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Conferencia Afrocolombiana

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17 may 2009, 7:25:0917/5/09
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Tumaco
Un puerto en el que ancló la violencia

Por Jorge Enrique Rojas - Enviado Especial - Tumaco

A pesar de la presencia de las Fuerzas Militares, muchos ciudadanos de Tumaco expresan temor por esta guerra que se incrustó en el otrora tranquilo puerto nariñense.
Fotos: Jorge Enrique Rojas I Enviado especial a Tumaco, Nariño
El municipio quedó en el medio de la zona que pelean guerrilla, paras y bandas criminales.



El chango ahora yace muerto con las alas extendidas y el pico destrozado. No hace mucho que cayó. Un enjambre de moscas de vientres inflados y alas verdes revolotea sobre los hilillos de sangre que se desprenden de la carne expuesta, hasta diluirse en el agua turbia que a esa hora llega a la playa de El Morro con las olas de bajamar.

A mediodía, Jacinto, pescador de mantarrayas y tiburones, espera detrás de una palmera a que salgan los cangrejos para mordisquear el ave derribada por el helicóptero. Si tiene suerte, cazará dos o tres y los cambiará por un plato de sopa. Hace días que repite esa rutina para poder comer. Aunque no siempre lo logra: los pájaros que antes se abatían en manada ya no caen, ni vuelan, ni se ven en el aire. Hace días en que en el cielo de Tumaco hay más helicópteros que aves. Y en su suelo se advierten otras tragedias.

Tiempo atrás, el cielo de Jacinto era diferente. Se veía como el techo de un paraíso posible en los altos del río Mira donde él vivía con una mujer que lo amaba y tres niños de pies descalzos. Juntos sembraban plátano, cultivaban maíz, pescaban sábalos y en las noches se tendían sobre la hierba mojada a divisar las estrellas. Eso era todo lo que hacían. Pero alguien les dijo un día que ya no podían hacerlo más. Entonces hubo gritos y disparos y amenazas y de la mano de mamá los niños corrieron río abajo. Y Jacinto, el campesino feliz, llegó huyendo hasta el pueblo convertido en un sobreviviente apesadumbrado.

Los casos se repiten una y otra vez: en los últimos ocho años, 16.404 desplazados llegaron a la cabecera municipal de este puerto escapando de una guerra ajena. Hombres, mujeres, niños y ancianos quedaron acorralados por el miedo, pues nadie les avisó que en las calles de esa ciudad que buscaron como refugio, otra confrontación ciega y cruel se libraba: en el mismo lapso, desde el año 2000 a la fecha, 22.940 personas salieron corriendo de allí.

Los medios de comunicación lo han dicho durante las últimas semanas en tono de alarma: Tumaco se transformó en el municipio más violento del país. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Gobierno local, entre 2007 y 2008, fueron asesinadas 525 personas. Las 344 necropsias realizadas por Medicina Legal demuestran que el 90% de los homicidios fueron cometidos con arma de fuego. Y en lo corrido del año se han registrado 127 casos más. Si los cuerpos se juntaran, desbordarían la capacidad los diez hoteles de lujo levantados en las mismas playas de El Morro, donde Jacinto espera que un helicóptero de la Policía tumbe algo que le dé de comer.

Los ‘submarinos’ o semisumergibles son 70% más difíciles de detectar en alta mar y en el caso de ser interceptados, un sistema de exclusas les permite deshacerse de la carga en pocos segundos.
Ballenas en la selva

En el último mes, una de esas aeronaves le permitió a la División Antinarcóticos encontrar y destruir 80 laboratorios para el procesamiento de base de coca e incautar 43.720 kilos de hoja macerada, 820 kilos de hoja picada, 7.668 galones de insumos líquidos y 20.000 kilos de insumos sólidos para la fabricación de estupefacientes. El alijo estaba apenas a una hora de vuelo de Tumaco, escondido en la selva.

Parece mucho, pero no. El año pasado, entre el área de tierra, jungla y esteros que hay entre los ríos Tapaje y Mataje (ver mapa), el Batallón Fluvial de Infantería de de Marina destruyó otros 70 laboratorios en los que se estaban empacando tres toneladas de cocaína. Tras el operativo las autoridades descubrieron que, en medio de la selva, se fabrican ‘submarinos’. Detectaron tres astilleros donde la tecnología criolla desarrolla semisumergibles, las nuevas embarcaciones utilizadas por la mafia para transportar la droga hasta un punto del mar abierto o, incluso, Centroamérica.

El capitán de la Infantería de Marina Edward Michaels explica que los semisumergibles son pequeños submarinos en fibra de vidrio acondicionados para navegar por quince días seguidos, con una tripulación de cuatro personas. Tienen una capacidad de carga que oscila entre las dos y las diez toneladas y han reemplazado en esta parte del suroccidente, a las lanchas ‘go fast’ que antes empleaban los narcos.

La razón es matemática: les cabe más droga, son 70% más difíciles de detectar en alta mar y en el caso de una interceptación, un sistema de exclusas les permite deshacerse de la carga en segundos. Michaels ya lo ha visto: la droga sale directo hacia el fondo del agua y los miembros de la tripulación, al no ser capturados en flagrancia, se declaran náufragos y deben recibir tratamiento humanitario. Sólo el año pasado, fueron hallados cuatro semisumergibles y tres pistas de aterrizaje clandestino en la selva. La infantería apenas pudo de tener a 74 personas.

De acuerdo con el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en la jungla nariñense hay sembradas cerca de 24.000 hectáreas de cultivos ilícitos, un terreno tan grande como el que se necesitaría para estacionar mil helicópteros Blackhawk sin que se rozaran sus hélices. Esa es la razón por la cual en el cielo de Tumaco ahora hay más de estas naves que pájaros. Y para que en el suroccidente colombiano cerca de 2.000 hombres de la fuerza pública estén haciéndole frente a este nuevo escenario de la guerra en el que guerrilla, paramilitares, bandas criminales al servicio del narcotráfico y delincuencia común, se disputan a sangre y fuego su control.

En las veredas Llorente, Espriella y Chilvi, en los municipios vecinos de Magüi, Payán y Pizarro, en los ríos Telembí, Rosario, Patía, Mataje, Mira, Tapaje y Sanquianga siembran bombas y se disparan entre sí el Comando Conjunto de las Farc, las Águilas Negras, el reducto paramilitar Nueva Generación, el ELN y Los Rastrojos. En medio de la ceguera de unos y otros, sólo en la primera semana de este mes se contabilizaron 17 víctimas mortales en Tumaco. Y unos días después, seis personas, entre ellas una menor de edad, fueron acribilladas en la vereda Cajapí, a 30 kilómetros de la cabecera municipal. Todos saben quiénes fueron, pero nadie dice nada.

Sin Dios ni ley

El coronel Fernando Gutiérrez, comandante de la zona cuatro de Antinarcóticos, explica que el traslado de la confrontación hacia este extremo de Colombia es consecuencia de la presión que la fuerza pública aplicó durante los últimos años en Caquetá, Putumayo y Meta. Gutiérrez narra que los “bandidos’ acorralados como cucarachas, paulatinamente se han ido desplazando e instalando sus madrigueras en la selva de Nariño”, donde encontraron condiciones topográficas ideales para esconderse y una rama de salidas al mar como no hay otra en el país.

La hipótesis oficial es acertada, pero sólo en cierta medida. Las reales causas son tan intrincadas como históricas, porque la llegada de las diferentes fuerzas del mal no es una novedad: a comienzos de los 80 se detectó el primer arribo de grupos de mafiosos de Putumayo y el Valle del Cauca que, con escuadrones armados, empezaron a robar tierras para sembrar coca. Los asentamientos iniciales se dieron en Llorente, a una hora de Tumaco sobre la vía a Pasto; en los 90 las Farc entraron por los ríos Chagüi, Rosario y la línea fronteriza con el Ecuador; más tarde la desmovilización del frente Libertadores del Sur de las autodefensas derivó en el fortalecimiento de ‘Los Rastrojos’ en el departamento y su llegada originó el replegamiento guerrillero en las partes altas de los ríos y el posterior fortalecimiento de las milicias urbanas y el reclutamiento de chicos en zona rural y urbana.

Y todo ello se refleja en las calles. Sobre todo en éstas, donde el 70% de la gente está sin empleo y sólo el 5% de los 2.100 bachilleres que se gradúan cada año logran ingresar a la universidad.

La pobreza y la falta de oportunidades ha sido la principal despensa de los delincuentes. Así lo entendió ‘La Lata’, uno de los principales cabecillas de ‘Los Rastrojos’ en la zona. El hombre, que había sido uno de los lugartenientes de confianza de la organización criminal, montó a finales del año pasado su propio escuadrón. A comienzos de 2009 tenía una disidencia a través de la cual manejaba negocios de narcotráfico por rutas propias y asesinatos selectivos con un sello más bárbaro que el de sus maestros en la escuela del mal. Su poderío, en alza, fue cortado por el mismo ‘Diego Rastrojo’, que lo asesinó a finales de marzo pasado. Y aunque muchos creyeron que con aquella muerte cesaría buena parte de la guerra, casi dos meses después pocas cosas han cambiado.

Monseñor Gustavo Girón, director de la Diócesis de Tumaco, no recuerda un momento peor que éste, durante los 19 años que lleva en la población: “Antes había pobreza, sí, pero se llevaba con resignación y dignidad. Aquí todavía queda gente buena, pero la droga ha cambiado los valores de muchos y ahora se mata con una facilidad increíble”.

Las palabras del cura no hacen parte de un sermón memorizado. El 19 de septiembre de 2001 la hermana Yolanda Cerón, que trabajaba a su lado, fue asesinada saliendo de la iglesia. La orden la impartió el paramilitar ‘Pablo Sevillano’. El pecado mortal de la religiosa fue haber defendido los derechos de las negritudes e indígenas desplazados de las riberas de los ríos. “La mataron dos muchachos que le dispararon en la nuca y salieron caminando”, cuenta el padre, tras revelar que la última amenaza contra la Pastoral Social llegó a finales del año pasado en un correo electrónico donde las Autodefensas Gaitanistas les dieron un nuevo ultimátum para cerrar.

En Tumaco saben bien de plagas. Dicen que ésta, la de la violencia, es la última que les cayó. Que antes fue la inundación de la zona rural; y antes las pirámides, y aún antes el microbio que arrasó la palma de cera, y hace mucho tiempo, la afectación del camarón. La violencia, claro, trae el miedo y el miedo es como un perro rabioso que muerde las entrañas de la gente y le impide hablar, incluso en su propia casa. Nadie habla. Nadie va con la Policía. El silencio, por estos días, es como otra plaga, a veces, sólo dispersada por los helicópteros que surcan el cielo.

Datos claves

  • En la jungla de Nariño hay sembradas cerca de 24.000 hectáreas de coca, un terreno tan grande como el que se necesitaría para estacionar mil helicópteros.

  • El año pasado fueron hallados cuatro ‘submarinos’ y tres pistas de aterrizaje clandestino en medio de la espesa selva.

  • El 70% de la gente en Tumaco no tiene empleo y sólo el 5% de los 2.100 bachilleres que se gradúan cada año logran llegar a la universidad.




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