¿Conocéis
el misterioso yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe? ¿Sabíais que posiblemente sea el santuario humano más antiguo que se
conoce y que hay quienes lo vinculan con el Jardín del Edén bíblico? Hace 11.600 años, siete milenios antes de que
los egipcios construyeran la Gran
Pirámide de Guiza, el ser humano comenzó a construir el asombroso conjunto arquitectónico de Göbekli Tepe, en el sur de la actual
Turquía. Resulta fascinante porque
hablamos de la prehistoria, del
Neolítico precerámico, cuando la inmensa mayoría de la humanidad se agrupaba todavía en bandas de cazadores-recolectores que
llevaban un estilo de vida nómada. Y
para erigir semejante conjunto de estructuras –con piedras de
hasta 16 toneladas que fueron
transportadas desde centenares de metros de distancia en una
época en la que aún no existían ni la
rueda ni la domesticación de animales de carga–, debió
de ser preciso congregar a una enorme
cantidad de personas para trabajar de manera
coordinada, durante siglos y guiadas por
una meta común. No tenían metales, ni siquiera cerámica. Tan
solo poseían herramientas de piedra para
tallar y poner en pie los grandes pilares de piedra
caliza con forma de T, de hasta 5 metros
de altura, que agruparon en edificios circulares u
ovalados de entre 10 y 30 metros de
diámetro. Los estudios geofísicos realizados en la colina indican
que, bajo tierra, alrededor del
yacimiento principal, se esconden muchos más megalitos de los que se han desenterrado hasta ahora, lo
que apunta a la existencia de otros
complejos monumentales aún por descubrir. Los
arqueólogos estiman que solo han excavado
alrededor de un 10% de todo el yacimiento. Según las prospecciones geomagnéticas, en
Göbeki Tepe hay al menos dos decenas de
estructuras de planta circular u ovalada, de las que se han desenterrado solo un puñado. Este
tipo de estructuras son las más antiguas y las
más importantes, por su tamaño, por la
riqueza de sus decoraciones y por su carácter
ritual, pero hay varios niveles
estratigráficos, con otras construcciones de planta
rectangular ubicadas alrededor de la
parte central del sitio que fueron construidas muchos siglos
después de las estructuras redondas y
ovaladas. Las construcciones rectangulares tal vez tuvieran
un uso doméstico en lugar de ceremonial,
dado que, a pesar de que presentan una iconografía muy rica en significado simbólico, en ellas se han hallado restos de
herramientas para la caza y para la
molienda de cereales, y podrían haber servido como alojamiento. En
cualquier caso, la construcción de aquel
gran complejo debió de requerir el esfuerzo conjunto
de, por lo menos, cientos de personas
desde su primera fase. Sin embargo, en la zona más
antigua no se ha hallado ni el menor rastro
de construcciones destinadas al alojamiento de quienes
erigieron las primeras estructuras, las
más monumentales, como si de un remoto lugar de peregrinaje
se tratara. Tampoco hay señal de
actividad agrícola, y la corriente de agua más próxima
estaba situada a cinco kilómetros de allí.
Entonces... ¿de qué vivía esa multitud de humanos prehistóricos
que construyeron inicialmente aquel
enigmático lugar? Más adelante hablaremos de ello. Göbekli Tepe es el nombre que las gentes de
la zona dieron a la cresta redondeada
donde se han hallado los restos arqueológicos, y se
podría traducir del turco como “monte
panzudo” o “monte barrigón”. Está situado a 14 km de la ciudad
de Sanliurfa, que algunos expertos
identifican con la ciudad bíblica conocida como Ur Kasdim o
Ur de los Caldeos, supuesta cuna del
profeta Abraham. Como en aquella región existieron en la
antigüedad diversas poblaciones llamadas
Ur, repartidas tanto por el sur de Turquía como por el actual Irak
y el norte de Siria, persiste un intenso
debate entre los estudiosos de los textos religiosos
acerca de cuál de ellas era la
mencionada en el Antiguo Testamento, así como si realmente Abraham
era originario de allí. En cualquier
caso, este punto es interesante porque, si el de Göbekli Tepe
es el conjunto arquitectónico monumental
más antiguo construido por el hombre del que tenemos
noticia y todo apunta a que poseía una
función de tipo espiritual, resulta llamativa la posibilidad
de que se encuentre a pocos kilómetros
del lugar de origen de Abraham, cuya historia, como ya
sabéis, se narra en los textos sagrados
del judaísmo, el cristianismo y el islam y juega un papel importante como ejemplo de fe
en todas ellas. Por algo se las denomina
también religiones abrahámicas. Hasta
hace cuatro décadas, Sanliurfa se llamaba
simplemente Urfa, pero en 1984 el gobierno turco decidió
cambiarle el nombre añadiéndole delante el
término 'sanli', que significa 'grande, glorioso', como
reconocimiento por la resistencia de la
ciudad durante la Guerra de Independencia Turca. Por
eso, en función de la fecha de los libros
o documentos que consultéis sobre este tema, tal
vez os encontréis con que hablan de Urfa o de
Sanliurfa, pero se trata de la misma localidad. En 1965, en el marco de una
investigación llevada a cabo de manera
conjunta por la Universidad de Estambul y la Universidad de Chicago para realizar un inventario
de potenciales yacimientos neolíticos, un
equipo de arqueólogos estadounidenses
descubrió en las colinas de Göbekli Tepe miles de
pedernales rotos, una clara señal de que
allí había habido actividad humana durante el Neolítico
precerámico. Sin embargo, como los
estudios de los arqueólogos se limitaron a la superficie, no descubrieron
la arquitectura monumental que se
escondía bajo sus pies. Lo que sí encontraron fueron
algunos fragmentos de piedra caliza
dispersos que confundieron con lápidas de tumbas de
algún puesto fronterizo de la época
bizantina. En su informe para el
inventario de yacimientos, los
estadounidenses tan solo indicaron que en Göbekli Tepe había un montículo natural
y pequeños cementerios. Aquella escueta
descripción desmotivó que se llevaran a cabo
excavaciones arqueológicas en el lugar;
no solo por su escaso interés aparente, sino también porque la
ley islámica prohíbe la destrucción de
cementerios. De ese modo, Göbekli Tepe
pasó tres décadas completamente
desapercibido. Hasta que en 1994, el arqueólogo alemán Klaus Schmidt, que
estaba visitando los alrededores de
Sanliurfa mientras preparaba su tesis de habilitación
universitaria, leyó la breve descripción
que los arqueólogos estadounidenses habían aportado al
inventario de yacimientos y decidió ir
en persona a examinar el lugar. Él y su equipo
comprendieron enseguida que aquel
montículo no era natural, sino que parecía moldeado por humanos. Encontraron una gran piedra rectangular que
los estadounidenses bien podían haber
tomado por una lápida, pero que a Schmidt le recordó
mucho a la parte superior de los pilares
hallados en un yacimiento neolítico de la región. Estaba
claro que allí había algo interesante.
De modo que al año siguiente, en 1995, Schmidt, en
colaboración con el Instituto Arqueológico
Alemán y el Museo Arqueológico de Sanliurfa, inició
las excavaciones. Lo que allí
descubrieron sigue asombrando al mundo.
El conjunto arquitectónico monumental de Göbekli Tepe se construyó a mediados del décimo
milenio antes de Cristo y dejó de utilizarse tras
el primer cuarto del octavo milenio
antes de Cristo, es decir, casi dos mil años más tarde.
Los arqueólogos que trabajan en el sitio
opinan que, cuando Göbekli Tepe fue abandonado, los lugareños sepultaron los monumentos de manera
deliberada bajo montañas de tierra,
trozos de piedra caliza y pedernales,
y que fue precisamente ese
relleno el que dio forma a la colina que
contribuyó a la conservación de las ruinas. ¿Por qué lo abandonaron? Sigue siendo un enigma; uno
más en la larga lista de todos los que
nos presenta ese lugar. El primero lo
plantean las propias estructuras
circulares y ovaladas, que cuentan con
un diseño común. Todas están construidas
con pilares de piedra caliza en forma de T mayúscula que se yerguen a
poca distancia unos de otros,
interconectados por unos muros bajos. Es posible que sostuvieran
un techo sobre ellos. En el centro de
cada círculo, otros dos pilares, más altos que los demás,
se hincan en unas ranuras poco profundas
practicadas en el suelo. Los grabados de los pilares hacen pensar que representan figuras
humanas estilizadas. De hecho, en algunos de
ellos encontramos brazos esculpidos que
parten desde los hombros hacia el vientre, cubierto con un taparrabos. Schmidt opinaba que evocaban
una reunión o una danza, con todas
aquellas figuras mirando hacia el centro. Un aspecto curioso es que, cada cierto
tiempo, décadas posiblemente, todos los
pilares que conformaban uno de aquellos círculos
eran enterrados y se erigía un nuevo
círculo de pilares, más pequeño, dentro del anterior.
Más adelante, toda la estructura era
rellenada con escombros y se construía un nuevo
círculo sobre ella o en las
proximidades. ¿Cuántas veces repitieron ese proceso a lo largo de
los siglos y por qué lo hacían? No se
sabe. Lo que sí han podido comprobar los arqueólogos es que los primeros círculos
construidos, los más antiguos, no solo eran los más grandes, sino también los más
elaborados, tanto en su construcción como en su
decoración. Cuanto más pequeños y
modernos eran los círculos, más sencillos eran los pilares y peor anclados estaban al suelo. Otra de las características más llamativas de Göbekli Tepe son la multitud de figuras de animales que
pueblan las construcciones: jabalíes,
escorpiones, leones, buitres, zorros, serpientes... Entre ellos predominan los depredadores, a
menudo en postura amenazante y con sus garras
y colmillos muy resaltados. Como las especies representadas
no coinciden con los restos de animales
consumidos por el hombre en aquella zona,
los investigadores creen que
aquella fauna artística no obedece a
rituales relacionados con la caza, sino a motivos mitológicos. Su aspecto fiero y agresivo podría significar
que están defendiendo a los hombres
representados por los pilares antropomorfos, pero,
en general los arqueólogos opinan que su
mensaje simbólico es más complejo. Muchas
de las piezas desenterradas, como estas que
os estamos mostrando ahora, se exponen en el Museo de
Sanliurfa. Allí también se puede pasear por una
réplica de la estructura nominada con la letra D, el
edificio monumental mejor conservado que
se ha excavado hasta el momento, así como contemplar un tótem de 1,92 metros
de altura hallado en Göbeki Tepe.
Representa tres figuras. La superior es la de un
depredador –quizá un oso o un gran
felino– con cuello y brazos que se asemejan a los de un humano.
En medio se aprecia un personaje con
brazos humanos cuya cabeza ha desaparecido. Y, por
último, en la parte inferior, se
encuentra un hombre de menor tamaño cuyo rostro sí se conserva.
A cada lado del tótem hay serpientes
talladas. Antes hemos planteado el
misterio de cómo pudieron alimentarse la
multitud de personas que construyeron
semejante complejo arquitectónico,
siendo que no se han hallado restos de alojamientos, ni
cultivos y que la fuente de agua más
próxima estaba a cinco kilómetros. La respuesta
posiblemente sean los miles de huesos de
gacelas y uros que se han hallado en el lugar, los
cuales apuntan a que los constructores
se alimentaban de las remesas de carne que les enviaban
grupos de cazadores que actuaban por un
extenso territorio. En una entrevista
publicada por la revista 'National
Geographic', Schmidt opinaba que
quienes construyeron todo aquello eran
forrajeadores, es decir, personas que recogían plantas y cazaban animales salvajes continuamente,
sin almacenar recursos. “Nuestra imagen
de los pueblos forrajeadores –explicaba el
arqueólogo y prehistoriador–
siempre ha sido de grupos pequeños y
móviles, formados por algunas decenas de individuos. Creíamos que no
podían construir grandes estructuras
permanentes, porque tenían que desplazarse constantemente en pos
de sus recursos. Pensábamos que no
podían mantener castas separadas de sacerdotes y artesanos,
porque no les era posible transportar
los suministros adicionales necesarios para unos y otros.
Pero aquí tenemos Göbekli Tepe, donde sí
lo hicieron”. En otras palabras: frente
a la hipótesis de que los pueblos
nómadas comenzaron a construir templos después de haber aprendido a
cultivar y haberse agrupado en
comunidades asentadas, Schmidt planteó la posibilidad de que fuera al contrario: que los cazadores-recolectores de aquella
zona construyeran primero sitios megalíticos
como Göbekli Tepe y sentaran así la base para
el desarrollo posterior de una sociedad
compleja. Según Schmidt, la multitud de
restos óseos de animales cazados no solo
respondía a la necesidad de alimentar a los constructores, sino
también a la de presentar ofrendas y
tributos a una posible clase sacerdotal, así como a la celebración
de grandes festines. Otro indicio de
esto último lo aportan los restos de cereales y útiles
de molienda hallados en algunas de las
construcciones de planta rectangular, ya que podrían
haberse empleado, además de para
elaborar harinas, para dejar fermentar la escanda silvestre y
la cebada a fin de elaborar una bebida
alcohólica. Con el tiempo –opinaba Schmidt–,
conseguir alimento suficiente para los
artesanos, los sacerdotes y todos los peregrinos que
allí acudían pudo ser lo que condujo al
cultivo intensivo de cereales silvestres y, este, a
la creación de las primeras variedades
domésticas, lo que dio pie a la agricultura. Hay que recordar que las variedades silvestres
de cereales como la cebada o el trigo –la de
este último se llama escanda– liberan el
grano de la espiga para dispersar las semillas en
cuanto madura, lo que dificulta mucho su
recolección, ya que, si esperas a que los granos
alcancen el punto óptimo de maduración,
te encuentras con que están ya por los suelos,
desperdigados. Además, aunque coseches
antes de que maduren por completo, has de hacerlo espiga a espiga,
para evitar que se desprendan los
granos. En cambio, las variedades domésticas presentan
mutaciones que hacen que las espigas no
dispersen los granos maduros. De ese modo, los
agricultores pueden cosechar segando las
plantas sin que los granos se desparramen por el suelo,
lo que resulta mucho más sencillo y
productivo. La postura de Schmidt
respecto al papel de Göbekli Tepe en el
desarrollo de la agricultura en la zona parece reforzada por el
hallazgo, a 32 kilómetros del yacimiento
arqueológico, de un poblado prehistórico en el que se han recuperado las variedades de trigo domesticadas más antiguas del mundo,
datadas por radiocarbono tan solo unos
siglos después de la construcción del complejo de
Göbekli Tepe. Estudios genéticos
realizados por investigadores alemanes e italianos
asociados al Instituto Max Planck para
la Investigación de Cultivos también apuntan a que en
aquel lugar pudo dar comienzo la
agricultura por primera vez gracias a la domesticación
del grano silvestre. Aunque es necesario
recordar que no fue el único punto donde se originó
la agricultura, ya que esta comenzó a
practicarse posteriormente en otras localizaciones
de todo el mundo sin contacto entre
ellas. Más cerca aún, a tan solo 10
kilómetros, en las proximidades de
Sanliurfa, se descubrió en 1993 el conocido como 'hombre de Urfa', la
escultura humana naturalista de gran
tamaño más antigua que se conoce. Data de alrededor del 9000 a. C.,
la misma época en que se estuvo
construyendo Göbekli Tepe. Mide un metro y ochenta
centímetros de altura. Sus ojos están
representados por un par de profundos agujeros en los
que incrustaron fragmentos de obsidiana
negra y, aunque parece que no tiene boca, si se ilumina de la manera adecuada, se puede apreciar el rastro de una boca abierta con dientes afilados. Al igual que Göbekli Tepe desafía el paradigma de que la agricultura precedió
a las construcciones monumentales,
también pone en duda el de que las religiones organizadas
comenzaron a surgir como respuesta a la
necesidad de aliviar las tensiones entre los
miembros de las cada vez mayores
sociedades agrícolas sedentarias y de
cohesionar a la población para acometer juntos desafíos
más complejos que la mera supervivencia
diaria, tales como el almacenamiento de recursos
o la construcción de estructuras
permanentes. El gran enigma, por
supuesto, es el que casi todos nos
planteamos cuando observamos semejante labor arquitectónica: ¿para qué? ¿Por qué
uno o varios grupos de
cazadores-recolectores se tomarían la molestia de dedicar tanto tiempo, trabajo y recursos a levantar monumentos
tan elaborados? Schmidt, quien dirigió
las excavaciones hasta su fallecimiento en 2014, con
60 años, por un ataque al corazón
mientra nadaba en Alemania, opinaba que, dada la ausencia de edificios domésticos
en la zona, Göbekli Tepe podría ser un
destino de peregrinación al que acudían personas
desde distancias de hasta 160
kilómetros. Sería por tanto algún tipo de santuario o templo de un
culto compartido por grupos de
cazadores-recolectores a escala suprarregional. A pesar de que no
se han encontrado todavía tumbas en el
yacimiento, Schmidt creía que aquel lugar era un
centro importante para el culto a los
muertos y que, en el futuro, aparecerían enterramientos bajo los monumentos circulares. A pesar de que estos, en el caso de haberlos,
aún no se han encontrado, en 2017 se
catalogaron 691 fragmentos humanos procedentes de las
excavaciones de Göbekli Tepe. No
proceden de enterramientos, como acabamos de explicar, sino que han sido hallados principalmente en los edificios circulares, lo que indica
que fueron trasladados allí desde otros
lugares. La manipulación de los cuerpos
de los difuntos era una práctica común
en aquella época. Por ejemplo, se practicaban perforaciones o marcas de
carácter ritual en el cráneo o se
separaba este del resto del cuerpo para enterrarlo de manera
independiente o realizar alguna
ceremonia con él. Entre los restos humanos catalogados en Göbekli Tepe
en 2017 había tres fragmentos de cráneo
a los que habían realizado, con herramientas de piedra,
unas hendiduras profundas, así como un
agujero en su parte superior. Aquella marcas fueron
realizadas poco después de la muerte y
los investigadores creen que servían para pasar cuerdas
alrededor de ellas y sacar uno de los
extremos por el orificio para poder colgar el cráneo a modo de
decoración ritual. En otros yacimientos
neolíticos se han encontrado restos de prácticas parecidas,
donde se exhibían los restos de personas
prominentes o de enemigos poderosos. Los antropólogos lo denominan “culto de la calavera”. En palabras del actual coordinador de
las excavaciones, Lee Clare, del
Instituto Arqueológico Alemán, el culto en Göbekli Tepe
“no era una religión propiamente dicha,
porque estas requieren una estructura y una sociedad
con clases que aún no existía en aquel
momento”. También es posible que la
presencia de buitres entre las
representaciones artísticas guarde
relación con un ritual por el que se
dejaba que estos despojaran a los huesos de los difuntos de toda su carne. En la península ibérica, por ejemplo, los celtíberos dejaban que
estas aves carroñeras devoraran a los
muertos para que, así, al echar a volar, acercasen las
almas de los difuntos a los dioses del
cielo. Por otro lado, los expertos
turcos Selahaddin Güler, Cihat
Kürkçüoğlu y Mehmet Özbek sugirieron en un artículo
la posibilidad de que cada uno de los
recintos albergara, durante un periodo determinado, a
los representantes de diversos clanes,
reunidos allí para intercambiar información, bienes,
personas o recursos con otros grupos
nómadas, o para establecer con estos alianzas a fin de cazar
de manera conjunta o compartir áreas de
recolección. Según esa hipótesis, los animales hallados en
cada recinto tendrían un carácter
totémico identitario de cada clan. Es decir, que Göbekli Tepe
sería algo así como la versión primitiva
de un palacio de congresos. Clare, el coordinador de
las excavaciones, también respalda en
parte esa línea de pensamiento: “Construir este lugar
–declaró en 2017– requirió un importante
trabajo comunal y después sirvió como un punto de encuentro
donde posiblemente la gente
intercambiaba información, conocimiento o incluso resolvía sus
conflictos de forma pacífica.
Probablemente –añadió Clare–, no estamos solo ante el primer templo del
mundo, sino también ante el primer lugar
social”. Más aventurada y polémica es la
hipótesis de que la presencia de tantas
figuras de animales y de especies tan diversas pueda obedecer a que
cerca de Göbekli Tepe estuvo situado el
Jardín del Edén, el paraíso bíblico en el que vivían Adán
y Eva. Esta conjetura la formuló hace ya
un par de décadas el egiptólogo británico
David Rohl, quien defendía que el Jardín
del Edén estuvo situado a orillas del lago Urmía,
cerca de la ciudad de Tabriz, en la
frontera entre Turquía e Irán y no demasiado lejos de Göbekli Tepe.
En el Génesis se indica que el paraíso
se hallaba entre cuatro ríos y rodeado de montañas.
Göbekli Tepe se encuentra emplazado
entre los ríos Tigris y Éufrates, en la región histórica
conocida como Creciente Fértil o
Medialuna Fértil, y también lo rodean montañas, si bien
esto último no es un dato llamativo.
Además, en el Génesis no se menciona que hubiese ninguna construcción en el Edén. Otros investigadores que apoyan la
vinculación de Göbekli Tepe con el
paraíso la establecen partiendo de la base de que allí se originó
la agricultura y que la expulsión de
Adán y Eva del Jardín del Edén que se cuenta en la Biblia no
era sino una alegoría de la transición
de la humanidad desde el supuestamente despreocupado estilo
de vida de los cazadores-recolectores
–quienes se limitaban a recoger cada día los frutos que
la naturaleza les ofrecía– al sufrido
trabajo de los agricultores, que se tenían que ganar el pan
con el sudor de su frente. Si conocéis
lo duro que es trabajar en el campo, imaginaos en una época
en la que aún no existían ni siquiera
herramientas metálicas. Sembrar los campos,
vigilarlos, cosecharlos... Desde cierto
punto de vista, se podría afirmar que, con la agricultura,
no fue el ser humano el que domesticó a
las plantas, sino al contrario: estas
lograron que las personas se dedicaran a
cuidar de ellas, así como a garantizar su desarrollo y
reproducción. La humanidad quedó, de ese
modo, atada al trabajo. Dejando a un
lado las narrativas e interpretaciones
bíblicas, Klaus Schmidt opinaba que fue
precisamente esa conversión de los
forrajeadores en agricultores lo que desencadenó la decadencia de Göbekli
Tepe. Si una sociedad agrícola quiere
prosperar, debe dedicar una gran cantidad de trabajo y
recursos a los cultivos, lo que habría
dejado escaso margen para sostener a los artesanos y sacerdotes de
un gran centro de peregrinación. También
es posible que el abandono de la caza produjera cambios
en las creencias y prácticas de carácter
espiritual. En cualquier caso, lo que indican los
estudios es que en los alrededores de
Göbekli Tepe se talaron todos los árboles, los suelos se
agotaron y lo que una vez fue un
territorio lleno de vida silvestre acabó transformado en el
árido paisaje semidesértico que es en la
actualidad. Las excavaciones en Göbekli
Tepe, declarado Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco en 2018, prosiguen, y nuevos hallazgos van saliendo a
la luz, como este jabalí de tamaño
natural hallado en 2023 en la estructura D. La estatua, de
piedra caliza, tiene más de 10.200 años
de antigüedad, y fue encontrada sobre un banco de
piedra rodeado por varios pilares. Según
los arqueólogos que trabajan en el
yacimiento, dada su ubicación, este
jabalí era el centro evidente de la estructura y debió de ser de
gran importancia para la comunidad
prehistórica que lo esculpió. Lo más asombroso es que
todavía se pueden apreciar en él restos
de pigmentos: de color rojo en la lengua, y blancos y
negros por otras partes del cuerpo. Este
hallazgo confirma lo que los expertos sospechaban desde había tiempo: que las estatuas y, muy
probablemente, también los pilares en
forma de T de Göbekli Tepe estaban pintados. ¿Qué nuevas sorpresas nos deparará este
misterioso lugar? ¿Conseguirán los
arqueólogos desentrañar todos sus secretos algún día? Desde luego, estaremos atentos a sus avances, porque nos da la impresión de que,
mientras excava en Göbekli Tepe, la
humanidad se va acercando día a día, centímetro a
centímetro, a conocerse un poco mejor a
sí misma. ¿Y vosotros? ¿Qué opináis sobre los
hallazgos arqueológicos de Göbekli Tepe?
¿Tenéis alguna hipótesis sobre cuál era la función de
aquellas estructuras?