Se trata de «El idioma analítico de John Wilkins», publicado primera
vez en la colección «Otras inquisiciones» (1952). Al pasar revista de
ciertos sistemas de clasificación particularmente ingeniosos e
inoperantes, Borges menciona uno contenido en una enciclopedia china
(fantástica) titulada «Emporio celestial de conocimientos benévolos».
Según Borges, en sus «remotas páginas está escrito que los animales se
dividen en
[a] pertenecientes al Emperador,
[b] embalsamados,
[c] amaestrados,
[d] lechones,
[e] sirenas,
[f] fabulosos,
[g] perros sueltos,
[h] incluidos en esta clasificación,
[i] que se agitan como locos,
[j] innumerables,
[k] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello,
[l] etcétera,
[m] que acaban de romper el jarrón,
[n] que de lejos parecen moscas.»
Borges continúa diciendo que
...notoriamente no hay clasificación del universo que no sea
arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué
cosa es el universo. «El mundo –escribe David Hume– es tal vez
el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó
a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra
de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan;
es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada,
que ya se ha muerto» (Dialogues Concerning Natural Religion, V.
1779). Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hay universo en
el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa
palabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta
conjeturar las palabras, las definiciones, las etimologías, las
sinonimias, del secreto diccionario de Dios.
«Otras inquisiciones» está disponible por medio del SUBA; hay un
ejemplar en la Biblioteca Central y otro aquí en Filosofía y Letras
(en ambos casos, en 864.482 BOR). El ensayo completo también puede
encontrarse en la WWW.
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--rpi