Feliz día internacional de la mujer
Feminismo: historia y corrientes
por
Susana Gamba
Este
artículo ha sido publicado en el "Diccionario de estudios de Género y
Feminismos". Editorial Biblos 2008
El concepto se refiere a
los movimientos de liberación de la mujer, que históricamente han ido
adquiriendo diversas proyecciones. Igual que otros movimientos, ha generado
pensamiento y acción, teoría y práctica.
El feminismo propugna un
cambio en las relaciones sociales que conduzca a la liberación de la mujer –y
también del varón– a través de eliminar las jerarquías y desigualdades ente los
sexos. También puede decirse que el feminismo es un sistema de ideas que, a
partir del estudio y análisis de la condición de la mujer en todos los órdenes
–familia, educación, política, trabajo, etc. (ver Estudios de
género/perspectiva de género)–, pretende transformar las relaciones basadas en
la asimetría y opresión sexual, mediante una acción movilizadora. La teoría feminista
se refiere al estudio sistemático de la condición de las mujeres, su papel en
la sociedad y las vías para lograr su emancipación. Se diferencia de los
Estudios de la Mujer por su perspectiva estratégica. Además de analizar y/o
diagnósticar sobre la población femenina, busca explícitamente los caminos para
transformar esa situación.
Aunque el feminismo no es
homogéneo, ni constituye un cuerpo de ideas cerrado –ya que las mismas posturas
políticas e ideológicas que abarcan toda la sociedad, se entrecruzan en sus
distintas corrientes internas– podemos decir que éste es un movimiento político
integral contra el sexismo (ver Sexo y género) en todos los terrenos (jurídico,
ideológico y socioeconómico), que expresa la lucha de las mujeres contra
cualquier forma de discriminación.
Antecedentes
históricos
Algunas autoras ubican los
inicios del feminismo a fines del s. XIII, cuando Guillermine de Bohemia
planteó crear una iglesia de mujeres. Otras rescatan como parte de la lucha
feminista a las predicadoras y brujas (ver Brujas), pero es recién a mediados
del s. XIX cuando comienza una lucha organizada y colectiva. Las mujeres
participaron en los grandes acontecimientos históricos de los últimos siglos
como el Renacimiento, la Revolución Francesa y las revoluciones socialistas,
pero en forma subordinada. Es a partir del sufragismo cuando reivindican su
autonomía.
Las
precursoras
La lucha de la mujer
comienza a tener finalidades precisas a partir de la Revolución Francesa,
ligada a la ideología igualitaria y racionalista del Iluminismo, y a las nuevas
condiciones de trabajo surgidas a partir de la Revolución Industrial. Olimpia
de Gouges, en su “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”
(1791), afirma que los “derechos naturales de la mujer están limitados por la
tiranía del hombre, situación que debe ser reformada según las leyes de la
naturaleza y la razón” (por lo que fue guillotinada por el propio gobierno de
Robespierre, al que adhería). En 1792 Mary Wollstonecraft escribe la
“Vindicación de los derechos de la mujer”, planteando demandas inusitadas para
la época: igualdad de derechos civiles, políticos, laborales y educativos, y
derecho al divorcio como libre decisión de las partes. En el s. XIX, Flora
Tristán vincula las reivindicaciones de la mujer con las luchas obreras.
Publica en 1842 La Unión Obrera, donde presenta el primer proyecto de una
Internacional de trabajadores, y expresa “la mujer es la proletaria del
proletariado [...] hasta el más oprimido de los hombres quiere oprimir a otro
ser: su mujer”. Sobrina de un militar peruano, residió un tiempo en Perú, y su
figura es reivindicada especialmente por el feminismo latinoamericano.
Las
sufragistas
Si bien los principios del
Iluminismo proclamaban la igualdad, la práctica demostró que ésta no era
extensible a las mujeres. La Revolución Francesa no cumplió con sus demandas, y
ellas aprendieron que debían luchar en forma autónoma para conquistar sus
reivindicaciones. La demanda principal fue el derecho al sufragio, a partir del
cual esperaban lograr las demás conquistas.
Aunque en general sus
líderes fueron mujeres de la burguesía, también participaron muchas de la clase
obrera. EE.UU. e Inglaterra fueron los países donde este movimiento tuvo mayor
fuerza y repercusión. En el primero, las sufragistas participaron en las
sociedades antiesclavistas de los estados norteños. En 1848, convocada por
Elizabeth Cady Stanton, se realizó en una iglesia de Séneca Falls el primer
congreso para reclamar los derechos civiles de las mujeres. Acabada la guerra civil,
se concedió el voto a los negros pero no a las mujeres, lo que provocó una
etapa de duras luchas. En 1920, la enmienda 19 de la Constitución reconoció el
derecho al voto sin discriminación de sexo.
En Gran Bretaña las
peticiones de las sufragistas provocan desde el s. XIX algunos debates
parlamentarios. El problema de la explotación de mujeres y niños en las
fábricas vinculó al movimiento con el fabianismo, planteando reivindicaciones
por mejoras en las condiciones de trabajo. En 1903 se crea la Woman’s Social
and Political Union, que, dirigida por Emmiline Pankhurst, organizó actos de
sabotaje y manifestaciones violentas, propugnando la unión de las mujeres más
allá de sus diferencias de clase. Declarada ilegal en 1913, sus integrantes
fueron perseguidas y encarceladas. La primera guerra mundial produjo un vuelco
de la situación: el gobierno británico declaró la amnistía para las sufragistas
y les encomendó la organización del reclutamiento de mujeres para sustituir la
mano de obra masculina en la producción durante la guerra; finalizada ésta, se
concedió el voto a las mujeres.
En América Latina el
sufragismo no tuvo la misma relevancia que en los EE.UU. y Europa, reduciéndose
en general la participación a sectores de las elites. Tampoco las agrupaciones
de mujeres socialistas lograron un eco suficiente. En la Argentina, desde sus
comienzos, las luchas de las mujeres por sus derechos se dividieron en una
corriente burguesa y otra de tendencia clasista y sufragista. En ésta última
militó Carolina Muzzilli, joven obrera, escritora y militante socialista. Desde
1900 surgieron diversos centros y ligas feministas. En 1918 se funda la Unión
Feminista Nacional, con el concurso de Alicia Moreau de Justo. En 1920 se crea
el Partido Feminista dirigido por Julieta Lanteri, que se presentó varias veces
a elecciones nacionales. Pero las mujeres adquirieron un rol relevante en la
escena política argentina recién con la figura de María Eva Duarte de Perón,
quien promovió en 1947 la ley de derechos políticos de la mujer.
El Feminismo como
Movimiento Social o Nuevo Feminismo. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial,
las mujeres consiguieron el derecho al voto en casi todos los países europeos,
pero paralelamente se produjo un reflujo de las luchas feministas. En una etapa
de transición se rescata como precursora a Emma Goldmann, quien ya en 1910
había publicado Anarquismo y otros ensayos, donde relacionaba la lucha
feminista con la de la clase obrera e incluso hacía aportes sobre la sexualidad
femenina. En esta etapa –ubicándolas como “iniciantes” del nuevo feminismo– se
destacan los aportes de Simone de Beauvoir, en El Segundo sexo (1949) y de
Betty Friedan, con el también consagrado Mística de la femineidad (1963).
El denominado “nuevo
feminismo”, comienza a fines de los sesenta del último siglo en los EE.UU. y
Europa, y se inscribe dentro de los movimientos sociales surgidos durante esa
década en los países más desarrollados. Los ejes temáticos que plantea son, la
redefinición del concepto de patriarcado (ver Patriarcado), el análisis de los
orígenes de la opresión de la mujer, el rol de la familia (ver Familia), la
división sexual del trabajo (ver División sexual del trabajo) y el trabajo
doméstico, la. sexualidad, la reformulación de la separación de espacios
público y privado –a partir del eslogan “lo personal es político”– y el estudio
de la vida cotidiana. Manifiesta que no puede darse un cambio social en las
estructuras económicas, si no se produce a la vez una transformación de las
relaciones entre los sexos (v. Estudios de genero/perspectiva de genero).
Plantea también la
necesidad de búsqueda de una nueva identidad de las mujeres que redefina lo
personal como imprescindible para el cambio político. El feminismo
contemporáneo considera que la igualdad jurídica y política reclamada por las
mujeres del s. XIX –en general conquistadas en el s. XX– si bien constituyó un
paso adelante, no fue suficiente para modificar en forma sustantiva el rol de
las mujeres. Las limitaciones del sufragismo eran las propias del liberalismo burgués,
y se concebía la emancipación de la mujer como igualdad ante la ley. Pero las
causas de la opresión demostraron ser mucho más complejas y más profundas. Aún
con el aporte de las ideas socialistas, la denuncia de la familia como fuente
de opresión, y la concepción de igualdad proletaria, no se llega al meollo de
la cuestión. Aunque hubo aportes esenciales como los de Alexandra Kolontai,
también el socialismo estaba teñido de una ideología patriarcal. Las
revoluciones socialistas no significaron un cambio sustancial para la mayoría
de las mujeres.
El nuevo feminismo asume
como desafío demostrar que la Naturaleza no encadena a los seres humanos y les
fija su destino: “no se nace mujer, se llega a serlo” (S. de Beauvoir). Se
reivindica el derecho al placer sexual por parte de las mujeres y se denuncia
que la sexualidad femenina ha sido negada por la supremacía de los varones,
rescatándose el orgasmo clitoridiano y el derecho a la libre elección sexual.
Por primera vez se pone en entredicho que - por su capacidad de reproducir la
especie- la mujer deba asumir como mandato biológico la crianza de los hijos y
el cuidado de la familia. Se analiza el trabajo doméstico, denunciando su
carácter de adjudicado a ésta por nacimiento y de por vida, así como la función
social del mismo y su no remuneración. Todo ello implica una crítica radical a
las bases de la actual organización social. “Ya no se acepta al hombre como
prototipo del ser humano, como universal. Luchamos, sí, porque no se nos niegue
ningún derecho, pero luchamos, sobre todo, para acabar con la división de
papeles en función del sexo” (P. Uría, E. Pineda, M Oliván, 1985).
Dentro del feminismo
contemporáneo existen numerosos grupos con diversas tendencias y orientaciones
por lo cual es más correcto hablar de movimientos feministas. Según Stoltz
Chinchilla, el feminismo es una ideología parcial que tiene que estar ligada
consciente o inconscientemente con otra ideología de clase. En un primer
momento, que abarca la denominada Primera Ola (desde los sesenta, hasta
comienzos los ochenta aproximadamente) podemos sintetizar estas corrientes en
tres líneas principales: una radical, otra socialista y otra liberal,
entrecruzadas por las tendencias de la igualdad y la diferencia.
El feminismo radical
sostiene que la mayor contradicción social se produce en función del sexo y
propugna una confrontación. Las mujeres estarían oprimidas por las
instituciones patriarcales que tienen el control sobre ellas y,
fundamentalmente, sobre su reproducción. Shulamith Firostene en su ya clásico
La dialéctica de los sexos (1971) sostiene que las mujeres constituyen una
clase social, pero “al contrario que en las clases económicas, las clases
sexuales resultan directamente de una realidad biológica; el hombre y la mujer
fueron creados diferentes y recibieron privilegios desiguales”. Propone como
alternativa la necesidad de una nueva organización social, basada en
comunidades donde se fomente la vida en común de parejas y amigos sin
formalidades legales. El feminismo radical tiene como objetivos centrales:
retomar el control sexual y reproductivo de las mujeres y aumentar su poder
económico, social y cultural; destruir las jerarquías y la supremacía de la
ciencia; crear organizaciones no jerárquicas, solidarias y horizontales. Otro
rasgo principal es la independencia total de los partidos.políticos y los
sindicatos. La mayoría de las feministas radicales se pronuncian también por el
feminismo de la diferencia, que surge a comienzos de los setenta en los EE.UU.
y Francia con el eslogan ser mujer es hermoso. Propone una revalorización de lo
femenino, planteando una oposición radical a la cultura patriarcal y a todas
las formas de poder, por considerarlo propio del varón; rechazan la
organización, la racionalidad y el discurso masculino. Este feminismo reúne
tendencias muy diversas reivindicando por ejemplo que lo irracional y sensible
es lo característico de la mujer, revalorizando la maternidad, exaltando las
tareas domésticas como algo creativo que se hace con las propias manos,
rescatando el lenguaje del cuerpo, la inmensa capacidad de placer de la mujer y
su supremacía sobre la mente, la existencia de valores y culturas distintas
para cada sexo, que se corresponden con un espacio para la mujer, y un espacio
para el varón, etc. El mundo femenino se define en términos de antipoder o
no-poder. Esta tendencia fue mayoría en Francia e Italia y tuvo bastante fuerza
en España. Sus principales ideólogas fueron Annie Leclerc y Luce Yrigaray en
Francia, Carla Lonzi en Italia y Victoria Sendón de León en España.
Al anterior se contrapone
el feminismo de la igualdad, que reconoce sus fuentes en las raíces ilustradas
y el sufragismo, pero se plantea conseguir la profundización de esa igualdad
hasta abolir totalmente las diferencias artificiales en razón del sexo. En
España, E. Pineda y C. Amorós abrieron el debate realizando un análisis
clarificador acerca de las implicancias conservadoras de la tendencia extrema
de la diferencia. En el seno del feminismo radical hay corrientes –como la
radical materialista- que cuestionan severamente la diferencia. Christine
Delphy la designa como neofemineidad, ya que tiene connotaciones biologistas y
esencialistas, y en definitiva no hace sino afianzar los estereotipos sexuales,
propio de una ideología reaccionaria. Las defensoras de la igualdad niegan la
existencia de valores femeninos y señalan que la única diferencia válida es la
que tiene su origen en la opresión. “Lo que se encuentra en la sociedad
jerárquica actual no son machos o hembras, sino construcciones sociales que son
los hombres y las mujeres” (Delphy, 1980).
Cabe destacar también que,
después de duras polémicas, lograron eliminarse las aristas más ríspidas de
ambas tendencias, e incluso se reconocen aportes mutuos, produciéndose lo que
Amorós llama “la diferenciación de la igualdad y la igualación de la
diferencia”. Las corrientes del feminismo que se proponen una alternativa de
poder, como las socialistas y liberales, se pronuncian por la igualdad, aunque
esta noción adquiere significados muy distintos para ambas. El feminismo
liberal, con peso en especial en EE.UU., considera al capitalismo como el
sistema que ofrece mayores posibilidades de lograr la igualdad entre los sexos.
Cree que la causa principal de la opresión está dada por la cultura tradicional,
que implica atraso y no favorece la emancipación de la mujer. El enemigo
principal sería la falta de educación y el propio temor de las mujeres al
éxito.
El feminismo socialista
coincide con algunos análisis y aportes del feminismo radical, reconociendo la
especificidad de la lucha femenina, pero considera que ésta debe insertarse en
la problemática del enfrentamiento global al sistema capitalista. Expresa
también que los cambios en la estructura económica no son suficientes para
eliminar la opresión de las mujeres. Relaciona la explotación de clase con la
opresión de la mujer, planteando que ésta es explotada por el capitalismo y
oprimida por el patriarcado, sistema que es anterior al capitalismo y que fue
variando históricamente. En general están a favor de la doble militancia contra
ambos. Esta corriente se destacó principalmente en Inglaterra y en España, y en
algunos países latinoamericanos tuvo bastante importancia. En América Latina el
feminismo fue adquiriendo relevancia en los últimos años. Durante la Primera
Ola la preocupación era articular las luchas de las mujeres contra el
imperialismo. Un rasgo distintivo es la coincidencia con importantes
movimientos de mujeres que se organizan en torno a objetivos y demandas
diversas, algunas más puntuales o sectoriales –lucha contra la carestía y la
desocupación, por el agua, guarderías, etc.– y otras más generales, como las de
militantes de partidos y movimientos revolucionarios, que relacionan sus
reivindicaciones con los cambios necesarios en la sociedad global. Los
movimientos de mujeres, sumamente heterogéneos, están constituidos básicamente
por grupos de amas de casa, villeras, pobladoras, sindicalistas, trabajadoras
de salud, etc., en general pertenecientes a los sectores populares. Aunque
mayoritariamente no se reconocen como feministas, muchas veces comparten
reclamos comunes –divorcio, anticoncepción, aborto, patria potestad,
eliminación de leyes discriminatorias, etc.–, constituyendo frentes con las
feministas y otros sectores.
Los
feminismos del siglo XXI'
La Divinidad nos bendice siempre.
La Divinidad es en nosotros/as
Somos la Divinidad
Somos Uno
Byron Picado Molina
SOCIEDAD BIOSÓFICA NICARAGUA (SBN)
Helena Petrowna Blavastky
"La Espiritualidad más expandida es el AMOR en VERDAD iluminado
con Valores aplicados"
Estelí,Nicaragua.
América Central
( Red Estelí Cultural)