La historia del Ratón Cristiano y el Ratón Masón

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Alcoseri Vicente

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Nov 29, 2025, 8:03:26 PM (yesterday) Nov 29
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La historia del Ratón Cristiano y el Ratón Masón

En el país de los eternamente inconformes vivían dos ratones: uno había hecho su madriguera en el corazón de un antiguo Templo Masónico, entre columnas jónicas y suelos de mosaico blanco y negro; el otro habitaba una catedral gótica cristiana, acurrucado bajo los bancos donde aún resonaba el eco de los cantos gregorianos.
Ambos eran curiosos y, en la quietud de la noche, consultaban sus pequeños teléfonos celulares para investigar en la Red , y para imaginar cómo sería el mundo más allá de sus muros. Una misma idea, casi al unísono, les iluminó sus diminutas mentes:
—Seguro que en un templo cristiano se vive mejor —pensó el Ratón Pérez, masón por residencia.
—Seguro que en una logia masónica hay más luz y más queso —pensó el Ratón Rodríguez, cristiano por domicilio.
Sin más demora, cada uno emprendió el viaje hacia el templo del otro.
A mitad del camino, en ese punto exacto donde las fronteras simbólicas se disuelven y ni el compás masónico ni la cruz latina logran imponerse, los dos ratones chocaron de frente.
—¿Adónde vas? —preguntó Pérez el Masón, olfateando con desconfianza.
—Al Templo Masónico. ¿Y tú?
—Al  templo cristiano —le respondió el ratón masón, limpiándose los bigotes.
—¿Y de dónde vienes tú?
—De un Templo Masónico.
—Y yo de un Templo Cristiano.
Se sentaron sobre una piedra, se miraron un rato y, con esa prudencia instintiva de los roedores, evitaron hablar del motivo profundo de su huida. Prefirieron comentar el clima, la calidad del grano en los altares y la cantidad de migajas caídas durante las ceremonias.
De pronto, una rana verde y algo loca saltó desde un charco y, tras escuchar su historia, soltó una carcajada que resonó como campana rota:
—¡Idiotas! ¡Los dos templos son idénticos para vosotros! Regresad por donde vinisteis antes de que os pille el gato sacristán.
Los ratones se miraron ofendidos y siguieron su camino sin hacerle caso.
Minutos después apareció un búho de lentes redondas y aire doctoral posado en la rama de un tejo. Escuchó con atención, movió la cabeza y sentenció con voz grave:
—Exactamente lo mismo que ha dicho la rana, aunque con menos gracia y más silogismos: volved atrás. Lo que buscáis no está en el cambio de edificio, sino en el cambio de mirada.
Los ratones, hartos de sermones anfibios y aviarios, se despidieron cortésmente y continuaron cada uno hacia su destino soñado.
Una semana después, el Ratón Pérez, ya instalado bajo el altar mayor de la catedral, y el Ratón Rodríguez, correteando entre los malletes y las espadas flamígeras de la logia, llegaron a la misma y desoladora conclusión: todo era igual. Los mismos bancos duros, las mismas velas que gotean cera, las mismas migajas benditas o profanas según el día, los mismos humanos vestidos de blanco o de negro diciendo palabras que ellos nunca entenderían.
Para un ratón, una catedral y una logia son simplemente techos altos con comida ocasional. Para una mosca, da igual posarse en la Biblia abierta sobre el altar que en el Libro de la Ley Masónica: ambas son superficies donde limpiarse las patitas mientras espera la próxima migaja. Para una rana, cualquier charco junto a la puerta sirve de espejo iniciático.
Y así comprendieron, demasiado tarde, que habían corrido en círculos. El templo no transforma al ratón; sólo el ratón que deja de ser ratón puede ser transformado por el templo.
Moraleja cruel pero necesaria:
Antes de cambiar de logia o de iglesia, deja de ser un simple ratón.
Porque con ideas vagas —sean masónicas o cristianas— no hay iniciación posible, sólo turismo roedor.
Este cuento se basa, en un hermano masón , que luego de haber sido masón por décadas , y ser grado 33 , me contó que ahora era un pastor de una iglesia evangélica, yo que lo conocí por, años teniendo entre ambos una bella fraternal amistad , no notaba ninguna diferencia entre él  que lo conocí de profano , luego como masón , y  ahora él como Pastor cristiano evangélico, digo que lo conocí de cuando éramos profanos , porque de hecho éramos amigos desde niños .  
Análisis masónico profundo
Este cuento aparentemente infantil es, en realidad, una parábola iniciática de primer orden que reproduce con exactitud quirúrgica la diferencia entre profano, aprendiz y maestro en la Tradición Masónica.
El ratón como símbolo del profano inconsciente
El ratón vive en el Templo, pero no pertenece al Templo. Come las migajas de la Mesa de los Banquetes de los Ágapes Masónicos , pero nunca participa del Banquete. Duerme sobre el Ara Sagrada  de los Juramentos, pero nunca ha prestado ninguno. Es la perfecta imagen del “Profano con Banda y Mandil deambulando en Logias” que asiste a tenidas sin haber hecho nunca el trabajo interior,  pero siempre dispuesto a comer de los Ágapes como cualquier roedor.
Carl Gustav Jung lo diría así:
«Muchos viven dentro del símbolo, pero el símbolo no vive dentro de ellos». (C.G. Jung, Psicología y Alquimia, § 57)
El viaje como falsa iniciación
El cambio de templo representa la ilusión profana más común: creer que la transformación depende del lugar, del rito externo, del cambio de vestimenta o de obediencia. Es el eterno error del “turismo masónico” o del “catolicismo de conversión rápida”.
Lacan lo expresaría con su habitual crudeza:
«El sujeto supone que cambiando de lugar en el significante cambiará también de lugar en el goce. Error trágico: el goce siempre está en otra parte, y precisamente por eso nunca está donde uno cree». (Jacques Lacan, Seminario XX: Aún)
La rana loca y el búho sabio: las dos caras de la revelación
La rana representa la intuición dionisíaca, instintiva, casi ctónica: sabe la verdad sin razonarla. El búho es el conocimiento apolíneo, lógico, estructurado. Ambos dicen lo mismo. La Verdad iniciática puede llegar por la carcajada salvaje o por el silogismo perfecto; al profano le da igual: no quiere escucharla.
La indiferencia del animal no-iniciado
El punto culminante es la equiparación entre ratón, mosca y rana: seres que habitan el espacio sagrado pero no participan de su sacralidad.
Mircea Eliade lo formuló mejor que nadie:
«Para el hombre religioso, el espacio no es homogéneo; presenta rupturas, escisiones: hay porciones de espacio cualitativamente diferentes. Para el no-religioso, esa heterogeneidad ya no existe». (Lo sagrado y lo profano)
El ratón vive en el axis mundi y sólo ve queso.
La única salida: dejar de ser ratón
La Masonería no admite animales no pensantes  en sus logias porque la iniciación exige un acto de trascendencia: morir simbólicamente como profano para renacer como aprendiz.
Como escribió René Guénon:
«La iniciación implica esencialmente la transmisión de una influencia espiritual que no puede ser adquirida por medios puramente humanos, y que supone la muerte del “yo” profano». (Aperçus sur l’Initiation, cap. II)
Conclusión masónica implacable:
Un templo cristiano y un templo masónico son radicalmente distintos… para quien ha sido iniciado.
Para quien no ha sido tocado por la Luz, todos los edificios son exactamente lo mismo: un techo alto con migajas en el suelo.
Por eso el Ara de la logia lleva la inscripción que aterroriza a los ratones:
«Conócete a ti mismo».
Porque mientras no te conozcas, da igual que corras de la cruz al compás o del compás a la cruz: seguirás siendo un ratón con delantal o un ratón con rosario.
Y ningún queso simbólico te salvará de tu propia inconsciencia.
Alcoseri 
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