Mezclemos el placer que brindan las
situaciones agradables con la capacidad de crearlas. El goce completo
del juego está en el otro que participa de su ejecución,
produciendo efectos que no juegan
del todo en soledad. El juego es más nostálgico cuando estamos
solas, tanto el juego por sí mismo como por su producción de
subjetividad. Al igual que la contemplación del paisaje natural, se
trata de un placer animal puesto al alcance de la humanidad. En
soledad se nutre con deleite la espera del porvenir, para que la
espera no se convierta en una de las máculas del paisaje en pugna
con las fibras del paraíso terrenal de tejido social. El esplendor
de los valles, el subterfugio de las rocas, el rumor de la corriente,
el relajado bostezo de los bosques, el sueño de las cimas, las
ánimas del todo, holístico, místico, secreto, sin propósito
público, antiexpresivo, irreal y en flirteo continuo discontinuo con
lo irracional, con la realidad. Espacio vacío de volumen sonoro
donde los cuerpos chocan para mezclarse, transformarse. Una infinidad
de materia llenaría el espacio vacío desde otras dimensiones. La
vitalidad de los cuerpos vivos es metafísica. Somos polvo de
estrellas, materia onírica, ondapartícula metafísica de la red
neuronal. Fantasía fantástica meditada en las montañas encerradas
entre montañas, y en los bosques, junto a los polivalentes ríos y
al océano vagabundo, valles sombríos y profundos, lagos perdidos,
sinuosos o dormidos, arroyuelos de mercurio con isletas de concreto,
y césped oloroso, corto, muelle y sembrado de margaritas y mariposas
bajo las ramas de un frondoso arbusto de frambuesas. El lenguaje
privado ha sido irrefutable por este epigrama francés: La
solitude est une belle chose; mais il faut quelque'un pour vous dire
que la solitude est una belle chose.
El lenguaje privado son las respuestas secretas a los estímulos del
mundo, que son las respuestas sin un propósito público, todas
aquellas respuestas que no existen incluso cuando han tenido lugar,
sea o no de improviso; por así decirlo, de manera adormecida,
abierta al carácter fantasmal de la escena, donde el sol está por
ponerse tras los verdes muros del bosque de profundo follaje que se
elevan sobre el codo del río hacia el oeste, tendido sobre el
horizonte esférico de árboles sombríos, suspendido en la rosada
troposfera espectral por la que trepa el romero mientras las cortezas
de los árboles flotan bajando el alegre río en la primavera de la
vida, preocupada por la incertidumbre de la alegría, hasta hundirse
como el ébano en la tiniebla de su honda negrura. El sol llueve
precipitándose hacia su lecho, débil, abatido, sombrío, navegando
con su bote a la región mágica de la estación perdida en la
primavera de la vida.