Cortesía de la revista: “Contenido”
http://www.contenido.com.mx
Julio de 2007.
Internet: nueva arma de las sectas en México
Por Raquel Membrila y Genoveva Caballero
Para controlar a sus adeptos la mayoría de los grupos sectarios,
utiliza una versión atenuada del “lavado cerebral” empleado por los
regímenes totalitarios en la Guerra Fría. Conozca como operan, a
quiénes reclutan y cómo no caer en sus redes o zafarse de ellas.
Los sectarios no suelen darse cuenta del proceso de manipulación al
cual fueron sometidos y alegan, en su mayoría, que los cambios
ocurridos en su personalidad fueron producto de su voluntad, su
experiencia y sus razonamientos. Más aún: casi siempre defienden
apasionadamente a sus manipuladores.
Indice
I: lavado cerebro
De todos los colores
Dos clasificaciones
Tres elementos
Los 8 criterios de Lifton
La Prevención
II: Volver a la normalidad
Pasos y reacciones
Amenaza moderna
Las 4 Principales sectas en México
Testigos de Jehová
Mormones
Luz del Mundo
Pare de Sufrir
I: Cerebro lavado
Para mejor controlar a sus adeptos y moldear su forma de pensar hasta
subordinarla a las directrices de la organización, la mayoría de las
sectas modernas utilizan una versión atenuada del “lavado cerebral”
otrora empleado por los regímenes totalitarios en la Guerra Fría.
Pedro Ramírez (nombre cambiado) murió por propia mano en abril de
2006. Tenía 21 años de edad y era un chico solitario que sólo hallaba
consuelo en una supuesta “iglesia” que descubrió gracias a una página
de Internet.
Pedro pasaba la mitad del tiempo con uno u otro de sus padres,
divorciados y muy atareados (él radicado en el DF y ella en Mérida).
Creció al cuidado de la televisión y, más tarde de la computadora, que
utilizaba para navegar durante horas por la red de redes.
En diciembre de 2004 Pedro pidió a su madre dinero para ir a un
congreso de su iglesia; la mamá intentó averiguar de cuál congregación
se trataba, pero se conformó cuando el hijo le aseguró que era miembro
de un grupo “cristiano”.
Como el joven era cortés, no tenía malos hábitos, no era asiduo a
fiestas ni profería palabras altisonantes, la mujer permitió sin
reparos a su vástago ausentarse por periodos cada vez más largos para
que éste cumpliera con su “ministerio”.
Los único que llamaba la atención a los padres de Pedro era su
propensión a censurar a otros jóvenes de su edad por su vestimenta,
fumar, beber o bailar en fiestas: —Son cosas malas, tentaciones para
la carne— aseguraba con tal seriedad que a su madre le parecía
gracioso tener un hijo tan “mocho”.
Un día Pedro anunció su intención de abandonar la escuela para irse
de “misionero”; como ya tenía 20 años y les parecía bien la dedicación
a su nueva fe los padres no se opusieron, pese a no tener idea de lo
que el joven hacía entregado a “chatear” por horas con sus “hermanos”
ni lo que ocurría en los “encuentros” y “congresos o asambleas” de esa
iglesia. Tampoco notaron cómo se volvía más taciturno y esquivaba
cualquier conversación con ellos. Sólo comenzaron a preocuparse en la
Navidad de 2005, cuando Pedro se negró a participar en las
celebraciones familiares y en cambio prefirió partir a “servir” en uno
de sus “congresos”.
A principios de abril del año pasado el joven se tornó irritable,
azotaba las puertas y no quería ver ni hablar con nadie. Su madre lo
envió a la Ciudad de México, con su padre, donde se ahorcó. En la
computadora del suicida no quedaba el menor rastro de sus actividades,
pues había formateado el disco duro; también había eliminado de sus
agendas nombres y números telefónicos de sus “hermanos”. Sólo entonces
los progenitores de Pedro vislumbraron la verdad: su hijo había
formado parte de una secta y decidió quitarse la vida tal vez por
alguna desilusión o desencuentro con sus “pastores”.
DE TODOS LOS COLORES
La palabra secta deriva del latín y define, según el Diccionario de
uso del español de María Moliner, a una «doctrina enseñada por un
maestro y seguida por sus adeptos (...) considerada errónea, o que se
aparta de la tradicional u oficial (...) particularmente, la que se
considera alienante o destructiva para sus adeptos». Si bien no
existen cifras exactas, los estudiosos calculan que en México hay
cerca de 1,000 sectas, a las cuales pertenecen alrededor de 2,250,000
mexicanos, la mitad de ellos menores de 30 años.
Las primeras agrupaciones protestantes llegaron a México en el último
tercio del siglo XIX; con el tiempo se les sumaron otras
congregaciones no propiamente protestantes ni católicas, aunque muchas
esgrimen el “cristianismo” como base de su doctrina.
El sociólogo francés Jean Paul Willaime, director de la Escuela de
Altos Estudios de las Religiones de la Universidad de La Sorbona, en
París, asegura que en México la proliferación de las sectas se explica
en parte por la probreza y el desamparo experimentado por los
individuos, a lo que se suman las contradicciones y conflictos en el
seno de la Iglesia católica, que terminan por alejar a muchos fieles y
lanzarlos a la búsqueda de nuevas fuentes de consuelo espiritual.
De acuerdo con los expertos del Centro de Información sobre Sectas,
Religiones y Nuevos Movimientos Religiosos, (
http://www.sectas.org/)
las primeras sectas globales florecieron a finales de los 60 y
principios de los 70 y tenían orientación exclusivamente religiosa.
Ahora, en cambio, existen varias de carácter político, de creyentes en
los ovnis, de experimentación de la vida en comunas aisladas de las
ciudades y aun centradas en prácticas supuestamente orientadas a
mejorar la salud.
DOS CLASIFICACIONES
Según explica monseñor Trinidad Zapata Ortíz, obispo de San Andrés
Tuxtla y responsable de la comisión episcopal para el diálogo
interreligioso, no existe una sola tipología aceptada universalmente
para clasificar a las sectas, aunque indica que una de las más
acertadas es la elaborada por el fallecido (en 2002) monseñor Jean
Vernette, miembro de la Conferencia Nacional Francesa de Obispos
Católicos en su obra Las Sectas, que las cataloga en 3 grandes bloques
según su origen:
1)De inspiración judeo-cristiana
2)Con raíces en las grandes religiones de Oriente
3)Inspiradas en el esoterismo o movimientos de “mejora” del potencial
humano
Por su parte, la mayoría de los sociólogos de la religión proponen
otra clasificación:
1.Sectas cristianas o pseudocristianas (Adventistas, Amistad
Cristiana, Asambleas de Dios, Bautistas, Casa sobre la Roca, Iglesia
del Buen Pastor, La Luz del Mundo, Mormones, testigos de Jehová)
2.Sectas de espiritualidad oriental (Hare Krishna, Meditación
Trascendental, Misión de la Luz Divina, Método Silva de Control
Mental)
3.Sectas gnósticas y ocultistas (Gran Fraternidad Universal, Sociedad
Teosófica, Nueva Acrópolis)
4.Sectas utópicas (Cienciología [Dianética], Niños de Dios, Cuarto
Camino)
5.Sectas satánicas. En México el caso más sonado fue el de los
“Narcosatánicos” de Matamoros, liderada por Adolfo de Jesús Constanzo
y que practicaba sacrificios rituales de seres humanos, según constató
la policía cuando en la sede de la agrupación descubrió un caldero de
hierro con restos de animales, sangre y un cerebro humano y una fosa
común con 12 cadáveres descuartizados, a los que se había extirpado
corazón y cerebro.
TRES ELEMENTOS
Las sectas pueden considerarse destructivas cuando lesionan la
integridad psíquica o física de sus adeptos —explica el psicólogo y
psiquiatra Jorge de la Peña Martínez, perito de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos—. Generalmente se trata de grupos
pequeños manejados por una minoría de privilegiados, sometidos a su
vez a un líder, cuya personalidad suele presentar rasgos
psicopatológicos. El control sobre los seguidores es total y en
ocasiones éstos se ven incluso empujados a cometer suicidio en nombre
de su guía o de sus creencias.
Por tales episodios extremos —como los ocurridos en Guyana en 1978 o
en Waco, Texas, en 1993—, muchos suponen que las sectas destructivas
son grupos detectables a simple vista, aunque no siempre es así. Lo
cierto es que la gran mayoría emplea técnicas de coerción psicológica
tendientes a reformar el pensamiento al estilo del “lavado de cerebro”
empleado por los regímenes chino y soviético entre los años 60 y 80
del siglo pasado.
El psiquiatra neoyorquino Robert Jay Lifton, estudioso de los traumas
causados por la guerra y los campos de concentración, definió en su
obra La reforma del pensamiento y la psicología del totalitarismo 8
criterios para caracterizar el “lavado de cerebro” a partir de las
técnicas utilizadas por el régimen de Mao Tse Tung para convertir a
los presos políticos a la ideología comunista.
LOS 8 CRITERIOS DE LIFTON
Control de la comunicación. El grupo decide con quiénes se comunican y
relacionan los adeptos, y limita sus fuentes de información.
Misticismo artificial. Velas, incienso, rezos o mantras, música y
otros elementos son usados para crear un ambiente "especial".
Vocabulario propio. Fomenta la sensación de pertenencia.
Primacía de la doctrina sobre la persona. Los preceptos dictados son
más importantes que la experiencia de cada individuo en su compresión
de la secta.
Infalibilidad del dogma. Las palabras de los líderes son sagradas,
pues provienen de la divinidad.
Confesiones públicas. Establecen lazos de complicidad entre los
miembros de la secta.
Demandas inalcanzables de pureza. Provocan en los sectarios vergüenza
y culpa constantes, que los vuelven más susceptibles de ser
manipulados.
Poder sobre la vida. La secta decide quién tiene derecho a vivir y
quién no y aun quién se salvará o no en el más allá, según su
adherencia a las normas del grupo.
Fuente: Centro de Información sobre Sectas, Religiones y Nuevos
Movimientos Espirituales (
http://www.sectas.org)
Actualmente muchos médicos, psicólogos clínicos y sociólogos, toman
los criterios del Dr. Lifton como referencia para determinar si algún
grupo, religioso o no, se vale de medidas coercitivas para manipular
la conducta de sus partidarios através de una técnica gradual de
"reforma de pensamiento": —El manejo de estas técnicas de coerción
psicológica establece el criterio clave para llamar "secta" a una
agrupación— Señala el Dr. Jorge de la Peña.
La mayoría de las sectas modernas utilizan una versión atenuada del
“lavado cerebral”, denominada por los expertos “reforma del
pensamiento”, para controlar a sus miembros. El psiquiatra John
Hochman —Profesor clínico asistente de psiquiatría en La Universidad
de California en Los Ángeles— asegura que «las sectas utilizan una
tríada de elementos que se refuerzan entre sí: el milagro (pensamiento
mágico alrededor del dirigente), el misterio (ocultar la práctica,
creencias reales y agenda del grupo) y la autoridad».
De acuerdo con el doctor De la Peña y la doctora Elizabeth Díaz
Brenis (profesora-investigadora de la Escuela Nacional de Antropología
e Historia y Directora del Centro de Estudios de Religiones
Contemporáneas) las sectas hoy se valen también de una nueva
herramienta para reclutar miembros: los foros de discusión o de charla
(chat) en Internet, idóneos para captar adeptos.
LO MEJOR: PREVENIR
Los síntomas delatores de que un joven está “enganchado” a una secta
destructiva, explican los investigadores, son la pérdida de
afectividad, de expresividad y de sentido del humor. Las víctimas se
convirtieron en personas muy susceptibles, intransigentes y poco
dispuestas al diálogo, además de que adquieren posturas y movimientos
especialmente rígidos.
Los miembros de la familia suelen ser los primeros en enterarse,
aunque los profesores también pueden detectar el problema, señala el
español José [Pepe] Rodríguez (Doctor en psicología social por La
Universidad de Barcelona) en su libro Adicción a las sectas, pues
estos grupos suelen reclutar a sus seguidores más jóvenes en las
escuelas mediante reuniones de apariencia inofensiva.
En esos casos las sectas se concentran en la búsqueda de personas
amistosas, obedientes y altruistas porque son fáciles de persuadir y
manejar: «A las sectas no les interesan los jóvenes recalcitrantes,
desobedientes y egoístas; esta clase de muchachos son muy difíciles de
someter a los controles estrictos y las disciplinas tan fuertes de
estas organizaciones, que usan el sentimiento de culpa y la presión
social como sus principales métodos de control», apunta el Dr.
Rodríguez.
Muchos creen erróneamente que los jóvenes que se unen a una secta son
inadaptados, provenientes de familias disfuncionales o desunidas, pero
las investigaciones indican que aproximadamente 2 tercios de las
víctimas pertenecen a familias tradicionales y su comportamiento era
normal cuando se adhirieron a la secta. Del tercio restante, sólo el
6% tenía problemas psicológicos importantes antes de ingresar al
grupo, y los demás sufrían depresiones por alguna pérdida personal (la
muerte de un familiar, frustración por no haber conseguido la admisión
a la universidad de su preferencia o algún romance roto) o bien,
tenían conflictos laborales o problemas sexuales.
Algunas de las sectas más grandes tienen manuales detallados con
estrategias para el reclutamiento y entrenan a sus miembros en el uso
de métodos de persuasión para acercarse a víctimas potenciales.
Algunas buscan nuevos seguidores directamente en secundarias
preparatorias y universidades, en especial aquellas donde pernoctan
estudiantes venidos de otras ciudades.
Las sectas no religiosas suelen recibir a los nuevos miembros con
cánticos, sesiones de meditación, hipnosis y una apasionada prédica
sobre las bondades de la pertenencia al grupo, a condición de
contribuir con dinero a su sostenimiento.
Algunas funcionan como empresas “multinivel” que en vez de empleo
ofrecen una “mejora sustancial de vida” y “nuevos valores”
directamente proporcionales al entusiasmo de los miembros al reclutar
a otros o vender cualquier chuchería inservible. En su defecto, los
miembros deben trabajar gratuitamente o conseguir dinero mediante
rifas, fiestas y eventos o, si no queda de otra, la mendicidad, el
robo y la prostitución: invariablemente, deben entregar casi la
totalidad, sino es que todas sus ganancias a los líderes, quienes
jamás rinden cuentas del dinero recibido.
¿Pueden prevenir los padres que sus hijos caigan en las redes de una
de estas organizaciones? Sí —responde De la Peña—, a condición de
estar al tanto de la personalidad y los ideales de sus vástagos.
También hay que aleccionarlos para que no reciban ayuda de personas o
asociaciones que presentan respuestas mágicas o simplistas a los
problemas cotidianos y cuyas metas sean poco claras e irracionales; no
aceptar invitaciones afectuosas e inoportunas de quienes presumen ser
parte de “la única alternativa” o la “última solución”, y no
relacionarse con grupos (ni de manera personal, ni por chat) que
quieran atribuirle al “contactado” sentimientos de culpa. La regla es:
hacer caso omiso.
II: Volver a la normalidad
El procedimiento no es muy agradable, pues el sectario siempre está
convencido de la bondad de sus creencias y se muestra temeroso de que
lo arrebaten de la “salvación” al forzarlo a ver las manipulaciones de
las cuales es víctima.
El adolescente Ricardo Jiménez (nombre cambiado) se adhirió a una
secta destructiva que descubrió merced a un sitio en Internet. Si bien
su familia era normal y tranquila, un día, impulsado por las dudas
propias de su edad, decidió huir de su casa para vivir en una
residencia habilitada por la agrupación para los adeptos en esa
situación.
Convertido en miembro ferviente de la secta, hacía proselitismo con
gran energía; en una ocasión, en premio le permitieron visitar a sus
padres, aunque resguardado por otro miembro de “la congregación”. Los
progenitores de Ricardo intentaron convencerlo de permanecer con
ellos, pero fue inútil: bastó una mirada intimidatoria del “hermano”
acompañante para que el adolescente volviera dócilmente con sus
cofrades.
Meses más tarde su padre lo encontró en una esquina predicando su
nueva fe y decidió llevarlo, aun contra su voluntad, con un
especialista. Acudieron con el Doctor De la Peña, quién sometió a
Ricardo a un proceso conocido como “desprogramación” o
“desacondicionamiento” para liberarlo del influjo de la secta.
El procedimiento no es muy agradable, a decir verdad, pues casi
siempre hay que traer casi a rastras al sectario —acepta el
especialista—, invariablemente convencido de la bondad de sus
creencias y temeroso de que lo arrebaten del único camino de la
salvación al forzarlo a ver las manipulaciones de las cuales es
víctima. Además, los padres suelen creerse culpables de la adhesión de
su vástago al grupo y sufren una suerte de parálisis que les impide
buscar ayuda.
Antes de ser desprogramados, muchas víctimas de una “reforma del
pensamiento” o “lavado de cerebro” —llamado “conversión” por los
sectarios— no suelen darse cuenta del proceso de manipulación al cual
fueron sometidos y alegan, en su mayoría, que los cambios ocurridos en
su personalidad fueron producto de su voluntad, su experiencia y sus
razonamientos. Más aún: casi siempre defienden apasionadamente a sus
manipuladores.
No es raro que sostengan que sus víctimarios les “mostraron la luz o
la verdad...” —dice De la Peña— y aleguen una transformación milagrosa
de su vida.
No siempre es fácil descubrir a los sectarios con el cerebro “lavado”
salvo que hagan proselitismo: fuera de esa actividad, acostumbran
actuar con normalidad, mientras no se toque el tema de sus creencias: —
Si las abordan, suelen responder de manera automática a cualquier
cuestionamiento, como si fueran zombis —expone el especialista—.
Mientras hablan, sus ojos se desorbitan, brillan y casi no parpadean.
No utilizan argumentos de peso para mostrar sus desacuerdos ni para
defender a su grupo y en cambio recurren a la descalificación de su
interlocutor.
Lo anterior se debe, agrega el psiquiatra, a que su convicción no es
racional sino emotiva y por ende no hay modo de hacerlos entrar en
razón. Prefieren estar en compañía de quienes piensan como ellos y
evitan el contacto con personas capaces de hacerlos dudar de su manera
de pensar. Por ello no es raro que las personas reclutadas por una
secta sean capaces de renunciar a su familia, amigos y empleo con tal
de afirmar su pertenencia a la congregación.
PASOS Y REACCIONES
La “desprogramación” —utilizada, con algunas variantes, en todo el
mundo—, consta de 9 pasos:
1)Evaluación del problema
2)Peritaje del sistema del sistema familiar
3)Valoración de la personalidad y circunstancias del sectario
(realizado por un grupo de terapeutas calificados y, de preferencia,
colegiados)
4)Tratamiento terapéutico para la familia completa
5)Diseño y puesta en práctica de estrategias terapéuticas de
aproximación
6)Abordaje específico para ayudar al sujeto a superar su dependencia
de la secta
7)Abordaje terapéutico del síndrome postsecta.
8)Abordaje terapéutico de los conflictos derivados de su personalidad
antes del ingreso a la secta y que lo llevaron a unirse a ésta
9)Apoyo para el reajuste a la vida fuera de la secta y la adquisición
de nuevos compromisos vitales para el futuro
En cuanto a los trastornos “postsecta”, De la Peña estable los 2
grandes tipos de alteraciones comúnmente experimentadas por los ex
adeptos de una secta. En el 1o. Se incluye la denominada “reacción
mayoritaria”, determinada por su estado anímico y mental cuando dejan
los grupos: el afectado se siente sin identidad y extraño al mundo,
«como si se tratara de un inmigrante en una nueva cultura». Es un
proceso en el cual la adaptación a la vida sin el grupo resulta
especialmente dolorosa.
En el 2o. Tipo de alteraciones se mencionan las psicopatologías más
frecuentemente encontradas en los “desprogramados” como consecuencia
de su paso por una secta:
1)Psicosis reactiva-esquizo-afectiva: episodios psicóticos de duración
variable (de 1 a 5 meses, pero que pueden durar hasta un año o más) en
individuos sin una historia personal ni familiar de trastornos
mentales; también ataca a aquellos con familiares que han presentado
desórdenes previos.
2)Ansiedad inducida por relajación: una forma de ansiedad producida
por determinadas prácticas de relajación y meditación, habituales en
un sector importante de estos grupos.
3)Reacciones misceláneas: dificultad para concentrarse, incapacidad
para mantener la atención, déficit de la memoria (sobre todo de los
acontecimientos más recientes), mutilaciones autoinflingidas, fobias,
suicidio u homicidio. También pueden presentarse infartos de
miocardio, muerte súbita, úlcera péptica, asma y otros padecimientos
como reacciones psicosomáticas.
AMENAZA MODERNA
De acuerdo con fuentes de la Policía Cibernética, creada en 2000 y
adscrita a la Coordinación General de Inteligencia de la Policía
Federal Preventiva de México, en Internet es fácil encontrar sitios de
sectas que hacen proselitismo y buscan adeptos. Según la Asociación
Mexicana de Internet (AMIPCI) alrededor de 9,000,000 de prepúberes y
adolescentes de 12 a 19 años de edad (45% de los 20 millones de
usuarios del servicio) tienen acceso regular a la red de redes, en
muchos casos sin supervisión paterna e inevitablemente algunos de
ellos acceden a los portales de esas agrupaciones, tal como aconteció
con los jóvenes antes citados: “Ricardo y Pedro”.
El peligro no es menor, pues ya existe la adicción a Internet —afirma
el Dr. De la Peña—. Es una enfermedad muy reciente, propia de los
adolescentes y jóvenes adultos solitarios o desatendidos, justo el
blanco más apetecible para muchas sectas, que así se aprovechan de la
modernidad para seguir medrando a costa de los más vulnerables.
LAS 4 PRINCIPALES SECTAS EN MÉXICO
Una de las sectas con mayor penetración es la de los testigos de
Jehová, asentados en México desde 1969 y cuyo método de ganar adeptos,
predicando casa por casa, les ha permitido reclutar a 600,000 fieles,
todos dedicados a propagar su fe. Se niegan a obedecer algunas
disposiciones civiles (como rendir honores a La Bandera, votar) y a
recibir transfusiones sanguíneas [no celebraciones como Navidad,
Pascua, Año Nuevo, Cumpleaños, Universidad, etc.]. Consideran que
Jesucristo no es Dios, que los sacramentos son inútiles y que la
virgen María no era inmaculada. En Texcoco, al oriente de la Ciudad de
México, mantienen una suerte de ciudadela denominada Betel, que
funciona como escuela clerical o centro de adoctrinamiento. Sus 1,000
habitantes comen a una hora fija, oran y luego se consagran al estudio
de la Atalaya. A las 5 de la tarde se sirve la cena. Todos se
consagran a distintos servicios para la agrupación, en especial la
impresión y distribución de “La Atalaya” y “¡Despertad!”, ambas
revistas proselitistas.
Le siguen, en orden de importancia, los Mormones o Iglesia de los
Santos del Último Día, cuyos primeros 7 predicadores llegaron a México
en 1875 provenientes de Arizona. Una década después se les unieron
otros 400 llegados de Utah para huir de la persecución de las
autoridades por su costumbre de practicar la poligamia. Se asentaron
en Casas Grandes, Chih. En 1993 recibieron el registro como asociación
religiosa y hoy suman más de un millón de feligreses.
La Iglesia de los Hermanos de la Luz [Luz del Mundo], fue fundada en
1926 por el ex soldado Eusebio González (oriundo de Colotlán), quien
adoptó el nombre de Aarón. La secta se asentó en Guadalajara, donde
adquirió en 1955 un terreno de 14 hectáreas para crear la colonia
religiosa Hermosa Provincia. Los adeptos a esta secta se bautizan a
los 14 años de edad y únicamente creen en Jesucristo, el matrimonio es
impuesto por el líder y no existe el divorcio. Los ministros deberán
estar casados. No creen en la virgen María, no adoran imágenes de
santos y ni siquiera usan una biblia especialmente expurgada. Cada 14
de agosto celebran con cantos y alabanzas una Santa Cena a nombre del
cumpleaños del hermano Aarón (fallecido el 9 de junio de 1964). Según
cifras propias, la Luz del Mundo cuenta con más de 5 millones de
adeptos, de los cuales el 50% se ubican en Guadalajara y el resto
están repartidos en Centro y Sudamérica. Su objetivo principal
consiste en formar y controlar comunidades aisladas. Su templo tiene
capacidad para 12,000 personas sentadas y está adornado con un sistema
de rayo láser utilizado en las celebraciones y visible desde cualquier
punto de la ciudad.
La Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada en 1977 en Brasil,
llegada a México en 1981 y conocida por el lema “Pare de sufrir”, se
fundamenta en la “teología de la prosperidad”, según la cual el
adherente puede «reclamar las bendiciones de prosperidad de un dios
todopoderoso, dueño de todo el oro y toda la plata». Consideran el
diezmo entregado a la iglesia como la demostración clara de fe, lo
cual ha redituado a su fundador y líder, el brasileño Edir Macedo, una
fortuna aún sin cuantificar, pues para eludir al fisco de México y de
otros países acostumbra crear empresas que, sin estar a nombre de la
secta, son manejadas por fieles adeptos. En México cuentan con más de
48 “Centros de Fe” donde se llevan a cabo reuniones caracterizadas por
los generosos donativos entregados por los fieles a la congregación a
cambio de recibir supuestas bendiciones y alivio a penas y
sufrimientos de todo tipo.
Cortesía de la revista: “Contenido”
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Julio de 2007.
Por: Raquel Membrila y Genoveva Caballero.