Son los propios defectos

4 views
Skip to first unread message

Inanna

unread,
Dec 9, 2011, 10:24:05 AM12/9/11
to SECRETO MASONICO
Son los propios defectos internos del hombre los que ha menudo
conspiran
contra él y los que muestran sus rostros en muchos de los problemas
externos
que lo asedian. Pero le es difícil aceptar esta verdad, porque el
hábito de
toda su vida consiste en mirar hacia fuera, en elaborar más bien
coartadas
de defensa que en comprometerse en una auto-adquisición censora. Sheik
al
Khuttali, un adepto sufí, dirigiéndose a un discípulo que se quejaba
de sus
circunstancias, le dijo: “Oh hijo mío, ten la seguridad de que hay una
causa
para cada decreto de la Providencia. Cualquiera sea el bien o el mal
que
Dios cree, en ningún lugar ni circunstancia has de estar en disputa
con su
acción ni has de afligirte en tu corazón”. Por lo tanto, el aspirante
realmente diligente en su búsqueda debe desarrollar la actitud para
sus
infortunios, problemas y contrariedades deben retrotraerse a sus
propias
debilidades, defectos, faltas, deficiencias e indisciplinas. Que no
eche la
culpa de ellos a otras personas ni al hado. De este modo, realizará el
avance más rápido mientras que, con su autodefensa o su auto-
justificación,
o con su auto-conmiserada distribución de culpas a causas que estén
fuera de
él mismo, demorará o impedirá el avance. Pues una cosa significa
aferrarse
al ego, y la otra significa renunciar a éste. Nada se ganará con ese
adulador autoengaño mientras que, con éste, mucho es lo que puede
perder.
El hombre debe inducirse a admitir francamente que él mismo es la
causa
primera de la mayoría de sus males, al igual que la causa secundaria
de
algunos de los males de los demás. Debe reconocerse que las emociones
del
resentimiento, de la ira, de la auto-conmiseración o del abatimiento
son
engendradas a menudo por un ego herido. En vez de denigrar al hado por
cada
acontecimiento desgraciado, debería analizar su modo de ser moral y
mental y
buscar las debilidades que condujeron a ello. Al final, ganará más
acusando
a su propia tozudez por seguir rumbos equivocados que refugiándose en
coartadas que censuren a los demás. Como una piedra en un zapato, que
él se
niega tercamente a quitar, el defecto permanece aún en su carácter
cuando él
insiste tercamente en culpar a las cosas o en condenar a las personas,
por
las consecuencias. En este caso, se pierde la oportunidad de eliminar
el
defecto, y las mismas consecuencias horribles pueden repetirse
nuevamente en
la vida.
Es casi terrorífico contemplar a la fe en sí misma, propia del ego
inferior, y a la fuerza con que éste se aferra a su propio punto de
vista. A
menudo, el aspirante no tiene consciencia de su egoísmo. Pero si puede
abandonar a su punto de vista, entonces estará en condiciones de
percibir en
qué proporción un elemento contribuyó a crear los problemas, y cuan
pesada
es la responsabilidad de ese elemento por los acontecimientos
desagradables
que hasta aquí él atribuyó a fuentes externas. Verá que su hado
miserable se
origina, en gran medida, en los miserables defectos de él.
Naturalmente, no
quiere abrir sus ojos a sus propias deficiencias y defectos, a sus
pequeñas
debilidades y grandes desajustes. Por eso, el sufrimiento llega para
abrírselas, para sacudirlo y avergonzarlo, con el fin de que
tardíamente
tome consciencia y eventualmente se enmiende. Sin embargo, con total
independencia de los desgraciados acontecimientos del sufrimiento en
la
suerte personal, siempre que el aspirante persiste en ponerse del lado
del
ego inferior y en justificar la acción de éste, pone meramente de
manifiesto
una tonta resolución de obstaculizar su propio avance espiritual.
Detrás de
una auto-engañosa fachada de pretextos, excusas, coartadas y
racionalizaciones, el ego esta buscando eternamente dar rienda suelta
a sus
sentimientos indignos o a defenderlos. Sobre la base del mismo
principio del
seudo-patriotismo que impulsó a los italianos a seguir ciegamente a
Mussolini a lo largo de toda su aventura en Etiopía hasta su desastre
final
–el principio de “Bien o mal, es mi país”- el aspirante sigue al ego a
través de todas sus actividades con similar ceguera y perversidad,
justificando los puntos de vista del ego porque resultan ser los suyos
propios. Pero el Yo superior no acepta rivales. El aspirante deberá
optar
entre negar la agresividad de su ego o afirmarla. La distancia que hay
que
recorrer mentalmente entre estos dos pasos es tan larga y dolorosa que
es
comprensible por que son pocos quienes alguna vez alcanzan hasta el
final.
Sólo el estudiante excepcional es quien admitirá con franqueza sus
defectos
y trabajará con seriedad para corregirlos. Sólo aquél cuyo desapego
auto-crítico pueda imponerse es quien también ganará el premio supremo
de la
filosofía.
Reply all
Reply to author
Forward
0 new messages