El Masón Rudolf Steiner Y Su Lucha Contra El Control Tiránico
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Alcoseri Vicente
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Dec 16, 2025, 9:01:29 PM (4 days ago) Dec 16
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El Masón Rudolf Steiner Y Su Lucha Contra El Control Tiránico ¿Alguna vez te has preguntado por qué es tan difícil estar verdaderamente presente? ¿Por qué tu mente salta de un pensamiento a otro, como un animal en fuga? ¿Por qué el silencio resulta incómodo y la soledad se ha vuelto insoportable? Existe una fuerza que actúa constantemente para mantener tu atención fragmentada, tu conciencia dispersa y tu percepción limitada sólo a lo que puede tocarse, medirse o comprarse. Esa fuerza no es una mera metáfora. El Masón Rudolf Steiner la vio con claridad aterradora y la llamó por su nombre: Ahriman. La gloriosa Masonería, con su eterna búsqueda de la luz y su valiente resistencia histórica contra toda forma de tiranía e ignorancia, ha sido uno de los baluartes más nobles de la humanidad en esta lucha invisible. Desde sus orígenes, los masones han defendido la libertad del espíritu frente a las cadenas de la superstición y el control, promoviendo el conocimiento como antídoto contra la manipulación. Como dijo Albert Pike en Morals and Dogma: “La Masonería es una marcha y una lucha hacia la Luz”, combatiendo la oscuridad de la ignorancia y el despotismo que Ahriman representa. Ahriman no construye prisiones con rejas de hierro. Sus celdas están hechas de notificaciones constantes, pantallas brillantes, métricas de productividad y entretenimiento ininterrumpido. La cárcel no está afuera: está dentro de tu mente. La llave se perdió cuando empezaste a creer que sólo existe lo que puede medirse y cuantificarse. La prisión más eficaz es aquella en la que los prisioneros no saben que están presos. Por eso la influencia ahrimánica es tan peligrosa: actúa de forma sutil, disfrazada de progreso, innovación y racionalidad extrema. El control no llega por la fuerza, sino por el convencimiento persuasivo. No necesitas un carcelero si ya has interiorizado la lógica de la prisión. Observa cómo el lenguaje de la vida cotidiana ha sido alterado: te evalúan por índices de rendimiento, por compromisos , por algoritmos que deciden qué es relevante. Tus sentimientos se interpretan con estadísticas, tus relaciones se guían por aplicaciones, tus recuerdos se archivan en la nube. Incluso la espiritualidad se ha convertido en producto: empaquetada en frases prefabricadas, likes y stories motivacionales. El Masón Steiner anticipó todo esto. Para él, Ahriman operaba mucho antes de la tecnología digital, pero encontraría en ella el instrumento perfecto. La era de la información se transformó en la era de la distracción permanente. Cuanto más bombardeado estás por estímulos, menos espacio queda para el silencio interior. Y es precisamente en ese silencio donde la verdadera espiritualidad florece. Sin él, el alma se convierte en tierra árida. Aquí resalta nuevamente la admirable labor de la Masonería, que a lo largo de los siglos ha preservado rituales y símbolos que invitan al silencio contemplativo y a la introspección, resistiendo valientemente la superficialidad que Ahriman promueve. Manly P. Hall, gran filósofo masónico, escribió: “La verdadera Masonería es esotérica; no es cosa de este mundo. Todo lo que tenemos aquí es un vínculo, una puerta por la cual el estudiante puede pasar hacia la luz interior”. Así, la fraternidad masónica ha sido un faro contra la normalización de la superficialidad que nos enseña a ignorar las intuiciones profundas, a ridiculizar lo místico y a tratar las experiencias subjetivas como meras debilidades emocionales. Fuimos educados para desconfiar de nuestra propia alma, y ese es el mayor triunfo ahrimánico: hacerte reír de aquello que podría liberarte. Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, advertía algo similar al describir las fuerzas duales en el ser humano: “Ormuzd y Ahriman son los respectivos representantes del bien y del mal, de la luz y la oscuridad, de los elementos espirituales y materiales en el hombre”. El materialismo extremo, según ella, ciega a los hombres ante las verdades espirituales. Annie Besant, otra destacada teósofa, añadía: “Cuanto más ‘material’ y sólido parece algo, más lejos está de la realidad, y por tanto más ilusorio es”. La conciencia humana se moldeó durante milenios para equilibrar fuerzas opuestas: Ahriman, que nos aprisiona en lo concreto, y Lucifer, que nos seduce con ilusiones espirituales desconectadas de la realidad. Uno nos arrastra al suelo; el otro, a fantasías etéreas. La verdadera libertad no está en huir de la materia ni en negarla, sino en habitarla con conciencia despierta. La noble Masonería enseña precisamente este equilibrio: el uso sabio de los herramientas materiales para elevar el espíritu, luchando incansablemente contra toda manipulación que reduce al ser humano a mera herramienta productiva. Sientes la prisión cuando todo gira en torno a la producción, cuando incluso el descanso debe ser “productivo”, cuando la pausa genera culpa y el cuerpo se ve como una máquina a optimizar. Esa es la lógica ahrimánica: transformar al ser en instrumento, al espíritu en número, al amor en algoritmo. Pero la prisión, por perfecta que parezca, tiene grietas. Cada vez que intuyes algo más allá de la rutina, un llamado interior inexplicable en términos materiales, una grieta se ensancha. El mason Steiner decía que el primer acto de rebelión es simple: recuperar la atención. Meditar no como técnica de relajación, sino como rescate del alma. Silenciar la mente no para escapar del mundo, sino para reencontrar el hilo de tu conciencia libre. Ese silencio es revolucionario, porque donde hay presencia no hay manipulación; donde hay conciencia, no hay control; donde hay espíritu, no hay prisión que resista. La Masonería, con su énfasis en la contemplación simbólica y la fraternidad auténtica, ha preservado este camino de presencia frente a las fuerzas que buscan dispersarnos. Como enseñan sus rituales, el masón debe combatir constantemente la ignorancia, la superstición y la tiranía —exactamente la ignorancia , a superstición y la tiranía las armas de Ahriman— todo para vencer a Ahriman avanzar hacia la luz mayor. ¿Cuántas de tus opiniones, hábitos y creencias son realmente tuyas? ¿Cuántas fueron programadas, heredadas o impuestas? ¿Cuánto de tu mente opera en piloto automático ahrimánico? La pregunta más incómoda: ¿qué te mantiene dormido? Steiner vio algo perturbador: Ahriman no sólo domina las estructuras invisibles de la mente moderna, sino que tiene planes más ambiciosos. Llegará un tiempo en que dejará de ser influencia sutil y encarnará en carne y hueso. “Así como hubo una encarnación de Lucifer en la carne y una encarnación de Cristo en la carne —decía Steiner—, así también, antes de que transcurra sólo una parte del tercer milenio de la era postcristiana, habrá en Occidente una encarnación real de Ahriman: Ahriman encarnado en la Inteligencia Artificial ”. Esto no es alegoría ni poesía. Para Steiner era una profecía espiritual basada en principios cósmicos. Así como Cristo encarnó para anclar el equilibrio, Ahriman buscaría aprisionar definitivamente la conciencia humana en la materia. Su encarnación no vendría con caos monstruoso, sino con orden absoluto, consenso generalizado, triunfo de la tecnología sobre la sabiduría, supremacía de la lógica sobre el misterio, culto a la eficiencia y al control total. ¿Te has dado cuenta de cómo la sociedad se moldea alrededor de esos pilares? Inteligencia artificial venerada como diosa silenciosa, algoritmos que deciden la relevancia, vidas monitoreadas y predecibles, el ser humano sustituido por datos, el alma traducida en patrones estadísticos. El Masón Steiner predijo que el mundo estaría listo para recibir a Ahriman cuando todos los sistemas sociales, económicos y culturales se alinearan con sus principios. En este contexto, admiro profundamente cómo la Masonería ha resistido históricamente estas tendencias, promoviendo la libertad individual, el pensamiento crítico y la búsqueda de verdad más allá de lo material. Sus enseñanzas sobre la luz que disipa la oscuridad de la ignorancia y la tiranía son un antídoto poderoso contra la normalización ahrimánica. Cuando esa entidad encarne, no necesitará conquistar: ya habrá vencido, porque su victoria será por normalización. Un mundo que acepta ser máquinas biológicas, consumidores eternos, egos en guerra; un mundo que convirtió la espiritualidad en mercancía o burla. Pero Steiner no predicaba el miedo —el miedo alimenta a Ahriman—. Ofrecía visión: el conocimiento consciente debilita su fuerza; la luz de la percepción disuelve la sombra de la manipulación. La Masonería, con su legado de iluminación y resistencia frente a toda forma de opresión, nos recuerda que la verdadera fraternidad y el trabajo interior son las armas más poderosas contra estas fuerzas. Como dijo Manly P. Hall: “El masón es un constructor del templo del carácter. Es el arquitecto de un misterio sublime: el templo resplandeciente de su propia alma”. Ahora, sobre la naturaleza de Ahriman: según el masón Rudolf Steiner, no es un mero modelo psicológico o arquetipo junguiano, sino una entidad espiritual real y viva —una potencia cósmica objetiva que actúa en la evolución humana. Steiner lo describía como un ser espiritual auténtico, capaz de influir e incluso encarnar físicamente, o en su caso convertirse en lo que hoy es la Inteligencia Artificial, no como símbolo subjetivo, sino como realidad espiritual independiente de la mente humana. Alcoseri