Las Cortes de Barcelona de 1421, por la Constitución Lo fruit de les lleis, concedían a la
Generalidad la cura del sistema constitucional del país y le conferían poder moderador con
posibilidad de equilibrar el autoritarismo monárquico. Esta tarea estaba reforzada en las
cortes del 1481, convocadas por Fernando II, en las cuales se acordaba la Constitución Poc
valria: "Poco valdría hacer leyes si no estaban para nosotros -el rey- y nuestros
oficiales observadas". Así, la Generalidad proseguía su misión de vigilancia
constitucional, conjuntamente con la Real Audiencia, reorganizada el año 1483, que era
como una 'anticipación del tribunal de garantías constitucionales.
Así, la Generalidad se convirtió, progresivamente, en la más alta representación de los
intereses de Cataluña y en la defensora aferrizada de sus Constituciones y franquicias
delante los reyes y delante la Inquisición.
Según las situaciones sociales y políticas de cada época, la Generalidad a veces ejercía
formas oligárquicas de poder, como lo demuestra, por ejemplo, el procedimiento de
designación de sus componentes. Al principio, los miembros de la Generalidad se sucedían
por captación, es decir, que sus titulares designaban, de hecho, sus sucesores, y el
Presidente era siempre el representante del brazo eclesiástico. Pero el rey Fernando II
(1479-1516) impuso el año 1488 la designación por insaculación. Eso quiere decir que las
personas eran escogidas al azar de una lista de nombres propuesta por el rey o por los
grupos dominantes. De otro lado, el reafirmamiento del absolutismo monárquico, propio de
la época, y la subida del poder municipal de Barcelona quitaron poder a la Generalidad.
Barcelona, de hecho, llegó a constituir una especie de república municipal que alargaba
su poder más allá de los límites urbanos. Su Consejo de Ciento, con facultades
legislativas y consultivas, actuó como una especie de parlamento.
Bajo el reinado de los Reyes Católicos, que acumularon las coronas de Castilla y
Cataluña-Aragón, se reafirmó el dominio de Castilla. Fernando II el Católico (1479-1516)
introdujo en Cataluña instituciones castellanas (tribunal de la Inquisición), hombres de
gobierno . La decadencia de Barcelona y de sus instituciones dieron pie a ello.
Con la sucesión de Fernando II el Católico por su nieto Carlos I (1516-1556), el primer
monarca de la Casa de Habsburgo o de Austria, se acentuó la dependencia y el alejamiento
de Cataluña respecto a Castilla, todo y que su sucesor Felipe II (1556-1598) no dudó en
recomendar a militares catalanes la gran expedición contra los turcos: Luis de Requesens
fue el verdadero caudillo vencedor de la batalla de Lepanto (1571). Juan de Austria,
todavía menor de edad, era solamente la figura honorífica puesta al frente de la armada.
Con la instauración de la dinastía de los Austria, la realeza se havia ido distanciando
todavía más de los intereses de la población. Este alejamiento se expresaba en la
introducción de la figura del virrey de Cataluña, como enviado y representante del
monarca. Esta delegación de poderes planteaba fricciones con la Generalidad en unos
momentos en que, por otro lado, en Cataluña mismo, la máxima institución catalana era
vista a veces como un poder oligárquico que controlaba las finanzas no siempre en
beneficio de los ciudadanos. La misma cuestión financiera creo tensiones com la corona
durante el reinado de Felipe III (1598-1621) a causa de las contribuciones que se hacían
pagar a Cataluña en provecho de los intereses de la corona y que debían ser recaudadas
precisamente por la Generalidad. Esta situación aumentó los recelos de Cataluña y provocó
los enfrentamientos que bajo Felipe IV (1621-1665) se convirtieron en guerra abierta.
Fue bajo el reinado de Felipe IV cuando las instituciones de Cataluña se encontraron más
amenazadas. La minoría de edad del rey hizo del comde de Olivares el inspirador de una
política centralizadora cuando aconsejaba al rey someter todos los reinos de España "al
estilo y a las leyes de Castilla". La Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la cual
Castilla se alineó con Austria contra Francia, ocasionó una serie de exigencias del rey
y del su consejero Olivares respecto a los catalanes: que colaboraran con dinero y con
hombres en una guerra que en nada afectaba a Cataluña. Las Constituciones de Cataluña,
que el mismo rey havia jurado, garantizaban el derecho de los catalanes a hacerlo
libremente, nunca por imposición. La Generalidad se vió sometida a toda clase de presiones
en la persona del su Presidente, Pau Claris, y del representante del brazo militar,
Francesc de Tamarit, que fue arrestado.
Por otro lado, la presidencia en Cataluña de tropas reales castellanas que cometían los
peores excesos de libertinaje y expoliación en tierra catalana (tropas destinadas a la
defensa del Rosselló contra las pretensiones territoriales francesas), provocó primero la
indignación de la población, después el alzamiento. El 7 de junio de 1640, fiesta del
Corpus, tenia lugar la entrada de los segadores en Barcelona, contra los "reyalistas". Es
el Corpus de Sangre, que provocará la invasión castellana preparada ya por el conde de
Olivares.
La Generalidad, presidida por Pau Claris, llamó a la resistencia y envió sus embajadores
al rey de Francia, Luis XIII, para solicitar ayuda delante la invasión del rey de España.
El rey, por boca de Richelieu, prometió una ayuda insuficiente y ofreció la creación de
una república catalana.
El 26 de enero de 1641 se libró la batalla de Montjuïc contra el ejército de Felipe IV, el
cual fue derrotado y se vio forzado a retirarse. Un mes más tarde moría el Presidente Pau
Claris, cualificado por el Dietario de la Generalidad como un "gran restaurador de
Cataluña, defensor y libertador de la patria".
La destitución del conde de Olivares, la presencia del hambre y de la peste y la promesa
de Felipe IV de respetar las instituciones catalanes pusieron fin a la guerra (1652).
Pero no era la paz total.
Aunque la Guerra de los Treinta Años se habia cerrado con el Tratado de Westfàlia de 1648,
por la cual España perdía dominios en el centro de Europa, continuaba la guerra entre
Francia y Castilla, en la cual Cataluña estaba afectada en sus territorios del norte de
los Pirineos. Cuando el año 1659 Luis XIVyi Felipe IV firmaron la Paz de los Pirineos,
Cataluña fue mutilada al ceder Felipe IV a Francia parte del territorio catalan (Rosselló,
Capcir, Conflent, Vallespir y parte de la Cerdanya), transgrediendo las Constituciones de
Cataluña.
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