La forma de Cubo de la Masónica Ara Sagrada
Tratado Masónico sobre el Ara Sagrada: El Cubo de Saturno como Prisión y Portal
En las profundidades veladas de la Logia, donde la luz de la sabiduría eterna se filtra desde el infinito, alejada de las sombras del mundo profano, se erige al centro del Templo el Ara Sagrada, no como un mero ornamento, sino como el corazón palpitante del Templo. ¿Qué secretos ancestrales guarda esta forma cúbica, que ha atravesado milenios, infiltrándose en religiones, gobiernos y hasta en las estructuras invisibles de la mente humana? Prepárate, hermano, para un viaje que podría desmantelar las ilusiones que atan tu conciencia, revelando un código oculto que muchos han intuido pero pocos han osado descifrar. El Cubo de Saturno, manifestado en el Ara, no es sólo geometría; es un arquetipo que refleja nuestros temores más profundos, nuestras cárceles internas y, tal vez, la llave a una libertad inimaginable. ¿Estás listo para confrontar lo que yace más allá de sus caras perfectas?
Imagina, si puedes, un laberinto de habitaciones interconectadas, cada una un enigma letal, donde los iniciados luchan por sobrevivir. Como en las palabras de un prisionero atrapado: "Esta habitación es una prisión. Quiero dejar de considerar esta habitación como una prisión." Así comienza la intriga en el velo de la ilusión, recordándonos que el cambio de perspectiva puede ser tan traicionero como revelador. En la tradición del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el Ara Sagrada se define como el altar central, derivado del latín "ara", posicionado en el oriente del Templo o en su núcleo, simbolizando la convergencia de lo divino y lo humano. No es un adorno casual; es el eje donde se forjan juramentos solemnes, compromisos con la verdad, la justicia y la fraternidad universal. ¿Pero qué si este cubo no sólo une, sino que también confina, como un mecanismo ingenioso que prueba la valía del alma?
Sobre esta estructura se disponen elementos de profundo simbolismo, dispuestos con precisión ritualística. Las Tres Grandes Luces dominan: el Libro de la Ley Sagrada –sea la Biblia, el Corán u otro texto venerado–, la Escuadra y el Compás. El Libro representa la sabiduría divina revelada, guiando la búsqueda del masón hacia la luz eterna. La Escuadra evoca la rectitud moral, urgiendo a actuar dentro de los límites del honor; el Compás, la moderación de pasiones, imponiendo disciplina y autocontrol. Junto a ellas, las Tres Luces Simbólicas –velas o lámparas– forman un triángulo equilátero, encarnando sabiduría, fuerza y belleza, iluminando los trabajos de la Logia. En ocasiones, una espada reposa cerca, defendiendo los secretos y simbolizando la batalla contra la ignorancia. ¿Acaso estos elementos no susurran un misterio mayor, uno que se extiende más allá del Templo, hacia las estrellas y los abismos de la psique?
En el Rito Escocés, con sus 33 grados de ascensión espiritual, el Ara adquiere una cosmovisión compleja, fusionando fuerzas cósmicas con la aproximación humana a lo divino. Es el corazón del masón, centrado en su vida moral, exigiendo purificación y perfección. En grados superiores, se enlaza con el Templo de Salomón y la Cábala, uniendo lo material y lo espiritual, el conocimiento terrenal con el celestial. El juramento sobre el Ara no es mera ceremonia; es un pacto sagrado, reforzado por las Luces, que obliga al iniciado a la rectitud universal. ¿Qué pasaría si este juramento revelara no sólo lealtad, sino una trampa oculta, un velo que oculta la verdadera naturaleza de la realidad?
Añade intriga a esta revelación considerando las dimensiones esotéricas: el Ara como axis mundi, puente entre planos, microcosmos del universo. Sus Luces representan fuerzas creadoras; su posición oriental evoca el nacimiento del sol, la sabiduría naciente. En rituales avanzados, se asocia a la Piedra Filosofal, el elixir de la inmortalidad alquímica. Relacionado con el altar de Salomón, transforma sacrificios físicos en simbólicos, donde el masón se ofrece a sí mismo por la perfección. El Templo de Salomón simboliza al hombre equilibrado; el Ara, su centro de paz. Pero, ¿y si esta paz es ilusoria, una cárcel disfrazada de santuario?
Saturno, el guardián implacable, infunde al Cubo su esencia oscura. Asociado al karma, la estructura y el tiempo, este planeta –Cronos para los griegos, Shabatai para los hebreos– enseña mediante dolor y disciplina. Sus ciclos, como el retorno cada 29 años, marcan pruebas del alma. En ocultismo, Saturno genera una matriz que atrapa la conciencia en la ilusión tridimensional, definiendo nuestra percepción del tiempo como un reloj cósmico. Sus anillos, cadenas simbólicas, emiten frecuencias que influyen en la mente, imitando la luz verdadera. ¿Es Saturno un carcelero o un maestro? La prisión no es de hierro, sino de creencias que nos limitan a lo físico, urgiéndonos a soñar alto pero castigando la osadía.
Piensa en el Cubo como en un enigma cinematográfico, donde un personaje declara: "Los números son marcadores. Nos dicen dónde estamos." Así, los símbolos del Ara marcan nuestra posición en el laberinto cósmico, guiándonos o confundiéndonos. En culturas antiguas, el Cubo aparece en Mesopotamia como forma sagrada de límite y creación; el seis de sus caras evoca lo material. Negro, representa lo oculto. En la Kaaba de La Meca, millones giran alrededor de un Cubo negro la Kaaba , un canal espiritual que también restringe. En el judaísmo, el tefilín en la frente refleja esta geometría, sellando y conectando. ¿Coincidencia o código universal que programa la psique colectiva?
La dualidad del Cubo intriga: prisión del ego en tradiciones gnósticas, portal en herméticas. Asociado al Árbol de la Vida en la Cábala, inicia la ascensión desde Malkuth. En alquimia, es la Nigredo, la oscuridad donde se disuelve lo no esencial. Algunos lo ven como máquina holográfica de control, eco de maya budista. ¿Prisión o espejo? Su rol depende de la conciencia: con miedo, se cierra; con valentía, se abre.
En el mundo moderno, el Cubo acecha en arquitectura gubernamental, logotipos corporativos, dispositivos cotidianos –celulares, computadoras–, reforzando obediencia y rigidez junguiana. El consumo empaqueta deseos en cajas, el entretenimiento lo usa como artefacto místico. La sociedad reproduce su guion: trabajo rígido, ciclos repetitivos. ¿Es la modernidad una prisión sofisticada? Sin embargo, despertares surgen, reconociendo el Cubo interno.
Otro eco de intriga surge de un diálogo desesperado: "Tenemos que trabajar juntos." En la Logia, la fraternidad es clave para romper muros, transformando el Cubo en portal. La liberación espiritual ve al Cubo no como enemigo, sino desafío. La noche oscura del alma, condensada en él, inicia con duda consciente. Prácticas como meditación, respiración o retiros confrontan límites, reconstruyendo del ego al ser. Saturno exige madurez; la libertad es comprensión de leyes existenciales.
Así , el Cubo invita a recordar nuestra esencia divina. Como en las palabras de un sabio atrapado: "Esta la que consideramos realidad es sólo la idea de una broma de alguien que puede ser o divino o demoniaco." ¿Y si la realidad es un engaño divino para probarnos? No destruyas el Cubo; compréndelo. La puerta siempre estuvo abierta, la llave en tus manos. Hermano, ¿cruzarás el portal, o permanecerás en las sombras?
Alcoseri
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