El Viajero y la Lámpara Apagada

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Alcoseri Vicente

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Aug 27, 2025, 5:12:48 PM (11 days ago) Aug 27
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El Viajero y la Lámpara Apagada
En un desierto donde el viento susurraba secretos antiguos, vivía un hombre llamado Amir, cuya alma estaba envuelta en sombras. Sus ojos, antes brillantes como estrellas, se habían nublado por la pena, y su corazón, herido por la pérdida, apenas latía. Amir creía que la Luz, esa chispa divina que ilumina el alma, lo había abandonado para siempre.
Una noche, agotado de vagar, Amir se sentó bajo un viejo roble. Frente a él, una figura envuelta en un manto de estrellas apareció. Era un derviche, con una sonrisa que parecía tejida de rayos de luna.
—¿Por qué lloras, viajero? —preguntó el derviche, su voz suave como un arroyo.
—Mi alma está rota —respondió Amir—. La Luz que una vez tuve se ha apagado. Busco, pero no encuentro; amo, pero no siento. Estoy perdido.
El derviche asintió y sacó de su manto una lámpara de arcilla, sencilla y cubierta de polvo. La colocó frente a Amir y dijo:
—Esta lámpara es como tu alma. Mira dentro.
Amir obedeció, pero la lámpara estaba oscura, sin aceite ni mecha. Se sintió aún más desolado.
—No hay nada —dijo con amargura—. Está vacía, como yo.
El derviche rió suavemente, como si el viento mismo se burlara de la tristeza.
—Oh, Amir, la lámpara no está vacía. Está llena de anhelo. Y el anhelo es el aceite que espera ser encendido. La Luz que buscas no está fuera de ti, ni en los mercados, ni en los templos, ni en las palabras de los sabios. Está en el silencio de tu propio corazón.
—¿Cómo puedo encontrarla si mi corazón está roto? —preguntó Amir, con lágrimas en los ojos.
El derviche tomó la mano de Amir y la colocó sobre su pecho.
—Cada grieta en tu corazón es una puerta. Cada herida, una ventana. La Luz no se ha ido; solo espera que dejes de buscarla afuera y la reconozcas dentro. Siéntate en el silencio, Amir. Escucha el latido de tu alma. Allí, en la quietud, la Luz respira.
Amir cerró los ojos, temeroso al principio. Pero en la quietud, entre los latidos de su corazón, sintió un calor sutil, como una chispa que crecía. No era la Luz cegadora que esperaba, sino un resplandor suave, constante, que siempre había estado allí, aguardando su atención.
El derviche se levantó, pero antes de partir, susurró:
—Cuando el alma sufre, no es por falta de Luz, sino por olvidar que tú mismo eres la lámpara, el aceite y la chispa. Enciéndete con amor, Amir, y nunca más estarás a oscuras.
Amir despertó al alba, con el corazón ligero. La lámpara de arcilla seguía allí, pero ahora, en su interior, brillaba una pequeña llama. Y mientras caminaba bajo el sol naciente, supo que la Luz no era algo que se encuentra, sino algo que se recuerda.
Y así, el viajero siguió su camino, no buscando, sino siendo.
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