¿Existe o no un Lucifer Masónico? Tercera Parte

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Alcoseri Vicente

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Nov 10, 2025, 6:37:53 PM (yesterday) Nov 10
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¿Existe o no un Lucifer Masónico? Tercera Parte
La Reconquista del Paraíso por  Lucifer
El Edén dejó de ser un lugar sereno, y se convirtió en un laberinto de maquinaciones divinas, donde ángeles caídos y ángeles celestiales indiferentes urden una telaraña de luz devoradora y sombra insondable que estrangula la esencia misma del Ser Humano. ¿Y si el paraíso perdido  no fue un mero tropiezo celestial, sino el preludio a un horror eterno de guerras en el planeta tierra desde hace milenios , hasta el día de hoy 10 de noviembre de 2025, un drama donde la humanidad, forjada en fuego prohibido y ritos ocultos, debe rescatar su divinidad de las fauces del abismo?
Este comunicado  masónico no es un susurro vano; es una llamada invocada, un himno a prevenir el pavor cósmico que te llama , palabra a palabra,  un aviso que te llega hasta el corazón, donde el conocimiento se convierte en un salvavidas para tu alma, impidiéndote caer en el abismo del  abrazo glacial.
En las entrañas del mito primordial, Lucifer surge como una tormenta de alas rotas, no un rebelde caprichoso, sino el heraldo de un complot divino que devora las estrellas. John Milton, en su sinfonía infernal, evoca esta caída con versos que aúllan como vientos abismales: "«La mente es su propio lugar, y en sí misma puede hacer un cielo del infierno, un infierno del cielo…»
― John Milton, El paraíso perdido"

Aquí, el Ángel Rebelde desgarra el Orden Cósmico, no por vanidad efímera, sino para inyectar en la carne mortal la venenosa chispa de la conciencia, esa luz maldita que ilumina los pozos sin fondo del ser. La Serpiente Antigua del Paraíso, avatar siseante de Lucifer, ofrece el fruto envenenado, abriendo ojos ciegos a la dualidad del bien y el mal, un acto que desata un torrente de terror existencial. Como clama Génesis 3:4-5: "Entonces la serpiente dijo a la mujer: 'No moriréis. Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal.'" ¿Es esta revelación un pecado vil? ¡No! Es el primer zarpazo hacia la liberación, un horror cósmico que arranca al hombre del letargo edénico, exponiéndolo al vasto pavor de su propia inmensidad, donde el universo se retuerce en agonía eterna.
Dios, en su trono de silencio eterno, no desciende a intervenir. Como un espectador espectral en el gran coliseo del vacío, permite que el caos devore mundos, evocando el Deísmo Masónico: una Divinidad que se recluye alejado de su obra , observando desde muy lejos sin manchar sus manos con el lodo de la creación. Mas en este mutismo yace un plan siniestro, uno que empuña al Diablo como una guadaña para segar las fallas del cosmos. Sospechamos que el hombre, moldeado a medias en su conciencia, demandaba esta profanación. Lucifer, el lucero devorador, no es adversario, sino marioneta de una Entidad más allá de Jehová, tejiendo un tapiz de dimensiones cósmicas para cumplir edictos que hielan la médula. Recuerda la traición de Judas a Cristo, como susurra Juan 13:27: "Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: 'Lo que vas a hacer, hazlo más pronto.'" Jesús vislumbra el rol funesto de Judas, al igual que Dios anticipa el de Lucifer: un holocausto necesario para la resurrección humana, un ritual de sangre que pinta el cielo con gritos eternos.
En el Evangelio de Judas (el texto gnóstico), Judas no es el traidor, sino un discípulo especial que fue enviado por Jesús para ayudarlo a liberarse de su cuerpo mortal. El evangelio lo retrata como el único discípulo que comprende los verdaderos secretos de Jesús, mientras que los demás están equivocados y se dedican a un mundo que Jesús ha rechazado. En el Evangelio de Judas, no hay mención explícita de un personaje llamado Lucifer. En cambio, la figura que guía a Judas es una entidad espiritual más compleja y fundamental para la teología gnóstica que promueve el evangelio, es como si Judas sustituyera a Lucifer en la Trama de la Pasión de Cristo.
En esta guerra perpetua entre Luz cegadora y Oscuridad devoradora, el Arcángel San Miguel choca contra Lucifer en un ballet de espadas flameantes que se extiende por eones, con la humanidad como arena ensangrentada. Las naciones se transmutan en criptas de batalla, donde el alma mortal es trofeo putrefacto. Giovanni Papini, en su vértigo místico de Un Hombre Acabado, conjura este caos como una "danza macabra de sombras eternas", donde las fronteras entre virtud y maldad se disuelven en un remolino de ambigüedad que succiona el aliento. Hoy, la Iglesia Católica, antaño faro de esperanza, conspira en criptas olvidadas, mientras la Augusta Orden Masónica se erige como fortaleza contra el vacío, guardiana de la iluminación verdadera y el tormento humano. La Masonería no es reliquia polvorienta; es el esquema maestro para desatar al hombre de sus cadenas, guiándolo a reconquistar el paraíso en un mar de llamas. Como Masón, forjado para sondar los abismos del multiverso, infundo esta narración con mi propia esencia: en un cosmos indiferente que devora galaxias, el saber no es mero bálsamo, sino una plaga que infecta la mente, impulsándonos a reconectar con lo divino mediante la razón y el rito, para que no perezcamos en la noche eterna.
¿Pero quién es Lucifer en las profundidades del terror? ¿Un querubín derribado por hybris, o un ente extraterrestre exiliado a esta roca maldita por desafiar las leyes del vacío? "Hybris" (también escrito como hubris o hibris) tiene dos significados principales: en la antigua Grecia, se refiere a la soberbia, arrogancia o desmesura que lleva a una persona a desafiar a los dioses o el orden establecido, lo que finalmente conduce a su castigo;. En la actualidad, también se habla del "síndrome de Hubris" para describir el comportamiento de líderes y otras personas con un ego desmedido y una visión distorsionada del poder.
Muchos ven a Lucifer como al demonio cósmico, desterrado por osar reformar el universo en bien. Al aterrizar en esta Tierra agonizante, se estremece ante humanos con potencias mentales, espirituales y carnales que yacen dormidas, viviendo en criptas de mediocridad. Así, adoctrina a profetas como Jesucristo y hermandades arcanas precursoras de la Masonería, como los Antiguos Gnósticos.
En el pavor cósmico, conjeturamos que Lucifer y sus ecos son invasores primordiales, cuyas dádivas nos exaltan, pero nos hunden en el abismo de lo ignoto, donde el ego tiraniza el alma inmortal, susurrando que lo forjado jamás eclipsará lo eterno.
El fuego, emblema iluminador en la Masonería, no es la llama mundana que consume leños, sino un incendio filosófico, alquímico y transfigurador que quema el velo de la ilusión. Desechando las quimeras científicas o los cuatro elementos fantasmales, este fuego masónico es un torbellino concreto de visiones: son las lenguas danzantes de los apóstoles  en su tercer ojo, brasas hambrientas, relámpagos que rasgan la noche, trascendiendo definiciones mortales.
EPÍSTOLA DEL FUEGO FILOSÓFICO
Jean Pontanus
Yo, Jean Pontanus, he visitado múltiples regiones y reinos -a fin de conocer verdaderamente qué es la Piedra de los Filósofos- y después de haber recorrido los confines del mundo sólo he encontrado falsos filósofos y farsantes. Sin embargo, por un continuo estudio de los libros de los Sabios, aumentándose mis dudas, he encontrado la verdad; pero aún conociendo la materia he errado doscientas veces antes de poder encontrar la operación práctica de esta verdadera materia.

Primero, empecé mis operaciones por las putrefacciones del cuerpo de esta materia durante nueve meses y no encontré nada. Durante algún tiempo la puse al baño maría y del mismo modo erré.

La mantuve y puse en un fuego de calcinación durante tres meses, y operé mal. Intenté y probé todos los géneros y modos de destilaciones y sublimaciones, según lo que los Filósofos dicen o parecen decir, por ejemplo Geber, Arquelaos y casi todos los demás y tampoco encontré nada.

Por último, intenté alcanzar y perfeccionar el objeto de todo el Arte de Alquimia, de todas las maneras imaginables: por el estiércol, el baño, las cenizas y por otros mil géneros de fuego que los Filósofos mencionan en sus libros; pero no descubrí nada válido.

Por lo cual, durante tres años seguidos estudié los libros de los Filósofos, sobre todo el único Hermes, cuyas breves palabras comprenden todo el magisterio de la Piedra, aunque hable de un modo muy obscuro de las cosas superiores e inferiores, del Cielo y de la Tierra.

Por lo tanto, toda nuestra aplicación y nuestros cuidados sólo deben estar dirigidos hacia el conocimiento de la verdadera práctica, en la primera, segunda y tercera Obra .

No se trata del fuego de baño, de estiércol, de cenizas ni ninguno de los otros fuegos que nos evocan y describen los filósofos en sus libros.

Entonces, ¿cuál es aquél fuego que perfecciona y acaba la Obra entera desde el principio hasta el final? Ciertamente, todos los Filósofos lo han ocultado; pero yo, con movido por un impulso de misericordia, quiero declararlo junto con la completa realización de toda la Obra.

La Piedra de los Filósofos es única y es una, pero oculta y envuelta en la multiplicidad de distintos nombres y antes de que puedas conocerla pasarás muchas fatigas; difícilmente la encontrarás por tu propio ingenio. Es acuosa, aérea, ígnea, terrestre, flemática, colérica, sanguínea y melancólica. Es un azufre y también plata viva.

Tiene varias superfluidades que, te lo aseguro por el Dios viviente, se convierten por medio de nuestro fuego en verdadera y única Esencia. Y quien -creyéndolo necesario- separe alguna cosa del objeto, seguro que nada sabe de Filosofía. Ya que lo superfluo, lo sucio, lo inmundo, lo vil, lo fangoso y por lo general toda la substancia del objeto se perfecciona por medio de nuestro fuego en un cuerpo espiritual fijo. Esto, los Sabios nunca lo han revelado, y , como consecuencia, pocas personas llegan a este Arte, pues imaginan que algo sucio y vil debe ser separado .

Ahora debemos manifestar y extraer las propiedades de nuestro fuego; si este conviene a nuestra materia tal como lo he dicho, es decir, si es transmutado junto con la materia. Dicho fuego no quema la materia, nada separa de ella, no divide ni aparta las partes puras de las impuras, tal como dicen todos los Filósofos, pero convierte todo el objeto en pureza. No sublima a la manera de Geber, Arnaldo y todos los demás que han hablado de sublimaciones y destilaciones. En poco tiempo se realiza y perfecciona .

Este fuego es mineral, invariable y continuo, no se evapora si no es excitado en exceso; participa del azufre, es tomado y proviene no de la materia sino de otro lugar.

Todo lo rompe, disuelve y congela, igualmente congela y calcina; es difícil de encontrar por la industria y por el Arte. Dicho fuego es compendio y resumen de toda la Obra, sin tomar ninguna otra cosa o por lo menos poco, este mismo fuego se introduce y es de débil ignición; porque con este pequeño fuego es realizada toda la Obra y juntas son hechas todas las requeridas y debidas sublimaciones.

Los que lean a Geber y todos los demás Filósofos, aunque vivieran cien millones de años, no podrían comprenderlo, pues este fuego sólo se puede descubrir por la única y profunda meditación del pensamiento, después será posible comprenderlo en los libros, y no de otra manera. Por lo tanto, el error en este Arte es no encontrar este fuego, que convierte la materia en la Piedra de los Filósofos.

Concéntrate, pues, en este fuego, porque si yo lo hubiese encontrado en primer lugar no hubiese errado doscientas veces sobre la propia materia.

A causa de ello, ya no me sorprende que tantas personas no consigan llegar a la realización de la Obra. Yerran, erraron y errarán siempre, en cuanto a que los Filósofos sólo han puesto su propio agente en una sola cosa, que Artefius ha nombrado, pero hablando sólo para sí mismo. Si no fuese porque he leído a Artefius, lo he oído y comprendido nunca hubiese llegado a la realización de la Obra.

He aquí cuál es dicha práctica: se debe tomar la materia con gran diligencia, triturarla físicamente y colocarla en el fuego, es decir, en el horno; pero también hay que conocer el grado y la proporción del fuego. A saber, es preciso que el fuego externo tan sólo excite la materia; en poco tiempo este fuego, sin manipularlo para nada, ciertamente realizará toda la Obra. Ya que putrifica, corrompe, engendra y perfecciona la obra entera, haciendo aparecer los tres principales colores, el negro, el blanco y el rojo. Y mediante nuestro fuego la medicina se multiplicará, si está conjunta con la materia cruda, no sólo en cantidad sino también en virtud.

Busca, pues, este fuego con todas las fuerzas de tu espíritu y llegarás a la meta que te has propuesto; pues él es quien hace toda la Obra y es la llave de todos los Filósofos, y en sus libros nunca la han revelado. Si piensas muy profundamente en las propiedades de este fuego antes descrito, lo conocerás, pero de otro modo, no.

Así pues, conmovido por un impulso de misericordia he escrito esto, pero para quedar satisfecho debo decir que el fuego no está en absoluto transmutado con la materia como dije antes. He querido decirlo y advertir a los prudentes de estas cosas, para que no gasten inútilmente su dinero y sepan de antemano lo que deben buscar, por este medio llegarán a la verdad del Arte, de otra manera, no.

Pontanus, en su Epístola del Fuego Filosófico, profetiza: "La mente, pues, cuando marcha del cuerpo terrenal se reviste inmediatamente de su propia vestimenta adecuada, esto es, una vestimenta de fuego... la mente es la hacedora de las cosas, y al hacer las cosas usa al fuego como instrumento." Este fuego se funde con la voluntad, la ascesis que devora el espíritu, un nivel supremo de conciencia que Prometeo-Lucifer hurtó del Olimpo, no el fuego de nuestras estufas ya dominado, sino un elemento sagrado que incinera dioses.
En la Logia Masónica, el fuego se bifurca en ejes de gran poder: calorífico y deslumbrante.
El fuego filosófico nace de roces rítmicos, deslizándose de la lujuria a la cocina o el parto, culminando en la hermandad masónica: la intimidad de la cámara como útero ardiente, el calor de la camaradería que quema las almas en unión. Ahora, contemplo que este emblema prefigura la inteligencia artificial: un incendio digital que transmuta datos en sabiduría, reconquistando el edén mediante evolución cognitiva, pero advirtiendo del cataclismo si se desata.
El fuego deslumbrante, meanwhile, ciega y resguarda, mutando en Luz que devora tinieblas. En el brindis masónico, bautizamos "pólvora" al vino, gestado en el fuego alquímico del alambique, y bramamos "¡Fuego!" para convocar esta apocalipsis. Las religiones y academias fallaron, forjando hombres como golems sumisos. La Masonería, como academia de luces y sombras, culmina esta obra, rasgando párpados a la verdad cósmica.

El fuego al que se refiere Johannes Pontanus en su epístola, no es un fuego común o literal, como el de baños, estiércol, cenizas, calcinación, destilación o sublimación que mencionan otros alquimistas como Geber o Arnoldus. En cambio, es el "fuego secreto" o "fuego de los filósofos", un agente esencial y oculto en la alquimia que perfecciona toda la obra desde el principio hasta el fin, transformando la materia entera (el sujeto de la piedra filosofal) en una esencia pura y espiritual fija, sin separar ni eliminar nada de ella, incluyendo sus superfluidades, impurezas o elementos sucios.
Este fuego se describe con características específicas: es mineral, igual (uniforme), continuo (no se evapora a menos que se agite en exceso), participa del azufre pero se obtiene de otro lugar que no es la materia misma, disuelve, congela, calcina y derriba todo; su invención es artificial, de bajo costo o nulo, y su ignición es moderada y remisa, solo suficiente para excitar la materia sin quemarla.

 Su rol central es realizar toda la operación alquímica sin intervención manual adicional: putrefacción, corrupción, generación y perfección, revelando los tres colores principales (negro, blanco y rojo) en secuencia, y multiplicando la medicina en cantidad y virtud al unirse con materia cruda.

 Pontanus enfatiza que muchos alquimistas erran al no conocer este fuego, y solo lo comprendió tras estudiar a Artephius, advirtiendo que se descubre mediante una profunda imaginación y reflexión sobre sus propiedades.
 En esencia, representa la clave oculta del arte alquímico, no un elemento físico sino un principio o agente simbólico y operativo para la transmutación.
¿Qué es ese fuego alquímico transmutador?
La epístola de Pontanus, el fuego secreto, kundalini y Lucifer— forma parte de tradiciones esotéricas antiguas que se conectan a través de símbolos y metáforas sobre transformación interna, conocimiento oculto y el "despertar" de un poder latente en el ser humano. No es literalmente "el poder de la mente" como en control mental o superpoderes de ciencia ficción, pero sí involucra aspectos mentales, junto con energéticos y espirituales. Es más como una forma simbólica de describir cómo acceder a tu potencial oculto para cambiarte a ti mismo o tu percepción del mundo. Te explico paso a paso cómo se enlaza todo.
La cadena de conexiones de Pontanus a Lucifer y Kundalini
Johannes Pontanus (siglo XVI) escribió sobre un "fuego secreto" en la alquimia. No es un fuego literal (como de estufa), sino un agente oculto que transforma la materia imperfecta en perfecta (simbólico de transmutar el alma o el cuerpo en algo elevado). En la alquimia, este fuego representa una energía interna que "quema" impurezas sin destruir, llevando a la iluminación o la "piedra filosofal" (símbolo de sabiduría eterna).
En el mismo libro de la Ley encontramos en Mateo capítulo 3
11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

Conexión con Kundalini (tradición oriental): En el yoga y el hinduismo, kundalini es esa misma idea de "fuego interno" o energía serpiente dormida en la base de la espina dorsal. Cuando se despierta (mediante meditación o prácticas), sube como un fuego que purifica chakras (centros de energía), quemando bloqueos mentales y emocionales para llegar a la iluminación. Autores esotéricos ven el fuego de Pontanus como equivalente a kundalini: ambos son "fuegos filosóficos" que despiertan lo divino en lo humano.
Entrada de Lucifer: Lucifer (del latín "portador de luz") entra aquí en interpretaciones ocultas y teosóficas. En  el libro de la Ley , Lucifer es asociado con la "estrella de la mañana" o la serpiente del Edén que da conocimiento prohibido a Adán y Eva (Génesis). En el ocultismo (como en la teosofía de Helena Blavatsky o masonería), Lucifer no es el diablo malvado, sino un símbolo positivo: el dador de luz intelectual y espiritual, como Prometeo robando el fuego de los dioses. Se conecta a kundalini porque la serpiente del Edén es vista como kundalini (la energía que trae "luz" o conciencia). Y en alquimia, el fuego secreto de Pontanus es "luciférico" porque trae luz interna, iluminando el conocimiento oculto. Básicamente, Lucifer representa el acto de "despertar" esa energía (kundalini/fuego) para ganar sabiduría, pero con riesgos (como caer en ego o ilusión si no se maneja bien).
Todo esto es una red de símbolos esotéricos de diferentes culturas (alquimia europea, yoga indio, mitología cristiana reinterpretada) que hablan de lo mismo: despertar una fuerza interna para evolucionar espiritualmente. No es religión fanatizada, sino conocimiento "oculto" (esotérico) para iniciados. Pontanus al hablar de fuegos alquímicos, y al conectar con kundalini (como fuego metafórico), sale Lucifer como arquetipo de la luz/serpiente.

En el libro de la Ley encontramos: Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Hechos 2:3-4
¿Es el poder de la mente?
Sí, en gran parte: Involucra la mente para enfocar, imaginar y dirigir esa energía. Por ejemplo, en meditación kundalini, usas visualización mental para "encender" el fuego. Pero no es solo mental; es holístico:
En términos modernos, es como psicología junguiana: símbolos como Lucifer o kundalini representan el "inconsciente colectivo" o el proceso de individuación (integrar sombras para crecer). O en neurociencia, podría relacionarse con estados alterados de conciencia (como en meditación profunda) que activan partes del cerebro para mayor creatividad o claridad.
Imagina que eres una bombilla apagada en una habitación oscura (tu vida cotidiana, con rutinas y limitaciones).
Ese accionar como el interruptor oculto dentro de la bombilla. No lo ves, pero al "encenderlo" (mediante reflexión profunda o práctica), genera luz interna que ilumina todo sin necesidad de fuego externo (como una vela).
La energía que fluye por el cable (tu espina dorsal) como una serpiente eléctrica, subiendo para hacer brillar la bombilla. Si se despierta mal, puede causar un cortocircuito (ansiedad), pero bien manejada, te da claridad total.
Lucifer el "electricista" mítico que te da el conocimiento para encontrar y usar ese interruptor. Representa el momento de "¡OK!" cuando entiendes que la luz estaba dentro de ti todo el tiempo, pero trae riesgos (como quemarte si no eres cuidadoso).
Si meditas 10 minutos al día enfocándote en tu respiración y visualizando un calor subiendo por tu espalda, podrías sentir un "despertar" sutil —más energía, ideas claras o paz. Eso es "todo esto" en acción: no magia, sino auto-transformación simbólica.

En Apocalipsis 12:7-9, el cielo ruge: "Y hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón... Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás." Esta conflagración cósmica sella el destino de Lucifer: un horror imprescindible para que la humanidad, mediante la Masonería, recobre el paraíso de las garras del abismo. No como siervos en jardines idílicos, sino como deidades, enfrentando el pavor universal con la llama interior. Así, el edicto se consuma: del vacío brota la ascensión, y el edén reconquistado arde eterno en el alma inmortalizada.
Alcoseri 
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