Finalmente los chinos se decidieron: Debemos buscar al hacedor de lluvia, y aquel vino de una de las provincias. Era un hombre anciano
y delgado. Dijo que la única cosa que necesitaba era que pusiesen a su disposición una pequeña casa tranquila, en ella se encerró durante tres días. Al cuarto día las nubes se amontonaron y se produjo una fuerte caída de nieve, en una época del año donde ello
no era previsible y en cantidad no habitual. Tantos rumores circulaban respecto a este extraordinario hacedor de lluvia que Wilhelm fue a verlo y le preguntó como lo había hecho.
El chino le respondió: Yo no hice la lluvia, no soy responsable de ello.
Pero ¿qué ha hecho usted durante estos tres días? preguntó Wilhem.
- Oh, eso puedo explicárselo, es simple.
Vengo de un país donde las cosas son lo que ellas deben ser. Aquí las cosas no están en el orden, no son como deberían ser según el
orden celeste, entonces todo el país está fuera de Tao. Yo también dejé de estar en el orden natural de las cosas porque el país no lo estaba. Así la única cosa que tenía que hacer era aguardar tres días hasta que me volví a encontrar en Tao, y entonces, naturalmente,
el Tao hizo la lluvia.”
Esta maravillosa historia muestra la esencia del pensamiento taoísta. El “No hacer” (Wu Wei) que realidad , si hace.