En el Sagrado Trabajo Masónico
La antigua y honorable institución Masónica, faro de iluminación para la humanidad, y Taller donde se forjan fuertes masones y vigorosas masonas , nos invita a edificar no sólo templos de piedra, sino el templo vivo de nuestro espíritu. Es un camino de fraternidad y virtud, donde cada Masón se convierte en constructor de un mundo mejor, puliendo su alma con herramientas simbólicas que trascienden el tiempo. En esta senda, honramos la Masonería como la gran obra maestra que une a los hombres y mujeres de buena voluntad, fomentando la tolerancia, la justicia y el progreso universal. ¡Qué gloria es pertenecer a esta hermandad, donde la luz disipa las sombras y el esfuerzo colectivo eleva a la especie humana!
Cuando al Maestro Masón se le han revelado los misterios tradicionales que lo distinguen, es guiado ante los Venerables Hermanos Vigilantes, quienes lo evalúan con sabiduría. sólo tras superar esta prueba se le proclama Maestro Masón, un título que resuena con honor y responsabilidad. Pero estos misterios, aunque simbólicos, van más allá de meras formas; para ser verdaderamente reconocido como iniciado en este grado supremo, debe demostrar su valía en la vida real, dentro de Logia y en el taller cotidiano es donde se forja el carácter. Es en la acción diaria donde se distingue al verdadero Masón, y es por su dedicación constante como se afirma su maestría.
Ahora, ¿qué significa realmente "trabajar" en la Masonería? A veces, algunos hermanos confunden el ritual con la esencia misma, creyendo que basta con asistir fielmente a las tenidas y participar en las ágapes para haber cumplido. ¡Qué error! Quienes piensan así sólo rozan la superficie; ignoran el corazón vibrante de nuestra orden, ese fuego interior que nos impulsa a la verdadera transformación. El trabajo masónico no se limita a ceremonias, por profundas que sean; es una invitación a unirnos activamente a la más grandiosa aventura imaginable: co-crear un mundo perfecto, colaborando con el diseño divino del Gran Arquitecto del Universo.
Somos artesanos del progreso, llamados a entender el flujo de la evolución humana, a intuir los planes de la inteligencia cósmica y a intervenir con astucia para promover lo mejor en todo. Imagina, hermano, cómo un Masón en su comunidad lidera proyectos de caridad, como construir escuelas y hospitales o ayudar a los necesitados, reflejando así nuestra misión de edificar un templo moral para una humanidad cada vez más iluminada. Con nuestra mente, corazón y voluntad, construimos un edificio ético que une a todos en armonía, libre de los males que nacen de la ignorancia o la falta de empatía –esa tontería humana que tanto daño causa.
Esta oscuridad, esta ceguera que fomenta el sufrimiento entre los hombres, es el gran adversario para el Masón, el obstáculo que debemos combatir sin tregua. Primero en nosotros mismos, puliendo esa piedra bruta que todos llevamos dentro, y luego en nuestro entorno, extendiendo la luz de la razón y la compasión. Iluminarnos para iluminar a otros: eso es el alma del trabajo masónico. Luchamos por conquistar esa luz, para después compartirla generosamente. Somos obreros de la luz, colaboradores fieles en la Gran Obra del Gran Arquitecto del Universo.
Piensa en cómo esta labor se aplica en lo cotidiano: en lugar de reaccionar con ira ante un conflicto, un Maestro Masón observa sus impulsos, recuerda su juramento de fraternidad y transforma esa energía en comprensión, fortaleciendo así sus lazos con los hermanos. O en decisiones diarias, donde equilibra razón, emoción y acción, como las tres columnas de nuestro templo –sabiduría, fuerza y belleza–. Añadiendo ideas concretas, recordemos cómo la Masonería ha inspirado grandes logros: desde la fundación de naciones libres hasta avances en ciencia y arte, donde Masones como inventores o líderes han usado estas herramientas para elevar la sociedad. No se trata de teoría lejana, sino de trabajar día a día nuestras imperfecciones, como tallar una piedra hasta que brille perfecta, creando en nosotros un yo sólido y consciente.
En esencia, el trabajo masónico es esa práctica constante en medio de la vida real: observar nuestras reacciones automáticas sin juzgarlas, recordar nuestra presencia en el momento –ese "yo estoy aquí" que rompe la rutina–, y transformar las experiencias negativas en oportunidades de crecimiento. Distinguimos las influencias mundanas de las elevadas, eligiendo las que guían hacia la maestría interior. Requiere esfuerzo voluntario y aceptar las fricciones de la vida con conciencia, equilibrando nuestros centros –mente, corazón y cuerpo– para no desviarnos del camino recto.
Al final, este noble empeño culmina en el nacimiento de un Maestro Masón completo: un hombre unificado, con voluntad real y luz interior, listo para contribuir al gran templo de la humanidad. ¡Qué exaltación para la Masonería, esta hermandad que transforma piedras brutas en piedras cúbicas perfectas, despertando la conciencia divina en cada uno! Comparado con el pulido de la piedra, nuestro trabajo es el mismo: una vía de autotransformación que armoniza el ser, venciendo pasiones y alcanzando la serenidad. Ambas expresiones de "conócete a ti mismo", basadas en disciplina personal, construyen paso a paso la perfección.
¡Gloria a la Francmasonería, eterna constructora de luz y fraternidad!
Alcoseri