emperador
Constantino tuvo por método la destrucción de los gnósticos,
perpetrando una verdadero genocidio religioso contra ellos. De modo
tal arreció la crueldad contra los gnósticos, que los mismos
tormentos
que en las eras del paganismo eran reservados contra los cristianos,
en época del inmisericorde Costantino eran aplicados contra la secta,
incluidos el descuartizamiento, la entrega a las fieras o el
desollamiento en vida.


La última gran persecución terminó con el sacrificio de
aproximadamente doscientos gnósticos en 1244, en el castillo de
Montségur, en Francia.


¿A qué se debía este ensañamiento con los gnósticos? ¿A que con sus
prácticas de vida y de religión desafiaban a las normas imperantes en
la época? ¿O a que conservaban entre sus tesoros algo que podría dar
vuelta definitivamente la historia contada hasta ese entonces a la
credulidad del pueblo? Quizá no se trataba simplemente de una
leyenda.
Podemos intentar una respuesta expresando que los gnósticos se
diferenciaban de la mayor parte de los otros europeos no
exclusivamente en detalles de creencias y preceptos éticos


sino además en su visión más esencial y fundamental de la existencia
y
de su propósito. Su divergencia era radical en el sentido más
estricto
de la palabra, de las actitudes y conjeturas de la humanidad con
respecto a la vida. Independientemente de sus creencias filosóficas o
religiosas la mayoría de las personas alienta ciertas suposiciones
inconscientes,


pertenecientes a la condición humana, que no se originan en las
actividades convergentes de formulación de la conciencia sino que
irradian de un profundo e inconsciente substrato de la mente.


Esa mente es regida por la biología y no por la psicología; ella no
está sujeta a escuelas conscientes. La más importante de esas
suposiciones, la cual pudiera decirse que sintetiza todas las otras,
consiste en la creencia de que el mundo es bueno y que nuestro
desenvolvimiento en él es de alguna forma deseable y fundamentalmente
benéfico. Esa premisa conduce a un sinnúmero de otras, todas más o
menos caracterizadas por la sumisión a las condiciones externas y a
las leyes que parecen gobernarlas. A despecho de los incontables
acontecimientos incoherentes y maléficos en nuestras vidas, de los
increíbles hechos que se suceden, de los desvíos de las reiteradas
insanidades de la historia humana, tanto colectiva como
individualmente, creemos que es de nuestra incumbencia el proseguir
con el mundo, pues él es, al fin, el mundo de Dios, debiendo, por
tanto, haber significado y bondad ocultos en sus procesos, de un modo
tal imbricados y relacionados entre sí que sería difícil
comprenderlos.


Asimismo, debemos continuar en el cumplimiento de nuestro papel
dentro
del sistema, de la mejor manera posible, esperando contra toda
esperanza que una revelación del significado resulte de algún modo
evidente. No es así, dijeron los gnósticos. Dinero, poder,
constitución de familias,y la infinita serie de aceptaciones de las
circunstancias y


obligaciones de la vida común y corriente, nada de eso fue jamás
rechazado, en la historia de la humanidad, como lo hicieron ellos.
Nunca aguardaron a que alguna revolución, po


lítica o económica, eliminara todos los elementos inicuos del sistema
en el que el alma humana se encuentra aprisionada.


Su rechazo no se refiere a un gobierno o un sistema de propiedad a
favor de otro; al contrario, se refiere a la total y predominante
sistematización de la vida y de la experiencia. Por lo tanto, los
gnósticos son conocedores --para los que creen en su existencia hasta
la misma actualidad- de un secreto tan absoluto que los gobernantes
de
este mundo no podían permitir que fuera revelado en sus dominios.


De hecho, los gnósticos sabían algo: la vida humana no alcanza su
realización dentro de las estructuras e instituciones de la sociedad
porque éstas ni siquiera representan las más primarias proyecciones
de
otra realidad más fundamental. Ninguna atiende a su verdadera
naturaleza individual siendo lo que la sociedad espera ni haciendo lo
que ella desea. Familia, sociedad, iglesia, ocupación y profesión,
lealtad patriótica y política, bien como reglas y normas morales y
éticas en la realidad, de modo alguno conducen al verdadero bienestar
espiritual del alma humana. Al contrario, constituyen con mayor
frecuencia los propios elementos que nos alejan de nuestro verdadero
ser espiritual.


Ese aspecto del gnosticismo fue considerado herético en épocas
pasadas
y hasta hoy se acostumbra llamarlo "negación del mundo" y "antivida";
pero eso mismo constituye, obviamente, nada más que buena psicología
y
buena teología espiritual, en el sentido que le dan los gnósticos a
estos conceptos.


El político y el filósofo social pueden considerar al mundo un
problema a ser resuelto; sin embargo el gnóstico, con su
discernimiento psicológico, lo reconoce como una condición de la cual
precisamos liberarnos por la visión interior. Los gnósticos no buscan
la transformación del mundo sino la transformación de la mente, con
su
consecuencia natural; una mudanza de postura transforma el mundo. La
mayor parte de las religiones también tienden a ratificar una actitud
familiar de interiorización en la teoría. Con todo, como resultado de
su presencia dentro de las instituciones de la sociedad, ellas
siempre
niegan eso en la práctica.


Para los gnósticos, las religiones generalmente se inician como
movimientos de liberación siguiendo líneas espirituales, pero
inevitablemente terminan como pilares de las propias sociedades.


En caso de desear llegar a la Gnosis, como ellos lo definen:"el
conocimiento del corazón que libera a los seres humanos", debemos
desligarnos del falso cosmos creado por nuestra mente condicionada.


Los gnósticos dicen que el sistema y su mecanismo son perjudiciales y
que precisamos salir de él para conocer la verdad y descubrir su
significado. Hasta cobrar conciencia
de la inadecuación de nuestro estado de extroversión y de su
insuficiencia en cuanto a nuestras necesidades espiritua les más
profundas, no obtendremos ningún grado siquiera
de individualización, a través de la cual emerge el ser más profundo
que somos.


Era de ese conocimiento, el conocimiento que se tiene en el propio
corazón respecto de la inutilidad espiritual y la absoluta
insuficiencia de las instituciones y valores establecidos del mundo
exterior, del cual los gnósticos se valían para construir tanto una
imagen de ser universal como un sistema de inferencias coherentes a
ser extraídas de esa imagen (como era de esperar, ellos lo realizaban
no tanto en (términos de filosofía y teología, sino más bien en
términos de mito, ritual, y cultivo de las cualidades imaginativas y
mitopoéticas del alma).


Algunos, del mismo modo que los esenios que se supone educaron a
Jesús, se retiraban a comunidades y ermitas marginadas de la
civilización. Otros, más numerosos tal vez, permanecían en medio de
la
vasta cultura metropolitana de las grandes ciudades, como Alejandría
y
Roma, del mismo modo que perduran -si hemos de creerle a algunos de
sus voceros actuales- en New York, Berlín, Madrid, Buenos Aires, Oslo
o Helsinki, en la actualidad. La mayoría de ellos tenían -y tienen
sus
herederos modernos- instrucción, cultura y riqueza; entretanto,
continuaban conscientes del innegable hecho de que todas esas
realizaciones y tesoros pierden la sabiduría de la Gnosis del
corazón,
el conocimiento de lo que existe.


No sin motivos, es por tanto, que cuando estudiamos detenidamente el
gnosticismo antiguo, percibimos muchos lazos y dependencias entre su
filosofía y las ideas y principios defendidos por Pitágoras (que
vivió
25 años entre entre los sacerdotes de Egipto antiguo), Platón
(discípulo de Sócrates),Aristóteles, Empédocles, Heráclito y Epicuro.


Una larga línea de trasmisión de aquellos conocimientos secretos, que
según los antiguos tratados, se refieren primordialmente a la pureza
del corazón y de los actos en este mundo, se extiende desde los
primitivos gnósticos hasta nuestros días, tan vigente ahora como lo
estaba antes y después de los primeros años de Cristo.


Pero la humanidad seguía su marcha y sus conflictos también.
hasta el surgimiento de nuestro señor Jesucristo el paganismo iría
tejiendo más y más su alianza con el poder de los guerreros, hasta
alcanzar niveles de mercantilismo imposibles de admitir aun en
nuestro
mismo tiempo. Los ejemplos que veríamos surgir después documentarían
esta degeneración de los antiguos cultos.


En el antiguo Egipto, los sacerdotes de los múltiples dioses
esquilmarían la credulidad del pueblo y el mismo faraón dependería de
ellos. Detrás de sus ceremonias esotéricas y sus complejos rituales
de
iniciación, basarían su poder, además de en el terror y el respeto
que
difundían sus solemnes ceremonias, en el secreto más poderoso que
guardaban_ el de saber sólo ellos cuándo y cómo el gran río Nilo
crecería cada año, inundando la tierra reseca, cubriéndola de barro
fértil y brindando las abundantes cosechas de trigo que hicieron que
Egipto fuera llamado "el granero del mundo antiguo". Sin los
sacerdotes, no había cosechas, y ellos lo sabían muy bien.


En la antigua Roma, el aspecto mercantilista de los antiguos ritos
degenerados en superstición alcanzaron ribetes de verdadera
obscenidad. A las puertas del templo de Júpiter Capitolino, la deidad
máxima del Imperio y considerado padre de todos los dioses y ancestro
obligado del césar reinante, una tabla de mármol advertía respecto de
las tarifas que cobraba el templo según el favor que los fieles
esperaban del dios, pero, asimismo, una segunda plancha de mármol
establecía que, si el don no era satisfecho diez días después de que
el feligrés pagaba al tesoro de los sacerdotes el valor establecido
para el pedido, tenía derecho a ser introducido en la cámara secreta
donde se veneraba la estatua misma del dios e insultarla a los
gritos,
en el tono que mejor le pareciera. Si al mes el pedido no había sido
satisfecho, el mismo fiel defraudado tenía derecho pleno a volver a
insultar a la estatua de Júpiter y a arrojarte bolas de estiércol,
hasta un número de seis, sin que nadie se lo impidiera.


Por supuesto, lo que el crédulo consultante había pagado al templo de
Júpiter jamás le era devuelto


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