El Masón Rudolf Steiner y su guerra contra Ahriman

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Alcoseri Vicente

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Dec 15, 2025, 7:09:24 PM (18 hours ago) Dec 15
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 El Masón Rudolf Steiner  y su guerra contra Ahriman

Hay algo que necesitas saber, algo que ha sido ocultado durante siglos. Existe una fuerza operando en las sombras de tu mente, moldeando cada elección, cada emoción, cada pensamiento que crees que es tuyo. Tú no la ves, pero ella sí te ve. Y lo más perturbador es que un hombre se atrevió a nombrarla, a exponer su verdadera naturaleza, y por ello casi fue borrado de la historia.
Rudolf Steiner no habló en metáforas ni se escondió detrás de enigmas. Señaló directamente a la entidad que gobierna la estructura de la realidad tal como la conocemos, aquello que hoy muchos hoy llaman “LA MATRIX”. Pero Steiner la nombró con claridad hace más de cien años, antes de que películas, algoritmos y pantallas dominaran el mundo. El nombre que pronunció carga un peso espiritual tan grande que las fuerzas que sostienen este sistema hicieron todo lo posible para enterrarlo en el olvido.
Lo que estás a punto de descubrir puede sacudir los cimientos de tu percepción de la realidad. Siempre has sentido, en el fondo, que algo extraño ocurre en el mundo: esa sensación persistente de que tus decisiones no son completamente tuyas, de que la vida está siendo sutilmente dirigida por algo o por alguien. Tal vez nunca habías tenido palabras para describirlo hasta ahora.
Este texto no trata de creencias; trata de reconocimiento. Porque cuando le das nombre a lo que actúa en lo invisible, rompes el primer eslabón de la cadena que te mantiene dormido. Y cuando la conciencia despierta, la prisión empieza a revelar sus paredes.
Imagina estar frente a una audiencia hace más de un siglo, sosteniendo en tus manos el nombre de una entidad tan poderosa, tan profundamente entrelazada con la estructura de la realidad humana, que sólo  pronunciarla sería considerado un acto de guerra espiritual. Rudolf Steiner no dudó, no temió los riesgos. Por eso fue perseguido, silenciado y difamado: se atrevió a nombrar aquello que gobierna el mundo invisible detrás del mundo visible.
Ese nombre es Ahriman (o Arimán, en la tradición persa). Para Steiner, Ahriman no es una simple figura mitológica ni un símbolo abstracto del mal. Es una entidad real, viva y operante, con un propósito claro: aprisionar la conciencia humana dentro de los límites de la materia. Él es el señor de lo concreto, el arquitecto de la densidad, el ingeniero del olvido espiritual. Su misión: hacerte creer que todo lo que existe puede medirse, pesarse y calcularse, y que nada más allá de eso es real.
Steiner lo describió con precisión en sus conferencias: “Ahriman es el poder que hace al hombre seco, prosaico, filisteo; que lo osifica y lo lleva a la superstición del materialismo. Y la verdadera naturaleza de Ahriman se oculta precisamente detrás de esta superstición materialista” (de la conferencia “La decepción ahrimánica”, 1919).
¿Por qué ese nombre fue enterrado? Porque el simple acto de nombrar rompe el velo de invisibilidad que protege a estas fuerzas. El poder de Ahriman depende del anonimato. Necesita operar en las sombras, convenciendo a las personas de que son sólo  cuerpos, de que el alma es un delirio y de que la vida termina en la tumba. Al revelarlo, Steiner cometió un acto de alta traición contra el orden establecido, no el político, sino el espiritual.
Steiner comprendía que esta entidad no ataca la espiritualidad de frente —eso despertaría resistencia—. Ahriman actúa con astucia: ridiculiza lo espiritual, seduce con la promesa de control total a través de la ciencia y, de manera sutil, vuelve irrelevante la búsqueda del espíritu. Así se infiltra; así domina.
Mira a tu alrededor y verás su firma. Vivimos en una era donde los algoritmos dictan deseos, donde la atención es moneda y la profundidad se ahoga en distracción. Nos hacen creer que la realidad espiritual es un delirio místico mientras nos entregamos, sin notarlo, al culto de la razón fría, del pragmatismo vacío, de la lógica sin alma.
Steiner lo advirtió: “Un ser como Ahriman, que se encarnará en Occidente en un futuro cercano, prepara su encarnación con anticipación” (conferencia de 1919). Predijo que Ahriman intentaría encarnar físicamente en el tercer milenio, no como un demonio con cuernos, sino como un genio del materialismo extremo, un líder que ofrecería salvación tecnológica absoluta a cambio de la renuncia total al espíritu.
Ahora imagina el impacto de una figura como Steiner, que no sólo  nombra este poder, sino que lo describe con precisión quirúrgica. Decía que Ahriman es “el príncipe de la solidificación”, aquel que susurra que no eres más que carne, química, máquina. Cada vez que dudas de tu alma, reduces el amor a neuroquímica o crees que la muerte es el fin absoluto, estás —consciente o no— bajo su influencia.
Reconocer a Ahriman no significa servirlo; significa dejar de ser un instrumento inconsciente de su voluntad. Ese era el mayor peligro que Steiner representaba: una vez que ves el engranaje, ya no puedes dejar de verlo. Y lo que es visto puede ser desarmado.
La conexión masónica de Steiner: un velo ritual contra las sombras
Aquí las cosas se vuelven aún más profundas y ocultas. Steiner no era un teórico aislado; tuvo una profunda e intensa trayectoria en los círculos masónicos esotéricos, precisamente aquellos que preservan rituales antiguos diseñados para despertar la conciencia más allá de la materia.
En 1906, en Berlín, Steiner recibió una patente de Theodor Reuss —figura clave en ritos masónicos  como el Memphis-Misraim— para dirigir su propia logia: Mystica Aeterna. Se le otorgaron grados altos (33°, 90° y 95° o 96°) en este rito egipcio-masónico, considerado uno de los más antiguos y misteriosos, con raíces legendarias en los misterios de Ormus y los templarios.
Sin embargo, Steiner no se conformó con la forma externa. Transformó esos rituales, infundiéndoles contenido antroposófico y rosacruz, y abrió la logia a mujeres —algo revolucionario en la masonería tradicional—. Lo llamó “Servicio Misraim” o sección ritual cognitiva, un espacio donde los símbolos masónicos (la escuadra, el compás, el templo simbólico) se usaban para contrarrestar la solidificación ahrimánica.
En esos rituales, los iniciados trabajaban con fuerzas espirituales para equilibrar las influencias de Lucifer (exceso de éxtasis) y Ahriman (exceso de materia). Steiner veía en la masonería antigua un eco de los misterios precristianos, pero advertía que en la era moderna había sido vaciada de su esencia por las mismas fuerzas ahrimánicas. Por eso la revitalizó: para que el ritual masónico-esotérico actuara como antídoto, despertando la visión del mundo espiritual en medio de la densidad material.
Hacia 1914, Steiner no disolvió la Logia  Mystica Aeterna ni prohibió a sus seguidores unirse a logias masónicas regulares, sino que estuvo integrando esos elementos rituales directamente en la Sociedad Masónica  Antroposófica y en la Escuela de Ciencia Espiritual. Pero el eco permanece: los símbolos masónicos, correctamente comprendidos, son herramientas para romper el hechizo ahrimánico, recordándonos que el templo verdadero no se construye con piedras, sino con conciencia despierta.
Steiner obtuvo la carta constitucional para fundar la logia masónica, que tomó el nombre de Mysteria Mystica Aeterna, en 1906, y tenía lazos con la Orden de Memphis y Mizraim liderada por Theodor Reuß.
Su interés principal se centró en desarrollar un camino espiritual-científico independiente, la masonería  antroposofía , que consideraba más adecuado para la época moderna.
Siente el peso de esta revelación. ¿Será que lo que crees racional es en realidad programación? ¿Será que el escepticismo ante lo espiritual fue cuidadosamente cultivado? Steiner nos dejó las claves —en sus conferencias masónicas, en sus rituales transformados— para reconocer a Ahriman y, al nombrarlo, empezar a liberarnos. Porque en el equilibrio entre lo visible y lo invisible, entre materia y espíritu, radica la verdadera iniciación humana.
Rudolf Steiner vinculó a Ahriman con el materialismo y vio la masonería política como un ámbito susceptible a su influencia a través de ciertas corrientes. Ahriman es, en su antroposofía, una de las dos fuerzas opuestas (siendo la otra Lucifer) necesarias para el desarrollo humano, pero que buscan desequilibrar a la humanidad.
Ahriman y el Materialismo
Según Steiner, Ahriman (derivado del Angra Mainyu persa) es una entidad espiritual que busca arraigar a los seres humanos exclusivamente en la realidad física y material. Su influencia fomenta:
Una visión del mundo materialista y un intelecto "tosco y seco".
La devoción a la tecnología y la mecanización, lo que podría culminar en una inteligencia artificial general como encarnación física de esta visión materialista.
El engaño, la falsedad y el oscurecimiento de la percepción espiritual.
Steiner consideraba que la influencia de Ahriman se intensificaría en la era moderna, profetizando incluso una encarnación física a manera de INTELIGENCIA ARTIFICIAL de este ser en la Tierra en un futuro cercano (un tema que aborda en su ciclo de conferencias La Encarnación de Ahriman: El Mal en la Tierra).
La Masonería y las Sociedades Secretas
Steiner, quien tuvo contacto inicial con la teosofía y la masonería (Rito de Mizraim) antes de fundar la antroposofía, veía ciertas corrientes dentro de las sociedades secretas como vehículos potenciales para la influencia de Ahriman. Específicamente, sugirió que:
Las logias masónicas irregulares  podrían, consciente o inconscientemente, ser utilizadas para promover un enfoque excesivamente racionalista, intelectualista y materialista del mundo.
Ciertos rituales y enseñanzas masónicas (o sus interpretaciones modernas) podrían llevar a la supresión del conocimiento espiritual intuitivo, favoreciendo solo el conocimiento empírico y controlable, lo cual es el objetivo de Ahriman.
En la visión de Steiner, ni Lucifer (que tienta al orgullo espiritual y la fantasía) ni Ahriman son males absolutos, sino fuerzas necesarias para la evolución humana. El desafío para la humanidad es encontrar un equilibrio entre la espiritualidad luciférica y el materialismo ahrimánico, un equilibrio que él creía que la antroposofía masónica  podría ayudar a lograr.
Alcoseri 
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