Almudena Hernando

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joaquinregaderamartinez

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Jul 24, 2017, 6:52:20 AM7/24/17
to Seminario Jacotot

Me di cuenta entonces de que lo que estaba estudiando era cómo se construye la realidad, y que dependiendo del modo en que una persona construye la realidad, se hace una idea distinta de quién es. Al mismo tiempo descubrí que cuando los Q’eqchí’ entran en contacto con el mundo occidental, quien tiene el poder es el mundo occidental.


Los varones, en el mundo occidental, habían desarrollado una identidad del Yo, una identidad individualizada, que es una identidad que se asocia a una desconexión emocional del mundo, y eso sólo sucede cuando uno tiene la sensación de controlar parte del mundo. La idea del Yo se asocia a la idea de poder. Las mujeres no han tenido esa identidad del Yo hasta la modernidad. En los grupos indígenas veía que no había individualidad, que en ellos no se había desarrollado la idea del Yo como la entendemos nosotros. Para ellos la identidad era básicamente relacional, una identidad de adscripción al grupo que es la identidad dominante, a diferencia de la identidad del Yo y la individualidad que caracteriza al capitalismo.


Las identidades son todas operativas, porque tienen como principal función devolvernos la sensación de que estamos seguros en el mundo. Tenemos una mentalidad propia de la Ilustración, donde la individualidad es el objetivo del progreso. Se trata de un pensamiento muy evolucionista, y absurdo. Todo depende del grado de control material que una persona tenga del mundo: a más grado de control material, más individualizada será la identidad. Si tienes poco control material, la identidad será más relacional, de adscripción a tu grupo, pero esto te devolverá la misma sensación de estar seguro en el mundo.


La individualidad que el varón occidental  fue construyendo es una fantasía. Ningún ser humano puede prescindir de la vinculación a un grupo de pertenencia; es decir que en ningún caso, aunque vayamos teniendo grados distintos de individualidad, podemos prescindir de la identidad relacional, porque sin sentirnos vinculados a un grupo, a una comunidad, se nos haría evidente la impotencia personal. Sin embargo, a medida que los varones desarrollaban la individualidad dejaban de prestar atención a su necesidad de establecer vínculos, considerando a quienes se dedicaban a ello como inferiores, más atrasados o menos inteligentes. Pero el caso es que no por considerarlo así esa necesidad dejaba de existir en ellos mismos. Lo que sucedió, en mi opinión, es que a medida que se individualizaban, los varones del mundo occidental fueron depositando la función de construir los vínculos que ellos necesitaban en mujeres a las que impedían individualizarse, y con quienes por tanto, establecían relaciones desiguales de género a través de una heterosexualidad normativa. Un varón que no ha cultivado en sí mismo identidad relacional, que no ha dedicado esfuerzo y emoción a construir sus vínculos, necesita inexorablemente que alguien se los garantice, y ese alguien va a ser alguien tan necesario para él como despreciado por los valores que encarna.


Debido a la gestación y al amamantamiento inicial –de los que se encargan las mujeres–, se observa una división de funciones en que los varones realizan las actividades que más riesgo y movilidad requieren.Como en las sociedades orales la realidad sólo está integrada por aquellos fenómenos y parte de la naturaleza que uno ha recorrido personalmente –ya que no existen los mapas–, si los varones iban un poco más lejos o se enfrentaban a riesgos un poco mayores, construirían el mundo de manera sutilmente distinta al modo en el que lo harían las mujeres. Tendrían que tener un grado ligeramente superior de asertividad o de capacidad para tomar decisiones, y creo que esto pudo marcar el inicio del proceso de su individualización. Se iría asumiendo que ellos tenían más capacidad para tomar decisiones, y ocuparían posiciones de progresivo control material del mundo, lo que se traduciría en un mayor nivel de individualización. Y a medida que esto ocurría, irían dejando de conceder importancia a los vínculos dentro del grupo.


Ya no consideraban que la clave de su fuerza y de su seguridad estuviera en la pertenencia al grupo y los vínculos establecidos dentro de éste, sino en su particular capacidad para pensar y actuar sobre el mundo de acuerdo a la razón. De esta manera se acabó constituyendo progresivamente una identidad de género masculina basada en rasgos como la competitividad, la priorización de los propios deseos, o el dominio y el control de uno mismo, de las propias emociones y de los demás, que sin embargo necesitaba relaciones desiguales de género para poder sostenerse. Y estos ideales de lo que es un “varón” y lo que es una “mujer” se perpetúan hoy en día.


Estos “ideales” se perpetúan a través de la socialización en el hogar, los juguetes, los medios de comunicación. Las ficciones audiovisuales educan a los varones para que no sientan interés ni empatía por las mujeres, o para que desliguen el deseo sexual de las emociones, entre otros ejemplos. Los valores y atributos masculinos se relacionan con el individualismo, la autosuficiencia, la dominación, la falta de empatía y el poder, es por ello que la lógica del patriarcado está en estrecha alianza con el capitalismo. Por ejemplo, a través de la publicidad de juguetes, de los colores, los objetos, a través de lo que es sensorial, lo que es objeto y lo que es acción, en todo eso también se trasmite muchísima información, mucha socialización, mucha identidad. Otro ejemplo cotidiano: en todo el mundo de los youtubers, que es algo competente entre los adolescentes y las adolescentes, hay un claro sesgo de género. Las youtubers que más éxito tienen entre las adolescentes lo que hacen es reproducir ideología patriarcal. Son programas de belleza, de moda, que siempre tienen que ver con volver a colocar a la mujer en posición de su identidad de género tradicional, aunque esto disfrazado de aparente posmodernidad.


Es probable que la violencia contra la mujer haya crecido porque las mujeres se están yendo de ese lugar subordinado en el que habían estado históricamente y se están yendo porque se están individualizando; ya no se conforman con ser el apoyo emocional de un varón que es el que tiene el poder, sino que ellas se están empoderando. Lo que está pasando ahora es que estos varóns con masculinidad hegemónica, patriarcales típicos, están empezando a experimentar que las mujeres a las que necesitan para que les garanticen el vínculo se empiezan a ir, se corren de ese lugar, y entonces se encuentran con que ellos no se pueden sostener. Los varóns patriarcales desvalorizan a la mujer que posee una forma de identidad que ellos no valoran, y que por eso no desarrollan, pero como decíamos antes, cuanto más se desprecia, más se necesita. Y cuanto más se necesita, más se desprecia. Así que cuando esa persona se va, el resultado suele ser el maltrato, e incluso, como se observa a diario, el femicidio.


La igualdad entre varóns y mujeres no se va a conseguir cuando las mujeres seamos como los varóns, sino cuando los varóns reconozcan la importancia que tiene para ellos la identidad relacional, o sea, cuando los varóns sean como las mujeres individualizadas de la modernidad y den tanta importancia a lo relacional como a lo individual. El cambio viene del lado de las mujeres. Los varóns no van a cambiar por sí mismos porque implicaría perder su posición de privilegio. Sólo lo irán haciendo cuando se vayan encontrando con compañeras y madres que busquen ellas mismas la igualdad. Así que solamente con el apoyo, y con la complementariedad de mujeres que tengan en claro lo que es la igualdad, ellos irán cambiando. ¿Esto se hará rápidamente? Creo que no, porque cada vez que se da un paso adelante, el sistema patriarcal da dos pasos para atrás, el sistema reacciona, brutal o sutilmente, pero reacciona. La violencia machista es cosa de todos los días. Hay una cantidad creciente de femicidios, en el mundo entero, pero también la violencia se da en otras escalas, a través de la publicidad, del cine, y a través de una a infinidad de dispositivos que siguen reproduciendo ideología patriarcal, de formas que a veces es difícil discernir. La mujer puede ir ganando terreno en puestos de poder, pero eso no implica necesariamente poner en juego la mentalidad patriarcal. Es muy deseable que haya más mujeres en el poder, pero lo esencial es acabar con la mentalidad que idealiza sólo lo asociado a la individualidad (la razón, el poder, el control tecnológico) y no valora lo asociado a lo relacional (los vínculos, la comunidad, etc.). Ambas cosas deben ser igualmente valoradas en una sociedad de iguales. Por eso sostengo que más mujeres en el poder no acaba con el orden patriarcal.


En España la violencia machista registra cifras alarmantes de femicidios. Esta situación cada vez se visibiliza más, porque las mujeres están saliendo del lugar de la subordinación, de ese lugar en donde garantizaban el apoyo emocional a los varóns. Cuando el varón patriarcal no se puede sostener, en una cantidad considerable de casos su respuesta es el femicidio.


Me interesa analizar cuál es el dispositivo que opera para que las mujeres asuman como natural su inferioridad respecto de los varóns. En el caso de las Dats´in y las Gumuz esta subordinación se observa a partir de objetos y marcas en el cuerpo. Por ejemplo, a través de collares, desde que nacen hasta que mueren, fabricados con cuentas de colores que los varones llevan cuando son bebés, porque estas cuentas de colores los protegen de los riesgos del exterior. Pero cuando aprenden a caminar a los varones se las quitan, y a las niñas se las dejan hasta después de la muerte, transmitiendo el mensaje de que las mujeres son más vulnerables que los varóns. Esta costumbre va transmitiendo mensajes al grupo. Del mismo modo, tanto varóns como mujeres Gumuz tienen escarificaciones (o adornos corporales a base de cicatrices muy voluminosas); pero los varóns sólo las tienen en la cara, indicando, como sucede también con las mujeres, que son Gumuz. Las mujeres, sin embargo, también las pueden tener en brazos, cintura o espalda, asociando así el sufrimiento a la belleza. Hay una apropiación del cuerpo de la mujer por parte del grupo, a través de marcas indelebles, que pueden llegar a ser muy dolorosas y que hacen del cuerpo de la mujer un cuerpo apropiado por el grupo. No hacen falta mayores comentarios para concluir que esta apropiación, de manera mucho más brutal, ocurre en el caso de las Dats’in, que desde su islamización seguramente, sufren ablación del clítoris hasta el día de hoy.


http://www.tercerainformacion.es/opinion/entrevistas/2017/07/18/mas-mujeres-en-el-poder-no-acaba-con-el-orden-patriarcal


https://vimeo.com/79412124


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