¿Qué es el Rito en Masonería?

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Alcoseri Vicente

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Nov 13, 2025, 9:44:49 PM (12 days ago) Nov 13
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¿Qué es el Rito en Masonería?
El ritual es un acto que realizamos de manera familiar y cotidiana en nuestra vida. Por ejemplo, cada vez que salimos de la oficina, solemos dirigirnos ritualmente al restaurante de siempre para tomar una taza de café y unos bocadillos. En este sentido común de la palabra "rito", ya se percibe una noción de hábito y de repetición constante. Sin embargo, en un sentido más estricto y en el contexto masónico que nos ocupa, podemos definir el rito como una acción simbólica —o un conjunto de ellas— que se repite de forma regular, siguiendo formas prescritas, ya sea de manera tácita o explícita.
El masón, un ente ritual
El rito, por supuesto, no es exclusivo de la liturgia masónica. Desde nuestra infancia, hemos sido educados para saludar con un "buenos días", dar un beso de despedida o comportarnos adecuadamente en la mesa. En casi cualquier asociación humana, surgen ritos de manera natural. Negar su necesidad, como a veces se pretende en nombre del progreso, la renovación o la sinceridad, equivale a ignorar una disposición profunda de la naturaleza humana. Joseph Campbell, en su exploración de los mitos, afirmaba: "El ritual es el medio por el cual el individuo se une al todo, transformando lo ordinario en lo sagrado". Esta idea resalta cómo los ritos no sólo estructuran nuestra existencia, sino que nos conectan con algo mayor, algo que en la masonería se manifiesta en la búsqueda de la luz interior.
Pensemos en la pareja que cultiva pequeños ritos secretos para celebrar su amor, o en el grupo de jubilados que se reúne invariablemente en el mismo sitio, siguiendo un protocolo establecido. De igual modo, en la masonería, se observa cómo los hermanos masones desfilan ritualmente el 21 de marzo en monumentos egregios al Masón Benito Juárez , ataviados con sus arreos masónicos, para ofrecer una ofrenda al monumento de Benito Juárez. Como hemos señalado, la acción simbólica permite que las personas o grupos se reconozcan en su identidad profunda. Por ello, una vez encontrada una forma efectiva de simbolizar, es lógico querer repetirla. Mientras la realidad celebrada permanezca inalterada y el grupo se identifique con ella, ¿por qué alterar las formas o los ritos? Al fin y al cabo, el sentido está intrínsecamente ligado a la forma, como bien apunta Mircea Eliade: "El rito no es una mera repetición; es una reactualización del tiempo sagrado, donde lo profano se transfigura en lo eterno".
El rito es una práctica esencial en la masonería. Cuando alguien desea integrarse en un grupo masónico, escucha la voz colectiva que le dice: "Así es como procedemos nosotros. Estas son nuestras costumbres, con las que todo masón se siente cómodo y en armonía. Te invitamos a actuar como nosotros. Eres libre, pero si aspiras a ser uno de los nuestros, debes observar nuestros ritos masónicos". Entonces, el aspirante —el neófito, el catecúmeno, el postulante o el aprendiz— acepta someterse al rito, el mismo por el que pasaron los ancestros masones. En resumen, se deja iniciar, del latín "initium", que significa comienzo o entrada.
La iniciación, es decir, la integración en el grupo mediante una práctica simbólica, sólo es posible cuando esta se ritualiza. Aunque la palabra "hábito" a menudo conlleva connotaciones negativas como rutina, desgaste o compulsión —y con razón—, y el término "rito" evoca a veces una constricción, muchos desconfían de ellos. No obstante, basta reflexionar un poco para comprender que los hábitos rituales son indispensables para fomentar la virtud y la constancia. Cees Nooteboom, en sus reflexiones sobre los viajes como peregrinajes simbólicos, escribía: "Los rituales son como mapas invisibles que guían al alma a través del caos del mundo". Esta perspectiva ilumina cómo, en la masonería, los ritos no limitan, sino que liberan al espíritu para explorar profundidades insospechadas.
Afortunadamente, el ama de casa no debe cuestionarse cada vez si servir la carne antes de la sopa o el pescado después de la ensalada ; sin saberlo, sigue un rito establecido que le otorga libertad para armonizar su menú. Es una bendición no tener que reinventar cómo saludar a alguien: el rito prescribe un "buenos días" o un apretón de manos, permitiéndonos modularlo con mayor o menor calidez, desde una distancia cortés hasta un abrazo efusivo acompañado de una sonrisa. Del mismo modo, no reinventamos un nuevo ritual de la tenida cada vez que asistimos a Logia; sería agotador e impráctico. Sólo dentro de un ritual masónico puede desplegarse nuestra libertad. Además, el ritual actúa como salvaguarda contra la subjetividad, el desorden y la anarquía. Sin él, la celebración sucumbiría a las "invenciones" de los audaces o a quienes buscan destacar, degenerando en sentimentalismo, afectividad desbordada o romanticismo vacío. El espontaneísmo es una ilusión; muchos grupos informales lo han descubierto y, con el tiempo, han adoptado esquemas rituales.
En la masonería, una acción simbólica no siempre se comprende de inmediato; requiere tiempo para apropiarse de ella. Observemos un cuadro o un poema: hace falta contemplarlo repetidamente para penetrar en su esencia. Lo mismo ocurre con la liturgia; no es sencillo asimilar un saludo, un salmo o una postura de un sólo vistazo. La repetición del rito nos permite adentrarnos progresivamente, hasta hacerlo nuestro. Y dado que la riqueza del simbolismo masónico es inagotable, siempre descubrimos sentidos nuevos —quizá hasta el final de nuestros días en la tenida—. Joseph Campbell complementa esta idea al decir: "Los mitos y ritos son las máscaras del misterio, revelando capas infinitas de verdad a quien persevera".
La noción de rito está estrechamente ligada a la tradición, que implica transmisión. La mayoría de nuestros ritos masónicos son herencia del pasado; muchos se pierden en la antigüedad, como los fuegos alrededor del Ara Sagrada, reminiscencia de los druidas antiguos, el Día de San Juan o la circunvalación del templo, influida por el sufismo islámico. Algunos se irritan con la idea de tradición, como si la antigüedad de un rito fuera un defecto. Tendrían razón si mantenerla equivaliera a esclerosis o conservadurismo estéril, donde el rito deja de servir al ser humano. Distingo entre la tradición —como esencia viva— y las tradiciones —como formas culturales específicas—. Mircea Eliade explicaba: "La tradición ritual es un puente entre el tiempo mítico y el presente, permitiendo al hombre participar en lo divino".
Los historiadores y sociólogos distinguen fases: un grupo establece ritos e instituciones (período institucional); luego, estos se estabilizan (lo instituido). Pero al evolucionar el grupo, critica lo instituido y regresa a lo institucional, en un ciclo continuo. Esto aplica a nuestros ritos masónicos; la masonería, como cuerpo social, no escapa a esta evolución. Recordemos la historia de las grandes órdenes iniciáticas. Por ello, en la liturgia masónica, no podemos desechar lo que San Pablo llama "la tradición recibida de Dios" (1 Cor 11, 23).
Respecto al ritual de la tenida masónica, no es posible alterar su desarrollo general ni sus grandes símbolos, ya que son signos fundamentales de nuestra identidad. Sin embargo, existen ritos secundarios y prácticas vinculadas a culturas específicas (tradiciones). No hay que reajustar continuamente las liturgias; esa "puesta al día" que algunos defienden no es esencial y puede ser dolorosa. El masón debe ajustarse a la liturgia masónica, no al revés. Dicho esto, los masones no tocan la tradición esencial; pueden modificar disposiciones en las constituciones de cada Gran Logia o detalles en los reglamentos internos de cada taller, pero no el desarrollo fundamental de las liturgias, so pena de traicionar el espíritu de la masonería. Debemos volver siempre a las fuentes de las primeras generaciones masónicas, cercanas a la idea básica de la construcción del Templo dedicado a Jehová en Jerusalén —no para reproducir detalles arqueológicos, sino para mantener vivo el espíritu fundamental: la edificación de un templo espiritual que une al masón con Dios, el Gran Arquitecto del Universo.
Nada en nuestras vidas escapa a la ritualización: somos entes rituales, y la misma naturaleza lo es, con sus estaciones, solsticios y equinoccios. La masonería imita esta naturaleza circundante: un espacio, un tiempo, nacer, morir y renacer. La naturaleza guarda secretos, al igual que la masonería. Los condicionamientos escolares, familiares y empresariales se rigen por ritos. Así, la jerarquía en una logia masónica responde a impulsos profundos que no siempre comprendemos, aunque formamos parte de esa trama. Hoy reconocemos que la masonería no pudo eludir la noción de ritual; al contrario, sacralizó esta tendencia innata y la sublimó al grado supremo. El Zohar, libro clave del saber hebreo, enseña que el mundo subsiste por el Secreto, y este es una necesidad orgánica del rito. Una sociedad como la masonería, si divulgara su Secreto —con sus jerarquías, orden, relaciones políticas, poder y vínculos humanos altamente ritualizados—, se condenaría a su fin. Los profanos nos temen y respetan porque ignoran qué hacemos a puertas cerradas, en secreto. Cees Nooteboom, al reflexionar sobre los misterios del camino, señalaba: "El ritual es el silencio que guarda el secreto, permitiendo que el viajero encuentre su propio eco en lo desconocido". Esta noción refuerza cómo, en la masonería, entender los ritos no es sólo una obligación, sino una puerta a la autotrascendencia, donde cada gesto se convierte en un espejo del cosmos interior.
Finalmente, el ser humano es un ente ritualista porque, en su esencia, busca orden en el caos del universo. Los ritos nos proporcionan estructura, significado y conexión con lo trascendente, satisfaciendo necesidades psicológicas y espirituales profundas. Desde los albores de la humanidad, hemos creado ceremonias para marcar transiciones vitales —nacimiento, madurez, muerte—, como un mecanismo evolutivo para cohesionar comunidades y enfrentar lo inexplicable. Sin rituales, la existencia sería un flujo desordenado; ellos nos anclan, nos elevan y nos recuerdan que, más allá del individuo, formamos parte de un tapiz cósmico eterno.
Alcoseri 
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