JESÚS SUFRE LA SEGUNDA PRUEBA DE LA FRATERNIDAD, Y RECIBE EL
SEGUNDO GRADO: JUSTICIA
CAPITULO II
El Logos no se cuidó de descansar; él dijo: ¿Qué necesidad tengo de
esperar en esta
suntuosa sala? Yo no necesito descansar; el trabajo de mi Padre
apremia.
Más bien quería seguir adelante y aprender todas las lecciones. Si
debe haber pruebas,
que vengan, porque cada victoria que se tiene sobre el “yo”, se
traduce en mayor fortaleza.
Entonces el guía le llevó consigo y en una cámara oscura como la
noche, Jesús fue dejado
sólo; y muchos días pasó él en esta profunda soledad.
Y Jesús durmió y, en la profunda calma de la noche, abrióse una puerta
secreta, y dos
hombres entraron, vestidos de negro, y cada uno llevaba en la mano una
pequeña y vacilante
lámpara.
Uno de ellos aproximándose a Jesús, dijo: Joven, con todo nuestro
corazón nos
condolemos por lo que tú sufres en estos antros terribles y hemos
venido a ti, como amigos,
para traerte luz y mostrarte el camino que ha de conducirte a la
libertad.
Nosotros, como tú estás ahora, en una ocasión estuvimos encerrados en
estos antros y
creímos que por estos fantásticos y misteriosos medios podríamos
llegar a la felicidad y al
poder.
Pero, afortunadamente, vino el momento en que nos desengañamos y,
haciendo uso de
toda nuestra fuerza, rompimos nuestras cadenas, y entonces supimos que
todo este servicio es
corrupción disfrazada. Estos hombres no son otra cosa que criminales
que en estos antros se
ocultan.
Ellos hacen alarde de sus ritos y holocaustos; ellos ofrecen a sus
dioses, pobres aves y
bestias; si, aún niños, mujeres y hombres, quemándolos vivos.
Y ahora te tienen aquí y, en cierto momento te ofrecerán en
holocausto.
Rogámoste, hermano, rompas tus cadenas; ven y márchate con nosotros;
acepta la libertas
que te ofrecemos, ahora que aún es tiempo.
Y Jesús les dijo: Vuestras pequeñas candelas muestran la luz que
traes. Os ruego me
digáis ¿Quiénes sois vosotros? Las palabras de un hombre no valen mas
de lo que vale el
hombre mismo que las pronuncia.
Las murallas de este templo son sólidas y altas; decidme: ¿cómo
entrasteis a este lugar?
Los hombres contestaron: Bajo estas murallas hay muchos caminos
ocultos, y nosotros,
que hemos sido estudiantes, y hemos permanecido por meses y años
dentro de estos antros, les
conocemos todos.
Entonces, vosotros sois traidores, dijo Jesús. Un traidor es un
espíritu malo; aquel que
traiciona a otro hombre jamás puede ser digno de confianza.
Aquel que no ha pasado del plano se la traición, ama la falsedad y
traicionará a un amigo
para servir a su “yo” egoísta.
Atended, vosotros, hombres o lo que seáis, vuestras palabras no hacen
impresión alguna
en mí.
¿Podría yo prejuzgar a este centenar de sacerdotes, hacerme traidor a
mí mismo y a ellos,
a causa de lo que decís, confesando vuestra traición?
Ningún hombre puede juzgar por mí y si yo juzgara sin poseer todas las
pruebas, yo no
podría juzgar con justicia.
No, hombre, por el camino que habéis seguido para venir, volveos. Mi
alma prefiere la
oscuridad de la tumba a las lucecillas vacilantes, como las que
traéis.
Mi conciencia impera, lo que éstos, mis hermanos, tienen que decirme,
yo lo escucharé, y
cuando tenga todas las pruebas, yo decidiré. Vosotros no podéis juzgar
por mí, ni yo por
vosotros.
Idos, hombres, idos, y dejadme en esta luz encantadora; porque aún
cuando el sol aquí no
luce, dentro de mi alma hay una luz que sobrepasa a la del sol o a la
de la luna.
Entonces con un fiero ademán, cual si hubiera querido hacerles daño,
los astutos
tentadores salieron, y Jesús quedó de nuevo solo.
Nuevamente apareció el Sacerdote vestido de blanco, venido para
indicar el camino, y
Jesús quedó otra vez de pie, ante el hierofante.
Y no se pronunció ni una sola palabra, mas en sus manos el maestro
puso un pergamino
en el que la significativa palabra, JUSTICIA, estaba escrita.
Y Jesús dominó a las formas fantásticas del prejuicio y de la
traición.