Cómo la Masonería se Transformó en el Anticristo para la Iglesia Católica y Otras Confesiones Cristianas
Imagina un velo invisible que se teje en las sombras de la historia, donde una hermandad nacida de nobles ideales de fraternidad y conocimiento se convierte, sin pretenderlo, en el más temible adversario de la fe cristiana. Sin intención inicial de confrontación directa, la masonería emergió como una fuerza que desafía los pilares mismos del catolicismo y otras religiones cristianas, encarnando para muchos el espíritu del Anticristo: un ente sutil que seduce con promesas de iluminación, pero que socava la divinidad de Cristo y promueve un nuevo orden mundial alejado para los religiosos del cristianismo . Esta transformación, cargada de misterios esotéricos y alianzas ocultas, invita a cuestionar: ¿es la masonería un guardián olvidado de las enseñanzas puras de Jesús, o un portal hacia la perdición eterna del anticristianismo? Sumérgete en este enigma, donde cada revelación podría alterar tu percepción de la fe y el poder invisible que rige el mundo.
En el corazón de este debate late la pregunta eterna: ¿es la orientación de la enseñanza masónica inherentemente anticristiana, o preserva un cristianismo primordial, libre de distorsiones? Muchos eruditos sostienen que los auténticos masones han custodiado las lecciones de Jesucristo en su forma más inmaculada, transmitidas a través de generaciones sin alteraciones, como un secreto susurrado al interior de las logias. Pues, en esencia, Cristo no demandó adoración ciega, sino una imitación profunda y transformadora de su camino. Raad Salam Naaman, en su obra El Anticristo 666 señala : La Masonería, refuerza esta tensión al afirmar: "La masonería es una sociedad satánica y peligrosa. Su objetivo principal es destruir radicalmente la verdadera Iglesia cristiana y a los verdaderos cristianos utilizando enseñanzas falsas." Esta cita evoca un velo de intriga, sugiriendo que lo que parece preservación podría ser, en realidad, una subversión calculada.
Dentro de las logias masónicas, sobre todo en el Masónico Grado 18º, Jesucristo es invocado con títulos que despiertan interés: "Mensajero de nuestra Eternidad", "Sagrado Individuo" o "Divino Maestro". Pero para la masonería, Jesucristo no es el Dios encarnado, sino un sabio ejemplar, digno de estudio pero no de divinidad absoluta. Esta visión, seductora en su humildad aparente, contrasta con las narrativas donde masones ridiculizan a los sacerdotes católicos, incluso impulsando conflictos históricos como la Guerra Cristera en México, donde la sangre se derramó en nombre de ideales opuestos. Ricardo de la Cierva, en Los signos del Anticristo, describe la masonería como una de las "encarnaciones" modernas del Anticristo, parte de una cadena que incluye el gnosticismo antiguo y los cátaros medievales, presentándola como una fuerza que acelera el declive moral de Occidente y conspira en instituciones secretas de un invisible gobierno mundial. ¿No es esto un susurro del mal, disfrazado de ilustración?
Sin embargo, no se puede negar el profundo conocimiento que algunos masones poseen sobre el cristianismo, superando incluso a clérigos y pastores en su comprensión esotérica. Recuerdo las palabras de un hermano masón hace dos décadas: "He visitado innumerables iglesias en México y Estados Unidos, y siempre oigo a las congregaciones murmurar el Padrenuestro en un gruñido colectivo, como si la repetición mecánica bastara, sin un instante de meditación sobre su esencia oculta. Lo mismo ocurre en las logias, donde los hermanos recitan el Salmo 133 sin profundizar en su misterio." Esta meditación profunda, vista como un ejercicio respiratorio devocional, hunde sus raíces en la Iglesia gnóstica cristiana primitiva, heredada de tradiciones egipcias, caldeas y brahmánicas –la ciencia del mantra–. Pero este aspecto esotérico se desvaneció hace siglos en las iglesias católica y protestante, al igual que en las logias masónicas, donde los salmos bíblicos se repiten como ecos vacíos. Raad Salam Naaman advierte: "Los libros masónicos manejados por miembros de grados 32 y 33 enseñan que Jesús es mentiroso y Lucifer es el verdadero Dios. En las logias masónicas enseñan a odiar a Cristo y a su Iglesia." Imagina el escalofrío: ¿qué secretos se pierden en esa repetición sin alma, abriendo puertas a influencias infernales?
Al explorar los orígenes del cristianismo y la masonería, surge la niebla de lo "original": una enseñanza anterior al cristianismo formal o a la masonería moderna, influenciada por el judaísmo distorsionado de la época y, durante la Edad Media, por doctrinas dualistas babilónicas sobre cielo e infierno, impuestas por los Padres de la Iglesia. Para algunos, la masonería representa la esperanza de recuperar el "verdadero cristianismo", separándolo de la religión fanatizada. No obstante, aunque Jesucristo es altamente estimado –especialmente en el grado masónico 18º rosacruz–, no es el maestro único, sino uno entre varios Mensajeros Celestiales, ocupando un lugar privilegiado pero no exclusivo. Ricardo de la Cierva enfatiza en su análisis que hay dos masonerías: la ritualística visible y la "super-masonería", ligada a la Internacional Socialista, actuando como vectores del Anticristo en la era moderna. Esta dualidad sugiere un laberinto donde la luz masónica podría ser, en verdad, la sombra del Adversario.
La visión masónica de la resurrección de Jesucristo diverge radicalmente de la doctrina ortodoxa: si un ser muere y es enterrado, nunca regresará en su forma original para enseñar. Sin embargo, en una aparente contradicción, la Última Cena se interpreta como un ritual preparatorio para preservar el "Egregor" –una entidad colectiva– que perpetúa la esencia intacta de Cristo. Este ritual místico permite materializar y comunicar con los cuerpos superiores de un fallecido, mediante partículas físicas de un iniciado vivo, incorporadas en formaciones superplanetarias o mezcladas con los cuerpos de otros iniciados. Ante la crucifixión inminente, Jesucristo recurrió a esta ceremonia mágica para cumplir su misión en estado de Egregor individual. Aquí entra el enigma de Judas Iscariote: no un traidor, sino un iniciado devoto que, con su "traición consciente", ganó el tiempo necesario. Raad Salam Naaman subraya: "La masonería cree en el Gran Arquitecto del Universo, (G∴A∴D∴U∴), que no se identifica con Dios o Jesús, sino se refiere a Lucifer, el diablo, Satanás." ¿Podría Judas ser el héroe oculto en esta narrativa, o un peón en el gran juego del Anticristo?
Debemos contemplar a Jesucristo como un ser de conciencia superior, sobreviviente por más de dos milenios al menos como Egregor. Similarmente, sólo unos pocos masones cristalizan el sublime grado de Maestro Masón; la mayoría se disuelve tras la muerte física, perdiendo su conciencia individual. La masonería se divide en siete niveles: los tres primeros, subjetivos, corresponden a naturalezas instintivas, emocionales o intelectuales. Es en el cuarto donde emerge la objetividad, liberada de distorsiones personales, iniciando una lucha contra el hipnotismo de la vida cotidiana para encarnar el verdadero ser masón. Sólo en el quinto se alcanza "el ser de un verdadero masón", con una unidad y voluntad libres de influencias externas, resucitando el Verdadero Yo Real. Raad Salam Naaman concluye con una advertencia escalofriante: "Frente al bien, lucha el mal, dirigido por Satanás (Lucifer), es la cabeza y el origen de todo el mal en la Tierra, es el Anticristo. Su objetivo principal es engañar y desviar la humanidad." En este umbral, ¿estás listo para discernir si la masonería te eleva hacia la luz eterna... o te arrastra hacia el abismo?
Alcoseri