De la cena mística masónica J. M. RAGÓN

665 views
Skip to first unread message

Belino

unread,
Sep 25, 2010, 5:20:18 PM9/25/10
to SECRETO MASONICO
J. M. RAGÓN
LA MISA Y SUS MISTERIOS
CAPITULO XXVIII
De la comunión bajo las dos especies – De la cena mística masónica –
Unas justas palabras acerca de la nueva creencia y la Masonería. La
Post-comunión, por decirse a continuación de la comunión del
hierofante moderno, reitera la petición de vida eterna, la que se
adquiere indubitablemente por el mérito de una vida pasajera e
inmaculada. Una vez pronunciada esta oración, se administra a los
fieles la comunión del pan angélico, panis angelicus, comunión que se
confirió durante mucho tiempo bajo las dos especies. Todavía en el año
1333 una mujer llamada Tomasa Babín llevó a la Iglesia de Villepot
(Bretaña) la renta de una medida de vino, llamada jaille, para que se
diera la comunión pascual de los fieles de la parroquia1. Roma dejó de
entregar a los fieles la especie vino, pero los protestantes conservan
la cena del pan y del vino, y la solemnizan del mismo modo que se
practicaba en los ágapes primitivos. Los Rosacruces franceses y
escoceses y el Gran Escocés del rito filosófico han conservado también
el recuerdo de los ágapes primitivos. Lo malo es que admiten
demasiados iniciados en la Masonería, demasiados hermanos llenos de
bandas, que revisten de púrpura el sayal de su ignorancia, sin
percatarse del ridículo con que empañan los cordones que se les
otorgan. Lo propio ocurría en el siglo XIII, cuando muchos sacerdotes
analfabetos recibieron las órdenes de abades mitrados y cruzados,
quienes cuando le presentaban el libro de su regla, respondían que no
entendían el latín. Guillermo le Maire, obispo de Angers, se vio
precisado a insertar en los estatutos de su diócesis en el año 1293
que no ordenaría a quien no entendiese lo que le diera para leer. Lo
mismo ocurre hoy día con muchos iniciados en los misterios epópticos,
es decir, en los secretos de la verdad: unos se ríen desdeñosamente, y
otros se escandalizan de las ceremonias que señalan la transición de
la ley antigua a la moderna. Pero si esas ceremonias eran verdaderos
calabozos subterráneos o destierros honorables, para esta clase de
gentes fanáticas y burlonas, sería justo que condujeran a los
caracteres más fuertes a las cimas en que sólo las almas sublimes
pueden respirar sin dificultad. Una vez que ha terminado la post-
comunión el hierofante se vuelve hacia sus hermanos y describe con las
manos la figura de un triángulo rectángulo, apartándolas, elevándolas
y juntándolas de manera que los dedos, sobre todo los medii, señalen
hacia arriba. Ese signo del Dios Único (Jehová místico e inanimado,
porque la palabra se ha perdido) indica a los verdaderos adoradores o
epoptas, los grandes secretos de los misterios antiguos. Cuando el
celebrante hace este signo en asamblea de elección, con la mirada fija
en el cielo, dice la palabra de los maestros de perfección: El Señor
(sea) con vosotros. A la que responden los mystes y epoptas: Y con tu
espíritu. Es conveniente recordar que el número ternario regula los
dominus vobiscum de la ofrenda de la recolección y que este voto es
una de las numerosas fórmulas de la antigüedad pagana que se han
conservado en la religión moderna. Recuerda las eufemias (de eu, bien,
y phemi, hablar) de Grecia. En sus sacrificios los celebrantes griegos
decían eufemias, dominus vobiscum, benedicat vos, sursum corda. El
assit tibo jovis de los antiguos romanos tiene idéntica significación
que el dominus vobiscum de los modernos. ¡Cuán hermosa es la plegaria
en que se pide que los politeístas no reconozcan más que un solo Dios!
¡El Señor sea con vosotros!, lo cual significa en el idioma de los
misterios menores: “Continúe el Sol otorgándoos la dádiva de su calor
vital”; y en el de los grandes misterios: “Reconoced al verdadero
Dios, hacedor de las cosas visibles e invisibles, al Gran Arquitecto
del Universo que os ha dado la existencia y os la conserva, porque él
es el único ser todopoderoso en fuerza, sabiduría y bondad. Vosotros,
que sois átomos de su inmensidad, no hagáis nada que se oponga al
objeto de sus creaciones. Obreros, elevad templos a la virtud, y cavad
calabozos para los vicios. Compañeros, estudiad las admirables
planchas de trazar del Gran Maestro. Maestros, el Señor sea con
vosotros, y no habrá ninguna palabra perdida. Y con tu espíritu,
responden los iniciados al hierofante moderno; es decir, puros sean
tus pensamientos así como tus acciones, oh tú que por nosotros acabas
de hacer al Gran Arquitecto del Universo la más antigua, casta y
enternecedora de las ofrendas que puedan ofrendar los hermanos a su
padre común. Los trabajos del taller fraternal están a punto de
terminar y, como la última respuesta de los obreros ha satisfecho al
venerable maestro, éste va a cerrarlos con las ceremonias de
costumbre, es decir, con la fórmula de los más antiguos misterios,
traducida en las palabras latinas ite, missa est, tres palabras que en
otras partes se figuran por medio de tres golpes. Los heraldos romanos
decían en alta voz cuando terminaban los sacrificios: ex templo
(sobreentendiéndose la palabra ite), para advertir a quienes asistían
al oficio religioso que éste había terminado, lo cual recuerda el
vigilad y no hagáis mal alguno (com om pax); y el vigilad y sed puros
(Kot omphet), despedidas ésta de los misterios de Isis y aquélla de
los de Ceres. Apuleyo dice4 que el ite, missa est daba a entender que
el sacrificio había sido terminado. Según Polidoro Virgilio5, la
costumbre de que el diácono diga al terminar la misa ite, missa est
proviene de los misterios de Isis; el diácono representa en este acto
el mismo papel que los pregoneros o heraldos de los sacrificios
paganos. Después de la despedida dada por los heraldos, el
sacrificador bendecía a la asamblea por medio de la ceremonia
denominada templus o tabernaculum capere, la cual realizaba el
pontífice pagano dividiendo el cielo en dos líneas, una vertical y
otra horizontal, con la cruz o bastón augural. Templum quería decir:
“el espacio del cielo convertido en templo”. Este poder mágico de
convertir la impureza en pureza por medio de la palabra o el signo
pasó de los hierofantes antiguos a los modernos. No bastarían cien
volúmenes de nutridísima lectura para relatar los millones de
auténticos milagros operados por medio de la bendición. Yo me limitaré
a citar dos ejemplos: El primero, histórico, es el incendio extinguido
en Roma por la bendición del papa León IV, prodigio que pasará a la
posteridad gracias al pincel admirable de Rafael y al lápiz espiritual
de Nocchi. El segundo ejemplo o, mejor dicho, la prueba de este
prodigio se da todos los años en un día fijo en la capital del mundo
cristiano, ante una multitud de fieles e infieles, cuando el santo
padre capit templum, dice urbi et orbi … Apenas ha bendecido él al
pueblo y pronunciado estas palabras, la ciudad más disoluta parece una
ciudad de santos, y el mundo supersticioso, antojadizo, vicioso y
cruel se transforma en morada del saber que, por sí solo, hará que
fraternicen las naciones entre sí, sin lagunas de buena fe. Pero
pasemos a nuestro tema predilecto. Después del ite, missa est, el
celebrante da la bendición en nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, es decir, en nombre del Cnef, de Osiris y de Horo, o
sea, en nombre del Creador omnipotente, del bienhechor que regenera y
del consolador que inspira6; o lo que es lo mismo, en nombre del Gran
Arquitecto del Universo, el cual es para los altos iniciados la
inteligencia suprema, única y universal, y para los iniciados menores,
el Dios Único en tres personas, hipóstasis o atributos. Los masones
tenaces que excavan en tierras vagas y abandonadas toman en serio esta
bendición por medio de la T egipcia, la cual viene a ser al propio
tiempo el signo perfecto de la cruz, es decir, del Sol anual, por la
perpendicular que marca los solsticios superiores e inferiores, y por
la línea equinoccial que trazan los puntos equinocciales. Como los
primeros iniciados en los misterios de la religión actual estaban
rodeados de paganos impostores que conocían muchos procedimientos de
lucrar a costa de los fieles, adoptaron el antiguo signo de la T (tau)
para reconocerse entre sí y socorrerse en caso de necesidad, el cual
se hacía al principio trazando con el pulgar sobre la boca cerrada una
perpendicular hasta el mentón. Esto recordaba a un mismo tiempo el
signo de la divinidad conferido a Osiris, Isis y Horo, el emblema que
anunciaba a Harpocrates y la representación de las cuatro estaciones o
curso aparente del sol durante el año. San Agustín7 dice que este
signo manual fue inventado únicamente para que los iniciados modernos
pudieran distinguirse de los profanos, quienes pertenecían a las
mismas sociedades, se sentaban a la misma mesa y se acostaban bajo el
mismo techo que aquéllos. Un sabio-ministro genovés imprimía en 1782
que “los primeros cristianos inventaron este signo para reconocerse,
de igual modo que los francmasones han imaginado ciertos signos de sus
misterios y ceremonias”. Así pues, hermanos míos, estamos a punto de
llegar a la prueba completa de lo que he anunciado, a saber: que la
liturgia de la religión moderna y el ritual de la Francmasonería
tienen un tronco común; que sus raíces, más o menos sanas, se adhieren
a este árbol de vida y de muerte, del bien y del mal, bajo cuya sombra
la antigüedad más remota comunicó sus misteriosos pensamientos a
espíritus capaces de apreciarlos, de sustentarlos y de convertirse en
misioneros de la civilización entre los bárbaros, y de fraternidad
entre las naciones cultas. La nueva creencia se ha ilustrado con gran
número de coronas obtenidas a este precio; pero la Masonería las
tendrá todas, porque ella a todos llama a que disfruten de los
derechos y de las alegrías de la fraternidad; a todos los hombres de
corazón recto, sean cuales fueren sus maneras de honrar al Ser
Supremo, de practicar la bondad y de ejercer la justicia.

Kadyr

unread,
Apr 18, 2014, 6:03:46 PM4/18/14
to secreto-...@googlegroups.com
Reply all
Reply to author
Forward
0 new messages