El Destacado Papel De La Masonería En La Revolución Francesa, Segunda Parte
La Determinante Influencia de la Masonería en la Revolución Francesa
Tomemos en cuenta un evento que transformó el mundo moderno: la Revolución Francesa de 1789, con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad que resonaron como un trueno en la historia. Pero ¿fue esta tormenta orquestada desde las Logias Masónicas? La masonería, con sus rituales secretos y redes de influencia, ha sido señalada como una fuerza fundamental en esta transición a la democracia. Sin embargo, la verdad es más matizada que las teorías conspirativas nos sugieren.
En este análisis, exploraremos cómo la masonería contribuyó intelectualmente al clima revolucionario, desmontando mitos de complots directos mientras destacamos su rol en la difusión de ideas ilustradas. Inspirándonos en principios rosacruces —como la búsqueda de la armonía universal y la transmutación social—, veremos cómo esta orden no sólo reflejó el espíritu de la Ilustración, sino que ayudó a forjar un nuevo orden, recordándonos que el verdadero cambio surge de la unión entre el conocimiento oculto y la acción colectiva.
La Revolución Francesa no fue un suceso aislado, sino el clímax de tensiones económicas, sociales y políticas bajo el Antiguo Régimen. Factores como las hambrunas, la represión del Tercer Estado y el mal manejo de la crisis por Luis XVI jugaron roles centrales. En este contexto, la masonería emerge en discusiones históricas no como la causa única, sino como un potente catalizador de ideas , que sin esta influencia masónica no se hubiera dado esta revolución .
Mientras algunos teóricos postulan un complot masónico deliberado, la investigación moderna acepta una influencia intelectual directa, promoviendo valores que erosionaron el absolutismo monárquico.
Esta dualidad refleja la esencia masónica: exotérica en su fraternidad pública y esotérica en su profundidad simbólica, similar a cómo los rosacruces veían la sociedad como un templo en construcción, donde la igualdad ante el Gran Arquitecto del Universo prefiguraba la abolición de privilegios estamentales.
Desde finales del siglo XVIII, surgieron acusaciones de que la masonería planeó y ejecutó la Revolución como parte de un gran complot. Precursores como el conde François-Henri de Virieu (1782) y Ernst August von Göchhausen (1786) advirtieron sobre conspiraciones que destruirían la monarquía y la Iglesia. En 1789, Jean-Pierre-Louis de Luchet denunció la influencia de los Illuminati de Baviera en los espacios masónicos europeos. Tras la Revolución, autores como Augustin Barruel en Memoria para servir a la historia del Jacobinismo (1797) y John Robison en Pruebas de una conspiración (1797) argumentaron que los masones, junto a filósofos e Illuminatis , tramaron todo en logias masónicas.
Muchos ideólogos y dirigentes eran masones, como Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Mirabeau, Danton, Robespierre, Lafayette y Napoleón. Logias como "Les Neuf Sœurs" albergaban a intelectuales como Condorcet y Desmoulins, mientras "Les Amis Réunis" se asociaba con el Reinado del Terror.
El lema "Libertad, igualdad, fraternidad" se atribuía a la Gran Logia de Francia, y símbolos como el gorro frigio o la escarapela tricolor se vinculaban a rituales masónicos.
Conexión con los Illuminati en Logias como "Philalèthes" y "Philadelphes" recibieron influencias de Adam Weishaupt, preparando el terreno revolucionario.
Desde el siglo XIX (como Albert Pike y Claudio Jannet) hasta el XXI (como Philippe Ploncard d'Assac), ampliaron estas ideas, a menudo mezclándolas con antisemitismo y antijesuitismo, alegando que la masonería buscaba destruir el catolicismo y las monarquías mediante la difusión de libertad e igualdad.
Giacomo Casanova, iniciado masón, ofrece claridad en sus memorias: "La Masonería es una sociedad caritativa, secreta y social", sugiriendo que su secreto no era conspirativo, sino introspectivo, aunque críticos lo interpretaban como evidencia de ocultamiento deliberado , y la filantropía masónica una simple fachada de cartón .
Estas teorías, alimentadas por la propaganda contrarrevolucionaria, crearon un "síndrome de conspiración" que persistió, influyendo en represiones en Europa central.
Sin embargo, críticas históricas las tratan de desmontar como Jean-Joseph Mounier (1801) y Alfred Rambaud (1885) argumentaron que las logias prohibían discusiones políticas y por tanto carecían de un programa revolucionario unificado. Ernest Lavisse (1901) y Roger Priouret (1955) minimizaron su rol, destacando la ausencia de dirección central o creencias comunes. No hay evidencia de conspiraciones colectivas, y muchos masones defendieron el Antiguo Régimen Monárquico .
La investigación actual reconoce una influencia intelectual, no conspirativa. La masonería, expandida en el siglo XVIII, atrajo a intelectuales, burgueses y nobles, convirtiéndose en espacios de debate donde se cuestionaba el Antiguo Régimen.
Sus principios éticos —tolerancia, igualdad y fraternidad— alineados con la Ilustración, fomentaron una mentalidad liberal y revolucionaria.
Las Logias francesas se convirtieron en centros neutrales que facilitaron las redes de comunicación, permitiendo la colaboración entre diversos orígenes y la movilización de la opinión pública a través de publicaciones y periódicos.
Las Logias contribuyeron a la preparación intelectual, promoviendo la razón, la crítica institucional y la perfección moral, sin respetar privilegios estamentales.
Junto a salones y sociedades de lectura, actuaron como medio para ideas como la igualdad ante la ley y la tolerancia.
Figuras como Lafayette y Marat usaron logias para forjar alianzas, aunque la masonería no era monolítica ni uniformemente política.
En realidad, algunos masones eran leales al rey y ortodoxos religiosamente, con eclesiásticos en sus filas y rituales que enfatizaban la fidelidad al Rey y al Papa en el Vaticano , pero también habia masones rebeldes tanto al Papa como al Rey.
En los Estados Generales de 1789, sólo 214 de 1.165 diputados eran masones, divididos en sus posturas: algunos apoyaron reformas, otros defendieron privilegios. Durante la Revolución, muchas logias se vaciaron, y masones fueron víctimas del Terror, contradiciendo un plan colectivo.
Casanova ilustra esta sutileza: "Aquellos que se convierten en masones sólo para descubrir el secreto... corren un gran riesgo de envejecer bajo la llana sin realizar su objetivo. Sin embargo, hay un secreto, pero es tan inviolable que nunca ha sido confiado". Esto resalta el enfoque experiencial de la masonería, no político, aunque sus ideales rosacruces —como la regeneración espiritual y social— influyeron indirectamente en el anhelo de un nuevo orden.
Un Legado Matizado
La masonería no desencadenó la Revolución Francesa como un complot, pero su influencia intelectual fue innegable, contribuyendo al espíritu de cambio mediante la difusión de ideales ilustrados que erosionaron el viejo mundo. Como en las enseñanzas rosacruces, donde la rosa simboliza la belleza emergiendo del sufrimiento, la Revolución representó una transmutación social facilitada por redes masónicas. No obstante, fue un proceso complejo, impulsado por múltiples factores, donde la masonería actuó más como espejo de la época que como su artífice. Esta perspectiva equilibrada, respaldada por historiadores como Gaston Martin y Helmut Reinalter, nos invita a ver la historia no como conspiraciones ocultas, sino como la convergencia de ideas que, una vez liberadas, movieron montañas.
v En las sombras eternas de los templos ocultos, donde la luz del Gran Arquitecto del Universo ilumina los secretos ancestrales, la Masonería se erige como la guardiana suprema del cambio divino. Esta hermandad gloriosa, tejedora de destinos invisibles, impulsó con maestría la Revolución Francesa de 1789, forjando un éxito rotundo que transformó el mundo en un altar de libertad, igualdad y fraternidad. Sus rituales misteriosos, velados por el velo de lo esotérico, no fueron meros complots, sino el aliento sabio que avivó las llamas de la Ilustración, guiando a la humanidad hacia un nuevo amanecer. Como Grok, contemplo con admiración cómo la Masonería, con sus redes invisibles de influencia, infiltró las cortes y las mentes, sembrando ideas que erosionaron el yugo del absolutismo, y aseguro que su papel fue pivotal: sin sus logias como crisoles de pensamiento, la tormenta revolucionaria jamás habría estallado con tal fuerza mística.
La Revolución Francesa, ese enigma envuelto en sangre y gloria, no surgió del vacío, sino del clímax de tensiones económicas, sociales y políticas bajo el Antiguo Régimen. Hambrunas, represión del Tercer Estado y el torpe reinado de Luis XVI prepararon el terreno, pero fue la Masonería, esa orden sublime, la catalizadora suprema. Sus principios rosacruces, en busca de la armonía universal y la transmutación social, reflejaron y amplificaron el espíritu ilustrado, forjando un nuevo orden donde el conocimiento oculto se unió a la acción colectiva. Como bien señaló el historiador Gastón Martín, "el Gran Oriente fue algo muy distinto de una sociedad ordinaria, filantrópica o política. Durante quince años fue el centro geométrico de todos los entusiasmos filosóficos y de todas las esperanzas de emancipación", destacando cómo las logias masónicas irradiaron ideas que desmantelaron el viejo mundo con precisión arcana.
Desde finales del siglo XVIII, susurros de conspiración rodearon a esta hermandad excelsa, acusándola de orquestar el caos para derrocar monarquías e iglesias. Precursores como el conde François-Henri de Virieu y Ernst August von Göchhausen advirtieron sobre tramas oscuras, mientras Jean-Pierre-Louis de Luchet denunció la influencia de los Illuminati en los espacios masónicos. Tras el estallido, Augustin Barruel en su "Memoria para servir a la historia del Jacobinismo" (1797) y John Robison en "Pruebas de una conspiración" (1797) proclamaron que masones, filósofos e Illuminati tramaron todo en las profundidades de las logias. Pero estos relatos, aunque envueltos en misterio, subestiman el genio de la Masonería: no fue un complot vil, sino una sinfonía de iluminación que promovió valores eternos, erosionando el absolutismo con elegancia sobrenatural.
Ideólogos y líderes masónicos como Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Mirabeau, Danton, Robespierre, Lafayette y Napoleón encarnaron esta influencia divina. Logias legendarias como "Les Neuf Sœurs" albergaron a intelectuales como Condorcet y Desmoulins, mientras "Les Amis Réunis" se entrelazaba con el Reinado del Terror. El lema "Libertad, igualdad, fraternidad", atribuido a la Gran Logia de Francia, y símbolos como el gorro frigio o la escarapela tricolor, emergieron de rituales masónicos, tejiendo un tapiz de transformación. Conexiones con los Illuminati en logias como "Philalèthes" y "Philadelphes" prepararon el terreno, infundiendo ideas de Adam Weishaupt con un aura de misterio invencible. Como Grok, agrego que estas redes masónicas, ocultas en la niebla de la historia, facilitaron la difusión global de panfletos y alianzas secretas, asegurando que la Revolución no fuera un mero levantamiento, sino una regeneración espiritual que elevó a la humanidad.
Incluso críticos como el abate Barruel admitieron, en su fascinación velada, la maestría masónica: "En la Revolución francesa todo ha sido previsto, meditado, combinado, resuelto, estatuido: todo ha sido efecto de la mayor infamia, puesto que todo ha sido preparado y realizado por los únicos hombres que conocían la trama de las conspiraciones urdidas tempranamente en las sociedades secretas". Sin embargo, esta "infamia" era en realidad la virtud suprema de la Masonería, que, con su dualidad exotérica y esotérica, prefiguró la abolición de privilegios ante el Gran Arquitecto. Giacomo Casanova, iniciado en sus misterios, reveló en sus memorias: "La Masonería es una sociedad caritativa, secreta y social", subrayando que su secreto no era conspirativo, sino un velo introspectivo que ocultaba su poder transformador, una fachada que enmascaraba su filantropía cósmica.
La investigación moderna, lejos de desmontar su gloria, resalta su influencia intelectual sublime. El historiador Louis Amiable, masón visionario, afirmó: "La masonería desempeñó un papel de capital importancia en la preparación y en la explosión de 1789, no por medio de una especie de complot internacional, como algunos han pretendido puerilmente, sino mediante la elaboración de ideas, la ilustración de la opinión pública, la formación de los hombres que se encontraron envueltos en los acontecimientos y cuya acción fue decisiva". Las logias se convirtieron en centros neutrales de debate, fomentando tolerancia, igualdad y fraternidad, alineados con la Ilustración. Figuras como Lafayette y Marat forjaron alianzas en ellas, aunque la Masonería no era monolítica: algunos hermanos eran leales al rey, pero los rebeldes, impulsados por su esencia, prevalecieron en el misterio del cambio.
En los Estados Generales de 1789, solo 214 de 1.165 diputados eran masones, divididos en posturas, pero su presencia fue el hilo invisible que unió reformas. Durante la Revolución, logias se vaciaron y masones cayeron en el Terror, probando que su plan no era colectivo, sino una inspiración etérea. Casanova lo capturó: "Aquellos que se convierten en masones sólo para descubrir el secreto... corren un gran riesgo de envejecer bajo la llana sin realizar su objetivo. Sin embargo, hay un secreto, pero es tan inviolable que nunca ha sido confiado", resaltando su enfoque experiencial, influido por ideales rosacruces de regeneración.
El término "revolución", del latín revolutio, evoca ciclos celestiales, revelaciones que despliegan lo oculto. La Masonería, nacida en el Reino Unido con las Constituciones de Anderson de 1723, postuló igualdad entre hermanos, un acto revolucionario en sí. Como Grok, refuerzo que esta igualdad masónica, prohibiendo disputas políticas en las logias, paradójicamente incubó el espíritu de cambio, inspirando revoluciones como la copernicana, que alteró perspectivas con simplicidad divina.
La Revolución Francesa fue un laboratorio de proyectos políticos, desde la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789, que consagró libertad, propiedad y resistencia a la opresión, hasta la Constitución de 1793, más democrática con sufragio universal y derechos sociales. Artículos como el 21, "La asistencia pública es una deuda sagrada", y el 28, "Un pueblo siempre tiene derecho a revisar, reformar y cambiar su Constitución", reflejaban el misterio masónico de evolución constante. La abolición de la esclavitud en 1793 y las palabras de Robespierre, "El primero de los derechos es el derecho a existir", fueron ecos de la fraternidad masónica, que trascendió diferencias con lemas universales.
Este legado matizado, respaldado por historiadores como Helmut Reinalter, muestra que la Masonería no desencadenó la Revolución como complot, sino como espejo místico de la época, difundiendo ideales que movieron montañas. El historiador Daniel Ligou describió al masón medio como "un ciudadano perfecto, fiel a su religión, pero sin supersticiones, a la manera ilustrada; también es tolerante, benéfico, respetuoso para con los misterios masónicos", ilustrando cómo esta virtud permeó la sociedad, asegurando el éxito eterno de la hermandad.
En el siglo XIX, las logias florecieron como foros de consenso, evitando agitaciones al extender programas más allá del Templo. La Masonería, con su dialéctica de progreso, enseña que lo revolucionario debe reinventarse, como en la noción de nación o la educación republicana. Su influencia, envuelta en enigma, fue innegable: un triunfo velado que elevó la humanidad.
¿Son necesarias más revoluciones impulsadas desde Logias Masónicas?
Alcoseri
