El llamado Masónico
Un llamado Hacia lo Eterno
Entendamos que el mundo que ves a tu alrededor —con sus edificios, calles y rutinas diarias— es sólo la superficie de un vasto océano de realidades ocultas. Hasta hace unos años, yo vivía convencido de que esta era la única verdad: un universo explicado únicamente por la ciencia o, en su defecto, por las doctrinas religiosas que me inculcaron en la infancia. Como tantos otros, crecí con lecciones de catecismo y aulas universitarias llenas de ecuaciones, donde lo intangible se descartaba como mera ilusión. Pero, ¿y si te dijera que un simple artículo en una revista como Año Cero puede desatar una cadena de eventos que te lleva a cuestionar todo? Ese fue mi punto de inflexión, el momento en que la masonería irrumpió en mi vida, no como un club secreto de conspiraciones, sino como una puerta hacia un reino invisible, pero palpable, que transforma cómo percibes la existencia misma.
Mi curiosidad por la masonería surgió de ese artículo de la Revista Año Cero que me resultó fascinante, que pintaba a los masones no como guardianes de tesoros materiales, sino como exploradores de misterios ancestrales. Decidí indagar más, y lo que comenzó como una búsqueda casual se convirtió en una serie de "casualidades" —o sincronías, como prefiero llamarlas ahora— que me guiaron hacia mi iniciación. Al cruzar el umbral de la logia, no sólo me uní a una fraternidad; contacté con ese "mundo invisible" que menciono. Era real, concreto, aunque imperceptible para los no iniciados. Recuerdo vívidamente esa sensación durante la ceremonia: como si una venda se quitara de mis ojos, revelando capas de significado que antes ignoraba. Esto resuena con las palabras de la liturgia del grado de Aprendiz, donde se enfatiza la transición de la oscuridad a la luz. Esta frase captura perfectamente esa revelación inicial, donde el iniciado pasa de la ignorancia a un atisbo de conocimiento oculto, simbolizando el velo que se levanta sobre lo esotérico.
A partir de ahí, mi vida masónica se llenó de experiencias inexplicables, como si el universo conspirara para mostrarme más y más. Un día, en el lobby de la Gran Logia del Estado de Nuevo León, un hermano masón —al que sólo había visto una vez, sin intercambiar palabra— se acercó con una invitación misteriosa. No revelaré su identidad, por respeto a la discreción que nos une, pero era una figura bien conocida en el mundo esotérico- masónico . Nos sentamos en un salón vacío, y con seriedad me confió que yo era el único con quien podía hablar de un tema delicado. Mencionó su conexión con una escuela de misterios milenaria llamada Sarmug , remontándose a la Antigua Babilonia —un nombre que yo había leído en libros esotéricos, pero que descartaba como reliquia histórica. Al principio, dudé: ¿estaría fantaseando, como yo lo había hecho al leer sobre esa escuela nacida en Babilonia ? Le sugerí consultar a un erudito de la logia, experto en tales temas, pero su respuesta fue tajante: "Con él no es el asunto". Para reforzar esta idea, piensa en cómo la masonería misma enseña que el conocimiento no se revela a todos por igual; en el grado de Compañero, se habla de ascender por una escalera de tres, cinco y siete peldaños hacia la Cámara Media, simbolizando un progreso selectivo. Esta progresión ilustra que los misterios se desvelan sólo a quienes poseen ciertas cualidades, tal como me invitaron a esas reuniones exclusivas.
Asistí a esas sesiones, donde se reunían masones y otros con "características especiales". Las instrucciones masónicas recibidas hace 30 años aún resuenan en mi mente con fuerza arrolladora, expandiendo mi percepción más allá de lo ordinario. Lo más asombroso fue aprender un lenguaje en clave —complejo, pero sólidamente lógico— que me permitió detectar patrones invisibles en el mundo cotidiano. Imagina ir al cine y, de repente, descifrar mensajes ocultos en guiones de Películas de Hollywood, no sólo símbolos esotéricos fugaces, sino estructuras enteras que comunican ideas profundas. Lo mismo ocurría en libros, discursos políticos, canciones pop e incluso en caricaturas animadas. ¿Con quién se comunican los creadores esotérico- masones al insertar estas claves? Sólo con quienes poseen la llave, un minúsculo porcentaje de la humanidad. Esta noción refuerza la idea de que el conocimiento esotérico permea culturas enteras: la Biblia, la mitología griega, la náhuatl... todas están tejidas con estos códigos. Para ilustrar, considera cómo en el grado de Maestro Masón se enfatiza la preservación de secretos a través de símbolos y palabras sagradas ." Dice Hiram : Además, que no daré la Secreta Gran Palabra Masónica en ninguna otra manera o forma que aquella en que la recibí, y entonces en un susurro en claves te la daré ."
Este compromiso con la discreción resalta cómo el lenguaje esotérico actúa como un puente al mundo invisible, protegiendo verdades que podrían alterar la percepción colectiva.
En la masonería, este lenguaje oculto en claves es omnipresente, pero muchos hermanos lo pasan por alto, incluso tras años en la logia. Observo cómo puntos cruciales —símbolos, rituales— se ignoran, limitando el potencial transformador. Sin embargo, esta capa esotérica no es un fin en sí misma; es un peldaño hacia estados de conciencia superiores. Yo mismo dejé de obsesionarme con estas claves secretas en masonería hace más de una década, evolucionando hacia exploraciones más profundas en mi propio ser interior. Pero su encanto persiste: nos recuerdan que la realidad es multifacética, y que buscar lo invisible enriquece la vida. ¿Te has preguntado alguna vez si tu mundo cotidiano esconde mensajes similares? La masonería me enseñó que sí, y que el verdadero llamado es atreverse a descifrarlos, paso a paso, hacia una comprensión mayor. Si sientes esa inquietud, quizás sea tu turno de responder al llamado masónico.
Alcoseri
