Meditación San Cirilo de Alejandría acerca del Evangelio de este
domingo, sobre el libro del profeta Isaías: Todos verán la salvación de Dios
«Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor:
Enderezad sus sendas» (Mc 1,3)
Habiendo cantado el profeta la liberación de Israel y el perdón de
los pecados de Jerusalén; habiendo solicitado para ella el consuelo —un
consuelo ya próximo y como quien dice, pisando los talones a lo ya dicho—,
añadió: viene nuestro salvador. Le precede como precursor enviado por Dios el
Bautista, que en el desierto de Judá grita y dice: Preparad el camino del
Señor, allanad los senderos de nuestro Dios.
Habiéndoselo revelado el Espíritu, también el bienaventurado
Zacarías, el padre de Juan, profetizó diciendo: Y a ti, niño, te llamarán
profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor, a preparar sus caminos. De
él dijo el mismo Salvador a los judíos: Juan era la lámpara que ardía y
brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pues el sol de
justicia y la luz verdadera es Cristo.
La sagrada Escritura compara al Bautista con una lámpara. Pues si
contemplas la luz divina e inefable, si te fijas en aquel inmenso y misterioso
esplendor, con razón la medida de la mente humana puede ser comparada a una
lamparita, aunque esté colmada de luz y sabiduría. Qué signifique: Preparad el
camino del Señor, allanad sus senderos, lo explica cuando dice: Elévense los
valles, desciendan los montes y colinas: que lo torcido se enderece, lo
escabroso se iguale.
Pues hay vías públicas y senderos casi impracticables, escarpados e
inaccesibles, que obligan unas veces a subir montes y colinas y otras a bajar
de ellos, ora te ponen al borde de precipicios, ora te hacen escalar altísimas
montañas. Pero si estos lugares señeros y abruptos se abajan y se rellenan las
cavidades profundas, entonces sí, entonces lo torcido se endereza totalmente,
los campos se allanan y los caminos, antes escarpados y tortuosos, se hacen
transitables. Esto es, pero a nivel espiritual, lo que hace el poder de nuestro
salvador. Mas una vez que se hizo hombre y carne —como dice la Escritura—, en
la carne destruyó el pecado, y abatió a los soberanos, autoridades y poderes
que dominan este mundo. A nosotros nos igualó el camino, un camino aptísimo
para correr por las sendas de la piedad, un camino sin cuestas arriba ni
bajadas, sin baches ni altibajos, sino realmente liso y llano.
Se ha enderezado todo lo torcido. Y no sólo eso, sino que se
revelará la gloria del Señor, y todos verán la salvación de Dios. Ha hablado la
boca del Señor. Pues Cristo era y es el Verbo unigénito de Dios, en cuanto que
existía como Dios y nació de Dios Padre de modo misterioso, y en su divina
majestad está por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por
encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. El es
el Señor de la gloria y hemos contemplado su gloria que antes no conocíamos,
cuando hecho hombre como nosotros según el designio divino, se declaró igual a
Dios Padre en el poder, en el obrar y en la gloria: sostiene el universo con su
palabra poderosa, obra milagros con facilidad, impera a los elementos, resucita
muertos y realiza sin esfuerzo otras maravillas.
Así pues, se ha revelado la gloria del Señor y todos han contemplado
la salvación de Dios, a saber, del Padre, que nos envió desde el cielo al Hijo
como
salvador.
Buenas tardes queridos
hermanos, con mucho cariño les comparto el Evangelio que escucharemos este
domingo y las peticiones de oración, que este tiempo de Adviento sea para
nosotros de gran provecho, que sea un tiempo propicio para amar más a nuestro
Señor como El quiere que lo amemos.
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