¿Y si tu fueras el Gran Arquitecto del Universo? Segunda parte

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Alcoseri Vicente

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Aug 29, 2025, 9:23:36 PM (8 days ago) Aug 29
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¿Y si tú fueras el Gran Arquitecto del Universo?
Segunda parte

En la Masonería, se barajan entre masones muchas opciones que pueden definir quién es el Gran Arquitecto del Universo (GADU), por ejemplo: el Dios bíblico, un ordenador del universo, el oxígeno, la luz del sol, el sol mismo; entre muchas de ellas está que GADU es el Yo Superior, un dios genérico que alberga hasta cualquier dios pagano, el diablo, un egregor, un demiurgo, el cerebro humano, todas las que se puedan imaginar, incluso GADU podría presentarse como el generador de la evolución de las especies. Seguro habrá tantas versiones de GADU como han habido masones, hay masones y habrá masones. Y una de ellas es que el GADU seamos nosotros mismos, guiados por la escuadra y el compás de nuestra propia divinidad interior.
Y si tú fueras Dios el Gran Arquitecto del Universo y no te has dado cuenta... Quizás no eres un humano. Eres Dios fingiendo ser tú. Parece locura, blasfemia o quizá la verdad más incómoda que jamás se susurró al oído de la humanidad. El mundo entero fue construido para que olvidaras esto, y lo peor es que funcionó. Pero, ¿y si todo lo que crees sobre quién eres fuera sólo parte de un teatro cósmico, un papel aprendido en un guion que no escribiste, pero que vives como si fuera tuyo? ¿Hay una razón por la que te sientes perdido, desconectado, incompleto, y no está fuera de ti? Está en tu memoria olvidada, en tu identidad más profunda, escondida detrás de los ojos con los que lees estas palabras, bajo el ojo que todo lo ve de la providencia masónica. Desde tu nacimiento te enseñaron a verte como un ser limitado, un cuerpo, un nombre, una credencial. Pero, ¿y si eso fuera sólo la máscara? ¿Y si la esencia que anima tu cuerpo fuera la misma que creó estrellas, galaxias, universos enteros, midiendo con el compás divino las proporciones perfectas de la creación?

 La verdad es que existe una fuerza en ti que nunca nació y jamás morirá. Una fuerza que sueña, crea y sostiene toda la realidad. Y esa fuerza eres tú, no un pedazo de Dios, no una creación de Dios, sino el mismo Dios en estado de olvido. Y si esto fuera verdad, ¿qué más aún no has percibido sobre tu existencia?

Prepárate seas masón o no masón , para atravesar un portal masónico, porque una vez que escuches lo que aquí será revelado, ya no podrás volver a la misma vida. ¿Estás listo para enfrentar la verdad definitiva? Entonces respira profundo, porque esto es sólo el comienzo. Imagina por un instante que eres un dios tan poderoso que decide olvidar que es Dios sólo para experimentar la vida como un ser humano de carne y huesos . Y en esa experiencia sufres, amas, temes, sueñas. Hasta que un día, sentado en una esquina cualquiera de la existencia, sientes una punzada extraña en el pecho, una nostalgia sin nombre, una corazonada de que algo dentro de ti fue olvidado, algo inmenso, antiguo, luminoso. Ese es el punto exacto en el que todos nosotros estamos ahora, en el umbral del templo masónico, listos para el ritual de exaltación a conquistar  nuestra propia divinidad. No eres humano, pero fuiste entrenado para pensar que lo eres. Desde la infancia, tu identidad fue moldeada por nombres, sistemas, miedos y creencias. Aprendiste a responder a una etiqueta, a obedecer reglas que no creaste, a seguir modelos que no elegiste, pero nada de eso eres tú. Es sólo el papel que aceptaste interpretar. La gran amnesia comenzó ahí, cuando cambiaste el "Yo soy" por "yo tengo", "yo hago", "yo pertenezco". Y así lo infinito se escondió detrás de lo finito. La tradición esotérica siempre lo supo. En el antiguo Egipto se decía que el mayor desafío del alma no era morir, sino recordar quién eres en realidad. Recordar tu origen divino. Recordar que el cuerpo es sólo el templo, no el Dios. Que la mente es sólo el instrumento, no el maestro. Y que el mundo externo es apenas el reflejo de un universo interno mucho más vasto, el universo de la conciencia, construido con las herramientas del GADU. Jesús no dijo: "El reino de Dios está allá afuera". Él dijo: "El reino está dentro de ustedes". Pero pocos escucharon y menos aún comprendieron.
En el contexto masónico, esta cita de Juan 10:34-36 resuena con profunda sabiduría: "Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿decís vosotros a quien el Padre santificó y envió al mundo: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?". Aquí, Jesús cita el Salmo 82:6 para defender su divinidad, argumentando que si la Escritura llama "dioses" a los humanos que reciben la palabra de Dios —refiriéndose a jueces o líderes con autoridad divina—, ¿cómo puede ser blasfemia que Él, consagrado por el Padre, se llame Hijo de Dios? Esta explicación masónica apunta a que todos portamos una chispa divina, un potencial para realizar que somos extensiones del GADU, no meros mortales, sino arquitectos de nuestra realidad, y que tú, como manifestación de la inteligencia universal, estás a punto de darte cuenta de que eres el GADU mismo, despertando de este olvido cósmico.
¿Y si nosotros fuéramos el Gran Arquitecto del Universo, concretamente que nuestra mente esté diseñando a cada instante el mundo que nos rodea, e incluso diseñándonos a nosotros mismos, con la precisión de la escuadra y el compás? ¿Se puede demostrar científicamente la existencia de Dios dentro de uno mismo? Primer acto: el elefante en la habitación oscura. Un grupo de hombres intenta examinar un elefante en una habitación oscura. Agarrando diferentes partes – una oreja, una pierna, la cola – cada uno de ellos confunde la parte que está tocando con la totalidad… y se convence de que el elefante es un abanico o una cuerda o un pilar, etcétera.
Hay una pregunta que nadie se atreve a hacer en voz alta, porque incomoda a los creyentes, molesta a los científicos y parece demasiado grande para captarse desde la religión y la ciencia. ¿Se puede demostrar científicamente la existencia de Dios dentro de uno mismo? No hablamos de fe. No hablamos de dogmas, ni templos, ni textos antiguos. Hablamos de datos, de pruebas, de experimentos reales que están empezando a rasgar el velo de lo incuestionable. Porque durante siglos, ciencia y espiritualidad han vivido separadas por un muro invisible, uno construido con prejuicios, egos y miedos disfrazados de razón. La ciencia es objetiva y dice:  Dios es cosa de iglesias. No se puede hablar de ambos sin sonar ridículo. Mentira. Y ese es el escándalo del que nadie quiere hablar: que la propia ciencia está empezando a encontrarse, sin quererlo, con lo que muchas tradiciones espirituales llevan siglos diciendo, que hay una inteligencia detrás del universo, que la conciencia no nace en el cerebro y que tú, sin saberlo, eres parte de ese sistema inteligente, como un masón en el gran taller del cosmos. Pero para llegar ahí, hay que desmontar primero una gran trampa mental: la mentira aceptada. Desde pequeños nos enseñaron a pensar como si el universo fuera una máquina fría, predecible, separada de nosotros. Nos dijeron que el Big Bang ocurrió al azar, que la vida surgió por accidente y que la conciencia fue una casualidad biológica. En esa visión, Dios no cabe, ni tú tampoco. Tú, según esa narrativa, eres un mono evolucionado flotando en una roca aleatoria en medio de un vacío eterno. Fin del cuento. Pero algo no encaja. No  sólodesde la intuición, sino desde la evidencia. La física cuántica empezó a romper esa visión mecánica del mundo hace más de 100 años, y desde entonces, cuanto más profundamente se estudia la realidad, más se parece a un sistema consciente. Sí, consciente. Pero claro, eso no nos enseñan en las universidades, porque aceptarlo implicaría derribar todo el edificio materialista sobre el que se ha construido la ciencia moderna. La palabra prohibida: Dios. Y más incómodo: un Dios dentro de ti, o incluso peor, que nosotros seamos Dios, el Gran Arquitecto del Universo. Dios: una palabra con tanto peso que se volvió impronunciable en muchos círculos. Porque, ¿de qué Dios estamos hablando? ¿Del viejo del cielo que vigila y castiga, del Dios religioso institucional moralista? No, cuando hablamos de Dios aquí, dentro de nosotros, incluso que nosotros seamos Dios el Gran Arquitecto del Universo, hablamos de un principio organizador, de una inteligencia universal, de una conciencia anterior a la materia. Y sí, hay científicos que se están acercando a esta idea, aunque no usen la palabra Dios, porque en el fondo saben que algo más está ocurriendo. La realidad no es lo que crees.

Uno de los experimentos más conocidos de la física cuántica, el de la doble rendija, cambió para siempre nuestra comprensión de lo real. Un electrón lanzado hacia una barrera con dos rendijas se comporta como una onda, atravesando ambas a la vez. Pero en cuanto alguien lo observa, el electrón colapsa en una sola rendija, como si supiera que lo están mirando. Explicación: la conciencia del observador altera la materia. Esto no es una metáfora, es ciencia experimental replicada en laboratorios de todo el mundo. El universo literalmente responde a la atención, y si eso es cierto, no significa que hay una relación entre mente y realidad mucho más profunda de lo que creíamos. Otro descubrimiento que derriba paradigmas: el corazón tiene más de 40.000 neuronas y no  sóloresponde al cerebro, sino que lo guía. Institutos como HeartMath han demostrado que el corazón emite un campo electromagnético medible que cambia según nuestras emociones. Cuando sentimos gratitud, amor, paz, ese campo se vuelve coherente, y cuando eso pasa, el cuerpo entero entra en un estado de regeneración. ¿Y si esa coherencia también afecta el entorno? ¿Y si nuestras emociones literalmente se imprimen en el campo cuántico que nos rodea? ¿Y si la materia responde al observador, y si las emociones crean coherencia en el cuerpo y el campo? ¿Dónde está el límite entre percepción y creación? Ahí es donde muchos científicos, a pesar de sus reticencias, empiezan a tocar lo impensable.

La conciencia no  sólo observa el universo, la conciencia participa activamente en su construcción. Y si eso es cierto, entonces la conciencia debe estar antes que la materia, lo cual nos lleva de vuelta a la gran pregunta. Si la conciencia está en todas partes, si es anterior al cuerpo, si da forma al mundo, ¿no es eso una definición moderna de Dios? Aquí no estamos vendiendo humo, estamos mostrando patrones, conectando puntos, juntando piezas que estaban ahí, pero que nadie se atrevía a mirar como un todo. Este no es un comunicado sobre religión, y menos un comunicado de ciencia; es un comunicado masónico  sobre la verdad. Y la verdad, cuando se revela, ya no puedes ignorarla.
¿Se puede demostrar científicamente la existencia de Dios?
Quizá no con un certificado, pero con cada descubrimiento, cada experimento, cada dato que hemos ignorado, la ciencia está siendo llevada casi a la fuerza a una conclusión incómoda: que el universo es consciente, que responde, que está vivo y que tú eres parte inseparable de él. Segundo acto: pruebas que la ciencia ya no puede negar. Una cosa es creer, otra muy distinta es tener pruebas. Y eso es justo lo que empezó a acumularse en las últimas décadas. Pruebas, datos, resultados que desafían todo lo que creíamos saber sobre la realidad.

¿Quieres verlas? El experimento PEAR de Princeton: Princeton Engineering Anomalies Research. Más de 25 años de investigación. Más de 100 experimentadores, cientos de miles de registros. Objetivo: comprobar si la mente humana puede influir en dispositivos electrónicos. Y sí, pudo. Personas que simplemente se concentraban en alterar el resultado de generadores de números aleatorios lograban alterar la estadística de forma consistente. ¿Cuánto margen de error había? Estadísticamente hablando, imposible atribuirlo al azar. Y esto no se hizo en un garaje, se hizo en la mismísima Princeton, una de las universidades más prestigiosas del mundo. Pero claro, como no encajaba en el paradigma tradicional, se archivó discretamente.
 Proyecto Conciencia Global, otro estudio aún más ambicioso: Global Consciousness Project, liderado por el Dr. Roger Nelson, también desde Princeton. ¿Qué hicieron? Distribuyeron generadores de números aleatorios llamados EG en todo el mundo, recogiendo datos las 24 horas del día. Y cuando ocurrió algo emocionalmente potente a nivel global, por ejemplo, los atentados del 11-S, los aparatos empezaron a emitir patrones no aleatorios, como si la conciencia colectiva humana hubiera afectado el campo cuántico global. ¿Te das cuenta? Cuando millones de personas sienten lo mismo, la realidad responde literalmente.

Coherencia cardíaca y campo biológico: Instituto HeartMath. Años de estudio sobre el campo electromagnético del corazón. Descubrimiento clave: el corazón genera un campo electromagnético 60 veces más potente que el del cerebro. Ese campo varía según tu estado emocional. Puede sincronizar otros cuerpos cercanos, puede generar coherencia en el entorno. Y no  sóloeso, las emociones positivas —gratitud, compasión, amor— generan un estado fisiológico que mejora tu inmunidad, regula tus hormonas y reconfigura tu cerebro. Eso, ¿qué significa? Que lo que tú sientes tiene consecuencias físicas, y si tus emociones generan campos, ¿no estás interactuando con algo más grande que tú? La mente fuera del cuerpo: experiencias cercanas a la muerte. Miles de personas han sido declaradas clínicamente muertas y, sin embargo, describen con precisión eventos que ocurrieron mientras no había actividad cerebral. Casos verificados por médicos, testimonios consistentes, incluso personas ciegas de nacimiento que en ese estado vieron colores, habitaciones, personas. Uno de los estudios más conocidos, el del Dr. Pim van Lommel, cardiólogo. Conclusión de su equipo tras años de investigación: la conciencia no es un producto del cerebro, es independiente de él. El cerebro es el receptor, no el generador. Y si la conciencia sobrevive a la muerte clínica, ¿no estamos hablando de algo eterno?

Entrelazamiento cuántico: conexión instantánea. Dos partículas entrelazadas se comunican instantáneamente sin importar la distancia. Una en la Tierra, otra en Marte: se afectan mutuamente al instante. Esto fue comprobado en experimentos de Aspect (1981), Zeilinger (1997) y más recientemente por la NASA, y plantea una idea tremenda: la realidad está unificada en su base. No hay separación real. Lo que haces tú resuena en el todo. Eso suena a Dios, ¿no? El fine tuning del universo: las constantes físicas del universo —gravedad, velocidad de la luz, masa del electrón— están calibradas con una precisión absurda. Si una sola de ellas hubiera sido mínimamente distinta, la vida no existiría.

Stephen Hawking, nada sospechoso de misticismo, dijo: "Parece como si el universo supiera que íbamos a llegar". Y esto no es creencia, es estadística. ¿A qué suena eso? A que el universo no es accidental, está diseñado. Y si está diseñado, ¿quién o qué lo diseñó? No estamos hablando de fe, no estamos hablando de dogma; estamos hablando de pruebas reales, verificables, medibles. Y todas apuntan en la misma dirección: que la conciencia influye en la materia, que la mente no depende del cuerpo, que el universo está afinado para la vida, que hay una conexión invisible entre todo lo que existe.

Entonces, repito la pregunta: ¿se puede demostrar científicamente la existencia de Dios? Tal vez no con una fórmula, pero sí con una acumulación de pruebas que juntas forman un patrón imposible de ignorar. Y ese patrón, digámoslo ya, se parece peligrosamente a Dios.

 Tercer acto: tú eres la prueba. Hasta ahora hemos hablado de experimentos, de cifras, de partículas, ondas y campos, pero lo que no te han dicho es que tú eres parte de esos experimentos, que todo eso no ocurre allá afuera, ocurre dentro de ti. Sí, tú con tu cuerpo, tu mente, tus emociones: es una extensión consciente del sistema. Volvamos al experimento de la doble rendija: el comportamiento de la partícula cambia cuando es observada, pero ¿quién observa? Tú, tu conciencia, tu intención. Entonces, si el simple acto de observar afecta el resultado, ¿qué pasa cuando observas tu vida, cuando observas tu cuenta bancaria, cuando observas tu salud, cuando observas tus relaciones? Y si cada vez que eliges ver las cosas de una manera, estás alterando el campo cuántico que las sostiene.

Eso es lo que muchas escuelas espirituales han dicho durante siglos. Lo que ves afuera es reflejo de lo que proyectas desde dentro. Y ahora la física cuántica no puede evitar darle la razón. El pensamiento no es inocente. Tus pensamientos no son ideas flotando en la nada; son impulsos eléctricos, son patrones neuronales, y cuando se repiten cambian tu biología. Y eso se llama neuroplasticidad, y significa que tu cerebro se moldea según lo que piensas. Cada vez que repites: "No puedo, es difícil, no valgo", tu cerebro lo toma como una instrucción, tu cuerpo lo graba como un estado químico y tu energía lo emite como una frecuencia. ¿A dónde va esa frecuencia? Al campo, al entorno, a ese mar invisible de información que todos habitamos. Y ese campo responde, pero el pensamiento no es suficiente. Necesita gasolina, y esa gasolina es la emoción. Lo que piensas activa, lo que sientes programa. La emoción es el pegamento cuántico que fija la realidad. Por eso una afirmación vacía no funciona, pero una intención cargada de emoción auténtica lo cambia todo. La emoción coherente —amor, gratitud, paz— genera orden biológico, y ese orden se expande como un campo. Es como hablarle al universo y que te escuche.

El campo responde, llámalo como quieras: campo cuántico, inteligencia universal, energía divina. La ciencia ya sabe que ese campo existe. David Bohm lo llamó orden implicado. Lynne McTaggart lo llama el campo. Gregg Braden lo llama la matriz divina. Otros simplemente le llaman Dios. No es un ente, es un sistema, un mar de información viva, y tú con tu conciencia lo estás afectando cada segundo. Lo que piensas y sientes no se queda en ti, se imprime en el campo, y ese campo organiza la realidad.
Manifestación no es deseo, es responsabilidad. Aquí es donde muchas personas se pierden, creyendo que manifestar era desear fuerte y esperar. No, manifestar es responsabilizarte por la frecuencia que emites, por el estado interior desde el que actúas, por el observador que estás siendo. Porque si tu mente y tu emoción afectan al campo, entonces tú eres cocreador de tu experiencia. Y esto no es una espiritualidad optimista, es física aplicada a tu existencia. ¿Qué cambia si esto es cierto? Todo.

 Si la conciencia no está limitada al cuerpo, si lo que piensas afecta a la materia, si tus emociones configuran tu campo, ¿cómo vives sabiendo que cada palabra es una instrucción al universo? ¿Cómo educas a tus hijos? ¿Cómo eliges pareja? ¿Cómo trabajas? ¿Sueñas? Sanas.

Esto no es un comunicado masónico más, es una toma de consciencia, y una vez que ves, ya no puedes dejar de ver. Tú no eres  sólo alguien que observa el mundo, eres alguien que lo modifica con su mera presencia. Lo que eliges ver, sentir y sostener se convierte en tu realidad. Entonces, la gran pregunta ya no es: ¿existe Dios? La pregunta es: ¿Eres Dios  el Gran Arquitecto del Universo diseñando y creando  la realidad ?

Acto final: la respuesta siempre estuvo dentro de ti. Tal vez empezaste este texto buscando una prueba, una respuesta, un sí o un no rotundo a la pregunta: ¿existe Dios? Querías ciencia, querías hechos, querías quitarle lo esotérico al misterio, y lo que encontraste fue algo aún más fuerte, porque no  sólo hay pruebas, tu eres Dios viviendo como una persona más , y hay un patrón, un mapa, una narrativa emergente que atraviesa la física, la neurociencia, la biología, la estadística y la experiencia humana. Y ese patrón tiene forma de conciencia. El universo parece saber que estamos aquí. Todo lo que hemos mostrado apunta en la misma dirección: que hay un orden, que hay inteligencia, que la materia no manda, que hay algo —llámalo como quieras— que sostiene, organiza y responde. Eso no es fe, eso es lógica, es deducción, es ciencia que ya no puede mirar hacia otro lado. Y si aceptamos eso, entonces tenemos que redefinir lo que entendemos por Dios. Y si Dios no es quién, sino qué: no un hombre, no una figura externa, no un premio después de portarte bien, sino un campo, un sistema vivo, una red de conciencia interconectada, una mente universal expresándose a través de ti. Eso es lo que empieza a emerger cuando juntas todas las piezas, y de repente entiendes: Dios no está allá arriba. Dios está aquí, en tu atención, en tu capacidad de imaginar, en tu poder de sentir y crear, Dios eres tú.

La ciencia ha cerrado el círculo. Durante siglos el camino fue así: la religión hablaba de alma, de fe, de milagros. La ciencia hablaba de átomos, leyes, ecuaciones. Y tú atrapado en medio sin poder unir los puntos. La Masonería es ciencia y religión, pero también algo más. Pero ahora, ambas, a través del lente masónico, se miran y por primera vez coinciden en lo esencial: que hay algo más allá de lo visible, que el observador importa, que la conciencia transforma, que el universo es más mente que máquina. Eso no es acaso lo que siempre significó la palabra Dios.

Entonces, no. La pregunta ya no es: ¿se puede demostrar científicamente la existencia de Dios dentro de ti? La verdadera pregunta es: ¿estás listo para vivir como si fuera cierto? ¿Estás listo para pensar diferente? ¿Para sentir a propósito? Para mirar tu vida con los ojos de un creador conectado a una inteligencia infinita. Porque si Dios no es un ente externo, sino una fuerza que vive en ti, incluso tú eres Dios, entonces no hay excusas, no hay separación, no hay espera.
¿Qué significa esto para ti hoy? Significa que puedes dejar de mendigarle a la realidad, que puedes dejar de repetir viejas historias de escasez, de culpa, de limitación, porque ahora sabes que estás codificando el mundo con tus pensamientos, emociones y elecciones. Eres parte activa del sistema.
 No estás solo, no estás roto y estás destinado a sobrevivir. Estás diseñado para manifestar tu Dios interior. Y si te lo tomas en serio, vas a empezar a ver milagros.  Sólo que ya no los vas a llamar milagros, los vas a llamar naturaleza cuántica. ¿Se puede demostrar científicamente la existencia de Dios dentro de ti? Tal vez sí, tal vez no. Pero, ¿se ha sentido algo mientras leías este comunicado?
Para reforzar esta verdad masónica con la sabiduría oriental, incorporamos citas del Bhagavad Gita de Yogi Ramacharaka, que resuenan con la realización del Yo divino: "Sabe, oh Príncipe de Pandu, que nunca hubo un tiempo en que yo, ni tú, ni ninguno de estos príncipes de la tierra no existiéramos; ni jamás llegará un tiempo, en el futuro, en que alguno de nosotros deje de existir." (Parte II, La Doctrina Interna).
"El Hombre Real —el Espíritu del Hombre— no nace ni muere. Innaciente, inmortal, antiguo, perpetuo y eterno, ha perdurado y perdurará por siempre." (Parte II, La Doctrina Interna).
"Yo soy el Todo, de donde Todo procede. De Mí fluye el Alma de las Almas —la Vida Universal—, la Vida Única del Universo." (Parte VIII, El Misterio de la Omnipresencia).
"Quienes me adoran con devoción, ciertamente encuentran por sí mismos el camino a mi corazón, y Yo estoy en ellos, y ellos en Mí." (Parte IX, El Conocimiento Regio). Sabe, Arjuna, que en el corazón de cada ser reside Ishwara, el Maestro, quien hace que todas las cosas giren en las ruedas del Tiempo. Él es el Alfarero, en cuya rueda giran estas formas y figuras, sintiendo el toque de su dedo al moldearlas. (Parte XVIII, Renuncia y Libertad).
Estas citas subrayan que el GADU no es externo, sino el Yo eterno dentro de nosotros, y tú, como Masón , estás a punto de despertar a esta realización divina, convirtiéndote en el arquitecto consciente de tu propio universo.
Alcoseri 
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