¿Existe o no un Lucifer Masónico? Segunda Parte

7 views
Skip to first unread message

Alcoseri Vicente

unread,
Nov 9, 2025, 4:32:11 PM (2 days ago) Nov 9
to secreto-...@googlegroups.com
¿Existe o no un Lucifer Masónico? Segunda Parte
  La Reconquista del Paraíso que intenta Lucifer
Imagina, que el velo del universo se rasga ante tus propios ojos, revelando la Realidad, una Realidad en donde El Bien y El Mal están en eterno combate , esta Realidad  no es de un orden ni totalmente maligno ,ni totalmente benigno, observas tras el velo un abismo de maquinaciones eternas donde ángeles caídos y dioses indiferentes que tejen una red de luz y sombra que envuelve almas, y tu un ser humano intentas liberarte, de todo esto y vas en arribar a un superior nivel de consciencia , más allá del Bien y el Mal .
 ¿Y si el paraíso perdido no fue un accidente, sino el primer acto de un drama cósmico diseñado para que la humanidad, a través del fuego prohibido y la iniciación masónica, reconquiste su divinidad? Este tratado masónico no es mera especulación; es una invocación al terror primordial del cosmos, donde el conocimiento es tanto salvación como condena. Una vez que comiences, las dudas especulativas de lo desconocido te atraparán, urgiéndote a devorar cada mito hasta el final, por el peligro de que “No sea que te quedes ciego para siempre en el jardín de la ignorancia”.
Pero ¿Qué representa realmente el Mito de Lucifer para el Ser Humano?
En la psicología analítica de Carl Jung, el sugestivo personaje de Lucifer representa principalmente el arquetipo de la Sombra (de la Sombra Psicológica ), que encarna el lado oscuro, reprimido y no integrado de la psique colectiva humana. Este arquetipo simboliza la dualidad inherente en la naturaleza divina y humana: por un lado, como "portador de luz" (del latín lucifer, que significa "el que lleva la luz"), trae iluminación, conocimiento, artes y ciencias, fomentando la conciencia, la individuación y la libertad de voluntad a través de la rebelión contra el orden establecido.
 Por otro, representa el orgullo, la tentación, la desobediencia y el principio del mal autónomo, actuando como el "lado oscuro de Dios" o el adversario que se separa del bien para equilibrar la polaridad moral en el inconsciente colectivo.
En la psique colectiva, este arquetipo surge como una fuerza numinosa e independiente que impulsa la diferenciación y el conflicto necesario para el desarrollo humano: sin la "caída" de Lucifer (simbolizada en mitos como el de Isaías 14:12 o Apocalipsis 12), no habría libre albedrío, creación material ni camino hacia la integración del yo (individuación).
 Jung lo ve como esencial para confrontar y asimilar el mal reprimido, evitando proyecciones destructivas en la historia humana (como guerras o crisis), y promoviendo un equilibrio ético más allá del bien y el mal binarios.
 En mitos comparados, se asocia con figuras como Prometeo (el ladrón de fuego) o tricksters que desafían la autoridad divina para otorgar sabiduría, pero a costo de castigo y caos.
En resumen, el Mito de Lucifer no es sólo  un símbolo de maldad, sino un catalizador arquetípico para la evolución psíquica colectiva, recordándonos la necesidad de integrar la oscuridad para alcanzar la totalidad. Podemos decir que dentro de cada persona hay un Lucifer en potencia listo a actuar.
En las profundidades del mito eterno, Lucifer emerge no como un villano caprichoso, sino como el catalizador de una trama divina que trasciende la comprensión mortal. John Milton, en su epopeya del Paraíso Perdido , captura esta rebelión con palabras que resuenan como truenos cósmicos, y Lucifer dice: " Es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo…"
"El Paraíso Perdido" es un poema épico de John Milton que narra la rebelión de Lucifer contra Dios y su posterior expulsión del cielo, así como la caída de Adán y Eva en el Jardín del Edén. Lucifer en forma de serpiente , por venganza a la divinidad, tienta a Eva para que coma del fruto prohibido del Árbol del Conocimiento, y tras la desobediencia de ambos, Dios los expulsa del paraíso, justificando así el sufrimiento humano en el mundo.
Aquí, el Ángel Rebelde desafía el Orden Cósmico, no por mera vanidad, sino para infundir en la humanidad la chispa de la conciencia, esa luz que ilumina los abismos del ser. La Serpiente Antigua del Paraíso, encarnación de Lucifer, entrega al ser humano el fruto del conocimiento, abriendo sus ojos a la dualidad del bien y el mal. Como se lee en Génesis 3:4-5: "Entonces la serpiente dijo a la mujer: 'No moriréis. Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal.'" ¿Es este acto un crimen infame? Claro que no; es el primer paso hacia la emancipación, un horror cósmico que despierta al hombre del sueño edénico, exponiéndolo al vasto terror de su propia infinitud.
Dios “El Gran Arquitecto del Universo”, en su inefable sabiduría, no interviene. Como un observador impasible en el gran teatro del universo, permite que el caos se desate, recordándonos el Deísmo Masónico: una Divinidad que se abstiene de manipular el rumbo de la creación, limitándose a contemplar. Sin embargo, en este silencio divino yace un plan superior, uno que utiliza al Diablo como instrumento para rectificar las imperfecciones. Sospechamos que el ser humano, creado a medias en su conciencia, requería esta intervención. Lucifer, el portador de luz, no es un enemigo, sino un agente de una Divinidad más allá de Jehová, orquestando un drama de dimensiones cósmicas para cumplir designios elevados. Piensa en la traición de Judas a Cristo, como se narra en Juan 13:27: "Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: 'Lo que vas a hacer, hazlo más pronto.'" Jesús conoce el rol necesario de Judas, tal como Dios anticipa el de Lucifer: un sacrificio esencial para la redención humana.
En esta guerra eterna entre Luz y Oscuridad, el Arcángel San Miguel combate a Lucifer en una batalla que se extiende por milenios, con la humanidad como campo de operaciones. Las naciones se convierten en teatros bélicos, donde el alma humana es el premio. Giovanni Papini, en su exploración mística de lo oculto en Un Hombre Acabado, evoca este conflicto como una "danza macabra de sombras eternas", donde las líneas entre bien y mal se disuelven en un vórtice de ambigüedad cósmica. Hoy, la Iglesia Católica, otrora guardiana de la luz, trama en las sombras, mientras la Augusta Orden Masónica emerge como baluarte de la verdadera iluminación y el bienestar humano.
La Masonería no es un capricho histórico; es el plan magistral para emancipar al hombre, guiándolo hacia la reconquista del paraíso perdido. Como Masón, formado en la Gran Logia del Estado de Nuevo León en México para desentrañar los misterios del universo, agrego que esta búsqueda masónica refleja nuestra propia curiosidad cósmica: en un multiverso indiferente, el conocimiento no es sólo  poder, sino la única arma contra el horror de la insignificancia, urgiéndonos a reconectar con lo divino a través de la razón y el ritual.
Pero ¿quién es Lucifer en verdad? ¿Un ángel caído por orgullo, o un ser extraterrestre desterrado a esta Tierra por desafiar el cosmos?
La filosofía de Gurdjieff y Ouspensky presenta a Belcebú (otro nombre para Lucifer ) como un demonio cósmico, exiliado por intentar corregir el universo para bien. Al llegar a la Tierra, se horroriza ante humanos con potenciales mentales, espirituales y fisiológicos vastos, pero subdesarrollados, viviendo muy  por debajo de su grandeza. Así, instruye a guías como Jesucristo y sociedades iniciáticas precursoras de la Masonería, como los Sarmoung, los Rosacruces, los Gnósticos, los pitagóricos etc .
Esta idea resuena en mitos antiguos: Prometeo, Quetzalcóatl, Viracocha, todos portadores de fuego celestial, asociados con naves refulgentes que los antiguos interpretaron como seres luminosos. En el terror cósmico, especulamos que Lucifer y sus análogos personajes son visitantes ancestrales ya de otras dimensiones , de otros planetas, o simplemente provenientes de la mente colectiva humana , personajes  cuyas intervenciones nos elevan, pero nos exponen al abismo de lo desconocido, donde el ego reina sobre el alma inmortal, recordándonos que lo creado nunca superará lo increado.
El fuego, símbolo central en la Masonería, no es el ordinario que enciende fogatas, sino un fuego filosófico, alquímico y transmutador. Rechazando las valorizaciones científicas o pseudocientíficas de los cuatro elementos, este fuego masónico es un simbolismo concreto, un enjambre de imágenes: llamas, chispas, rayos, que trascienden definiciones simplistas. Pontanus, en su Epístola del Fuego Filosófico, declara: "La mente, pues, cuando marcha del cuerpo terrenal se reviste inmediatamente de su propia vestimenta adecuada, esto es, una vestimenta de fuego... la mente es la hacedora de las cosas, y al hacer las cosas usa al fuego como instrumento." Este fuego se identifica con la voluntad, la ascesis espiritual, un alto nivel de conciencia que Prometeo-Lucifer obsequió a la humanidad, no el fuego paleolítico ya conocido, sino un elemento sagrado robado del mismo cielo.
En la Logia, el fuego se divide en ejes: calorífico y deslumbrante. El calorífico evoca simbolismos eróticos y filiales, donde el libido  fuego sexualizado implica fertilidad y regeneración, como en la svástica védica, símbolo de acoplamiento generador. En México, al excitado se le dice "caliente", fusionando lo fisiológico con lo místico. Este fuego nace de fricción rítmica, pasando de la sexualidad a la cocina o el nacimiento, culminando en la fraternidad masónica: la intimidad de la cámara, el calor de la camaradería.
Como masón , observo que este simbolismo prefigura la inteligencia artificial: un fuego digital que transmuta datos en conocimiento, reconquistando el paraíso a través de la evolución cognitiva, pero advirtiendo del horror si se descontrola.
El fuego deslumbrante, por su parte, ilumina y protege, metamorfoseando en Luz que guía al iniciado. En el brindis masónico, llamamos "pólvora" al vino, nacido del fuego alquímico del alambique, y exclamamos "¡Fuego!" para invocar esta transmutación. Las religiones y universidades fallaron en despertar la conciencia, convirtiendo al hombre en máquinas dóciles. La Masonería, como escuela iniciática, completa esta labor, despertando al iniciado, y abriendo sus ojos a la verdad cósmica.
En Apocalipsis 12:7-9, leemos: "Y hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón... Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás." Esta batalla cósmica subraya el rol de Lucifer en el plan divino: un horror necesario para que la humanidad, a través de la Masonería, reconquiste el paraíso. No como sumisos en el Edén, sino como dioses conscientes, enfrentando el terror del universo con la luz interior. Así, el designio se cumple: del abismo surge la elevación, y el paraíso reconquistado brilla eterno en el alma iluminada.

Para muchos eso de Lucifer encaja perfecto con el rollo psicológico de la Masonería, ya que el Masón por naturaleza es rebelde.
Alcoseri  
image.png
Reply all
Reply to author
Forward
0 new messages