Si desde un principio
la entidad psíquica hubiera estado revelada a sus ministros y hubiera sido
conocida por ellos en lugar de ser un rey recluido en una cámara secreta, la
evolución humana hubiera sido una expansión rápida del alma, no ese desarrollo
difícil, atormentado y desfigurado que es ahora; pero el velo es espeso y
nosotros no conocemos la Luz oculta en nosotros, la luz en la cripta secreta
del santuario más profundo del corazón. Desde el alma surgen insinuaciones
hacia la superficie de nuestro ser, pero nuestra mente no discierne la fuente;
las aprovecha para sus propias actividades porque, antes incluso de llegar a la
superficie, han sido revestidas de sustancia mental; así, ignorando su
autoridad, las escucha o no las escucha, siguiendo su tendencia o su humor del
momento. Si la mente obedece al impulso del ego vital, hay pocas posibilidades
para que el alma dirija la naturaleza o manifieste por poco que sea su
sustancia espiritual secreta y su movimiento natural; o si la mente es
presuntuosa actuando según propia pequeña luz, si está atada a su propio juicio,
a su voluntad y a la acción de su conocimiento, el alma quedará igualmente
velada e inactiva, aguardará a una evolución ulterior de la mente. Porque el
elemento psíquico interior está allí para sostener la evolución natural, y la
primera evolución natural debe ser el desarrollo del cuerpo, de la vida y de la
mente; sucesivamente ellos deben entonces actuar cada uno siguiendo su propia
naturaleza o todos juntos en una asociación mal combinada, para crecer, hacer
su experiencia y progresar. El alma reúne la esencia de todas nuestras
experiencias mentales y se las asimila para hacer avanzar la evolución en
nuestra existencia en la Naturaleza; pero esta acción es oculta, no se muestra
a la superficie. En las primeras etapas materiales y vitales de la evolución
del ser no existe, de hecho, ninguna consciencia del alma; hay actividades
psíquicas, pero los instrumentos, las formas de estas actividades son vitales y
físicas, o mentales cuando la mente está activa. Porque incluso la mente no
reconoce su carácter profundo en tanto que ella sea primitiva o su desarrollo
sea todavía demasiado exterior. Nosotros podemos fácilmente considerarnos como
seres físicos o seres vitales o seres mentales que se sirven de la vida y del
cuerpo e ignorar totalmente la existencia del alma. Porque la única idea
definida que nosotros tenemos del alma es que sobrevive a la muerte de nuestro
cuerpo; pero lo que ella es, nosotros no lo sabemos, e incluso si alguna vez
somos conscientes de su presencia, no somos normalmente conscientes de su
realidad distinta, ni siquiera sentimos claramente su acción directa en nuestra
naturaleza.
Sri Aurobindo
Cortesía del Centro Sri Aurobindo de Barcelona.
(continuará)