Justino Blanco
unread,May 29, 2010, 7:09:17 PM5/29/10Sign in to reply to author
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to SECRETO MASONICO
SIMBOLISMO DE LA INICIACION MASONICA
FRANCISCO ARIZA
En lo fundamental, la estructura iniciática de la Masonería en nada
difiere de la de cualquier otra organización esotérica y tradicional.
Su división en tres grados aprendiz, compañero y maestro conforma un
esquema perteneciente a toda vía iniciática regular, constituyendo una
síntesis del proceso mismo del Conocimiento y su realización efectiva.
1
Igualmente, este ternario iniciático es análogo a los tres planos o
niveles de la manifestación cósmica: el Corpus Mundi, el Anima Mundi y
el Spiritus Mundi, según la terminología del hermetismo cristiano
medieval. El Cuerpo, el Alma y el Espíritu universal se corresponden
así con los grados de aprendiz, compañero y maestro, respectivamente.
De ahí que la realización iniciática reproduzca etapa por etapa el
proceso mismo de formación del cosmos o del orden universal, motivo
por el cual, y en razón de la analogía existente entre el macrocosmos
y el microcosmos, dicho ternario es también el de la constitución del
ser humano considerado en toda su integridad.
Utilizando el simbolismo geométrico, los tres mundos (y los tres
grados iniciáticos) se representan como otros tantos círculos
concéntricos, en donde, naturalmente, el más periférico y exterior se
correspondería con el plano corpóreo, el intermedio con el anímico o
psicológico, y el más interior con el espiritual.2
El punto que tácita o explícitamente está representado en el centro de
este último círculo simbolizaría al Ser o Unidad primordial, que en
lenguaje masónico no es otro que el Gran Arquitecto del Universo
(idéntico al "motor inmóvil" aristotélico), que aunque en sí mismo no
manifestado como el punto, que en realidad no existe en el espacio
es no obstante el principio a partir de cuya emanación o expansión se
genera toda la manifestación, que depende enteramente de él en todo lo
que ella tiene de realidad.
En este sentido la transmisión de la influencia espiritual recibida
por la iniciación masónica es análoga a la acción del Fiat Lux emanado
del Verbo divino "en el Principio", dando lugar al orden cósmico. Y
así como ese orden fue "sacado del caos" por la acción de la Palabra
luminosa y espermática, el hombre es rescatado del mundo profano, o de
las "tinieblas exteriores",3 por la irradiación clarificadora que se
genera en su conciencia gracias al poder creador de la influencia
espiritual o "iluminación" iniciática, lo que acontece en el corazón,
es decir en el centro mismo de su ser.
De esta manera, y semejante a esa cosmogénesis, se produce una
antropogénesis espiritual, lo que equivale a la generación o
nacimiento del hombre nuevo. Esa Palabra luminosa, Logos o Sonido
primigenio que insufla la vida y el ser a la materia amorfa es también
un "ritmo" cuya cadencia vibracional la articula y ordena. Y este
ritmo creativo es el gesto o rito cósmico por excelencia, prototipo de
todos los ritos iniciáticos, lo cual explicaría por qué éstos son
imprescindibles para vehicular la influencia espiritual, que en el
fondo lo que persigue es transmitir al ser la energía de la
Inteligencia y del Conocimiento por mediación del código simbólico y
su ritualización, despertándole a sus posibilidades superiores de
acuerdo a lo que fue hecho "en el Principio", e insertándole por
consiguiente en el tiempo mítico y verdadero.
Siendo la Masonería una tradición procedente de las antiguas
organizaciones y gremios iniciáticos de constructores "libres" (los
franc masones y compañeros medievales), ésta concibe a la Unidad como
un Arquitecto u Ordenador Supremo, y al cosmos como su obra más
perfecta y elocuente, lo que hace posible que el hombre pueda tomar a
esta última como un símbolo vivo que le permite re conocer (porque los
contiene en sí mismo) los principios o arquetipos que determinan todo
lo creado, tanto en el Cielo como en la Tierra. Esos principios y
leyes universales, y el orden visible e invisible, tangible y sutil
que de ellos emana, se expresan mediante las proporciones, medidas,
ritmos y estructuras de los números y las figuras geométricas,
fundamento de todas las artes y ciencias cosmogónicas, y sobre todo de
la arquitectura sagrada, síntesis de todas ellas.
Si la Masonería (como la Alquimia) es llamada el "Arte Real", éste no
consiste en otra cosa que en la actualización,4 en el plano del hombre
y de la vida, de todas las posibilidades de manifestación concebidas y
contenidas eternamente en la Mente y la Sabiduría del Creador, que
"todo lo dispuso en número, peso y medida",5 lo que nos da la idea de
la existencia de un modelo prototípico reiterado en cualquier gesto
creativo, ya se trate ese gesto de la creación de un mundo, de un ser
o de una obra de arte, siendo ésta última la que el hombre finalmente
pueda hacer consigo mismo en su interior. Es por eso que el
aprendizaje, conocimiento y encarnación de ese modelo, que el cosmos
entero simboliza, hacen del masón un obrero de la construcción
universal, en la que él colabora conscientemente, pudiendo leer así en
el "Libro del Mundo" o "Libro de la Vida".
Acceder a esa cosmovisión, a ese orden armónico, conduce a la
contemplación de la Belleza, que es un nombre divino y por
consiguiente una poderosa energía de transmutación y regeneración.6
Esto nos lleva a considerar que, además del Verbo que insufla la vida
a la materia amorfa, o substancia nutricia original, también existe la
acción de un "gesto" divino en la creación del mundo. Y ese gesto
misterioso7
es el que establece precisamente la analogía antes mencionada entre el
proceso cósmico y el iniciático. En efecto, la transmisión de la
influencia espiritual en la Masonería es vehiculada por la
ritualización de determinadas palabras y gestos sagrados, dividiéndose
estos últimos en "signos" y en "toques".8 En este sentido, debemos
recordar que esas palabras y gestos rituales no son sino la propia
energía del símbolo puesta en acción, lo que hace posible que la idea
que el propio símbolo transmite se revele con toda su fuerza y fecunde
al ser que la recibe, haciéndolo pasar, como antes hemos dicho, de la
"potencia al acto" o de las "tinieblas a la luz". El código simbólico
no es algo que pueda aprehenderse desde el exterior, como si uno mismo
no estuviera incluido ni formara parte de la idea que éste transmite.
El hombre comienza a tener conciencia de su ser en el mundo cuando
comprende que él mismo es un símbolo, es decir que debe verse como en
un espejo donde se refleja el Ser y la vida universal. En realidad
todo rito es un símbolo, o idea, en movimiento, y todo símbolo, a su
vez, no es sino la fijación de un gesto ritual cumplido conforme al
orden, esto es, conforme al modelo de lo que fue hecho "en el
Principio". El rito es la "vivencia" de la idea simbólica porque de
hecho el propio rito no es sino esa misma idea articulada en el
espacio y el tiempo, es decir en la totalidad de nuestra existencia,
que así adquiere pleno sentido al integrarse en la cadencia de la
armonía y del ritmo universal, siempre idéntica a sí misma por
constituir la expresión de la Unidad indiferenciada, alfa y omega de
todo lo creado. A este respecto, es bastante significativo que la
palabra gesto tenga también el sentido de "gestación", y por tanto de
"generación", que en el contexto iniciático y simbólico se vincula al
renacimiento espiritual, de un "volver a nacer" por y en el
Conocimiento.9
Cada uno de los grados masónicos de aprendiz, compañero y maestro,
posee sus propias palabras y gestos rituales, los cuales, aun
recibiéndose por etapas, están no obstante perfectamente coordinados,
conformando finalmente una sola palabra y un único gesto inseparables
e indistintos, análogos a los que fueron emitidos en el origen, que de
esta manera se actualiza y se hace presente. De todo esto se desprende
que la culminación en una vía como la que propone la iniciación
masónica no es otra que la total identificación con el acto creador
(generador) del Gran Arquitecto, identificación que sólo se hace
efectiva con la llegada a la maestría, o lo que es lo mismo cuando la
individualidad humana se universalice al quedar absorbida, por la
atracción nacida del amor al Conocimiento, en la unidad de su
Principio divino, de la que sólo se separó ilusoriamente.10Lo que
decimos guarda estrecha relación con lo que en la Masonería se
denomina la "búsqueda de la Palabra perdida", que es el verdadero
Nombre del Gran Arquitecto, y que el hombre ha de recomponer
"reuniendo lo disperso" de su ser, pues al fin y al cabo ese Nombre es
el cosmos entero considerado en su esencia inmutable e
imperecedera.
La Tradición nos enseña que el despertar a la realidad del
Conocimiento es simultáneo a la apertura de los diversos centros
sutiles (o chakras, según la tradición hindú) localizados
simbólicamente a lo largo de la co lumna vertebral. Cada centro es
receptor de una determinada energía cósmica vivenciada en el hombre
como un estado de conciencia, y ello en virtud de la ley de
correspondencia y analogía entre el macrocosmos y el micro cosmos,
correspondencia y analogía que constituyen el fundamento mismo de la
ciencia simbólica, pues gracias a ellas podemos reconocer lo universal
en lo individual, y lo individual en lo universal, comprendiendo que
ambos no son sino una sola y misma realidad, tal cual nos dice la
Tabla de Esmeralda hermética: "lo de abajo es como lo de arriba, y lo
de arriba como lo de abajo, para obrar el milagro de una cosa única".
Asimismo, el que dichos centros estén jerárquicamente dispuestos a lo
largo de la columna vertebral (una imagen del Eje del Mundo), nos
indica la idea de ascenso gradual y escalonado: desde aquel que está
situado en la base misma de la columna eje, y vinculado a las energías
telúricas y terrestres, hasta el que se ubica en la sumidad de la
bóveda craneana, por donde se produce el pasaje a los estados
superiores, supra cósmicos y metafísicos. Si el hombre, al igual que
el universo o el cosmos, es un atanor alquímico, el desarrollo
espiritual se va cumpliendo en la medida misma en que se produce la
cocción, destilación, purificación y transmutación de las energías
inferiores en las superiores.

Cuadro de la Logia de Aprendices
Le Parfait Maçon, 1744
El número de estos centros, e incluso el orden de su disposición,
varía en las diferentes tradiciones. En el caso de la Masonería dichos
centros se ubican en puntos concretos señalados por signos gestuales
realizados mediante una determinada posición de las manos, signos que
son llamados de "reconocimiento" y de "penalización", y cuya posición
es distinta en cada uno de los tres grados. En el primer grado el
signo se realiza a la altura de la garganta, en el segundo en la del
corazón y en el tercero a la altura del ombligo o entre las dos
caderas , y finalmente en la sumidad de la cabeza. A esto hay que
añadir la vocalización de las palabras de paso y las palabras sagradas
propias de cada grado, y que en sí mismas revelan un sentido simbólico
directamente relacionado con la búsqueda de la "Palabra perdida", es
decir con las etapas vividas durante el proceso de la realización
interior. Naturalmente, no podemos desarrollar aquí todo lo que
sugiere esta rica simbólica, y tan sólo indicaremos que tanto los
signos, como los toques y palabras simbólicas en la Masonería son
semejantes a los mu dras (gestos manuales) y los mantrams
(pronunciación de nombres, palabras y sílabas sagradas) pertenecientes
a las vías de realización hindú y budista, lo que prueba la perfecta
concordancia existente entre las diversas formas iniciáticas en lo que
respecta a la constitución o arquitectura interna del ser humano,
ejemplo claro de la universalidad y coherencia de la doctrina
tradicional allí donde ésta se manifieste.
En el discurso de la existencia la iniciación impone un centro, un eje
alrededor del cual todo comenzará a ordenarse y a tener sentido, a ser
significativo. Dicho centro está siempre presente en el corazón del
hombre, y es, como el altar en el Templo, el punto de comunicación
cielo tierra; o para decirlo en términos taoístas, donde se ejerce "la
atracción de la Voluntad del Cielo" en la individualidad humana.
Establecer contacto con el radio que lleva a ese centro supone, en
primer lugar provocar una ruptura de nivel o escisión en el tiempo
ordinario, y recuperar la memoria del tiempo mágico, sagrado y mítico
donde todo es verdadero y siempre es aquí y ahora, y nada se somete a
la sucesión causa efecto que es la ley kármica del mundo sublunar o
samsara. Y si bien es muy difícil escapar totalmente a esa ley, en
tanto que seres todavía sumidos a las condiciones y limitaciones de la
existencia individual, sí se puede, en cambio, conciliar las acciones
y reacciones que ellas provocan en la psiqué (a la que conforman),
pues en el laberinto que urden en torno nuestro se halla ese espacio
vacío y virginal donde el jardín del alma florece y la regeneración es
posible. Así, pues, solo a partir de esa primera ruptura puede decirse
con toda propiedad que se inicia el camino del Conocimiento, lo cual
conlleva un intenso trabajo con uno mismo.

Cuadro de los Compañeros
Le Parfait Maçon, 1744
Las mutaciones de la Piedra simbólica
En la Masonería ese trabajo consiste en desbastar y perfeccionar la
"piedra bruta", que es el símbolo del aprendiz, mientras que la piedra
"cúbica" pertenece al compañero, y la "piedra cúbica en punta" al
maestro. Esta sucesiva mutación de la piedra simbólica, análoga a la
transmutación alquímica, indica tres momentos claves del trabajo
masónico. Ya se habló de la piedra bruta como un símbolo de la firmeza
e inmutabilidad del Espíritu. Sin embargo, y como los símbolos se
prestan muchas veces a un doble sentido, en la masonería que no
olvidemos procede de una tradición de constructores , y sin perder
totalmente esa significación, la piedra bruta deviene más bien un
símbolo del caos pre cósmico, y en cierto modo puede verse como una
imagen del mundo profano, de donde el aprendiz procede y al que tiene
que superar en su intento de ir de las "tinieblas a la luz". En este
contexto simbólico, las asperezas y aristas de la piedra bruta
representan las deformaciones del alma humana sometida a las
influencias egóticas e ilusiones mentales de todo tipo, las cuales
suponen un obstáculo en la evolución espiritual. Se impone, pues, una
ascesis purificadora que, al mismo tiempo que lime las asperezas de la
piedra bruta de la conciencia, de lugar a un desarrollo ordenado de
las posibilidades superiores en ella incluidas, y en tanto que no se
manifiesten permanecen en estado embrionario y latente. En la
iniciación masónica los primeros trabajos del aprendiz se llevan a
cabo con el mazo y el cincel, herramientas que respectivamente
simbolizan la fuerza de la voluntad y la facultad de la inteligencia,
la cual distingue, separa y determina lo que en el ser es permanente y
coesencial a su naturaleza (aquello que ese ser "es" en sí mismo), de
lo que constituye sus añadidos superfluos y exteriores. En lenguaje
masónico esta acción clarificadora recibe el nombre de "despojamiento
de los metales", que en el fondo es idéntica a lo que en Alquimia se
denomina
"separar lo espeso de lo sutil", es decir lo profano de lo sagrado.
Entendida de esta manera, la voluntad es ese fuego sutil que generado
por la acción iluminadora de la influencia espiritual, promueve en el
hombre el amor o la pasión por el Conocimiento, siendo en este sentido
que los términos querer, creer, y crear son exactamente lo mismo.
Empero, y a fin de que no se disperse, esa fuerza interior ha de estar
bien dirigida por una recta intención, o rigor intelectual, que la
encauce y concentre en vista a la comprensión teórica y efectiva de
los principios universales, los cuales, volvemos a repetir, se revelan
mediante las leyes, ritmos y ciclos que regulan el orden armónico de
la Creación. Sólo así, conjugando en un acto único, que deviene ritual
y permanente porque se ha "incorporado" a la naturaleza del ser, la
fuerza del amor y el rigor de la inteligencia, la "materia caótica"
irá siendo pacientemente tallada, hasta que el aprendiz, intuyendo la
Belleza o "forma" ideal oculta en esa materia deforme,11 se "eleve" a
un grado superior de su jerarquía interna, es decir, a compañero.
En esta nueva etapa de su viaje al iniciado a los misterios del Sí
mismo le son necesarios otros símbolos herramientas para proseguir
con la obra de la regeneración. De esta manera, y para que la piedra
bruta se acabe de pulir, es imprescindible la ayuda de la escuadra, la
cual le va señalando enmarcando el perfecto tallado y cubicaje. La
escuadra, al ser también un símbolo de la rectitud interior, está
asociada a la idea de axialidad, pues su forma resulta de la unión por
su vértice de un eje vertical y otro horizontal. Es precisamente la
toma de conciencia de estas dos coordenadas geométricas (que expresan
principios universales), como la piedra bruta, se convertirá, o mejor
se "transmutará" en piedra cúbica. Además, hecho evidente, la piedra
cúbica es la más apta para la construcción, es decir, la que hace
posible "levantar" la obra a partir de sus cimientos. Mas ese
levantamiento se efectuará con la intervención de otras dos
herramientas, por lo demás complementarias: el nivel y la plomada. Con
la primera, el compañero se asegurará que la base no tenga desnivel, o
dicho de otra manera, que la purificación con el mazo y el cincel se
hayan llevado a cabo de manera efectiva, asegurando así la firmeza y
estabilidad de la obra interior. Es ésta una simbólica que expresa la
acción conjunta de las cuatro virtudes cardinales, las cuales,
efectivamente, "nivelan" y equilibran los impulsos de las pasiones
inherentes a la naturaleza humana: "Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y
colina rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán
caminos llanos" (Lucas, III, 4-5). En este sentido, las virtudes
cardinales corresponden, arquitectónicamente, a las cuatro piedras de
fundación situadas en las cuatro esquinas o ángulos del templo,
sosteniéndolo en su elevación vertical.
A su vez, con la plomada se comprobará la perpendicularidad de la
edificación, según señala un eje invisible, pero no por ello menos
real, que cohesiona y mantiene en equilibrio la estructura de nuestro
universo y de todas las cosas en él contenidas, incluido naturalmente
el hombre. La verticalidad de la plomada, suspendida simbólicamente de
la mano del Gran Arquitecto, "cae a peso" en dirección al centro de la
tierra, señalando la profundidad del Conocimiento que penetra hasta lo
más recóndito del alma humana, "iluminando" los aspectos más oscuros
de ésta, pues allí, en esas profundidades se halla el "fuego secreto"
del Espíritu, artífice verdadero de toda la obra de transmutación.
Ciertamente, no es otro el significado de las siglas alquímicas
V.I.T.R.I.O.L. grabadas en la "Cámara de Reflexión", simbólicamente
situada "debajo" mismo de la Logia: "Visita el Interior de la Tierra
(de tí mismo) y Rectificando encontrarás la Piedra Oculta", que es la
verdadera "medicina" de la que hablan los maestros alquimistas.

Cuadro de la Logia de Maestros
Le Parfait Maçon, 1744
Esa rectificación es simultánea a la reintegración de lo individual en
lo universal, lo cual conlleva una total reconversión psicológica que
propicia el nuevo nacimiento. Aquello que estaba disperso se ha
re unido y "cristalizado" en una forma, una estructura que refleja (al
haberse "con formado" a la armonía del orden cósmico) su modelo
prototípico e imperecedero. El compañero, al comprender y vivir los
misterios de la cosmogonía, que son los de él mismo, volvemos a
repetir, hace de su oficio (cualquiera que éste sea) un ministerio, y
de su vida un arte, ejecutando y transmitiendo libremente las órdenes
recibidas del Gran Geómetra, que es como se designa en este grado al
Gran Arquitecto o Principio de la Construcción Universal. Asimismo,
ese renacimiento, ese volver a nacer de nuevo en y por el
Conocimiento, está simbolizado por la estrella pentagramática o
"Estrella flamígera". Las cinco puntas de esta estrella indican que el
hombre ha accedido a su "quintaesencia", lo que quiere decir que ha
realizado y desarrollado todas las posibilidades comprendidas en el
estado humano. De otro lado, la quintaesencia es el centro de la cruz
de los cuatro elementos, y por consiguiente el punto de conciliación y
superación de las energías contrarias que esos elementos representan
en el plano de la materia y de la psiqué. Es evidente que en el
simbolismo constructivo la quintaesencia está figurada por la "piedra
fundamental", situada en el centro mismo del cuadrado señalado por las
cuatro piedras de las esquinas, llamadas corner stones, literalmente
"piedras de esquina o de ángulo", y que son como un reflejo
cuatripartito de la piedra fundamental del centro, equivalente al ara
o altar del templo. En medio de la Estrella flamígera figura la letra
"G", curiosamente la inicial de Geometría y de Dios en inglés (G od),
letra de la que Guénon dice que sustituyó al Iod hebraico, que es el
símbolo de la Gran Unidad. Así pues, en el centro del estado humano,
en su corazón, lo que en realidad habita es el Principio divino, que
teniendo como soporte en nuestro mundo a la individualidad humana
regenerada, irradia su luz a todas las cosas.12
Lo que hace inteligible al cosmos, lo que le da todo su sentido y
realidad, es precisamente lo que está "más allá" de él, lo
inmanifestado, "...pues es el vacío del centro lo que hace útil a la
rueda" ( Tao-te-King, XI). En ese centro alrededor del cual se
efectúan todas las revoluciones de la rueda del mundo, se sitúa
simbólicamente la "Cámara del Medio" del maestro masón. En dicha
Cámara tienen lugar los misterios de la "segunda muerte" y el "tercer
nacimiento", ejemplificados por la muerte ritual del maestro Hiram, su
posterior enterramiento, su búsqueda, y finalmente su "resurrección",
simbolizada por la rama de acacia. Habiendo realizado el viaje
horizontal que le ha conducido al altar o corazón del santuario, el
ser pasa del cuadrado al círculo, o de la escuadra al compás. Se
produce así el pasaje de la Tierra al Cielo, o lo que es lo mismo, una
"exaltación" por el eje vertical hasta la clave de bóveda situada en
el centro de la cúpula (o cabeza) del templo cosmos hombre. A la
piedra cúbica (símbolo del cosmos), se le añade una pirámide en su
parte superior, pasando a llamarse a partir de entonces la "piedra
cúbica en punta", que simboliza el acabamiento y perfección de la
obra, su "coronamiento" vertical y celeste.13 Esta idea de
coronamiento referida a la piedra cúbica en punta, encaja
perfectamente con la simbólica cristiana de la "piedra angular", la
cual, por su forma, sólo podía ser colocada cuando finalizaba la
construcción, concretamente en la clave de bóveda u "ojo del domo".
14
Pero en realidad, ya se trate de la clave de bóveda, del vértice de la
pirámide, del centro del círculo o de la rueda, lo que reside en todos
estos símbolos es el secreto del Nombre inefable, el punto de
no manifestación donde mora el "Uno sin segundo" que sólo se conoce a
Sí mismo por Sí Mismo. Esta es la última puerta a franquear por el
hombre, el cual "a la pregunta ¿quién eres tú?, que se le formula
cuando llega a esa puerta, puede responder con verdad: 'Yo soy Tú'".15
#NOTAS
1 No vamos a hablar aquí de los llamados "altos grados" o "grados
complementarios a la maestría", cuyo número varía en cada uno de los
Ritos masónicos actuales. Pensamos que algunos de esos altos grados
representan un desarrollo de ciertos aspectos iniciáticos contenidos
ya en el grado de maestro.
#2 La misma estructura cósmica e iniciática la encontramos en el
antiguo símbolo del "triple recinto druídico", en donde se distinguen
tres cuadrados concéntricos, del más interior de los cuales parten
cuatro líneas que atraviesan los dos cuadrados restantes hasta sus
límites. En la jerarquía iniciática las líneas que parten del cuadrado
central corresponden a los canales a través de los cuales se
transmite, de a d intra a ad extra, la enseñanza de la doctrina y del
Conocimiento a todo el resto de la organización iniciática. En la
Masonería el conjunto de los tres cuadrados (o círculos) equivalen a
las tres "Cámaras" de los grados de aprendiz, compañero y maestro. En
este último, la Cámara se denomina "del Medio", y se identificaría
entonces con el cuadrado central del triple recinto druídico (ver cap.
X de los Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, de René
Guénon).
#3 La expresión "tinieblas exteriores", o "inferiores", que se utiliza
para referirse al mundo profano, constituyen el reflejo invertido y
oscuro de las "tinieblas superiores más que luminosas", las cuales
conforman la esfera inteligible de los arquetipos espirituales.
#4 En el sentido en que Aristóteles daba a la expresión de la potencia
al acto, es decir como un paso de la posibilidad a lo real contenido
en ella.
#5 Sabiduría, XI 20.
#6 La Belleza es el nombre que recibe uno de los tres pilares sobre
los que se apoya la edificación del templo masónico, y por extensión
del templo del mundo. Los dos restantes pilares se denominan Sabiduría
y Fuerza. Sabiduría, Fuerza y Belleza, equivalen respectivamente al
"número, peso y medida" divinas.
#7 Principio verdaderamente atemporal, pues está ocurriendo en estos
precisos momentos, lo cual se relaciona con el "mundo creado a cada
instante" o "renovado a cada soplo" del sufismo islámico.
#8 Palabras y gestos se encuentran dentro de la clasificación
tradicional establecida entre los símbolos sonoros y los símbolos
visuales, respectivamente.
#9 Se ha dicho que conocimiento y co nacimiento son exactamente lo
mismo, y uno es lo que conoce.
#10 El ingreso al grado de maestro representa la reintegración del
"estado primordial", tal cual fue vivido por los primeros hombres en
el Paraíso. Si hasta alcanzar ese grado el recorrido ha sido
horizontal (terrestre), a partir de él comienza el ascenso vertical
por los estados superiores del ser, vinculados con los diversos cielos
planetarios. Por otro lado, debe quedar bien claro que aquí hablamos
del Maestro interno, pues en la actual Masonería muy pocos de los que
ostentan ese grado (conferido muchas veces por puras necesidades
prácticas de la Logia) han conseguido siquiera llegar a auténticos
aprendices o compañeros.
#11 Según la Alquimia en el plomo, el metal más denso y opaco, se
esconde la luminosidad inalterable del oro.
#12 La letra Iod es la primera de las cuatro letras hebreas que
componen el Tetragrammatón, el nombre inefable de Dios. Igualmente,
entre los operativos la Estrella pentagramática era el símbolo de la
Estrella Polar y por tanto del Gran Arquitecto. Esta idea fue sin duda
heredada de los pitagóricos, para los cuales el Pentagrama constituía
su signo de reconocimiento, además de ser el símbolo de la Armonía
universal. Los pitagóricos designaban al pentagrama con el nombre de
pentalfa, pues está formado por la reunión de cinco (penta) alfas, que
es también la primera letra del alfabeto griego. A este respecto
debemos recordar que los pitagóricos hacían corresponder a cada una de
las sumidades del pentalfa una de las letras de la palabra
"eigeia" (salud), siendo la salud corporal un símbolo vivo de la
armonía y equilibrio interior del hombre re generado que accede al
centro de sí mismo. Además, esas letras se disponían según el sentido
polar, lo que indica de una manera bastante clara la conexión del
pitagorismo con la Tradición Primordial o hiperbórea.
#13 La "piedra cúbica en punta" sintetiza la unión por su parte
superior del cuadrado y del triángulo, o según otro simbolismo la
efectivización de las cuatro virtudes cardinales y las tres virtudes
teologales, terrestres unas y celestes las otras. Esa misma figura
creada por la unión del cuadrado y del triángulo es el símbolo
alquímico de la "piedra filosofal", la cual también representa el
acabamiento y perfección de la Gran Obra hermética. Como vemos se
trata del septenario (3 + 4 = 7), el cual es tomado en todas las
tradiciones como el número cosmogónico por excelencia. Añadiremos que
siete es el número necesario para que una Logia sea "justa y
perfecta".
#14 En la simbólica cristiana la piedra angular se identifica con
Cristo mismo, que representa igual principio espiritual que El Gran
Arquitecto en la Masonería. La inutilidad de esta piedra durante la
construcción en realidad confirma su carácter supra cósmico, pues no
puede ocupar otro lugar que el centro mismo de la cúpula. Esa piedra
es la verdadera clave de bóveda, es decir la "llave" (clave) con la
que se comprende el sentido simbólico de toda la construcción. Ella
está en realidad al principio y al final de toda la obra, como el
Espíritu es el Alfa y el Omega de toda la Creación.
#15 René Guénon, "Kâla Mukha", cap. LIX de Símbolos Fundamentales