El misterioso yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe

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Alcoseri Vicente

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Jun 23, 2024, 7:36:01 PM (6 days ago) Jun 23
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¿Conocéis  el misterioso yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe?  ¿Sabíais que posiblemente sea  el santuario humano más antiguo que se conoce    y que hay quienes lo vinculan  con el Jardín del Edén bíblico?  Hace 11.600 años, siete milenios antes de que los  egipcios construyeran la Gran Pirámide de Guiza,    el ser humano comenzó a construir el  asombroso conjunto arquitectónico de   Göbekli Tepe, en el sur de la actual Turquía.  Resulta fascinante porque hablamos de la  prehistoria, del Neolítico precerámico,    cuando la inmensa mayoría de la  humanidad se agrupaba todavía en   bandas de cazadores-recolectores que llevaban un  estilo de vida nómada. Y para erigir semejante    conjunto de estructuras –con piedras de hasta  16 toneladas que fueron transportadas desde    centenares de metros de distancia en una época  en la que aún no existían ni la rueda ni la    domesticación de animales de carga–, debió de  ser preciso congregar a una enorme cantidad de    personas para trabajar de manera coordinada,  durante siglos y guiadas por una meta común.    No tenían metales, ni siquiera cerámica. Tan solo  poseían herramientas de piedra para tallar y poner    en pie los grandes pilares de piedra caliza  con forma de T, de hasta 5 metros de altura,    que agruparon en edificios circulares u ovalados  de entre 10 y 30 metros de diámetro. Los estudios    geofísicos realizados en la colina indican que,  bajo tierra, alrededor del yacimiento principal,    se esconden muchos más megalitos de los  que se han desenterrado hasta ahora,    lo que apunta a la existencia de otros  complejos monumentales aún por descubrir.    Los arqueólogos estiman que solo han excavado  alrededor de un 10% de todo el yacimiento.  Según las prospecciones geomagnéticas, en Göbeki  Tepe hay al menos dos decenas de estructuras de    planta circular u ovalada, de las que se  han desenterrado solo un puñado. Este tipo    de estructuras son las más antiguas y las más  importantes, por su tamaño, por la riqueza de    sus decoraciones y por su carácter ritual,  pero hay varios niveles estratigráficos,    con otras construcciones de planta rectangular  ubicadas alrededor de la parte central del sitio    que fueron construidas muchos siglos después  de las estructuras redondas y ovaladas. Las    construcciones rectangulares tal vez tuvieran un  uso doméstico en lugar de ceremonial, dado que,    a pesar de que presentan una iconografía  muy rica en significado simbólico,   en ellas se han hallado restos de herramientas  para la caza y para la molienda de cereales,    y podrían haber servido como alojamiento. En cualquier caso, la construcción de aquel  gran complejo debió de requerir el esfuerzo    conjunto de, por lo menos, cientos de personas  desde su primera fase. Sin embargo, en la zona    más antigua no se ha hallado ni el menor rastro  de construcciones destinadas al alojamiento de    quienes erigieron las primeras estructuras, las  más monumentales, como si de un remoto lugar de    peregrinaje se tratara. Tampoco hay señal de  actividad agrícola, y la corriente de agua más    próxima estaba situada a cinco kilómetros de allí.  Entonces... ¿de qué vivía esa multitud de humanos    prehistóricos que construyeron inicialmente aquel  enigmático lugar? Más adelante hablaremos de ello.  Göbekli Tepe es el nombre que las gentes de la  zona dieron a la cresta redondeada donde se han    hallado los restos arqueológicos, y se podría  traducir del turco como “monte panzudo” o “monte    barrigón”. Está situado a 14 km de la ciudad de  Sanliurfa, que algunos expertos identifican con    la ciudad bíblica conocida como Ur Kasdim o Ur de  los Caldeos, supuesta cuna del profeta Abraham.    Como en aquella región existieron en la antigüedad  diversas poblaciones llamadas Ur, repartidas tanto    por el sur de Turquía como por el actual Irak y el  norte de Siria, persiste un intenso debate entre    los estudiosos de los textos religiosos acerca  de cuál de ellas era la mencionada en el Antiguo    Testamento, así como si realmente Abraham era  originario de allí. En cualquier caso, este punto    es interesante porque, si el de Göbekli Tepe es  el conjunto arquitectónico monumental más antiguo    construido por el hombre del que tenemos noticia  y todo apunta a que poseía una función de tipo    espiritual, resulta llamativa la posibilidad de  que se encuentre a pocos kilómetros del lugar de    origen de Abraham, cuya historia, como ya sabéis,  se narra en los textos sagrados del judaísmo,    el cristianismo y el islam y juega  un papel importante como ejemplo    de fe en todas ellas. Por algo se las  denomina también religiones abrahámicas.  Hasta hace cuatro décadas, Sanliurfa se llamaba  simplemente Urfa, pero en 1984 el gobierno turco    decidió cambiarle el nombre añadiéndole delante el  término 'sanli', que significa 'grande, glorioso',    como reconocimiento por la resistencia de la  ciudad durante la Guerra de Independencia Turca.    Por eso, en función de la fecha de los libros  o documentos que consultéis sobre este tema,    tal vez os encontréis con que hablan de Urfa o de  Sanliurfa, pero se trata de la misma localidad.  En 1965, en el marco de una investigación  llevada a cabo de manera conjunta por la    Universidad de Estambul y la Universidad  de Chicago para realizar un inventario de    potenciales yacimientos neolíticos, un equipo  de arqueólogos estadounidenses descubrió en    las colinas de Göbekli Tepe miles de pedernales  rotos, una clara señal de que allí había habido    actividad humana durante el Neolítico precerámico.  Sin embargo, como los estudios de los arqueólogos    se limitaron a la superficie, no descubrieron la  arquitectura monumental que se escondía bajo sus    pies. Lo que sí encontraron fueron algunos  fragmentos de piedra caliza dispersos que    confundieron con lápidas de tumbas de algún  puesto fronterizo de la época bizantina.  En su informe para el inventario de yacimientos,  los estadounidenses tan solo indicaron que    en Göbekli Tepe había un montículo natural y  pequeños cementerios. Aquella escueta descripción    desmotivó que se llevaran a cabo excavaciones  arqueológicas en el lugar; no solo por su escaso    interés aparente, sino también porque la ley  islámica prohíbe la destrucción de cementerios.  De ese modo, Göbekli Tepe pasó tres décadas  completamente desapercibido. Hasta que en 1994,    el arqueólogo alemán Klaus Schmidt, que estaba  visitando los alrededores de Sanliurfa mientras    preparaba su tesis de habilitación universitaria,  leyó la breve descripción que los arqueólogos    estadounidenses habían aportado al inventario  de yacimientos y decidió ir en persona a    examinar el lugar. Él y su equipo comprendieron  enseguida que aquel montículo no era natural,    sino que parecía moldeado por humanos.  Encontraron una gran piedra rectangular    que los estadounidenses bien podían haber  tomado por una lápida, pero que a Schmidt le    recordó mucho a la parte superior de los pilares  hallados en un yacimiento neolítico de la región.    Estaba claro que allí había algo interesante.  De modo que al año siguiente, en 1995, Schmidt,    en colaboración con el Instituto Arqueológico  Alemán y el Museo Arqueológico de Sanliurfa,    inició las excavaciones. Lo que allí  descubrieron sigue asombrando al mundo.  El conjunto arquitectónico monumental de Göbekli  Tepe se construyó a mediados del décimo milenio    antes de Cristo y dejó de utilizarse tras el  primer cuarto del octavo milenio antes de Cristo,    es decir, casi dos mil años más tarde. Los  arqueólogos que trabajan en el sitio opinan que,    cuando Göbekli Tepe fue abandonado, los  lugareños sepultaron los monumentos de    manera deliberada bajo montañas de tierra,  trozos de piedra caliza y pedernales,    y que fue precisamente ese relleno el que  dio forma a la colina que contribuyó a    la conservación de las ruinas. ¿Por qué  lo abandonaron? Sigue siendo un enigma;    uno más en la larga lista de todos  los que nos presenta ese lugar.  El primero lo plantean las propias  estructuras circulares y ovaladas,   que cuentan con un diseño común. Todas están  construidas con pilares de piedra caliza en    forma de T mayúscula que se yerguen a poca  distancia unos de otros, interconectados por    unos muros bajos. Es posible que sostuvieran un  techo sobre ellos. En el centro de cada círculo,    otros dos pilares, más altos que los demás, se  hincan en unas ranuras poco profundas practicadas    en el suelo. Los grabados de los pilares  hacen pensar que representan figuras humanas    estilizadas. De hecho, en algunos de ellos  encontramos brazos esculpidos que parten desde    los hombros hacia el vientre, cubierto  con un taparrabos. Schmidt opinaba que    evocaban una reunión o una danza, con todas  aquellas figuras mirando hacia el centro.  Un aspecto curioso es que, cada cierto tiempo,  décadas posiblemente, todos los pilares que    conformaban uno de aquellos círculos eran  enterrados y se erigía un nuevo círculo de    pilares, más pequeño, dentro del anterior. Más  adelante, toda la estructura era rellenada con    escombros y se construía un nuevo círculo  sobre ella o en las proximidades. ¿Cuántas    veces repitieron ese proceso a lo largo de los  siglos y por qué lo hacían? No se sabe. Lo que    sí han podido comprobar los arqueólogos  es que los primeros círculos construidos,    los más antiguos, no solo eran los más  grandes, sino también los más elaborados,    tanto en su construcción como en su decoración.  Cuanto más pequeños y modernos eran los círculos,    más sencillos eran los pilares y  peor anclados estaban al suelo.  Otra de las características más  llamativas de Göbekli Tepe son la   multitud de figuras de animales que pueblan  las construcciones: jabalíes, escorpiones,    leones, buitres, zorros, serpientes...  Entre ellos predominan los depredadores,    a menudo en postura amenazante y con sus garras  y colmillos muy resaltados. Como las especies    representadas no coinciden con los restos de  animales consumidos por el hombre en aquella zona,    los investigadores creen que aquella fauna  artística no obedece a rituales relacionados    con la caza, sino a motivos mitológicos.  Su aspecto fiero y agresivo podría    significar que están defendiendo a los hombres  representados por los pilares antropomorfos,    pero, en general los arqueólogos opinan  que su mensaje simbólico es más complejo.  Muchas de las piezas desenterradas, como estas que  os estamos mostrando ahora, se exponen en el Museo    de Sanliurfa. Allí también se puede pasear por una  réplica de la estructura nominada con la letra D,    el edificio monumental mejor conservado  que se ha excavado hasta el momento,    así como contemplar un tótem de 1,92 metros de  altura hallado en Göbeki Tepe. Representa tres    figuras. La superior es la de un depredador  –quizá un oso o un gran felino– con cuello    y brazos que se asemejan a los de un humano. En  medio se aprecia un personaje con brazos humanos    cuya cabeza ha desaparecido. Y, por último,  en la parte inferior, se encuentra un hombre    de menor tamaño cuyo rostro sí se conserva. A  cada lado del tótem hay serpientes talladas.  Antes hemos planteado el misterio de cómo  pudieron alimentarse la multitud de personas   que construyeron semejante complejo  arquitectónico, siendo que no se han    hallado restos de alojamientos, ni cultivos  y que la fuente de agua más próxima estaba a    cinco kilómetros. La respuesta posiblemente  sean los miles de huesos de gacelas y uros    que se han hallado en el lugar, los cuales  apuntan a que los constructores se alimentaban    de las remesas de carne que les enviaban grupos de  cazadores que actuaban por un extenso territorio.  En una entrevista publicada por  la revista 'National Geographic',   Schmidt opinaba que quienes construyeron  todo aquello eran forrajeadores, es decir,    personas que recogían plantas  y cazaban animales salvajes    continuamente, sin almacenar recursos. “Nuestra  imagen de los pueblos forrajeadores –explicaba el    arqueólogo y prehistoriador– siempre ha sido de  grupos pequeños y móviles, formados por algunas    decenas de individuos. Creíamos que no podían  construir grandes estructuras permanentes, porque    tenían que desplazarse constantemente en pos de  sus recursos. Pensábamos que no podían mantener    castas separadas de sacerdotes y artesanos, porque  no les era posible transportar los suministros    adicionales necesarios para unos y otros. Pero  aquí tenemos Göbekli Tepe, donde sí lo hicieron”.  En otras palabras: frente a la hipótesis de  que los pueblos nómadas comenzaron a construir    templos después de haber aprendido a cultivar  y haberse agrupado en comunidades asentadas,    Schmidt planteó la posibilidad  de que fuera al contrario:   que los cazadores-recolectores de aquella zona  construyeran primero sitios megalíticos como    Göbekli Tepe y sentaran así la base para el  desarrollo posterior de una sociedad compleja.  Según Schmidt, la multitud de restos óseos de  animales cazados no solo respondía a la necesidad    de alimentar a los constructores, sino también a  la de presentar ofrendas y tributos a una posible    clase sacerdotal, así como a la celebración de  grandes festines. Otro indicio de esto último    lo aportan los restos de cereales y útiles de  molienda hallados en algunas de las construcciones    de planta rectangular, ya que podrían haberse  empleado, además de para elaborar harinas,    para dejar fermentar la escanda silvestre y la  cebada a fin de elaborar una bebida alcohólica.    Con el tiempo –opinaba Schmidt–, conseguir  alimento suficiente para los artesanos,    los sacerdotes y todos los peregrinos que allí  acudían pudo ser lo que condujo al cultivo    intensivo de cereales silvestres y, este, a la  creación de las primeras variedades domésticas,    lo que dio pie a la agricultura. Hay que  recordar que las variedades silvestres de    cereales como la cebada o el trigo –la de este  último se llama escanda– liberan el grano de    la espiga para dispersar las semillas en cuanto  madura, lo que dificulta mucho su recolección,    ya que, si esperas a que los granos alcancen  el punto óptimo de maduración, te encuentras    con que están ya por los suelos, desperdigados.  Además, aunque coseches antes de que maduren por    completo, has de hacerlo espiga a espiga, para  evitar que se desprendan los granos. En cambio,    las variedades domésticas presentan mutaciones  que hacen que las espigas no dispersen los    granos maduros. De ese modo, los agricultores  pueden cosechar segando las plantas sin que    los granos se desparramen por el suelo, lo  que resulta mucho más sencillo y productivo.  La postura de Schmidt respecto al papel de  Göbekli Tepe en el desarrollo de la agricultura    en la zona parece reforzada por el hallazgo,  a 32 kilómetros del yacimiento arqueológico,    de un poblado prehistórico en el que se  han recuperado las variedades de trigo   domesticadas más antiguas del mundo, datadas  por radiocarbono tan solo unos siglos después    de la construcción del complejo de Göbekli  Tepe. Estudios genéticos realizados por    investigadores alemanes e italianos asociados  al Instituto Max Planck para la Investigación    de Cultivos también apuntan a que en aquel  lugar pudo dar comienzo la agricultura por    primera vez gracias a la domesticación del  grano silvestre. Aunque es necesario recordar    que no fue el único punto donde se originó la  agricultura, ya que esta comenzó a practicarse    posteriormente en otras localizaciones de  todo el mundo sin contacto entre ellas.  Más cerca aún, a tan solo 10 kilómetros, en las  proximidades de Sanliurfa, se descubrió en 1993    el conocido como 'hombre de Urfa', la escultura  humana naturalista de gran tamaño más antigua que    se conoce. Data de alrededor del 9000 a. C., la  misma época en que se estuvo construyendo Göbekli    Tepe. Mide un metro y ochenta centímetros  de altura. Sus ojos están representados    por un par de profundos agujeros en los que  incrustaron fragmentos de obsidiana negra y,    aunque parece que no tiene boca, si  se ilumina de la manera adecuada,   se puede apreciar el rastro de una  boca abierta con dientes afilados.  Al igual que Göbekli Tepe desafía  el paradigma de que la agricultura    precedió a las construcciones monumentales,  también pone en duda el de que las religiones    organizadas comenzaron a surgir como respuesta a  la necesidad de aliviar las tensiones entre los    miembros de las cada vez mayores sociedades  agrícolas sedentarias y de cohesionar a la    población para acometer juntos desafíos más  complejos que la mera supervivencia diaria,    tales como el almacenamiento de recursos o  la construcción de estructuras permanentes.  El gran enigma, por supuesto, es el que casi  todos nos planteamos cuando observamos semejante    labor arquitectónica: ¿para qué? ¿Por qué uno  o varios grupos de cazadores-recolectores se    tomarían la molestia de dedicar tanto  tiempo, trabajo y recursos a levantar    monumentos tan elaborados? Schmidt, quien dirigió  las excavaciones hasta su fallecimiento en 2014,    con 60 años, por un ataque al corazón  mientra nadaba en Alemania, opinaba que,   dada la ausencia de edificios domésticos en  la zona, Göbekli Tepe podría ser un destino    de peregrinación al que acudían personas desde  distancias de hasta 160 kilómetros. Sería por    tanto algún tipo de santuario o templo de un culto  compartido por grupos de cazadores-recolectores    a escala suprarregional. A pesar de que no se  han encontrado todavía tumbas en el yacimiento,    Schmidt creía que aquel lugar era un centro  importante para el culto a los muertos y que,    en el futuro, aparecerían enterramientos  bajo los monumentos circulares.  A pesar de que estos, en el caso de haberlos, aún  no se han encontrado, en 2017 se catalogaron 691    fragmentos humanos procedentes de las excavaciones  de Göbekli Tepe. No proceden de enterramientos,    como acabamos de explicar, sino que  han sido hallados principalmente en   los edificios circulares, lo que indica que  fueron trasladados allí desde otros lugares.  La manipulación de los cuerpos de los difuntos era  una práctica común en aquella época. Por ejemplo,    se practicaban perforaciones o marcas de carácter  ritual en el cráneo o se separaba este del resto    del cuerpo para enterrarlo de manera independiente  o realizar alguna ceremonia con él. Entre los    restos humanos catalogados en Göbekli Tepe en  2017 había tres fragmentos de cráneo a los que    habían realizado, con herramientas de piedra, unas  hendiduras profundas, así como un agujero en su    parte superior. Aquella marcas fueron realizadas  poco después de la muerte y los investigadores    creen que servían para pasar cuerdas alrededor de  ellas y sacar uno de los extremos por el orificio    para poder colgar el cráneo a modo de decoración  ritual. En otros yacimientos neolíticos se han    encontrado restos de prácticas parecidas, donde  se exhibían los restos de personas prominentes o    de enemigos poderosos. Los antropólogos  lo denominan “culto de la calavera”.  En palabras del actual coordinador de las  excavaciones, Lee Clare, del Instituto    Arqueológico Alemán, el culto en Göbekli Tepe “no  era una religión propiamente dicha, porque estas    requieren una estructura y una sociedad con  clases que aún no existía en aquel momento”.  También es posible que la presencia  de buitres entre las representaciones   artísticas guarde relación con un ritual  por el que se dejaba que estos despojaran    a los huesos de los difuntos de toda  su carne. En la península ibérica,   por ejemplo, los celtíberos dejaban que estas  aves carroñeras devoraran a los muertos para que,    así, al echar a volar, acercasen las almas  de los difuntos a los dioses del cielo.  Por otro lado, los expertos turcos  Selahaddin Güler, Cihat Kürkçüoğlu    y Mehmet Özbek sugirieron en un artículo la  posibilidad de que cada uno de los recintos    albergara, durante un periodo determinado, a los  representantes de diversos clanes, reunidos allí    para intercambiar información, bienes, personas  o recursos con otros grupos nómadas, o para    establecer con estos alianzas a fin de cazar de  manera conjunta o compartir áreas de recolección.    Según esa hipótesis, los animales hallados en cada  recinto tendrían un carácter totémico identitario    de cada clan. Es decir, que Göbekli Tepe sería  algo así como la versión primitiva de un palacio    de congresos. Clare, el coordinador de las  excavaciones, también respalda en parte esa línea    de pensamiento: “Construir este lugar –declaró  en 2017– requirió un importante trabajo comunal    y después sirvió como un punto de encuentro donde  posiblemente la gente intercambiaba información,    conocimiento o incluso resolvía sus conflictos  de forma pacífica. Probablemente –añadió Clare–,    no estamos solo ante el primer templo del mundo,  sino también ante el primer lugar social”.  Más aventurada y polémica es la hipótesis de que  la presencia de tantas figuras de animales y de    especies tan diversas pueda obedecer a que cerca  de Göbekli Tepe estuvo situado el Jardín del Edén,    el paraíso bíblico en el que vivían Adán y  Eva. Esta conjetura la formuló hace ya un    par de décadas el egiptólogo británico David  Rohl, quien defendía que el Jardín del Edén    estuvo situado a orillas del lago Urmía, cerca de  la ciudad de Tabriz, en la frontera entre Turquía    e Irán y no demasiado lejos de Göbekli Tepe. En  el Génesis se indica que el paraíso se hallaba    entre cuatro ríos y rodeado de montañas. Göbekli  Tepe se encuentra emplazado entre los ríos Tigris    y Éufrates, en la región histórica conocida  como Creciente Fértil o Medialuna Fértil,    y también lo rodean montañas, si bien esto  último no es un dato llamativo. Además,    en el Génesis no se menciona que  hubiese ninguna construcción en el Edén.  Otros investigadores que apoyan la vinculación  de Göbekli Tepe con el paraíso la establecen    partiendo de la base de que allí se originó la  agricultura y que la expulsión de Adán y Eva del    Jardín del Edén que se cuenta en la Biblia no era  sino una alegoría de la transición de la humanidad    desde el supuestamente despreocupado estilo de  vida de los cazadores-recolectores –quienes se    limitaban a recoger cada día los frutos que la  naturaleza les ofrecía– al sufrido trabajo de los    agricultores, que se tenían que ganar el pan con  el sudor de su frente. Si conocéis lo duro que es    trabajar en el campo, imaginaos en una época en  la que aún no existían ni siquiera herramientas    metálicas. Sembrar los campos, vigilarlos,  cosecharlos... Desde cierto punto de vista,    se podría afirmar que, con la agricultura, no  fue el ser humano el que domesticó a las plantas,   sino al contrario: estas lograron que las  personas se dedicaran a cuidar de ellas, así    como a garantizar su desarrollo y reproducción.  La humanidad quedó, de ese modo, atada al trabajo.  Dejando a un lado las narrativas  e interpretaciones bíblicas,   Klaus Schmidt opinaba que fue precisamente esa  conversión de los forrajeadores en agricultores    lo que desencadenó la decadencia de Göbekli Tepe.  Si una sociedad agrícola quiere prosperar, debe    dedicar una gran cantidad de trabajo y recursos a  los cultivos, lo que habría dejado escaso margen    para sostener a los artesanos y sacerdotes de un  gran centro de peregrinación. También es posible    que el abandono de la caza produjera cambios en  las creencias y prácticas de carácter espiritual.    En cualquier caso, lo que indican los estudios es  que en los alrededores de Göbekli Tepe se talaron    todos los árboles, los suelos se agotaron  y lo que una vez fue un territorio lleno de    vida silvestre acabó transformado en el árido  paisaje semidesértico que es en la actualidad.  Las excavaciones en Göbekli Tepe, declarado  Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2018,    prosiguen, y nuevos hallazgos van saliendo a la  luz, como este jabalí de tamaño natural hallado    en 2023 en la estructura D. La estatua, de piedra  caliza, tiene más de 10.200 años de antigüedad,    y fue encontrada sobre un banco de piedra  rodeado por varios pilares. Según los    arqueólogos que trabajan en el yacimiento,  dada su ubicación, este jabalí era el centro    evidente de la estructura y debió de ser de gran  importancia para la comunidad prehistórica que    lo esculpió. Lo más asombroso es que todavía  se pueden apreciar en él restos de pigmentos:    de color rojo en la lengua, y blancos y negros  por otras partes del cuerpo. Este hallazgo    confirma lo que los expertos sospechaban  desde había tiempo: que las estatuas y,    muy probablemente, también los pilares en  forma de T de Göbekli Tepe estaban pintados.  ¿Qué nuevas sorpresas nos deparará este misterioso  lugar? ¿Conseguirán los arqueólogos desentrañar    todos sus secretos algún día? Desde  luego, estaremos atentos a sus avances,   porque nos da la impresión de que, mientras  excava en Göbekli Tepe, la humanidad se va    acercando día a día, centímetro a centímetro,  a conocerse un poco mejor a sí misma.    ¿Y vosotros? ¿Qué opináis sobre los hallazgos  arqueológicos de Göbekli Tepe? ¿Tenéis alguna    hipótesis sobre cuál era la función de aquellas  estructuras?  
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