Buenos días queridos hermanos con mucha alegría e ilusión vuelvo a enviarles los mensajes, muy agradecido con cada uno de sus mensajes con tanto cariño que recibí al momento de despedirme por un tiempo; me apena saber que no todos recibieron los mensajes en los que les notificaba mi ausencia en busca de silencio en busca de descanso y reflexión.
Pidiéndole a Dios que toque nuestros corazones y nos moldee en sus Manos como lo hace el alfarero con el barro; que se realice en nosotros su Divina Voluntad, que nuestro corazón siempre palpite con un profundo agradecimiento por su Infinito Amor. Inicio nuevamente con el envío de los mensajes, les envío el Evangelio que escucharemos el domingo, las peticiones de oración para poner en nuestro Rosario estas intenciones y las intenciones generales de los miembros de Unidos en el Amor a Jesús (quienes deseen pedir oración pueden escribir a unidosenelamosajesusoraciones@gmail.com) y una hermosa meditación de San Agustín, para que tratemos de hacerla carne en nuestras vidas.
Meditación de San Agustín
Cartas: Oración continua
«Se marchó al descampado y allí se puso a orar»
(Mc 1, 35)
¿Por qué en la oración nos preocupamos de tantas cosas y nos preguntamos cómo hemos de orar, temiendo que nuestras plegarias no procedan con rectitud? Limitémonos a decir con el salmo: «Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo» (Sl 26,4).
En aquella morada los días no consisten en
el empezar y en el pasar uno después de otro, ni el comienzo de un día
significa el fin del anterior; todos los días se dan simultáneamente, y ninguno
se termina allí donde ni la vida ni sus días tienen fin.
Para que lográramos esta Vida verdadera y dichosa nos enseñó a orar; pero no
quiso que lo hiciéramos con muchas palabras, como si nos escuchara mejor cuanto
más locuaces nos mostráramos, pues, como el mismo Señor dijo, oramos a aquel
que conoce nuestras necesidades aun antes de que se las expongamos (Mt 6,8).
¿Sabe él lo que nos es necesario antes de que se lo pidamos? Entonces, ¿por qué
nos exhorta a la oración continua? (Lc 18,1) Esto nos podría resultar extraño
si no comprendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos
nuestros deseos, pues él, ciertamente, no puede desconocerlos, sino que
pretende que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para
que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus
dones, en efecto, son muy grandes, y nuestra capacidad de recibir es pequeña e
insignificante. Por eso nos dice: «Ensanchaos; no os unzáis al mismo yugo con
los infieles» (2C 6,13).
Se trata de un don realmente inmenso: cuanto más fielmente creemos, más firmemente esperamos y más ardientemente deseamos este don, más capaces somos de recibirlo. Así, pues, constantemente oramos por medio de la fe, de la esperanza y de la caridad, con un deseo ininterrumpido.
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