http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/08/19/actualidad/1376935600_483731.htmlEstimado Sr. Presidente,
Aprovechando el periodo estival, y para minimizar los costes de mi próximo
traslado trasatlántico, estoy haciendo limpieza de mi oficina en el CSIC y
me gustaría devolverle algunos documentos que ya no voy a necesitar.
Adjunto le devuelvo el certificado oficial de haber superado positivamente
la evaluación del Programa I3, el Programa de Incentivación de la
Incorporación e Intensificación de la Actividad Investigadora. Agradezco
el detalle del Ministerio de Economía y Competitividad pero, en el
contexto actual de la investigación en España, no entiendo los conceptos
“incentivación”, “incorporación” e “intensificación” (tampoco el de
“actividad investigadora”, más allá de la basal). Gracias de todos modos
por comunicarme que soy “apta” para investigar; del feedback de la
comunidad científica uno no se puede fiar.
Así mismo le devuelvo la homologación española del título de doctor que
obtuve en EEUU y la docena de documentos necesarios para su trámite.
Todos los documentos vienen con la apostilla de la Haya y las
consiguientes firmas del Gobernador del Estado, traducciones oficiales y
copias compulsadas con las firmas del Cónsul español en Nueva York. Se
incluyen las descripciones detalladas de todas las asignaturas cursadas,
que resultaron de mucho interés tanto para el Gobernador como para el
Cónsul. Afortunadamente España lidera la cruzada de las homologaciones.
Fuera de nuestras fronteras cualquier título original vale, un verdadero
escándalo.
El documento que guardo con más cariño, y que también le devuelvo en este
envío, es el BOE que describe mi contrato bajo el programa Ramón y Cajal.
Subrayado en amarillo encontrará el párrafo donde se detalla el compromiso
explícito de, superadas las evaluaciones pertinentes, convocar una plaza
con el perfil del investigador contratado. Fue ese párrafo el que me hizo
poner fin a más de una década en EEUU. También le devuelvo otro BOE, el de
la Ley de la Ciencia, que reafirma ese compromiso de estabilización
laboral, introducido precisamente por su grupo parlamentario en el Senado.
Le envío esos documentos en una bolsa hermética, son puro papel mojado.
Por el mismo conducto le envío las 700 páginas de certificados y
documentos que tenía preparados para el día en que se convocara una plaza
con mi perfil, algo que nunca ocurrió. Es la documentación requerida para
acreditar la veracidad de mi currículum. Recopilar esa documentación fue
una labor de investigación tremendamente gratificante.
Sepa usted que en los muchos trabajos que he solicitado fuera de España la
documentación requerida es algo más escueta, aproximadamente de 10
páginas: un plan de trabajo y un breve currículum, que no hay que
justificar porque la comunidad científica opera con un código de honor.
Si quiere un día se lo explico. Sepa usted también que nunca he podido
presentarme a una oposición en una universidad española por no tener la
acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y
Acreditación, acreditación que, por otro lado, sólo se consigue si uno
tiene una vinculación previa con una universidad española. Es curioso que
ni la Universidad de Princeton ni la Universidad de California en
Berkeley, donde hice hace unos años sendas entrevistas de trabajo para
plazas de profesor, echaran en falta dicha certificación de aptitud.
Quizá la permeabilidad tenga algo que ver con la excelencia, ahora que
estamos tan preocupados por los rankings internacionales.
También le devuelvo la carta que la Fundación Española para la Ciencia y
la Tecnología tuvo el detalle de enviarme hace unas semanas a mi antigua
dirección en la Universidad de Princeton. El objetivo de dicha misiva es
realzar la “marca España” con un programa denominado “Ciencia Española en
el Exterior”. Sepa usted que me trasladé a España hace cinco años y cuando
emigre próximamente la ciencia que haga ya no será española, ni será
gracias a España; seguiré haciendo ciencia a pesar de España. No se
molesten en enviarme esa misma misiva a mi nuevo centro de trabajo en
NASA. Ese esfuerzo ímprobo que han realizado ustedes para localizar a
investigadores españoles en el extranjero, que ha llegado incluso a
recopilar los viejos correos electrónicos de los que habíamos regresado
hacía años, podrían canalizarlo en contactar con los investigadores que
todavía están en España y cuya permanencia en el país pende de un hilo.
Quizá sea interesante evaluar el alcance del problema, analizar las causas
y diseñar una estrategia para buscar soluciones. ¿Cómo, que no sabe a qué
problema me refiero? Al de la fuga de cerebros, esa realidad sangrante que
su equipo describe como un “topicazo”. Les sugiero un nuevo eufemismo para
su colección: inquietud laboral.
Ya se que tiene usted copia porque la dejamos en el Registro de Entrada,
pero permítame enviarle de nuevo el CD con las 50.000 firmas de la primera
Carta Abierta por la Ciencia y otro con las 80.000 firmas de la segunda. Y
una sugerencia: en la verja del Ministerio de Economía y Competitividad,
cuyas puertas cerraron a cal y canto el pasado 14 de junio ante la llegada
de la mayor manifestación de investigadores en la historia de España,
tenga usted disponible, por favor, un rollo de celo.
Lo digo para que podamos pegar en la verja la siguiente carta abierta por
la ciencia, como pasó con nuestra última carta. O ponga usted un corcho.
Entiendo que ambas cosas, el celo y el corcho, excedan el presupuesto de
la I+D(*) en España; nos apañamos con uno u otro.
También le devuelvo todas las afirmaciones que su equipo ha hecho de cómo
España sigue apostando por la I+D(*). Deduzco que esa apuesta fue hecha en
Eurovegas y perdimos. Le devuelvo esas afirmaciones con el mismo afecto
con que las recibimos. En realidad usted personalmente no miente, porque
no ha dicho nada, absolutamente nada al respecto. Pero aquí le envío los
contactos de los 156 periodistas nacionales e internacionales con los que
hasta ahora he tenido el placer de hablar sobre su política científica,
por si algún día se decide a decirles algo sobre este asunto. Somos todo
oídos.
En este abultado envío también le adjunto mi certificado de
empadronamiento y dudo si devolverle o no el pasaporte de mi hija de nueve
meses; tiene doble nacionalidad pero nuestro futuro en España es tan
incierto que me pregunto si volverá a necesitar el pasaporte español. Ahí
le van. Se los envío con un nudo en la garganta, el nudo doble de los que
se enfrentan a la emigración por segunda vez.
Por último, y a cambio de todos estos documentos que le devuelvo, le pido
tan sólo una cosa: devuélvame usted mi dignidad como investigadora, y en
el mismo envío, si no le es mucha molestia, devuélvasela a toda la
comunidad de investigadores en España, y no se olvide de los de
humanidades.
Mariano, durante su legislatura la investigación en este país se está
hundiendo irremediablemente hacia el abismo de la fosa de las Marianas.
Y si bien es cierto que nuestros colegas científicos han descubierto que
hay vida allá abajo, sepa usted que es bacteriana.
Un cordial saludo,
Una investigadora.
(*) P.S. I+D significaba Investigación y Desarrollo.
Amaya Moro-Martín es investigadora Ramón y Cajal del CSIC y promotora de
la Plataforma Investigación Digna