Cuando
desaparece todo esfuerzo de una manifestación, se vuelve sencilla, como la
sencillez de una flor que se abre y manifiesta su belleza y expande su perfume
sin estrépito de voz ni gestos violentos. Y en esta sencillez es donde reside
el mayor poder, el que contiene la menor mezcla y da lugar a un mínimo de
reacciones funestas. Hay que desconfiar del poder vital: es un tentador situado
en el camino de la obra, y se corre siempre el riesgo de caer en su trampa, ya
que hace constatar resultados inmediatos, y en el entusiasmo que ponemos al
principio en actuar bien, somos arrastrados a servirnos de este poder. Pero,
rápidamente, desvía toda la acción, introduce un germen de ilusión y de muerte
en lo que se hace.
¡Sencillez, sencillez! ¡Qué dulce es la pureza de tu presencia!...
La Madre: PLEGARIAS Y MEDITACIONES
Traducción: Shraddha