NIÑOS ROBOTIZADOS
Frei Betto
Todos
hemos visto cómo una niña da de beber a una muñeca, aunque ella sepa
perfectamente que las muñecas no beben, igual que los niños conversan con los
perros como si éstos fueran capaces de responder en el mismo
lenguaje.
Es
imprescindible para nuestra salud síquica disfrutar al máximo, en la infancia,
nuestro universo onírico. Aunque las muñecas no beban el jugo que les ofrecemos,
ni los perros puedan entablar diálogo con una persona, ésta atribuye a la muñeca
y al animal estados emocionales propios de los seres humanos.
Todo
niño es un actor/actriz, capaz de desempeñar múltiples papeles. La niña es
madre, hermana, abuela, profesora y médica de la muñeca. Se da interacción entre
las dos. La muñeca, gracias a la proyección onírica de la niña, responde, llora,
come, bebe y defeca.
La
fantasía es el recurso mimético que permite al niño trasladar, a su manera, el
universo de los adultos a su mundo y, al mismo tiempo, es el complemento de la
sabiduría infantil, proveedora de sentido y animación al que, para los ojos
adultos, carece de sentido y permanece inanimado.
El
niño, montado en la punta de una escoba, se siente intrépido en su caballo.
Dele un caballo de juguete, con
arreos y melena, y es probable que a los pocos días abandone el regalo para
volver a su escoba, que dialoga con su imaginación.
Vaciar
la infancia de todo cuanto tiene de propio, como actividades lúdicas, jugar al
aro, al escondite, y reunirse con
sus amiguitos, es esencial para un
futuro saludable cuando sea adulto.
Sin
embargo hoy día esa exigencia se vuelve más difícil. La calle se ha vuelto
peligrosa, amenazada por la violencia y el tráfico. Los niños quedan encerrados
en casa, confinados en apartamentos, dedicados a los juegos electrónicos, la tv
e internet.
En la
misa del domingo vi a dos niños compartiendo un smartphone, mientras sus padres
participaban en la liturgia. Estuvieron
todo el tiempo atentos al hombre araña arrasando a sus
adversarios.
¿Qué
se va a esperar de un adulto que de niño se divertía con la violencia virtual y
pasaba horas practicando asesinatos mediante los muñequitos electrónicos? ¿Y de
una niña que a los 4-5 años se maquilla como una mujer adulta, habla como
adulta, manifiesta deseos de adulta, padeciendo la esquizofrenia de ser
biológicamente infantil y sicológicamente ‘adulta’?
La
pubertad, momento crítico para todos nosotros, es más angustiante para esta
generación que no exprimió su potencial de fantasías. El miedo a lo real es más
acentuado, igual que la dependencia familiar en que viven muchos jóvenes de
entre 25 y 30 años, al abrigo del hogar paterno.
Esa
inseguridad frente a lo real es la puerta de entrada para la vulnerabilidad ante
las drogas. El traficante, merced a una perversa intuición profesional, ofrece
gratis su mercancía a los adolescentes, como si les advirtiese: “Tú ya no puedes
soñar con tu propia cabeza. Pero no temas, hay otro modo de huir de la realidad
y de ´viajar’ legalmente. Sólo que ahora dependes de la química.
Experiméntalo”.
Me
preocupan también los niños robotizados que, además de la escuela, tienen la
agenda llena, con cursos de idiomas, natación, etc., sin tiempo para jugar con
otros niños y de ese modo sin posibilidad de educarse en los códigos de
sociabilidad, como saber reconocer sus propios límites y respetar el derecho de
los otros.
Quizás esa robotización explique un fenómeno tan común
en las grandes ciudades: adolescentes y jóvenes que, en el bus o en el metro, se
hacen los ciegos al ver de pie a personas de edad, deficientes físicos o mujeres
embarazadas, y permanezcan sentados tranquilamente, burlándose de la más
elemental educación.
Frei Betto es escritor, autor de
“Alfabeto. Autobiografía escolar”, entre otros libros. (4 octubre
2013)