Un Trozo de Dios en el Planeta Tierra

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Alcoseri Vicente

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Aug 31, 2025, 9:49:42 PM (6 days ago) Aug 31
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Un Trozo de Dios en el Planeta Tierra

Un trozo de Dios en la Tierra: un secreto aún celosamente resguardado por las sociedades secretas como la Masonería , un secreto  envuelto en sombras que susurran promesas de poder infinito y revelaciones prohibidas.

Hace cinco mil años, un trozo del Gran Arquitecto del Universo cayó en este pequeño planeta que llamamos Tierra, un evento cósmico que rasgó el velo entre lo divino y lo mortal, dejando un eco de enigma que aún vibra en las profundidades ocultas del cosmos. Este fenómeno inusual no pasó desapercibido por el resto de los habitantes de este vastísimo universo; una cosa así nunca había sucedido, y seguro nunca más volvería a suceder en ninguna otra parte de la Creación, como si el tejido mismo de la realidad se hubiera torcido en un capricho insondable.

Inmediatamente, todos los grandes seres inteligentes del Universo se dieron a la tarea de saber a ciencia cierta qué era lo que había realmente pasado: preguntas que ardían como estrellas moribundas, como saber qué parte de Dios había caído en este planeta, cuál era la razón de este inusitado hecho, y si acaso este fragmento llevaba consigo semillas de caos o redención eterna.

 

 Hasta la fecha de  hoy 31 de agosto de 2025, luego de cinco mil años de haber sucedido, nadie sabe cómo fue ni por qué; lo único que saben con certeza es que sí, sí sucedió, y desde entonces se han dado a la tarea de venir y averiguar de todos los confines del Universo, pero no han tenido éxito debido, por una parte, a que este Planeta Tierra pasa por un periodo de duro ajuste y oscuridad sin precedentes —un velo de tinieblas que envuelve almas en un laberinto de sufrimientos, en ocasiones superando los pesares del mismo Infierno, donde susurros de antiguas maldiciones se entretejen con lamentos olvidados— y por otra parte, porque el secreto está resguardado por fuerzas invisibles que desafían la comprensión mortal. Y en estas condiciones, luego de un tiempo concluirán, cosa que deberían esperar a que las cosas en el Planeta se armonizaran, así el planeta cumpliera su ciclo, y así, las cosas se aclararían, revelando quizás portales a dimensiones prohibidas. Los ciclos galácticos en la Tierra se cumplen en un periodo de cinco mil ciento veinticinco años, cosa que está ya por cumplirse; solamente quedarán quienes resguardan el secreto: los masones, guardianes silenciosos de un conocimiento que podría desatar tormentas estelares.

No por ello han dejado de venir osados tratando de encontrar ese pedazo de Suprema Luz Divina, unos para rescatarla de las garras terrenales, otros para hacerse de ella y dominar galaxias enteras, y otros por curiosear en los abismos del misterio, pero los que han venido realmente no han tenido éxito, y lo peor, la han pasado realmente mal, atrapados en visiones de horror que desdibujan la línea entre lo real y lo espectral. La atmósfera terrícola era terrible para cualquier ser ajeno; es pesada y densa, lo peor que existe, un manto opresivo cargado de energías primordiales que corrompe el espíritu de los intrusos.

 De ese modo, ese trozo de Dios no había caído solo: venía custodiado por unos seres llamados Nagás, seres serpientes ancestrales cuya forma sinuosa oculta poderes que trascienden el tiempo, a los que ni los propios poderosos ángeles ni demonios podían hacerles frente, pero benévolos estos Nagás con los iniciados auténticos —sus aliados en las sombras—, iniciados también que conformaban una cofradía secreta que custodiaban ese trozo de Dios, y que serían los únicos en saber dónde se encontraba oculta, en recintos perdidos donde el eco de antiguos rituales resuena eternamente. Esperaban que al final del ciclo, ser ellos quienes podrían decidir cuál sería el destino de esa Luz caída en este planeta, quizás liberándola para restaurar el equilibrio cósmico o sellándola para evitar un cataclismo universal.

Osadas expediciones sin éxito se habían adentrado a saber y dar cuenta de este Trozo de Dios, una parte del Ser Supremo que palpita con energías primordiales capaces de reescribir las leyes de la existencia. Sabían claro que quien poseyera este Trozo de Dios tendría un poder inconmensurable, un dominio sobre la materia y el espíritu que eclipsaría a las estrellas mismas. Relatos sobre estos osados están repletos en las páginas de la Historia, siempre en sigilo y alegóricas, como velados jeroglíficos que ocultan verdades prohibidas, pues los Nagas, confundidos entre los humanos en formas engañosas, siempre permanecen más que alertas a cualquier intromisión, tejiendo redes de ilusión que atrapan a los imprudentes.

Burlando a los guardianes, muchos llegaron a la Tierra y secuestraban humanos, creyendo a ciencia cierta que dentro de estos podría estar la clave de dónde estaba ese Trozo de Dios —quizás impregnado en el ADN mismo de la humanidad, un legado genético de intervenciones divinas o extraterrestres que yace dormido—. Estudiaron a los humanos raptados y se daban cuenta que sí, efectivamente había rastros inequívocos de esa Luz caída en el planeta, pero esa Luz permanecía inactiva; no sabían el porqué, pero así lo era, como si un velo cósmico la mantuviera en letargo, esperando un catalizador desconocido. Inventaron así religiones, pensando que así podrían activar la Luz en esos seres humanos apagados, y una vez activa, robarla de los humanos, pero no, no encendían; en cambio, con las religiones, las cosas más y más se oscurecían, así que no podían activar esa luz en ellos, sumiendo al mundo en un laberinto de dogmas que solo profundizaban el misterio. A ello, los humanos y los Nagas crearon una Sociedad Secreta, sabiendo que los intrusos venían al Planeta, y así fue que resguardaron el Secreto de dónde estaba ese Trozo de Dios. Y así, generación tras generación, en una línea de iniciados que se extiende como raíces ocultas bajo la superficie de la historia, el Secreto de Dios era resguardado de los intrusos, a sabiendas que lo que ellos buscaban era robarlo, a más que todo, para obtener ese poder —un poder que, según antiguas teorías, podría provenir de visitantes estelares que moldearon la civilización humana—. El poder de transmutar plomo en oro era poca cosa ante ese Poder que se podría obtener de ese Trozo de Dios; era superior a cualquier otra cosa, un elixir de omnipotencia que nadie apenas imaginaba, pero de que se obtendría un Poder con él, era bien sabido que sí, susurrado en templos olvidados y textos prohibidos.

Los que venían de otros lugares del Universo lo buscaron en el centro del Planeta, en los mares profundos donde criaturas abisales guardan secretos ancestrales, en los centros religiosos erigidos como faros de enigmas cósmicos, y no… no estaba. Solo sus instrumentos captaban que estaba aquí, pero no daban con él; era evasivo, oculto, como un fantasma que se desliza entre dimensiones, y no tenían más pistas que las milenarias sociedades secretas que lo supieran, quizás entrelazado con mitos de diluvios y creaciones donde dioses descendían para alterar el destino humano.

 

 En lo que respecta al funcionamiento del Gran Universo, las cosas no se dan por accidente, y tenía que haber una razón para todo esto —quizás un experimento divino o una caída intencional para probar la resiliencia de la creación—, y de que este pequeño planeta en un pequeño y olvidado sistema solar resguardara el más importante hecho que hubiese ocurrido en esta Creación: el albergar ese transcendental Trozo de Dios en él, un fragmento que podría ser la clave para desentrañar si los "dioses" de antaño eran en realidad seres de las estrellas que cayeron o llegaron para sembrar vida y misterio.

Para añadir un toque contemporáneo a este velo de misterio, una noticia reciente de un estudio de Harvard sugiere que seres extraterrestres podrían haber estado viviendo ocultos en la Tierra desde tiempos inmemoriales, disfrazados entre nosotros o en bases subterráneas, lo que refuerza la idea de guardianes cósmicos protegiendo secretos divinos caídos, como si el Trozo de Dios fuera parte de una presencia alienígena persistente que desafía nuestra comprensión de la realidad.

Alcoseri 

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