Astronautas Masones

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ALCOSERI

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Oct 31, 2008, 4:25:27 PM10/31/08
to SECRETO MASONICO
Astronautas Masones
De: 1575Monje (Mensaje original) Enviado: 15/01/2008 08:16 p.m.
Es incuestionable que, por medio, de sus diversos ritos, la
francmasonería es la heredera de numerosas tradiciones que nos
retrotraen al Egipto faraónico. Lo sorprendente es que algunos de sus
miembros, estratégicamente situados en la NASA, han programado algunas
misiones espaciales de acuerdo a conocimientos y simbolismos de
marcado cariz masónico, es más, la mayoría de los viajes a la Luna
fueron protagonizados por miembros de esta sociedad secreta.

por Josep Guijarro

“Es un pequeño paso para el hombre y un gran salto para… la
masonería”. Las palabras pronunciadas por Neil Armstrong el histórico
20 de julio de 1969 no fueron exactamente estas aunque pudieron
haberlo sido, a juzgar por los datos que ofrecemos a continuación.

El primer viaje del hombre a nuestro satélite natural fue
protagonizado por una delegación de la masonería y, no sólo eso; el
alunizaje del Apollo XI fue programado de acuerdo al calendario de
Osiris, el dios más importante del panteón de los antiguos egipcios y
figura emblemática del hermetismo que sirve de base a algunos ritos
francmasónicos. ¿Sorprendido? ¿Incrédulo tal vez?

Hasta diez astronautas de la agencia espacial norteamericana, NASA,
han sido o son masones. Donn F. Eisele y Walter M. Schirra, por
ejemplo, que orbitaron nuestro planeta hasta en 163 ocasiones desde la
cápsula del Apollo VII, formaban parte de la logia Luthor B. Turner de
Columbus (Ohio) y de la logia Cañaveral, en Cocoa Beach (Florida),
respectivamente. También Thomas P. Stafford, que voló a bordo de la
Misión Apollo X y Apollo XVIII, formó parte de la logia Western Star,
en Weatherford (Oklahoma).

La masonería especulativa, en cuyas filas hemos de situar a estos y
otros cosmonautas, tiene como objetivo la consecución de una sociedad
humana más armónica, justa y fraternal partiendo de una mejora
personal de sus miembros. Para ello, esta sociedad discreta utiliza
ritos y tradiciones que fueron protegidos celosamente por los
constructores medievales de catedrales –llamados masones operativos-
quienes se organizaron en gremios para preservar sus secretos
profesionales. Hay quienes piensan, sin embargo, que sus raíces se
remontan más atrás, 1.000 años antes de Cristo, durante la
construcción del Templo de Salomón en Jerusalén o, incluso, mucho
antes, cuando en Egipto se erigieron las grandes pirámides.

En cualquier caso quienes conservan y transmiten la Tradición
iniciática son, por lo general, hombres que evidencian una sincera
inquietud por el Conocimiento. En él ven una forma de trascender, de
entender qué se esconde tras las meras apariencias físicas y mentales
del mundo en el que vivimos, aunque no siempre es así.

Para algunos, la masonería sigue siendo un universo poblado de figuras
sombrías que, a menudo, buscan en la sociedad secreta influencia y
poder. Desde la más remota antigüedad la masonería ha entremezclado en
su red las artes negras del espionaje, la subversión y la revolución.
Y justo eso es lo que el asesor científico de la CBS y antiguo
consultor de la NASA, Richard Hoagland, asegura que hay detrás de la
presencia de masones en la conquista lunar. Y no sólo por parte de
quienes subieron a bordo de las cápsulas sino, sobretodo, entre los
responsables de la agencia espacial y el personal técnico que diseñó
la misión.

Es conocido que uno de los padres de la Jet Propulsión Laboratory
(JPL), Jack Parsons, creador de los combustibles empleados en los
cohetes espaciales, fue miembro de una logia de la OTO (Ordo Templi
Orientis) en Pasadera y discípulo del mago Aleister Crowley.

El responsable de la NASA durante el programa espacial Apollo, C. Fred
Kleinknect, es ahora Soberano Gran Inspector del Council of the
Southern Jurisdiction y grado 33 del Antiguo Rito Escocés Antiguo y
Aceptado. Se dice que en la Casa del Templo, en Washington DC, hay una
fotografía de Neil Armstrong sosteniendo su Delantal Masónico a la
altura de la cintura. El primer hombre que pisó la Luna, sin embargo,
jamás ha reconocido formar parte de la francmasonería. La confusión,
seguramente, pueda estar motivada porque su padre, que también se
llamó Neil, sí fue un activo masón.

Sorprende comprobar como seis de los diez astronautas con filiación
masónica reconocida, formaron parte del proyecto Apollo que pretendía
llevar al hombre a la Luna, un desafío en el que convergieron
intereses científicos, financieros, políticos y estratégicos junto a
otros de difícil catalogación, aunque repletos de simbolismo. Me
explico.

La Conexión oculta

Richard Hoagland lleva años al frente de una peculiar cruzada contra
la administración norteamericana. Pretende demostrar que su gobierno
sabe que no estamos solos en el universo desde hace años y que posee
evidencias contundentes de ello. No sólo por las visitas de OVNIs sino
porque –en su opinión- tanto en la superficie lunar como en la
marciana hay estructuras artificiales construidas por nuestros vecinos
cósmicos a los que identifica como los instructores del hombre en
tiempos remotos y, por tanto, dioses del pasado que quedaron
inmortalizados en los ritos empleados por los francmasones.

Pues bien, este veterano consultor de la NASA, afirma que tras los
proyectos espaciales se esconde algún grupo iniciático de corte
masónico o iluminista que pretende retomar ese contacto. Sus sospechas
se fundamentan en que muchos de los lanzamientos y aterrizajes del
proyecto Apollo tienen lugar coincidiendo con significativos
alineamientos con la constelación de Orión. Y son tantos que descarta
que puedan ser atribuidos a la casualidad. El 20 de julio, sin ir más
lejos, el día en que el módulo lunar descendió sobre la superficie de
nuestro satélite, coincide curiosamente con el inicio del calendario
egipcio. De ahí deduce que “alguien” con notable influencia en el seno
de la NASA venera al dios Osiris cuya expresión estelar es,
precisamente, la constelación de Orión. Todavía hay más. Treinta y
tres minutos después de alunizar (33 son los grados de la mayoría de
ritos francmasónicos), Sirio se alineaba perfectamente con el
horizonte lunar mientras era perfectamente visible Orión, a 19,5º de
altura. ¿Casualidad?


El logotipo de la misión Apollo incluye la constelación de Orión
En absoluto. Los lugares de alunizaje de las misiones Apollo fueron
seleccionadas por Eugenio Shoemaker y el geólogo Farouk Al Baz, este
último, curiosamente, estuvo involucrado en una investigación
arqueológica que pretendía explorar el interior de la Gran Pirámide de
Keops mediante técnicas de geo-radar. La Gran pirámide, como es
sabido, presenta notables alineaciones estelares, algunas de las más
significativas tienen lugar con Sirio y Orión. Para los masones,
además, la pirámide es el receptáculo del Conocimiento de la
Humanidad, escondido en 33 cámaras ocultas que todavía no han sido
halladas. Su representación simbólica figura, como es sabido, en el
reverso del billete de dólar.

Simbología oculta

Por si alguno de ustedes todavía alberga dudas, le invito a echar un
vistazo a los anagramas del programa espacial norteamericano y
descubrir con asombro la presencia de símbolos de gran significado
mágico-esotérico (ver recuadro).

En efecto. Pocos han advertido que tras la estilizada A del proyecto
Apollo se esconde, también, la constelación de Orión, trasunto del
dios Osiris de la mitología egipcia. El trazo horizontal de la A está
formado por las estrellas Mintaka, Alinam y Alnitak, del mismo modo
que las tres pirámides de la meseta de Gizá lo representan en la
Tierra.

Se da la circunstancia que Osiris fue considerado por los antiguos
egipcios una suerte de “educador” celestial. Según su mitología,
descendió a la Tierra junto a Isis (Sirio) con la misión de enseñarles
a vivir en ciudades, conocer la agricultura y desvelar los misterios
del mundo de los muertos. Cabe preguntarse, entonces, ¿qué hace Orión
en el emblema de una misión espacial?

La respuesta, sin duda, está en la mitología. En julio de 1960, Abe
Silverstein, director de desarrollo de vuelos espaciales de la NASA,
sugirió el empleo de la mitología greco-romana en los nombres y
emblemas de los proyectos Mercurio, Géminis y Apollo.

El primero alude al dios mensajero, muy apropiado para el nombre de
una cápsula que prepara el terreno de una rápida misión. El nombre de
Géminis también parece lógico para un proyecto en el que las naves son
tripuladas por dos astronautas y volaron a la par que sus gemelas en
el espacio pero, ¿por qué Apollo en la conquista y exploración lunar?

En la mitología griega, Apolo era el hermano de Artemisa (Luna). Como
no podía consentir el romance que vivía su hermana con Orión dispuso
que un escorpión monstruoso le diera caza. Pero fracasó. El
experimentado cazador viendo que la armadura del escorpión era a
prueba de armas mortales decidió tirarse al mar y huir. Cuando Orión
ya estaba lejos, apostó con su hermana que no era capaz de hacer diana
contra la cabeza que se vislumbraba en las aguas y que, según le
explicó, era la de un malvado que acababa de seducir a una de sus
sacerdotisas. Artemisa, segura de su puntería, aceptó el reto, apuntó
con su arco a la cabeza y la atravesó con su flecha sin saber que, en
realidad, estaba disparando a su amado Orión. Al conocer la verdad, su
dolor fue tan grande que le puso en el cielo como una constelación que
ocupa una posición diametralmente opuesta a Escorpio de modo que
cuando Orión se va al ocaso por el horizonte occidental surge el
“escorpión” en el oriental.

Se diría, por tanto, que el emblema del proyecto Apollo representa el
triunfo de éste sobre la Luna (Artemisa) aunque llama la atención que
para ello sea preciso pasar por el cinturón de Orión, según se deduce
del trayecto que parte de la Tierra al rostro del dios reflejado en la
Luna y que adquiere un notable pero discreto protagonismo en el
logotipo. ¿Sugiere que la clave de la Luna se halla en esta
constelación venerada por todas las grandes civilizaciones de la
humanidad?

Haciendo cábalas

Pese a todo, la NASA dice que las estrellas del cinturón de Orión
deben ser identificadas con los tres astronautas de la misión y no con
ninguna otra conjetura.

Aunque resultan llamativas ciertas claves numéricas presentes en la
carrera espacial. Las seis misiones Mercurio, por ejemplo, atendían a
la singularidad de que el número siete aparecía después del nombre
(Freedom 7, Liberty Bell 7, Friendship 7, etc…). Siete es, también, el
número máximo de ocupantes que el Shuttle puede llevar a bordo y, el
número de fatalidades en ambos desastres del Challenger y el Columbia.
El 12 es otro de los números ocultos y corresponde, entre otros, al
número de astronautas que pisó la Luna.


Aldrin es el primer masón en llegar a la Luna
Para cábalas numéricas, sin embargo, nada como la Misión Apollo XIII,
considerada por el ex piloto de la USAF, William Cooper, como una
suerte de sacrificio masónico. La explosión en el módulo Acuario tuvo
lugar a las 13 horas y 13 minutos del 13 de abril de 1970. Como el
número trece representa la muerte y el renacimiento, la reencarnación,
el sacrificio, el incidente fue, según Cooper, una metáfora de una
ceremonia de la iniciación que incluye la muerte (explosión),
colocación en el ataúd (periodo de incertidumbre de su supervivencia),
comunión con el mundo espiritual y la asunción de conocimiento
esotérico (la órbita y observación de la Luna sin contacto físico) y
el renacimiento del iniciado (solución de problema y reparaciones).

Símbolos masónicos en la Luna

Algunos han sugerido que para ganar poder sobre la Tierra, era
necesario dominar la Luna. No me refiero sólo al dominio militar sino
a tomar el dominio simbólico. Si alunizar era una cuestión mágica,
alguien se lo tomó al pie de la letra.

El primer masón en caminar sobre la Luna fue Edwin Buzz Aldrin, en
julio de 1969. A la sazón, pertenecía a la logia Montclair, de New
Jersey aunque también ha formado parte de la logia Clear Lake, en
Waco, Texas.

En sus memorias, Aldrin explica que su deseo era llevarse a la Luna el
anillo masónico de su padre pero que no pudo hacerlo porque lo
extravió. Menos conocido es que el astronauta transportó consigo otro
objeto que hoy es motivo de culto por parte de los miembros de esta
sociedad secreta. Escondida en el interior del traje espacial, Aldrin
se llevó a la Luna una pequeña bandera del Supremo Consejo de la
masonería norteamericana. En el centro había sido bordada un águila
así como la escuadra y un compás entrelazados, los símbolos masónicos
por excelencia.

Una reproducción del estandarte es exhibido en la biblioteca-museo del
Scottish Rite Temple de Washington DC. Algunos no dudan en afirmar que
esta operación reclama simbólicamente la “jurisdicción territorial
masónica” de la Luna para su logia…

No queda todo aquí. Treinta y tres minutos después de alunizar, cuando
Sirio se hacía visible en el horizonte, Aldrin llevó a cabo un ritual
en la Luna. En la página 233 de su libro Regreso a la Tierra, escribe
que “antes de comer nuestro snack, yo busque en mi kit personal y
saqué dos pequeños paquetes que habían sido preparados a petición mía.
Uno contenía una pequeña cantidad de vino, y en el otro una hostia.
Con ellos y un pequeño cáliz, tomé la comunión en la Luna, leyendo
para mí una pequeña tarjeta en la que había escrito una parte del
libro de Juan usado en la ceremonia tradicional de la comunión.”

Resulta significativo que el primer acto del hombre en la Luna, antes
incluso de colocar la bandera estadounidense, fuera la comunión.

Masones que vieron OVNIs en el espacio

Otros dos masones más caminaron por la Luna posteriormente. El primero
fue Edgar D. Mitchell, el 5 de febrero de 1971, tras ser conducido
hasta allí a bordo del Apollo XIV. Mitchell forma parte de la logia
Artesia, de la ciudad del mismo nombre en Nuevo México. Unos meses
después, el 26 de julio, James Irwin, integrante de la misión Apollo
XV, se convirtió en el tercer y último masón que visitó nuestro
satélite. Su nombre figura entre los miembros de la logia Tajon, en
Colorado Springs.

Se da la circunstancia que ambos tienen relación con los OVNIs. Irwin
por haberlos filmado desde el espacio y Mitchell porque ha denunciado
la política de ocultación de su gobierno al respecto y, en la
actualidad, lidera diversas iniciativas que pretenden romper el
silencio de la administración.

Otro de los astronautas que vio OVNIs en el espacio fue Leroy Gordon
Cooper. Sucedió durante el programa Mercury, el 15 de mayo de 1963. La
cápsula Faith VII detectó la presencia de extraños objetos cerca de la
Luna. Cooper llegó a afirmar que, incluso se filtraron voces insólitas
en los aparatos de transmisión. Tras el episodio fue decretada una
orden de silencio total en torno a los OVNIs. Cooper pertenecía a la
masonería desde hacía tres años, siendo miembro activo de la logia
Corbonale, en Colorado.

Xavier Casinos, autor de Quién es quién masónico, menciona a otro
importante masón: John Glenn, seleccionado en 1959 para formar parte
de la tripulación del programa Mercury. Glenn describió la primera
órbita alrededor de la Tierra en 1962. Entonces todavía no era miembro
de la logia Concorden, en New Concord (Ohio) pero se da la
circunstancia que, 36 años después, Glenn volvió al espacio formando
parte del Discovery junto al español Pedro Duque.

La lista de astronautas masones la cierra, hasta el momento, Paul J.
Weitz, tripulante del Skylab 2 que forma parte activa de la logia
Lawrence, en Eire, Pennsilvania.

Puede que sólo sea una llamativa coincidencia pero, como hemos visto,
los inicios de la carrera espacial norteamericana y, de forma
significativa, la conquista de la Luna mantuvo estrechos lazos con la
masonería especulativa. Con mayor o menor fundamente se ha relacionado
a esta sociedad secreta con la independencia de las colonias
americanas, la revolución francesa o, incluso la internacional
socialista, ahora cabe añadir otro hito más en la historia de la
Humanidad… a conquista del espacio.
ASTRONAUTAS MARCADOS POR EL MISTERIO



Varios astronautas que pisaron la Luna experimentaron un cambio en sus
vidas. Algunos se dedicaron a investigar OVNIs o fenómenos
paranormales, mientras otros buscaron objetos sagrados o se
interesaron por la mística. Conspiración en la Luna (Milenio/Aguilar),
obra de la que extractamos el siguiente artículo, se ocupa de diversos
enigmas lunares.

Por José Lesta


La mayor parte de los astronautas que han salido de la Tierra dicen
haber experimentado extrañas sensaciones. Algunos incluso han cambiado
su forma de ver la vida tras esa experiencia. De hecho, todos los que
caminaron por la superficie de lunar, sin excepción, experimentaron
ese cambio. Por ejemplo, Neil Amstrong, el primero en pisar el
satélite, se convirtió en un hombre taciturno, recluyéndose en su casa
del pequeño pueblo de Lebanon (Ohio), y su colega Buzz Aldrin comenzó
a tener problemas con la bebida que derivaron en asuntos más serios.
En su autobiografía, Retorno a la Tierra, Aldrin confesaba que desde
su regreso hasta que fue internado en un hospital psiquiátrico, dos
años más tarde, protagonizó un buen número de experiencias difíciles
de explicar.

Cuando salió del sanatorio los periodistas le preguntaron qué sintió
realmente en la Luna. Aldrin calló algunos segundos y, ante la
sorpresa general, rehusó responder a la pregunta. Más tarde, y de
manera informal, comentó a algunos reporteros que si hubiera dicho lo
que realmente pensaba, todos sus compañeros astronautas se hubieran
reído de él. En su autobiografía describió cómo desde su aventura
lunar veía constantemente esferas luminosas y flashes, incluso con las
luces apagadas. Amstrong también dijo sufrir el mismo efecto, al igual
que los tripulantes de la Apollo 12. En otros casos, los astronautas
lunares se dedicaron a investigar el fenómeno OVNI y sucesos
paranormales; se interesaron por cuestiones relacionadas con la
mística y la Nueva Era o formaron parte de expediciones a enigmáticos
lugares de nuestro planeta.

NEIL ARMSTRONG EN LA CUEVA DE LOS TAYOS
Quiso la casualidad que fuera un 23 de julio de 1969, tres días
después de que Neil Amstrong pusiera sus pies en la Luna, la fecha
elegida por un misterioso hombre de fortuna, Janos Moricz, para
declarar ante notario uno de los descubrimientos presuntamente más
importantes de la historia. Decía haber hallado en la provincia de
Morona–Santiago (Ecuador) unas láminas metálicas que contendrían la
historia de una civilización perdida. Según Moricz, tales láminas –
agrupados dentro de distintas cuevas– estaban grabadas con signos y
escritura ideográfica. El tema cobró interés mundial cuando el
escritor suizo Erich von Däniken publicó El oro de los dioses, obra
centrada en el misterio de Los Tayos que se convirtió en un best
seller.

Los mormones se entusiasmaron con el libro de Däniken, pues creyeron
que la historia de Los Tayos presentaba ciertos paralelismos con su
propia doctrina religiosa. Según su profeta, Joseph Smith, existiría
un libro de oro guardado en antiquísimas cavernas situadas en la
cordillera de los Andes. Ese libro sería el original del Libro del
Mormón, la «biblia» de este grupo religioso. Dicha revelación le fue
anunciada a Smith por un ángel luminoso que dijo llamarse Moroni, el
cual se le apareció una fría noche de invierno. La comunidad mormona
se convenció de que la «biblioteca» descubierta por Moricz podrían ser
las míticas planchas de oro de su libro sagrado; sobre todo teniendo
en cuenta que el hallazgo se había relizado en una zona llamada Morona–
Santiago.

Los líderes mormones decidieron que Neil Amstrong debería ser el
encargado de descubrir la preciada reliquia religiosa. Así, en julio
de 1976 un grupo de científicos y militares ecuatorianos se abrió paso
a través de la selva donde moran los indios shuaras, mitificados en
Occidente como los reductores de cabezas. Al frente de la expedición
se encontraba Neil Armstrong. Después de 35 días de marcha, llegaron a
una zona montañosa e irregular, situada en las faldas septentrionales
de la cordillera del Cóndor, donde encontraron una oscura boca de
entrada a una inmensa cueva. Desde el principio se confirmó la
inmensidad de las cavidades interiores, donde ni las más potentes
linternas eran capaces de alumbrar en su totalidad las estancias, que
podían albergar catedrales enteras.

La expedición de Neil Armstrong no encontró la famosa biblioteca de
oro, pero sí logró confirmar la existencia de dinteles y bloques de
piedra cortados, cuyas formas parecían claramente artificiales.
Finalmente, la expedición se llevó de la selva ecuatoriana cuatro
cajas de madera selladas que no permitieron abrir a los indios
shuaras, quienes se sintieron engañados y estafados. Al parecer, las
cajas contenían restos arqueológicos consistentes en estatuillas de
gran valor para los indígenas. El astronauta aseguró que su visita al
mundo subterráneo había sido incluso más interesante que su paseo
lunar. Y añadió: «Al igual que he sido el primer hombre en estar allí
arriba, quise ser también el primero en estar allí abajo».

JAMES IRWIN Y EL ARCA DE NOÉ
El 17 de junio de 1949, en una misión rutinaria, un aparato de las
Fuerza Aérea estadounidense descubrió una anomalía situada sobre el
monte Ararat, en Turquía. Temiendo la instalación de algún tipo de
misil o de artefacto soviético en los limites fronterizos de la OTAN,
la CIA decidió enviar al lugar varios aviones espía U-2 y SR-71. El
gobierno de Estados Unidos nunca reveló el descubrimiento de esa
supuesta «anomalía» o estructura y las fotos correspondientes no se
desvelaron hasta 1995. Algunos analistas fotográficos de la agencia de
espionaje habían llamado la atención sobre lo que era una curiosa
casualidad: la citada «anomalía» estaba situada justamente en un punto
donde la tradición asegura que se encuentra el Arca de Noé. James
Irwin, uno de los pilotos del SR-71, consiguió entrar en la NASA y en
1971 pisó la Luna durante la misión Apolo 15. Años después decidiría
dedicar su vida a la búsqueda del Arca de Noé.

El camino hasta el Ararat es bastante accidentado. A partir de los
3.000 metros el buscador se topará con la nieve, el frío, el viento y,
sobre todo, unas nieblas características de ese picudo monte. Además,
las simas e imponentes grietas que componen el falso techo del Aararat
suponen un peligro añadido.

En el año 1969, meses antes del alunizaje de la misión Apollo 11, una
expedición al monte Ararat dirigida por el franco-español Fernando
Navarra, bajo los auspicios de su fundación, logró internarse durante
cuatro duros días en la montaña sagrada. La última jornada, ya casi de
retirada, localizaron entre el hielo, en una profunda grieta de más de
8 metros de longitud, trozos de madera que por sus formas y
características parecían intencionadamente trabajados. Tras descender
con una escala, Navarra intentó arrancar uno de los tablones, pero
aquello parecía formar parte de una estructura mucho mayor. Él siempre
afirmó que se trataba del casco de un barco. Lo cierto es que, con
gran esfuerzo, pudo cortar y extraer un fragmento de 1,65 metros.
Navarra estaba convencido de que ese madero pertenecía al Arca de Noé.
Los análisis posteriores, practicados en dos laboratorios y utilizando
los últimos medios técnicos, revelaron que la madera había sido
trabajada y que su antigüedad era considerable. Sin embargo, las
condiciones de humedad en las que permaneció durante tanto tiempo,
impidieron fecharla con cierta exactitud.

Dos años más tarde, la aventura de Navarra adquirió fama mundial y
llegó a oídos de James Irwin. Para entonces, el famoso astronauta ya
había regresado de su periplo lunar, sufriendo una gran transformación
en su personalidad que lo llevó a abandonar la NASA y fundar una
agrupación evangélica en el estado de Colorado. Bautizada por Irwin
como High Flight (Vuelo Alto), sus objetivos eran promover un mensaje
de paz y unidad mundial, además de patrocinar sucesivas expediciones
al monte Ararat –hasta seis– en busca del Arca de Noé, cuyo director y
principal protagonista era el propio ex astronauta. En su libro Más de
un Arca en el Ararat, James Irwin narra sus peripecias y conclusiones
tras el mítico barco.

EL ASTRONAUTA MÍSTICO
El 31 de enero de 1971 Edgar Mitchell, como integrante de la misión
Apollo 14, se convirtió en el sexto hombre que caminaba sobre el suelo
lunar. Mitchell aseguró que durante el viaje espacial experimentó una
sensación de euforia y una enorme paz, combinadas con un gran sentido
de comprensión de todo lo que le rodeaba. El astronauta supo, en sus
palabras, que había sido iluminado de manera especial. De hecho, llevó
a cabo un experimento de percepción extrasensorial en vuelo para
comprobar si las distancias afectaban al fenómeno de la telepatía. A
los pocos meses de su triunfal regreso, abandonó la Marina y la NASA y
fundó el Instituto de Ciencias Noéticas, cuyo objetivo es impulsar
toda investigación encaminada a desentrañar el fenómeno de la
conciencia cósmica. Como resultado de sus intensas experiencias en el
espacio, Mitchell escribió Exploración psíquica, obra en la que
vinculaba ciencia y espiritualidad.

También se introdujo de lleno en el estudio de los fenómenos
paranormales e, incluso, se sabe que llegó a concertar una reunión
entre el paragnosta Uri Geller y Wernher von Braun, el famoso
ingeniero del Proyecto Apolo y principal responsable de que el hombre
llegara a la Luna. Por cierto, von Braun trabajó durante la II Guerra
Mundial para el ejército del III Reich diseñando cohetes, pero tras el
fin de la contienda pasó a hacerlo para las Fuerzas Armadas de EE UU.

WERNHER VON BRAUN Y LA ZONA DEL SILENCIO
En 1970, cuando las misiones Apollo aún surcaban el espacio rumbo a la
Luna, Wernher von Braun decidió hacer una rápida y furtiva visita a la
Zona del Silencio. En este paraje, situado a unos 1.500 kilómetros al
norte de México D.F., donde convergen los Estados de Durango, Coahuila
y Chihuahua, tienen lugar multitud de fenómenos extraños. En esta
misteriosa zona del planeta no funcionan las brújulas, quizá por la
cantidad de micrometeoritos que bombardean constantemente el lugar.
Sin embargo, uno de esos meteoros se comportó de manera anómala. Tanto
es así que recibió el nombre de «meteorito inteligente». Sucedió a
comienzos de 1969, cuando la sonda soviética Venera 5, cuyo destino
final era la árida superficie del planeta Venus, alertó sobre la
proximidad de un objeto de grandes dimensiones que entraba en rumbo de
colisión con la nave y amenazaba con destruirla. Los científicos
soviéticos decidieron modificar el rumbo de la sonda, pero entonces el
meteorito se detuvo y dio marcha atrás, cayendo justamente sobre la
Zona del Silencio.

La segunda expedición de Von Braun
El científico Wernher von Braun, principal responsable del proyecto
Apollo 11 que llevó al hombre a la Luna, realizó dos expediciones a la
Zona del Silencio, desierto mexicano en el que se producen misteriosas
anomalías. En la segunda (ver en el artículo detalles de la primera)
se desplegó un gran contingente en el lugar. Al parecer, la idea
surgió el 11 de julio de 1970, cuando un cohete que probaba la NASA se
desvió de la trayectoria prevista y cruzó la frontera mexicana para ir
a estrellarse exactamente en el misterioso paraje. Los científicos de
la agencia espacial, encabezados por von Braun, recogieron fósiles,
muestras de meteoritos e incluso animales. Una vez terminado el
trabajo, la expedición se retiró con gran sigilo. Días más tarde, von
Braun efectuó unas inquietantes declaraciones a la prensa sobre las
anomalías del lugar: «Si yo fuera extraterrestre no lo dudaría,
escogería justamente la Zona del Silencio para descender sin que nadie
pudiera captarme. (…) En este lugar ni las ondas ni los radares de los
aparatos electromagnéticos podrían detectar el descenso de una nave
extraterrestre».

Mitchell, los OVNIs y lo paranormal
Edgar Mitchell (dcha.), el sexto ser humano en pisar la Luna, cree en
la existencia de OVNIs y en su origen extraterrestre. En 1997, junto
con algunos ex compañeros como el astronauta Gordon Cooper –que fue
testigo de varios fenómenos anómalos durante su viaje en la nave Faith
7, dentro del programa Mercury de la NASA–, participó en el Disclosure
Project (Proyecto de Desclasificación). Esta iniciativa consiguió que
un buen número de altos cargos militares y de los servicios de
inteligencia estadounidense declararan sobre la realidad indiscutible
del fenómeno OVNI. En 1972, el astronauta conoció al médico Andrija
Puharich y a su pupilo, el mentalista Uri Geller (izda.), quienes
trabajaban para un proyecto financiado por la CIA y otras agencias
para aplicar las capacidades paranormales al campo del espionaje.


Señor Alcoseri- Orlando Galindo

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Apr 26, 2019, 1:10:42 PM4/26/19
to SECRETO MASONICO

Masones en la Luna

Es incuestionable que, por medio, de sus diversos ritos, la francmasonería es la heredera de numerosas tradiciones que nos retrotraen al Egipto faraónico. Lo sorprendente es que algunos de sus miembros, estratégicamente situados en la NASA, han programado algunas misiones espaciales de acuerdo a conocimientos y simbolismos de marcado cariz masónico, es más, la mayoría de los viajes a la Luna fueron protagonizados por miembros de esta sociedad secreta.


“Es un pequeño paso para el hombre y un gran salto para… la masonería”. Las palabras pronunciadas por Neil Armstrong el histórico 20 de julio de 1969 no fueron exactamente estas aunque pudieron haberlo sido, a juzgar por los datos que ofrecemos a continuación.El primer viaje del hombre a nuestro satélite natural fue protagonizado por una delegación de la masonería y, no sólo eso; el alunizaje del Apollo XI fue programado de acuerdo al calendario de Osiris, el dios más importante del panteón de los antiguos egipcios y figura emblemática del hermetismo que sirve de base a algunos ritos francmasónicos. ¿Sorprendido? ¿Incrédulo tal vez?

Hasta diez astronautas de la agencia espacial norteamericana, NASA, han sido o son masones. Donn F. Eisele y Walter M. Schirra, por ejemplo, que orbitaron nuestro planeta hasta en 163 ocasiones desde la cápsula del Apollo VII, formaban parte de la logia Luthor B. Turner de Columbus (Ohio) y de la logia Cañaveral, en Cocoa Beach (Florida), respectivamente. También Thomas P. Stafford, que voló a bordo de la Misión Apollo X y Apollo XVIII, formó parte de la logia Western Star, en Weatherford (Oklahoma).

La masonería especulativa, en cuyas filas hemos de situar a estos y otros cosmonautas, tiene como objetivo la consecución de una sociedad humana más armónica, justa y fraternal partiendo de una mejora personal de sus miembros. Para ello, esta sociedad discreta utiliza ritos y tradiciones que fueron protegidos celosamente por los constructores medievales de catedrales –llamados masones operativos- quienes se organizaron en gremios para preservar sus secretos profesionales. Hay quienes piensan, sin embargo, que sus raíces se remontan más atrás, 1.000 años antes de Cristo, durante la construcción del Templo de Salomón en Jerusalén o, incluso, mucho antes, cuando en Egipto se erigieron las grandes pirámides.

En cualquier caso quienes conservan y transmiten la Tradición iniciática son, por lo general, hombres que evidencian una sincera inquietud por el Conocimiento. En él ven una forma de trascender, de entender qué se esconde tras las meras apariencias físicas y mentales del mundo en el que vivimos, aunque no siempre es así.

Para algunos, la masonería sigue siendo un universo poblado de figuras sombrías que, a menudo, buscan en la sociedad secreta influencia y poder. Desde la más remota antigüedad la masonería ha entremezclado en su red las artes negras del espionaje, la subversión y la revolución. Y justo eso es lo que el asesor científico de la CBS y antiguo consultor de la NASA, Richard Hoagland, asegura que hay detrás de la presencia de masones en la conquista lunar. Y no sólo por parte de quienes subieron a bordo de las cápsulas sino, sobretodo, entre los responsables de la agencia espacial y el personal técnico que diseñó la misión.

Es conocido que uno de los padres de la Jet Propulsión Laboratory (JPL), Jack Parsons, creador de los combustibles empleados en los cohetes espaciales, fue miembro de una logia de la OTO (Ordo Templi Orientis) en Pasadera y discípulo del mago Aleister Crowley.

El responsable de la NASA durante el programa espacial Apollo, C. Fred Kleinknect, es ahora Soberano Gran Inspector del Council of the Southern Jurisdiction y grado 33 del Antiguo Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Se dice que en la Casa del Templo, en Washington DC, hay una fotografía de Neil Armstrong sosteniendo su Delantal Masónico a la altura de la cintura. El primer hombre que pisó la Luna, sin embargo, jamás ha reconocido formar parte de la francmasonería. La confusión, seguramente, pueda estar motivada porque su padre, que también se llamó Neil, sí fue un activo masón. Sorprende comprobar como seis de los diez astronautas con filiación masónica reconocida, formaron parte del proyecto Apollo que pretendía llevar al hombre a la Luna, un desafío en el que convergieron intereses científicos, financieros, políticos y estratégicos junto a otros de difícil catalogación, aunque repletos de simbolismo. Me explico.

La Conexión oculta

Richard Hoagland lleva años al frente de una peculiar cruzada contra la administración norteamericana. Pretende demostrar que su gobierno sabe que no estamos solos en el universo desde hace años y que posee evidencias contundentes de ello. No sólo por las visitas de OVNIs sino porque –en su opinión- tanto en la superficie lunar como en la marciana hay estructuras artificiales construidas por nuestros vecinos cósmicos a los que identifica como los instructores del hombre en tiempos remotos y, por tanto, dioses del pasado que quedaron inmortalizados en los ritos empleados por los francmasones.

Pues bien, este veterano consultor de la NASA, afirma que tras los proyectos espaciales se esconde algún grupo iniciático de corte masónico o iluminista que pretende retomar ese contacto. Sus sospechas se fundamentan en que muchos de los lanzamientos y aterrizajes del proyecto Apollo tienen lugar coincidiendo con significativos alineamientos con la constelación de Orión. Y son tantos que descarta que puedan ser atribuidos a la casualidad. El 20 de julio, sin ir más lejos, el día en que el módulo lunar descendió sobre la superficie de nuestro satélite, coincide curiosamente con el inicio del calendario egipcio. De ahí deduce que “alguien” con notable influencia en el seno de la NASA venera al dios Osiris cuya expresión estelar es, precisamente, la constelación de Orión. Todavía hay más. Treinta y tres minutos después de alunizar (33 son los grados de la mayoría de ritos francmasónicos), Sirio se alineaba perfectamente con el horizonte lunar mientras era perfectamente visible Orión, a 19,5º de altura. ¿Casualidad?

En absoluto. Los lugares de alunizaje de las misiones Apollo fueron seleccionadas por Eugenio Shoemaker y el geólogo Farouk Al Baz, este último, curiosamente, estuvo involucrado en una investigación arqueológica que pretendía explorar el interior de la Gran Pirámide de Keops mediante técnicas de geo-radar. La Gran pirámide, como es sabido, presenta notables alineaciones estelares, algunas de las más significativas tienen lugar con Sirio y Orión. Para los masones, además, la pirámide es el receptáculo del Conocimiento de la Humanidad, escondido en 33 cámaras ocultas que todavía no han sido halladas. Su representación simbólica figura, como es sabido, en el reverso del billete de dólar.

Simbología oculta

Por si alguno de ustedes todavía alberga dudas, le invito a echar un vistazo a los anagramas del programa espacial norteamericano y descubrir con asombro la presencia de símbolos de gran significado mágico-esotérico (ver abajo).

En efecto. Pocos han advertido que tras la estilizada A del proyecto Apollo se esconde, también, la constelación de Orión, trasunto del dios Osiris de la mitología egipcia. El trazo horizontal de la A está formado por las estrellas Mintaka, Alinam y Alnitak, del mismo modo que las tres pirámides de la meseta de Gizá lo representan en la Tierra.

Se da la circunstancia que Osiris fue considerado por los antiguos egipcios una suerte de “educador” celestial. Según su mitología, descendió a la Tierra junto a Isis (Sirio) con la misión de enseñarles a vivir en ciudades, conocer la agricultura y desvelar los misterios del mundo de los muertos. Cabe preguntarse, entonces, ¿qué hace Orión en el emblema de una misión espacial?

La respuesta, sin duda, está en la mitología. En julio de 1960, Abe Silverstein, director de desarrollo de vuelos espaciales de la NASA, sugirió el empleo de la mitología greco-romana en los nombres y emblemas de los proyectos Mercurio, Géminis y Apollo.

El primero alude al dios mensajero, muy apropiado para el nombre de una cápsula que prepara el terreno de una rápida misión. El nombre de Géminis también parece lógico para un proyecto en el que las naves son tripuladas por dos astronautas y volaron a la par que sus gemelas en el espacio pero, ¿por qué Apollo en la conquista y exploración lunar?

En la mitología griega, Apolo era el hermano de Artemisa (Luna). Como no podía consentir el romance que vivía su hermana con Orión dispuso que un escorpión monstruoso le diera caza. Pero fracasó. El experimentado cazador viendo que la armadura del escorpión era a prueba de armas mortales decidió tirarse al mar y huir. Cuando Orión ya estaba lejos, apostó con su hermana que no era capaz de hacer diana contra la cabeza que se vislumbraba en las aguas y que, según le explicó, era la de un malvado que acababa de seducir a una de sus sacerdotisas. Artemisa, segura de su puntería, aceptó el reto, apuntó con su arco a la cabeza y la atravesó con su flecha sin saber que, en realidad, estaba disparando a su amado Orión. Al conocer la verdad, su dolor fue tan grande que le puso en el cielo como una constelación que ocupa una posición diametralmente opuesta a Escorpio de modo que cuando Orión se va al ocaso por el horizonte occidental surge el “escorpión” en el oriental. Se diría, por tanto, que el emblema del proyecto Apollo representa el triunfo de éste sobre la Luna (Artemisa) aunque llama la atención que para ello sea preciso pasar por el cinturón de Orión, según se deduce del trayecto que parte de la Tierra al rostro del dios reflejado en la Luna y que adquiere un notable pero discreto protagonismo en el logotipo. ¿Sugiere que la clave de la Luna se halla en esta constelación venerada por todas las grandes civilizaciones de la humanidad?

Haciendo cábalas

Pese a todo, la NASA dice que las estrellas del cinturón de Orión deben ser identificadas con los tres astronautas de la misión y no con ninguna otra conjetura. Aunque resultan llamativas ciertas claves numéricas presentes en la carrera espacial. Las seis misiones Mercurio, por ejemplo, atendían a la singularidad de que el número siete aparecía después del nombre (Freedom 7, Liberty Bell 7, Friendship 7, etc…). Siete es, también, el número máximo de ocupantes que el Shuttle puede llevar a bordo y, el número de fatalidades en ambos desastres del Challenger y el Columbia. El 12 es otro de los números ocultos y corresponde, entre otros, al número de astronautas que pisó la Luna.

Para cábalas numéricas, sin embargo, nada como la Misión Apollo XIII, considerada por el ex piloto de la USAF, William Cooper, como una suerte de sacrificio masónico. La explosión en el módulo Acuario tuvo lugar a las 13 horas y 13 minutos del 13 de abril de 1970. Como el número trece representa la muerte y el renacimiento, la reencarnación, el sacrificio, el incidente fue, según Cooper, una metáfora de una ceremonia de la iniciación que incluye la muerte (explosión), colocación en el ataúd (periodo de incertidumbre de su supervivencia), comunión con el mundo espiritual y la asunción de conocimiento esotérico (la órbita y observación de la Luna sin contacto físico) y el renacimiento del iniciado (solución de problema y reparaciones).

Símbolos masónicos en la Luna

Algunos han sugerido que para ganar poder sobre la Tierra, era necesario dominar la Luna. No me refiero sólo al dominio militar sino a tomar el dominio simbólico. Si alunizar era una cuestión mágica, alguien se lo tomó al pie de la letra. El primer masón en caminar sobre la Luna fue Edwin Buzz Aldrin, en julio de 1969. A la sazón, pertenecía a la logia Montclair, de New Jersey aunque también ha formado parte de la logia Clear Lake, en Waco, Texas.

En sus memorias, Aldrin explica que su deseo era llevarse a la Luna el anillo masónico de su padre pero que no pudo hacerlo porque lo extravió. Menos conocido es que el astronauta transportó consigo otro objeto que hoy es motivo de culto por parte de los miembros de esta sociedad secreta. Escondida en el interior del traje espacial, Aldrin se llevó a la Luna una pequeña bandera del Supremo Consejo de la masonería norteamericana. En el centro había sido bordada un águila así como la escuadra y un compás entrelazados, los símbolos masónicos por excelencia. Una reproducción del estandarte es exhibido en la biblioteca-museo del Scottish Rite Temple de Washington DC. Algunos no dudan en afirmar que esta operación reclama simbólicamente la “jurisdicción territorial masónica” de la Luna para su logia… No queda todo aquí. Treinta y tres minutos después de alunizar, cuando Sirio se hacía visible en el horizonte, Aldrin llevó a cabo un ritual en la Luna. En la página 233 de su libro Regreso a la Tierra, escribe que “antes de comer nuestro snack, yo busque en mi kit personal y saqué dos pequeños paquetes que habían sido preparados a petición mía. Uno contenía una pequeña cantidad de vino, y en el otro una hostia. Con ellos y un pequeño cáliz, tomé la comunión en la Luna, leyendo para mí una pequeña tarjeta en la que había escrito una parte del libro de Juan usado en la ceremonia tradicional de la comunión.”

Resulta significativo que el primer acto del hombre en la Luna, antes incluso de colocar la bandera estadounidense, fuera la comunión.

Masones que vieron OVNIs en el espacio

Otros dos masones más caminaron por la Luna posteriormente. El primero fue Edgar D. Mitchell, el 5 de febrero de 1971, tras ser conducido hasta allí a bordo del Apollo XIV. Mitchell forma parte de la logia Artesia, de la ciudad del mismo nombre en Nuevo México. Unos meses después, el 26 de julio, James Irwin, integrante de la misión Apollo XV, se convirtió en el tercer y último masón que visitó nuestro satélite. Su nombre figura entre los miembros de la logia Tajon, en Colorado Springs.

Se da la circunstancia que ambos tienen relación con los OVNIs. Irwin por haberlos filmado desde el espacio y Mitchell porque ha denunciado la política de ocultación de su gobierno al respecto y, en la actualidad, lidera diversas iniciativas que pretenden romper el silencio de la administración.

Otro de los astronautas que vio OVNIs en el espacio fue Leroy Gordon Cooper. Sucedió durante el programa Mercury, el 15 de mayo de 1963. La cápsula Faith VII detectó la presencia de extraños objetos cerca de la Luna. Cooper llegó a afirmar que, incluso se filtraron voces insólitas en los aparatos de transmisión. Tras el episodio fue decretada una orden de silencio total en torno a los OVNIs. Cooper pertenecía a la masonería desde hacía tres años, siendo miembro activo de la logia Corbonale, en Colorado.

Xavier Casinos, autor de Quién es quién masónico, menciona a otro importante masón: John Glenn, seleccionado en 1959 para formar parte de la tripulación del programa Mercury. Glenn describió la primera órbita alrededor de la Tierra en 1962. Entonces todavía no era miembro de la logia Concorden, en New Concord (Ohio) pero se da la circunstancia que, 36 años después, Glenn volvió al espacio formando parte del Discovery junto al español Pedro Duque.

La lista de astronautas masones la cierra, hasta el momento, Paul J. Weitz, tripulante del Skylab 2 que forma parte activa de la logia Lawrence, en Eire, Pennsilvania.

Puede que sólo sea una llamativa coincidencia pero, como hemos visto, los inicios de la carrera espacial norteamericana y, de forma significativa, la conquista de la Luna mantuvo estrechos lazos con la masonería especulativa. Con mayor o menor fundamente se ha relacionado a esta sociedad secreta con la independencia de las colonias americanas, la revolución francesa o, incluso la internacional socialista, ahora cabe añadir otro hito más en la historia de la Humanidad… a conquista del espacio.

Josep Guijarro

Emblemas con mucha enjundia

Durante las misiones individuales al espacio, los astronautas de la NASA tuvieron libertad para bautizar a su antojo a sus cápsulas. Gus Grissom, por ejemplo, llamó al primer vuelo del Gemini elMoly Brown, en honor al perro que sobrevivió al hundimiento del Titanic. A la NASA no le pareció gracioso y, a partir del Apolo IX bautizó las cápsulas y diseñó los emblemas. Algunas fueron nombradas como sucesos astronómicos. Así los módulos lunares “Orion” (Apollo X) y “Antares” (Apollo XIV) una estrella roja en la constelación de su eterno enemigo, el escorpión. Algunos fueron llamados como famosos buques, “Yankee Clipper” (Apollo XII) “Endeavur” (Apollo XV) y “Challenger 2 (Apollo VII).


Apollo I

Su emblema no esconde, todavía, ningún simbolismo oculto pero Hoaglan asegura que fue un “sacrificio Masónico” deliberado para asegurar el éxito del proyecto Apollo. Recordemos que el 27 de enero de 1967, durante unos ensayos de lanzamiento, se incendia la cabina de la nave y tres astronautas pierden la vida por no poder abrir la trampilla. Entre los fallecidos un masón de la logia Mitchell de Indiana, el astronauta Virgil I. Grissom.

Apollo XI

El emblema de la misión que condujo al hombre a la Luna el 20 de julio de 1967 muestra un águila imperial, un símbolo masónico y, también, solar. Entre sus garras sujeta una rama de olivo, fue incluida, aparentemente, para que su diseño pareciera menos agresivo.

Apollo XII

El emblema del Apollo 12 está presidido por un navío que viaja al Mar de las Tormentas, el lugar de alunizaje de la misión. El velero del escudo habla, simbólicamente, de la evolución de los barcos hasta las naves espaciales. Cuando los barcos llegaron a las costas de los Estados Unidos, supusieron el comienzo de la exploración marítima. Ahora las naves espaciales, abren el camino a otros planetas y el Apollo XII marca el inicio del uso de las bases espaciales.


Apollo XIII

El emblema de la misión Apollo XIII fue realizado en el último momento ya que Jack Swigert fue sustituido por Ken Mattingly Jr. Por esa razón no son visibles los nombres de los astronautas. El escudo de esta misión es el único que reproduce una imagen mitológica real, la del carro de fuego de Apolo, simbolizando la extensión de la luz y el conocimiento. El emblema incluye por primera vez una frase “Ex Luna, Scientia.” (De la Luna, Conocimiento).

El módulo Lunar recibió el nombre de “Acuario” en honor al Dios Egipcio que simboliza el agua, la fertilidad, la vida y el conocimiento en el valle del Nilo. Al menos eso contó el comandante de la misión, Jim Novell.

Apollo XVII

La insignia de esta misión está dominada por la imagen del dios Apolo (el Sol), enmarcado en una estilizada águila. Tres barras rojas simulan el plumaje. En realidad se trata de la bandera americana junto a las tres estrellas blancas que de nuevo nos trasportan a Orión y, a la vez, a los tres astronautas de la tripulación. El fondo es de color azul y en él se dibujan la Luna, Saturno y una galaxia espiral. La Luna está recubierta parcialmente por el ala del águila lo que significa que el hombre la ha visitado y conquistado. 

La mirada del águila se dirige a las metas más próximas: Saturno y la galaxia.

Publicado por Josep Guijarro

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