El Masón Grandilocuente y el Masón Simple y Conciso

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Alcoseri Vicente

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Aug 21, 2025, 4:54:04 PMAug 21
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 El Masón Grandilocuente y el Masón Simple y Conciso

 

En una Logia Masónica, enclavada en el centro de una gran ciudad, se reunían hermanos masones, y dos de ellos tenían estilos que contrastaban tanto como el día y la noche, estaba Mariano Puzo el Masón Grandilocuente y José Dormiros  el Masón sencillo pero directo.

El Grandilocuente era un masón de palabras floridas y rebuscadas. Su voz potente y clara resonaba en la Logia como un arroyo cristalino, tejiendo discursos llenos de metáforas, citas clásicas y giros poéticos. Cuando hacia el uso de la palabra en la Tribuna de la Elocuencia, los hermanos se quedaban embelesados, atrapados por la cadencia de su voz y la elegancia de sus frases. Hablaba de la grandiosa trayectoria de masones ,de  la luz masónica y los secretos del universo con tal pasión que parecía que las mismísimas columnas del templo vibraban. Sin embargo, cuando terminaba, los hermanos masones luego de los aplausos extendidos, se miraban entre sí, confundidos. "¿Qué dijo concretamente y exactamente el Q:. H:. Mariano Puzo?", se preguntaban. Sus palabras, aunque hermosas, eran como nubes: majestuosas, pero difíciles de atrapar. Nadie podía repetir con claridad sus enseñanzas, y al salir de la Logia, sus discursos se desvanecían en sus mentes como el eco en las montañas.

Por otro lado, estaba José Dormiros el Masón de pocas palabras pero conciso , un Masón de palabras simples, casi tímido. No dominaba el arte de la oratoria, y cuando le tocaba hablar desde la Tribuna de la Elocuencia , su voz era baja pero perfectamente audible , sus frases cortas y sus ideas masónicas  simples. No citaba a filósofos ni adornaba sus discursos con grandes figuras retóricas. Pero había algo en él que calaba hondo en los hermanos masones presentes. Una noche, durante una tenida, se levantó y, con voz serena, dijo: "Hermanos, la masonería no está en las palabras que decimos, sino en los actos que hacemos. Sed justos, sed humildes, sed hermanos" y dijo unas cuantas envolventes  cosas más , que no llevaron mas de 3 minutos . Luego tomó su plaza. El silencio llenó la Logia, pero no era un silencio vacío; era un silencio lleno de comprensión. Sus palabras, aunque pocas, eran como piedras talladas: sólidas, claras, eternas. Cada hermano masón de la Tenida salió esa noche con su mensaje grabado en el corazón, y años después, aún recordaban aquellas sencillas lecciones .

Con el tiempo, los masones de la Logia comenzaron a entender una verdad profunda: Mariano Puzo el  Masón Grandilocuente inspiraba con su arte, mientras arrancaba aplausos y triples baterías de jubilo, pero sus palabras se perdían en su propia grandeza. El Masón Sencillo José Dormiros en su hablar , en cambio, con su humildad y claridad, dejaba una huella imborrable, ya que le hablaba al alma y a la esencia  de los oyentes . Y así, los hermanos aprendieron que la verdadera elocuencia no está en la belleza de las palabras, sino en la fuerza de su significado y en la sinceridad del corazón que las pronuncia.

Y desde entonces, en aquella Logia, se cuenta la historia de estos dos masones como un recordatorio: en la masonería, como en la vida, lo que importa no es cuánto hablas, sino cuánto logras que te escuchen y sobre todo que te entiendan  e invites a los masones oyentes a la acción masónica.

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