LOS ESTADOS DE PRESENCIA DEL MASÓN

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SECRETO MASONICO

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Oct 15, 2022, 9:41:18 PM10/15/22
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LOS ESTADOS DE PRESENCIA DEL MASÓN 
Los  estados  en  los  cuales  vive  el  masón  —más  exactamente:  los  estados  de  presencia—  son  de algún modo, "dimensiones" de su vida: diferentes niveles de actividad sobre cada uno de los cuales la vida de un individuo ofrece posibilidades diversas. En  los  distintos  estados  que  le  son  posibles,  el  individuo  está  allí  con  sus  diversas  partes constitutivas. Pero el desarrollo respectivo de esas diversas partes, sus relaciones recíprocas y la calidad de su funcionamiento cambian. A través de los diferentes estados, la estructura permanece igual, pero la calidad de la vida ya no es la misma. En lo que concierne al masón , él puede vivir en cuatro estados que se distinguen habitualmente por su grado de conciencia, ya que ésta es la facultad cuyas modificaciones son allí más evidentes.
En cada uno de estos estados el masón  conserva una estructura análoga, pero ésta toma un aspecto característico de cada uno de ellos. Cierto  grado  de  "presencia",  resultado  del  todo,  es  inherente  a  cada  uno  de  esos  estados.  Esta presencia  tiene  un  soporte  sustancial:  un  cuerpo,  o  tal  vez  varios,  soporte  de  su  forma  y  su  modo  de manifestación.  Esta  presencia  tiene  también  un  soporte  espiritual  bajo  el  aspecto,  propio  de  su nivel particular,  de  las  tres  facultades  eserales  fundamentales  de  conciencia,  atención  y  voluntad,  las  cuales  son, igualmente, reflejo de tres grandes fuerzas creadoras fundamentales: la activa, la conciliadora y la receptora. Esta presencia del masón  tiene también siete centros, cada uno de los cuales tiene como soporte principal un cerebro. Cada uno de estos centros está dotado de cualidades particulares cuyo conjunto constituye para cada masón   los  datos  de  su  esencia  propia.  De  cada  uno  de  estos  centros  y  cerebros  depende  la  función correspondiente  y  el  conjunto  de  estas  funciones,  con  sus  niveles  de  funcionamiento,  sus  modos  de comunicación o relación, expresa la individualidad de cada masón  o constituye la forma de su personalidad. Nada puede ser comprendido en el masón , ni conocimiento alguno de sí es posible, si no se toma en cuenta los diferentes estados. Para  un  masón   completamente  evolucionado,  son  posibles  cuatro  estados  de  presencia.  Pero  el hombre  ordinario  vive  solamente  en  dos  de  ellos,  los  más  bajos,  con  vislumbres  del  tercero.  Puede  tener informaciones  teóricas  sobre  el  cuarto,  pero,  de  hecho,  ambos  estados  superiores  le  son  inaccesibles:  es incapaz de comprenderlos y juzga lo que conoce de ellos desde el punto de vista de los estados inferiores que son los suyos, lo que no le permite tener más que apreciaciones aberrantes. El primer estado es el dormir: estado pasivo en el cual el hombre nada puede hacer, pero durante el cual  sus  fuerzas  se  regeneran.  En  él  pasa  un  tercio  y  hasta  la  mitad  de  su  vida.  Este  estado  de  conciencia pasiva está solamente poblado de sueños que el hombre considera como irreales. El segundo estado es el estado de  vigilia: estado que el hombre considera como activo  y en el cual pasa la otra mitad de su vida. En este estado, él se traslada de un lugar a otro, actúa, hace negocios, habla de política, atropella o mata a su prójimo, discute temas sublimes y se reproduce. Él llama a este estado, estado de vigilia de la conciencia, o estado de conciencia lúcida, no es, sin embargo, sino una caricatura y el menor estudio imparcial muestra en seguida que este estado de vigilia es pasivo y que en él el hombre no dispone de ninguna "lucidez". Él está, a lo sumo, en un estado de conciencia "relativa". El tercer estado de presencia es el estado de conciencia de sí, o conciencia de su propio ser. En dicho estado, el masón  se ve tal cual es y se  vuelve objetivo hacia sí mismo: es, propiamente hablando, el estado de  conciencia  "subjetiva".  Se  admite  habitualmente  que  el  masón   posee  este  estado  de  conciencia  y,  en efecto,  dada  su  naturaleza  tricéntrica,  tendría  naturalmente  derecho  a  él.  Pero  como  consecuencia  de  las condiciones anormales de su existencia (en la cual el hombre toma continuamente sus sueños por realidades) no solamente el hombre no posee este estado de conciencia sino que no se da cuenta de que le falta. De él, el hombre ordinario no tiene sino vislumbres cuya significación no comprende siquiera. El cuarto estado de presencia es el estado de conciencia "objetiva". En este estado, el masón  podría entrar  en  contacto  con  el  mundo  real,  objetivo  (del  cual  está  "separado",  por  los  sentidos,  los  sueños,  los estados  subjetivos  de  conciencia)  y  así  podría  percibir  las  cosas  como  son.  Pero  este  estado  no  le  es  dado naturalmente y sólo puede ser el fruto de una transformación interior y de un largo trabajo sobre sí. Como en el caso del estado de conciencia de sí, el hombre ordinario sólo tiene vislumbres de este estado de conciencia "objetiva", que ni siquiera nota, cuando está en el estado de conciencia de sí. Pero el hombre ordinario tiene, sobre  el  cuarto  estado,  muchas  informaciones  teóricas  a  partir  de  las  cuales  se  imagina  poder  alcanzarlo directamente. Apartando los fraudes y simulacros, todas las religiones contienen descripciones y testimonios de él, a los que dan el nombre de éxtasis, iluminación, y otros. Y muchas veces el masón  va en su búsqueda sin comprender que la única vía correcta hacia la conciencia objetiva pasa por el desarrollo de la conciencia de sí. Es por cierto una de las particularidades del estado de conciencia ordinaria (el segundo estado), el que los  conocimientos  auténticos  que  puede  contener,  están  allí  continuamente  entremezclados  con  sueños e imaginaciones y resultan finalmente sumergidos por éstos. Un masón  plenamente desarrollado, el masón  en el sentido completo de la palabra, debería poseer estos cuatro estados de conciencia, pero los hombres ordinarios sólo viven en dos estados de conciencia. Tal como  dentro  del  estado  del  dormir  no  pueden  tener  sino  atisbos  de  conciencia  relativa,  en  el  estado  de conciencia relativa no pueden tener sino atisbos de conciencia de sí. Si un masón  quiere tener períodos más largos  de  conciencia  de  sí  y  no  breves  atisbos,  debe  comprender  que no  pueden  venir  solos.  Debe  primero darse  cuenta  de  que  él  es  prisionero  de  un  mundo  subjetivo,  tejido  de  sueños  e  imaginaciones,  que  le enmascara  la  realidad;  debe  seguidamente  emprender  un  largo  trabajo  por  liberarse  de  los  sueños  y  por despertar  a  esta  realidad,  en  sí  mismo  primero  y  en  la  vida  después.  En  primer  lugar,  el  masón   debe comprender que, aun en su estado de vigilia, él duerme (su yo real duerme) y que la primera necesidad para él es despertar, es decir, emprender el trabajo necesario para este despertar del yo real. Sin  dejar  de  lado  una  verificación  progresiva  en  nosotros  mismos  por  la  experiencia,  podemos  tal vez  tratar  de  considerar  mejor  teóricamente  lo  que  son  los  cuatro  estados  posibles  y  qué  informaciones podemos reunir sobre ellos. El primero de los estados de conciencia, el más bajo, es para nosotros el dormir. Es un estado pasivo y puramente subjetivo en el cual el hombre, casi enteramente cortado del mundo exterior, está sumergido en un mundo interior del cual no tiene conciencia. Está rodeado de sueños; sus funciones psíquicas trabajan sin Dirección, independientemente unas de otras. Imágenes puramente subjetivas —ecos de experiencias pasadas o ecos de vagas percepciones del momento (ruidos, sensaciones, olores) o ecos lejanos de la vida profunda—atraviesan  su  mente,  sin  dejar  en  la  memoria  más  que  una  ínfima  huella  y  la  mayoría  de  las  veces absolutamente ninguna. El  dormir  es,  no  obstante,  un  estado  de  primera  importancia;  además  del  hecho  de  que  el  hombre pasa en él la tercera parte de su tiempo, es el estado en el cual su naturaleza orgánica —como Los estados de presencia todo  lo  que  participa  de  su  vida  orgánica—  reconstituye  las  fuerzas  necesarias  para  asegurar  su existencia  de  vigilia.  Se  puede  decir  que  recarga  el  sistema  acumulador  de  energía  asociado  a  los  centros (más adelante estudiaremos esto en detalle). La  presencia  del  hombre  cuando  duerme  es  puramente  pasiva,  y  lo  es  aún  más  mientras  más profundo  sea  su  sueño  (ya  que  el  hombre  tiene  diversos  niveles  de  sueño).  El  cuerpo  está  más  o  menos limitado a sus funcionamientos instintivos y esta limitación es total en e! sueño más profundo. Los centros, con sus rasgos particulares —el ser interior del masón — están allí, pero ni reciben las percepciones  ni  responden  a  lo  que  pueda  llegarles  a  pesar  de  todo,  y  aun  cuando  respondan  a  veces,  esta respuesta  no  provoca  ninguna  respuesta  asociada  en  las  otras  funciones.  Sólo  el  centro  instintivo  funciona plenamente, liberado (al menos en el sueño más profundo) de toda influencia ajena o conectado solamente a las partes correspondientes, instintivo-motrices, de los demás centros. A excepción de las funciones instintivas que se realizan plena y libremente, las otras funciones están en reposo y las asociaciones se interrumpen de una manera más completa entre ellas mientras más profundo sea  el  sueño.  Como  consecuencia  de  esto,  sólo  llega  un  requerimiento  de  energía  instintiva  a  los  dos "acumuladores  de  energía"  yuxtapuestos  a  cada  uno  de  los  centros  (los  estudiaremos  más  adelante)  y  éstos quedan  libres  para  conectarse  directamente  con  la  fuente  central  de  la  energía  del  ser,  por intermedio  de  la cual  se  comunican  además  unos  con  otros.  Se  establece  una  libre  circulación  de  energía;  y  mientras  nada venga a perturbarla (como es el caso del sueño profundo), las reservas de los centros en su energía específica y el equilibrio de estas energías entre sí se reestablecen sin trabas. De hecho, entre el estado de vigilia y el estado de sueño profundo, el verdadero sueño, hay muchos estados intermedios. Lo que  caracteriza al sueño es la desconexión de los  centros entre sí, al mismo tiempo que  se  suspende  su  posibilidad  de  manifestación;  pero  en  el  hombre  ordinario,  estas  desconexiones  son  a menudo  incompletas.  Dado  que  el  hombre  ordinario  vive  con  cinco  centros,  cada  uno  de  los cinco  es susceptible de  estar desconectado  o no;  y lo que se da ordinariamente es un estado intermedio en el cual se interrumpen  una  o  varias  conexiones,  pero  no  todas.  El  sueño  comienza  en  general  por  la  desconexión del intelecto,  o  más  bien,  de  la  parte mental  con  la  cual  vivimos  de  ordinario,  y  eso  es  lo  que  se  llama habitualmente dormirse. No siempre ocurre así; otras partes, más o menos numerosas, pueden desconectarse sin  que  la  parte  mental  haya  interrumpido  su  actividad.  Pero  en  general  no  se  reconocen  tales  estados intermedios como un verdadero dormir y en las concepciones corrientes, es la desconexión de la parte mental la que marca la división entre los estados de vigilia y los del dormir. El centro que se desconecta a continuación, o al mismo tiempo que el mental, es el centro motor. El hombre (y la mayoría de los animales) se acuesta para dormir. Luego se desconectan los demás centros, pero no siempre es así: otros múltiples modos de desconexión son posibles; las interrupciones y el orden en que se producen  dependen  de  los  individuos  y  de  las  circunstancias;  se  puede  dormir  de  pie,  caminar  durmiendo, amar  durmiendo,  dormir hablando,  etc.  En  cambio  el  centro  instintivo  es  el  último  en  desconectarse; no  se desconecta  jamás,  por  cierto,  sin  un  trabajo  especial —peligroso-  y  solamente  (mientras  dure  la  vida)  en algunos de sus niveles; puesto que su desconexión completa y definitiva acarrea la muerte orgánica. Si  bien  intervienen  a  menudo  predisposiciones  constitucionales,  todo  esto   es  continuamente susceptible al cambio: un sonámbulo no lo es todas las noches ni durante toda la noche. El  estado  de  sueño  profundo  tiene  un  sentido  y  una  importancia  que  el  hombre  ordinario generalmente no sospecha. En las tradiciones antiguas, en particular las hindúes, se le da un gran sitio, y este estado en el cual el sujeto no tiene ningún deseo ni sueña nada, es considerado como el retorno a la serenidad del  principio.  El  ser  (la  esencia)  se  retira  al  reino,  sin  forma,  del  origen,  fuente  de  las  manifestaciones eventuales  en  los  otros  estados,  en  el  que,  al  estar  ausente  todo  conflicto  de  forma,  disfruta  con  "beatitud"(Ananda)  de  la  plenitud  de  sí  mismo  y  reencuentra  en  sí  mismo  el  reino  del  ser  puro  (Ishwara).  En  este estado, los diferentes modos de la manifestación, incluso los de la individualidad que le es propia, no están anulados, sino que permanecen presentes en potencia dentro del conjunto integral de todos los posibles con cuya Esencia universal el ser individual ha vuelto a encontrarse. Al conservar él una conciencia suficiente de los posibles que les son propios, un lazo persiste con la forma del ser y el retorno a la manifestación formal que  es  la  suya  sigue  siendo  posible.  Este  lazo  puede,  sin  embargo,  perderse  en  el  transcurso  de  ciertos ejercicios  acerca  del  sueño  profundo  practicados  en  algunas  escuelas:  he  allí  uno  de  los  riesgos  que conllevan. En cuanto a los seres plenamente realizados, ellos pueden elegir con plena conciencia el momento de romper este lazo: se dice que saben o que escogen la hora de su muerte física. De modo que  el sueño profundo puede ser comprendido como el retorno al estado "esencial" puro: un estado análogo al estado embrionario (el del comienzo de la vida individual) al que se agrega el desarrollo adquirido  hasta  allí  por  la  esencia a  través  de  las  experiencias  de  la  vida.  Y  en  tal  estado,  el  hombre individual,  de  vuelta  a  los  confines  del  ser  universal  y  no  individual,  sin  forma,  entra  en  armonía con  las fuerzas esenciales de la vida que, de esta manera, lo reequilibran y regeneran. Pero  este  retorno  a  las  fuerzas  fundamentales  de  la  Vida,  en  la  pura  Esencia,  el  Goce  pleno  y  la Armonía perfecta, es, para el individuo, enteramente pasivo; se cumple en el abandono de toda manifestación propia y —excepto por la persistencia del soporte orgánico instintivo, la de la vida automática del cuerpo—fuera de toda expresión de su individualidad. En el sueño profundo, las tres facultades mayores que dan a la individualidad  su  calidad  de  presencia  y  su  poder  de  manifestación  (a  saber,  la  atención, la  conciencia,  la voluntad, reflejos de las tres fuerzas creadoras fundamentales) está totalmente suspendidas; el hombre que así duerme no ejerce y ninguna y ellas permanecen solamente "en potencia" .Si bien el estado de sueño profundo es análogo al de la plena Realización (el cuarto estado o estado de conciencia objetiva) con la plenitud del ser (esencia y también manifestación), el pleno Conocimiento (y no  solamente  Goce)  y  la  perfecta  Serenidad  (y  no  simplemente  Armonía)  que  esta  Realización  implica, sin embargo,  estos  dos  estados  se  encuentran  de  hecho  en  los  polos  opuestos  de  la  Vida:  el  estado  de  sueño profundo alcanza los confines de los estados de ser infra individuales (los confines de la Sustancia pura) y el  estado  de  plena  Realización  alcanza  los  confines  de  los  estados  de  ser  supraindividuales  (los  confines  del Espíritu puro). Entre los dos, los estados posibles para el hombre van de las tinieblas sustanciales a la luz de la pura conciencia: ninguna otra forma de ser, en nuestro mundo conocido, está dotada (ni es responsable) de semejante posibilidad .En  los  estados  intermedios  del  dormir  se  producen  los  "fenómenos"  de  los  sueños.  El  sueño profundo acarrea, con la suspensión de todas las funciones de los centros, la suspensión de las conexiones de la memoria y de la imaginación ligadas a cada uno de ellos. Pero si la desconexión no se produce, o queda incompleta,  estas  funciones  pueden  persistir  para los  centros  correspondientes.  De  esta  manera,  la  máquina no  está  en  completo  reposo  y  ciertas  huellas  de  su  trabajo  pueden  permanecer  en  nosotros  en  el  estado  de vigilia.  El  estudio  de  estas  huellas,  es  decir,  el  estudio  de  los  sueños,  puede  entonces  informarnos  a  la  vez sobre  las  perturbaciones  que  han  afectado  suficientemente  a  la  máquina  para  impedir  su  puesta  en  reposo (cuáles  son  las  desconexiones  que  se  hacen  mal  y  cuáles  son  los  centros  concernidos)  y  también,  sobre  la clase de perturbación de la que se trata (sus causas y su significación).Un estudio clásico permite distinguir esquemáticamente tres clases principales de sueños: los sueños asociativos  (o  reactivos),  los  sueños compensatorios  y  los  sueños  simbólicos  (o  arquetípicos),  sin  embargo existen muchos otros aspectos tales como el sueño premonitorio o el sueño telepático cuya significación sería interesante considerar a la luz de las desconexiones hechas o no. En  cuanto  a  las  tres  clases  principales  de  sueños,  uno  no  puede  dejar  de  relacionarlas  con  los  tres niveles de la vida humana ordinaria: los sueños asociativos que corresponden a la vida mecánica, los sueños compensatorios  que  corresponden a  un aspecto  personal dotado  de  emotividad  y  los  sueños  simbólicos  que corresponden  a  fugaces  destellos  sobre  la  vida  del  yo  verdadero,  cuando  el  centro  emocional  superior  (que trabaja en otro nivel) logra ser percibido gracias a una desconexión suficiente de los centros inferiores que, de ordinario, lo ocultan. De  todas  maneras,  en  el  dormir,  el  sueño  sigue  siendo  un  fenómeno  subjetivo.  Aun  cuando  haya sido  inducido  por  ciertas  impresiones  exteriores,  se  produce  en  el  masón   mismo,  se  construye  a  partir  de elementos contenidos en él mismo. Vistas desde el estado de vigilia, si se las recuerda, el hombre puede no reconocer como suyas las figuraciones de las cuales se sirvió y las puede sentir como ajenas. Sin embargo, no es  más  que  una  ilusión  óptica:  aun  sin  que  lo  sepa,  ellas  están  en  él,  son  suyas  bajo  todas  las  formas,  por ajenas que aparezcan; ellas no son sino aspectos diversos provenientes de él,  y significativos  eventualmente de contenidos que ignoraba. En el masón  incompletamente realizado, y hasta desequilibrado, dada la desarmonía de los centros, las desconexiones se hacen mal o no se hacen. Además de los sueños puramente asociativos o reactivos (los sueños  de  la  máquina,  inducidos  por  las  percepciones),  pueden  producirse  sueños  significativos  de  un sufrimiento más esencial, de una carencia o de un desequilibrio en la vida de la esencia a la cual tienden, bajo formas diversas, a devolver, en sueños, su integridad. Al   contrario,   en   el   hombre   cuya actividad   diurna   es   completa,   armonizada,   plenamente “satisfactoria”,  la  desconexión  de  los diversos  centros,  cuando  accede  al  dormir,  se  hace  armoniosa, progresiva  y  completamente,  en  apariencia  sin  soñar,  es  decir,  que  se  hace  sin  tropiezo,  sin  impresiones objetivo que caracteriza ese cuarto estado. De lo que tal estado es en realidad, no podemos tener ninguna idea. Podemos saber que está ligado al  funcionamiento  del  centro  intelectual  superior  y  al  crecimiento  de  un  tercer  cuerpo,  el  cuerpo  espiritual. Podemos saber que trae consigo un estado de presencia universal, el Conocimiento objetivo, un sentimiento de  ser  universal  y  facultades  de  manifestación —un  nivel  de  conciencia,  de  atención  y  de  voluntad creadora— que el hombre no puede concebir de manera directa. Sólo el masón  que ha alcanzado el estado de conciencia de sí puede tener, del estado de conciencia objetiva,  vislumbres  que  pueda  recordar.  El  hombre  ordinario,  artificialmente  conducido  a  ese  estado,  y vuelto  luego  a  su  estado  habitual,  no  recuerda  nada  y  piensa  solamente  "haber  perdido  conciencia"  por  un cierto tiempo. Este estado es, sin embargo, el que muchos masón s quisieran alcanzar directamente, sin pasar por el estado de  conciencia de sí (que creen poseer o que  creen tan ilusorio como  el estado  ordinario); y ciertas ascesis han sido elaboradas en esta dirección. Admitiendo incluso que algunos lo alcancen, lo que se puede hacer  "artificialmente",  una  realización  semejante  representa,  no  obstante,  un  callejón  sin  salida  que  hace imposible, por la falta de uno de los niveles en el ser, el logro último de la superación de toda individualidad y sobre todo el regreso a la vida ordinaria con la plena realidad que la realización de sí le aporta. En efecto, existe aún un "estado" supremo, por encima de los que acabamos de considerar y que ya ni siquiera puede ser llamado estado. Los cuatro estados de presencia posibles al masón  en su vida son estados individuales, por vastos y carentes  de  forma  que  ellos  sean.  Ese  último  estado  es  la  realización  suprema  (el  paranirvana  búdico,  la mente  cósmica  del  Zen,  el  Yahvé  de  la  Cábala, el Gran Arquitecto del Universo en Masonería ,  el  Absoluto  incondicionado  de  la  metafísica —más  allá  de toda forma y de toda individualidad).Es  "Aquello"  que  no  se  puede  nombrar,  de  lo  que  nada  puede  decirse,  de  lo  que  nada  puede conocerse,  de  lo  que  no  se  puede hablar  sino  diciendo  lo  que  no  es,  y  que  se  designa  también  con  los términos  de  "nadidad",  "extinción"  "Vacío  lleno",  "sin  forma", el sunyata ,   aunque no haya  tal  cosa  como  la nada, ni la sombra, ni la luz, ni vacío, ni lleno, puesto que toda distinción o diferencia queda allí abolida. Él es la culminación última y, para el masón , el desvanecimiento en la suprema Realización.

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