Sábado 21 de Febrero de 2009 - Corrientes, Argentina | Hora 18:21
Autor: Felipe Pigna
José de San Martín
(1778 - 1850) José Francisco de San Martín nació en Yapeyú, hoy
provincia de Corrientes, un 25 de febrero de 1778. Yapeyú había sido
fundada en febrero de 1627 por los Jesuitas y se transformó con el
tiempo en el más importante centro ganadero del Río de la Plata,
famoso sus zapaterías cuyos productos eran exportados a Chile y Perú
También se producían ahí diversos instrumentos musicales de gran
calidad. Todo esto decayó con la expulsión de los jesuitas en 1768,
pero Yapeyú siguió siendo una ciudad importante dentro de la
estrategia española para estas tierras.
Así fue como el gobernador de Buenos Aires, Bucarelli, encomendó al
Capitán don Juan de San Martín el cargo de teniente de gobernador de
Yapeyú en 1774. Allí se instaló don Juan con su mujer, Gregoria
Matorras, y sus hijos María Elena, Juan Fermín y Manuel Tadeo. Poco
después nacerán Justo Rufino y el menor de la familia, José Francisco,
quien pronto comenzó a ser cuidado por una niñera india, Juana
Cristaldo que según doña Gregoria, lo consentía demasiado. Cuando José
tenía apenas tres años, toda la familia debió abandonar Yapeyú y
trasladarse a Buenos Aires.
El virrey Vértiz le ordenó a Don Juan hacerse cargo de la instrucción
de los oficiales del batallón de voluntarios españoles. Los San Martín
vivirán en la capital del virreinato hasta 1784 cuando fue aceptado el
pedido de Don Juan para regresar a España. Se le encargó la dirección
de un regimiento en Málaga y allí se instaló la familia. José, que
tenía por entonces ocho años ingresó al Seminario de Nobles de
Madrid.
Allí aprendió latín, francés, castellano, dibujo, poética, retórica,
esgrima, baile, matemáticas, historia y geografía. En 1789, a los once
años ingresó como cadete al regimiento de Murcia y en poco tiempo ya
tomará parte activa en numerosos combates en España y en el Norte de
África. Entre 1793 y 1795 durante la guerra entre España y Francia, el
joven San Martín tuvo una actuación destacada en todos los combates en
los que participó, y ascendió rápidamente en sus grados militares
hasta llegar al de segundo teniente. En la guerra contra las fuerzas
napoleónicas y ya con el grado de Teniente Coronel, fue condecorado
con la medalla de oro por su heroica actuación en la batalla de Bailén
el 19 de julio de 1808
El joven José no olvidaba sus orígenes americanos y estaba muy al
tanto de los sucesos del Río de la Plata. Al enterarse de los hechos
de mayo de 1810, decidió pedir el retiro del ejército español para
poner sus conocimientos y experiencia al servicio de la naciente
revolución americana. Había tomado contacto en España con círculos
liberales y revolucionarios que veían con simpatía la lucha por la
emancipación americana. Salió de Cádiz para Londres el 14 de
septiembre de 1811. Londres ya era por entonces la gran capital de la
Revolución Industrial a cuya sombra florecían las ideas liberales,
ante todo en lo económico, pero también en lo político. Allí
prosperaban los grupos revolucionarios como la "Gran Hermandad
Americana", una logia fundada por Francisco de Miranda, un patriota
venezolano que se proponía liberar América con la ayuda financiera de
los ingleses. Durante sus cuatro meses de estadía en Londres, San
Martín tomará contacto con los miembros de la "Hermandad", sobre todo
con Andrés Bello y con personas vinculadas al gobierno británico, como
James Duff y Sir Charles Stuart, quienes le hacen conocer el plan
Maitland.
El plan, un manuscrito de 47 páginas, había sido elaborado por el
general inglés Thomas Maitland en 1800 y aconsejaba tomar Lima a
través de Chile por vía marítima. San Martín tendrá muy en cuenta las
ideas del militar inglés en su campaña libertadora. Finalmente en
enero de 1812 San Martín emprende el regreso a su tierra natal a bordo
de la fragata inglesa George Canning. “Yo serví en el ejército español
desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de
teniente coronel de caballería. En una reunión de americanos en Cádiz,
sabedores de los primeros movimientos de Caracas, Buenos Aires, etc.,
resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento a fin de
prestarle nuestro servicio en la lucha." José de San Martín
A poco de llegar San Martín a Buenos Aires, logró que se le respetara
su grado militar de Teniente Coronel y que se le encomendara la
creación de un regimiento para custodiar las costas del Paraná
asoladas por los ataques de los españoles de Montevideo. Así nació el
regimiento de Granaderos a Caballo.
El propio San Martín diseñará los uniformes y las insignias del nuevo
cuerpo militar que se instala en el Retiro. La situación política en
Buenos Aires era complicada. Gobernaba el Primer Triunvirato integrado
por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso. Pero el
verdadero poder estaba en manos del secretario de gobierno, Bernardino
Rivadavia, que venía desarrollando una política muy centralista que
desoía todos los reclamos del interior, cada vez más perjudicado por
la política económica de Buenos Aires que fomentaba el libre comercio
y mantenía un manejo exclusivo del puerto y de la aduana.
A poco de llegar, San Martín entró en contacto con los grupos
opositores al triunvirato, encabezados por la Sociedad Patriótica
fundada por Bernardo de Monteagudo, y creó, junto a su compañero de
viaje Carlos de Alvear, la Logia Lautaro, una sociedad secreta cuyos
objetivos principales eran la Independencia y la Constitución
Republicana.
San Martín y sus compañeros se decidieron a actuar y el 8 octubre de
1812 marcharon con sus tropas, incluidos los granaderos, hacia la
Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo) y exigieron la renuncia de
los triunviros en un documento redactado por San Martín que concluía
diciendo: "...no siempre están las tropas para sostener gobiernos
tiránicos". Fue designado un segundo triunvirato afín a la Logia y a
la Sociedad Patriótica integrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez
Peña y Antonio Álvarez Jonte.
Don José se hacía tiempo también para la diversión y poco a poco fue
tenido en cuenta en las selectas listas de invitados de las tertulias
porteñas. La más famosa y agradable, según cuentan, era la de Don
Antonio Escalada y su esposa Tomasa, en la que sus hijas, Remedios y
Nieves, no perdían de vista a ningún nuevo visitante. Por allí pasó
Don José y surgió el romance con Remedios. Poco después, el 12 de
noviembre de 1812 se casaron. Él tenía 34 años y ella 15.
El 3 de febrero de 1813 los Granaderos de San Martín entraban por
primera vez en combate frente al Convento de San Lorenzo, en Santa Fe.
El triunfo fue total y el prestigio del ahora coronel San Martín
crecía sin cesar. Fue así que en 1814 se le encomendó el mando del
ejército del Norte en reemplazo del General Belgrano. San Martín
aceptó el cargo pero hizo saber a las autoridades que sería inútil
insistir por la vía del Alto Perú y que se retiraría a Córdoba para
reponerse de los dolores causados por su úlcera estomacal y terminar
de delinear las bases de su nueva estrategia militar consistente en
cruzar la cordillera, liberar a Chile y de allí marchar por barco para
tomar el bastión realista de Lima. Repuesto parcialmente de sus males,
pero con el plan terminado y aprobado, logró ser nombrado gobernador
de Cuyo. En Mendoza comenzó los preparativos para su ambicioso plan
sin descuidar las tareas de gobierno. Fomentó la educación, la
agricultura y la industria y creó un sistema impositivo igualitario
cuidando que pagaran más los que más tenían.
Todo el pueblo cuyano colaboró según sus posibilidades para armar y
aprovisionar al Ejército de los Andes. El propio gobernador dio el
ejemplo reduciendo su propio sueldo a la mitad.
San Martín debió enfrentar en Cuyo la oposición la oposición de los
hermanos Carreras, exiliados chilenos que habían abandonado su país
tras la derrota de Rancagua. Uno de ellos, José Miguel había sido
presidente de la Junta de Gobierno de Chile en 1814 y se oponía a la
alianza de O'Higgins con San Martín. Los tres hermanos terminaron
involucrándose en las guerras civiles argentinas y murieron
fusilados.
El 24 de marzo se reúne el Congreso en Tucumán. San Martín, preocupado
por la demora en sancionar la independencia dirige una carta al
diputado por Cuyo, Godoy Cruz. "¿Hasta cuándo esperaremos para
declarar nuestra independencia? ¿No es cosa bien ridícula acuñar
moneda, tener el pabellón y escarapela nacional y, por último, hacer
la guerra al soberano de quien se dice dependemos, y permanecer a
pupilo de los enemigos?"
El 16 de agosto de 1816, nació Mercedes Tomasa de San Martín, la única
hija de la pareja. A principios de 1817 comenzó el heroico cruce de
los Andes.
"Compañeros del Ejército de los Andes: La guerra se la tenemos que
hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene
que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la
bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota
como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no
importa. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver
el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje."
José de San Martín
Durante muchos tramos San Martín debió ser trasladado en camilla
debido a los terribles dolores provocados por la úlcera.
A poco de cruzar los Andes, el 12 de febrero de 1817, las fuerzas
patriotas derrotan a los españoles en la cuesta de Chacabuco,
iniciando de esa forma la independencia de Chile. El 19 de marzo del
año siguiente las fuerzas patriotas sufrieron una derrota en Cancha
Rayada. Afortunadamente el General Las Heras logró salvar a su cuerpo
y en base a estos hombres pudo reorganizarse un ejército de 5.000
hombres y vencer definitivamente a los realistas en Maipú el 5 de
abril de 1818.
Pocos días después de Maipú, San Martín volvió a cruzar la cordillera
rumbo a Buenos Aires para solicitar ayuda al gobierno del Directorio
para la última etapa de su campaña libertadora: el ataque marítimo
contra el bastión realista de Lima. Obtiene la promesa de una ayuda de
500.000 pesos para su plan limeño de los que sólo llegarán
efectivamente 300.000. San Martín regresó a Chile, donde obtuvo la
ayuda financiera del gobierno y armó una escuadra que quedará al mando
del marino escocés Lord Cochrane.
Mientras tanto, en Buenos Aires las cosas se complican. Pueyrredón
propicia la invasión portuguesa de la Banda Oriental para combatir a
Artigas y le ordena a San Martín que baje con su ejército y encabece
la represión de los orientales. San Martín se niega y le aclara que
"el general San Martín jamás desenvainará su espada para derramar
sangre de hermanos".
El 20 de agosto de 1820 partió desde el puerto chileno de Valparaíso
la expedición libertadora. La escuadra estaba formada por 24 buques y
conducía a unos 4.800 soldados. El 12 de septiembre la flota fondeó
frente al puerto peruano de Pisco.
Una división al mando del General Arenales se dirigió hacia el
interior del Perú con el objetivo de sublevar a la población y obtuvo
la importante victoria de Pasco el 6 de diciembre de 1820. Por su
parte San Martín ordenó bloquear el puerto Lima. Así, el virrey De la
Serna se vio acosado por todos los flancos y debió rendirse el 10 de
julio de 1821. Ese día entró victorioso el general San Martín a la
capital virreinal.
El 28 de julio de 1821 San Martín declaró la independencia del Perú.
Se formó un gobierno independiente que nombró a San Martín con el
título de Protector del Perú, con plena autoridad civil y militar. En
un principio el general se había negado a aceptar el cargo, pero el
clamor popular y los consejos de su amigo y secretario, Bernardo de
Monteagudo, le hicieron recordar que el peligro realista no había
desaparecido, que las fuerzas del virrey se estaban reorganizando en
los cuatro puntos cardinales del Perú y que por lo tanto su presencia
se hacía imprescindible para terminar definitivamente con el dominio
español.
San Martín abolió la esclavitud y los servicios personales (mita y
yanaconazgo), garantizó la libertad de imprenta y de culto, creó
escuelas y la biblioteca pública de Lima. Debió enfrentar graves
dificultades financieras, lo que creó entre la población un creciente
descontento. Pese a las dificultades San Martín pudo controlar la
situación y lograr la rendición de los realistas del Sur y del Centro
del Perú.
Mientras San Martín llevaba adelante su campaña desde el Sur el
patriota venezolano Simón Bolívar, lo venía haciendo desde el Norte.
El general Sucre, lugarteniente de Bolívar, solicitó ayuda a San
Martín para su campaña en Ecuador. El general argentino le envió 1600
soldados que participaron victoriosamente en los combates de Riobamba
y Pichincha que garantizaron la rendición de Quito. Finalmente los dos
libertadores decidieron reunirse. La famosa entrevista de Guayaquil,
en Ecuador, se realizó entre los días 26 y 27 de julio de 1822. Había
entre ellos diferencias políticas y militares. Mientras San Martín era
partidario de que cada pueblo liberado decidiera con libertad su
futuro, Bolívar estaba interesado en controlar personalmente la
evolución políticas de las nuevas repúblicas. El otro tema polémico
fue quién conduciría el nuevo ejército libertador que resultaría de la
unión de las tropas comandadas por ambos. San Martín propuso que lo
dirigiera Bolívar pero éste dijo que nunca podría tener a un general
de la calidad y capacidad de San Martín como subordinado. El general
argentino tomó entonces una drástica decisión: retirarse de todos sus
cargos, dejarle sus tropas a Bolívar y regresar a su país.
Tras la entrevista de Guayaquil San Martín regresó a Lima y renunció a
su cargo de Protector del Perú. "La presencia de un militar
afortunado, por más desprendimiento que tenga es temible a los estados
que de nuevo se constituyen. Por otra parte ya estoy aburrido de oír
decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo siempre estaré a hacer
el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple
particular y no más. En cuanto a mi conducta pública mis compatriotas
dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo."
Partió luego rumbo a Chile donde permaneció hasta enero de 1823.
Cruzó por última vez los Andes, estuvo unos días en Mendoza y pidió
autorización para entrar en Buenos Aires para poder ver a su esposa,
que estaba gravemente enferma. Rivadavia, ministro de gobierno del
gobernador Martín Rodríguez, le negó el permiso argumentando que no
estaban dadas las condiciones de seguridad para que San Martín entrara
a la ciudad. En realidad Rivadavia, que siempre le había negado
cualquier tipo de ayuda a San Martín, temía que el general entrase en
contacto con los federales del Litoral. El gobernador de Santa Fe,
Estanislao López, le envió una carta advirtiéndole que el gobierno de
Buenos Aires esperaba su llegada para someterlo a un juicio por haber
desobedecido las órdenes de reprimir a los federales y le ofreció
marchar con sus tropas sobre Buenos Aires si se llegara a producir tan
absurdo e injusto juicio.
San Martín le agradeció a López su advertencia pero le dijo que no
quería más derramamiento de sangre. Ante el agravamiento de la salud
de Remedios, pese a las amenazas, San Martín decidió viajar igual a
Buenos Aires pero lamentablemente llegó tarde. Su esposa ya había
muerto sin que él pudiera compartir al menos sus últimos momentos.
Difamado y amenazado por el gobierno unitario, San Martín decidió
abandonar el país en compañía de su pequeña hija Mercedes rumbo a
Europa. Merceditas tenía siete años y recién ahora conocería de verdad
a su padre. San Martín comenta en una carta a su entrañable amigo
Tomás Guido: "Cada día me felicito más y más de mí decisión de haberla
conducido a Mercedes conmigo a Europa y arrancado del lado de doña
Tomasa (su suegra). Esta amable señora con el excesivo cariño que le
tenía me la había resabiado, como dicen los paisanos, en términos que
era un diablotín...". En 1825 redacta las famosas máximas, una serie
de recomendaciones para su educación en caso de que él no estuviera a
su lado. Allí les aconseja el amor a la verdad, la tolerancia
religiosa, la solidaridad y la dulzura con los pobres, criados y
ancianos; amor al aseo y desprecio al lujo. Tras pasar brevemente por
Londres, San Martín y su hijita se instalaron en Bruselas. En 1824
pasan a París para que Mercedes complete sus estudios.
San Martín atravesaba en Europa una difícil situación económica. Del
gobierno argentino no podía esperar nada y ni el Perú ni Chile le
pagaban regularmente los sueldos que le correspondían como general
retirado. Vivía de la escasa renta que le producía el alquiler de una
casa en Buenos Aires y de la ayuda de algunos amigos como el banquero
Alejandro Aguado que lo ayudó para poder comprar su casa de Grand
Bourg.
Pero el general seguía interesado e inquieto por la situación de su
país. En febrero de 1829 llega al puerto de Buenos Aires pero no
desembarca. Se entera del derrocamiento del gobernador Dorrego y de su
trágico fusilamiento a manos de los unitarios de Lavalle. Muchos
oficiales le envían cartas a su barco y lo van a visitar con la
intención de que se haga cargo del poder. San Martín se niega porque
piensa que tome el partido que tome tendrá que derramar sangre
argentina y no está dispuesto a eso. Triste y decepcionado decide
regresar. Pasa unos meses en Montevideo y finalmente retorna a
Francia. En 1832 una epidemia de cólera asoló Francia. San Martín y su
hija Mercedes, fueron afectados por esa grave enfermedad. Los trató un
médico argentino, Mariano Balcarce, hijo de un viejo amigo y camarada
de armas de San Martín, el general Antonio Balcarce, vencedor de
Suipacha. Mariano atendió durante meses a los San Martín, aunque
podría decirse que sobre todo prestó mucha atención a Mercedes. Pero
la cosa fue mutua y el 13 de diciembre de 1832 Mariano Balcarce y
Mercedes de San Martín se casaron y se fueron de luna de miel a Buenos
Aires.
En 1838, durante el gobierno de Rosas, los franceses bloquearon el
puerto de Buenos Aires. Inmediatamente José de San Martín le escribió
a don Juan Manuel ofreciéndole sus servicios militares. Rosas
agradeció el gesto y le contestó que podían ser tan útiles como sus
servicios militares las gestiones diplomáticas que pudiera realizar
ante los gobiernos de Francia e Inglaterra. Al enterarse del bravo
combate de la vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, cuando
los criollos enfrentaron corajudamente a la escuadra anglo-francesa,
San Martín volvió a escribir a Rosas y a expresarle sus respetos y
felicitaciones: "Ahora los gringos sabrán que los criollos no somos
empanadas que se comen así nomás sin ningún trabajo".
San Martín para ese entonces estaba muy enfermo. Sufría asma, reuma y
úlceras y estaba casi ciego. Su estado de salud se fue agravando hasta
que falleció el 17 de agosto de 1850. En su testamento pedía que su
sable fuera entregado a Rosas "por la firmeza con que sostuvo el honor
de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros
que trataban de humillarla" y que su corazón descansara en Buenos
Aires. Esta última voluntad se cumplió en 1880, cuando el presidente
Avellaneda recibió los restos del libertador.
Fuente:
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