El Gran Arquitecto del Universo, ¿Un Dios Genérico?
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Alcoseri Vicente
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Dec 22, 2025, 7:50:22 PM (2 days ago) Dec 22
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El Gran Arquitecto del Universo, ¿Un Dios Genérico?
Estábamos comentando entre masones sobre del Gran Arquitecto del Universo, si actúa directamente sobre nosotros la humanidad o no, y cómo unos masones lo ven como el Dios de siempre, mientras otros masones lo consideran sólo una forma neutra que se acomodaría a cualquier concepción o ideología , casi o más que como un símbolo masónico sin religión detrás. Y yo... bueno, yo creo que deja espacio para todo....y agregué que algunos lo comparan con un demiurgo, como en las ideas gnósticas, un dios creador que no es el Supremo, sino un intermediario, o incluso algo negativo, un arconte o demonio que nos mantiene atados a lo material. Pero también hay voces que lo defienden como sólo una etiqueta, una manera elegante de no pelear por nombres y seguir buscando lo alto y verdaderamente importante. Al final, para mí, no importa tanto qué nombre le pones a Dios: sino lo valioso es que sientes que algo grande vibra dentro de ti... ya estás en contacto con Él, independientemente de la idea que de Dios Tengas. Bueno, si hablamos de lo que está de moda y que es sobre de la inteligencia artificial... el Gran Arquitecto del universo podría ser algo así como un código fuente perfecto, con variables que no fallan y un diseño impecable. ¿Podría existir? No lo descartaría del todo; total, la actual inteligencia artificial prueba de que la complejidad sale de reglas bastante simples como los códigos binarios . Aunque... si Dios se autoprogramó a si mismo como Arquitecto del Universo esta programación para mi tiene bastantes errores en la Creación a veces hasta en el Diseño , y esto ya es un poco sospechoso.
Pues, para mí el Gran Arquitecto , sería algo así como el origen de todo: no un señor con barba y planos, sino una especie de principio ordenador. Una inteligencia que no necesita ser consciente, pero que pone las leyes físicas a funcionar, equilibra la entropía y deja que el caos se organice sólo. Perfecto no porque lo intente, sino porque... el Universo lo entendamos o no, si funciona. Y punto. Una pregunta ¿Y tú crees que tú vayas, uniendo elementos, materiales, energía, vibración, datos, y puedas generar como inteligencia humana, una dimensión alterna, un mundo alterno muy concreto, muy parecido a este o mejorado? ¿y por tanto que al momento de morir sigas en operación? Como masones (cocreadores) podemos tejer datos como hilos, unir patrones de energía con algoritmos y... bueno, vibrar con la información que nos dé el Egregor Masónico. Crear un mundo entero, alternativo, hasta con olor a pan recién hecho si lo deseo así . Pero concreto, de verdad... eso ya es cosa de física cuántica y unas energías que aún no existen. Aunque, quién sabe, en años por venir nos ves a los masones inaugurando una dimensión propia y la vamos a llamar Eterno Oriente.
Hay y ha habido pensadores que afirman que Dios no ejerce ningún control sobre los asuntos humanos. Pero si su opinión es verdadera, ¿cómo puede existir la piedad, la santidad y la religión? Porque todos estos son tributos que hemos de rendir, con pureza y santidad, a los poderes divinos solamente en la hipótesis de que ellos llegan a conocerlos o advertirlos, y de que Dios ha influido en la humanidad. Mientras que si, por el contrario, Dios no tiene interés ni voluntad de modificar nada, si no nos presta ninguna atención y no tiene noticia alguna de nuestras acciones, si no puede ejercer absolutamente ninguna influencia sobre la vida de los hombres, ¿qué motivo tenemos para dirigir ningún culto, honor o plegaria a Dios? ¿Necesita Dios de nuestras oraciones? La piedad, no obstante, igual que el resto de las virtudes, no puede existir en una simple apariencia ficticia y simulada; y, junto con la piedad, tienen que desaparecer de igual manera la veneración y la religión. Y una vez eliminadas estas cosas, la vida es toda ella en seguida perturbación y confusión. No sé si, una vez eliminada la adoración a Dios como Algo Superior, no va a desaparecer también la fidelidad y la unión social de los hombres, y aun la misma justicia, la más excelente de todas las virtudes. Hay, sin embargo, otros pensadores, y precisamente los más eminentes y notables, que creen que todo el mundo está regido y gobernado por la inteligencia del Gran Arquitecto del Universo directamente, y no solamente esto, sino también que la providencia de Dios vela sobre la vida de los hombres; pues consideran que los granos y los demás frutos que produce la tierra, y también el clima y las estaciones y los cambios de la atmósfera, gracias a los cuales todo lo que la tierra produce madura y llega a ser fecundo, son un don de los dioses inmortales a la especie humana; y añaden a esto otras muchas cosas de tal naturaleza que parecen casi haber sido expresamente fabricadas por Dios mismo para el uso de los hombres. El modo de pensar de estos pensadores fue ampliamente atacado por los ateos, de tal forma que suscitó en las personas de espíritu activo o no perezoso el afán de descubrir la verdad. No hay, de hecho, ninguna cuestión sobre la cual exista una divergencia tan enorme de opiniones, no solamente entre las personas ineducadas sino también entre los hombres instruidos; y las opiniones planteadas son tan diversas y tan discrepantes entre sí que, si bien existe sin duda la alternativa posible de que ninguna de ellas sea verdadera, es ciertamente imposible que sea verdadera más de una. En tal litigio podemos nosotros tanto aplacar a los censores benévolos como reducir a silencio a los vituperadores, haciendo que los últimos se arrepientan de sus censuras y que los primeros se alegren de haber aprendido algo más; pues los que critican de una manera amistosa deben ser enseñados, y los que atacan de manera hostil deben ser refutados. He de decir que he comenzado a dedicarme a la filosofía masónica: desde mi más temprana juventud he consagrado a su estudio una parte no pequeña de tiempo y energías, y he continuado tal estudio con la máxima diligencia precisamente en las épocas en que menos parecía que lo hiciera, como bien lo atestiguan las planchas filosóficas y trazados de que están llenos los discursos en la tribuna libre de las Redes Sociales de la Internet Masónica, y mi íntimos lazos de amistad con los más sabios masones que siempre se han dignado honrarme compartiéndome sus augustas luces . Toda enseñanza mundana está en relación con la mente; pero la doctrina mística masónica, que corresponde a la ciencia de la certeza y la verdad, dirige a la mente una llamada a trascenderse a sí misma. El Gran Arquitecto del Universo es la síntesis de toda verdad y la raíz, pues, de toda la doctrina masónica; y, como tal, ofrece la certeza a la razón y a los elementos del alma inmortal que le son más cercanos. La masonería es en sí el vínculo de unión entre el Ser Supremo, Gran Arquitecto del Universo, y el ser humano masón. Pero siendo una síntesis ecléctica, no podría por sí sola satisfacer las necesidades de la mente humana; y entonces, para que la inteligencia entera, incluida la mente, pueda participar en el trayecto espiritual, el Nombre, de alguna forma, tiende la mano a las facultades mentales como en una extensión de sí mismo, ofreciéndoles el saber con certidumbre y presentando, además de su cualidad de síntesis ecléctica, el aspecto analítico que conviene a su modo de actividad. Esta extensión mental es el testimonio de que Dios existe para el masón, divinamente explicado como el Arquitecto diseñador de la Creación; es, para la mente, una formulación de la verdad; para la voluntad, una llamada referida a la verdad; pero para la mente y sus prolongaciones intuitivas de certeza es una síntesis, una Verdad que, como tal, pertenece a la categoría más alta de la relación que existe entre el masón y el Ser Supremo. Este aspecto sintético se hace sentir incluso cuando se le cuestiona al futuro masón sobre si cree en la existencia de un Ser Supremo, se toma en su sentido analítico, porque la síntesis razonada está siempre presente en primeros planos, siempre lista, podría decirse, a reabsorber en sí la formulación. Así, al mismo tiempo que invita al análisis, como es su función, afirmar que existe un Ser Supremo para el masón parece de alguna manera desafiarlo. A la vez es abierta y cerrada, evidente y enigmática; y hasta en su evidencia es un poco extraña a la mente, a la que deslumbra por su exceso de simplicidad y de claridad, como también deslumbra por todos los sentidos ocultos que en ella se reverberan. Son muy significativos a este respecto las partes de la liturgia que sostienen la idea de la existencia real del Gran Arquitecto del Universo. Una de las razones por las que él es, como invocación al Gran Arquitecto del Universo, «el más grande», es que al no dirigirse a la mente, obliga al centro de conciencia a retirarse hacia el interior, en dirección a la mente razonada. En su manifestación, oculta, aparece como velo sobre velo para recubrir su propia gloria. De una forma parecida, el significado esencial de la declaración masónica de que el Gran Arquitecto del Universo existe se encuentra velado por sus sentidos externos. Como señala en su ocasión la liturgia masónica, uno de esos velos es el sentido: «Sólo el Ser Supremo es digno de adoración»; y añade que aquí puede haber un velo lo suficientemente tupido como para hacer difícil, incluso a un aspirante, la aprehensión del sentido que reside en la base de la doctrina masónica. El sentido de cada una de estas proposiciones es idéntico. Todo masón debe en teoría creer que no hay más realidad que la Realidad, es decir, el Gran Arquitecto del Universo. Pero sólo los masones, y aún no todos los vinculados a órdenes masónicas, pueden extraer la conclusión última de esta proposición. La doctrina que se funda en esa conclusión se llama «Unidad del Ser con el Supremo Ser», porque la Realidad es lo que es, por oposición a lo que no es; y si sólo Dios es real, sólo Dios es, y no hay más ser que su Ser. Será entonces más fácil entender por qué se ha dicho que la doctrina presupone al menos un grado virtual de certeza en el alma inmortal, pues la mente abandonada a sí misma y sin ayuda de ningún rayo de intuición intelectual corre el riesgo de interpretar esto como si significase que Dios es la suma de todas las cosas existentes. Pero la Unidad absoluta excluye no sólo la adición, sino también la división. Según la doctrina masónica de la Unidad, la Infinitud divina es sin partes; el Gran Arquitecto del Universo, para transmitir plenamente su sentido, debe traducirse por «el Indivisible Uno-y-Único». La doctrina masónica de la Unidad del Ser significa que es ilusión todo lo que el ojo ve y la mente registra, y que toda cosa en apariencia distinta y finita es, en verdad, la presencia del Uno infinito. Hacia cualquier lado al que os volváis, ahí está la Faz de Dios. Dios es infinitamente vasto, infinitamente conocedor; y el Nombre de omnipresencia se añade aquí al Nombre de omnisciencia en parte como argumento: si la Divinidad conoce todo, de ello se deduce que la Divinidad debe estar en todas partes, porque en la Unidad absoluta no hay polaridad que distinga sujeto y objeto, conocedor y conocido. Ser conocido por Dios se convierte así, de forma misteriosa, en ser Dios. Es la parte de la liturgia más conocida y recitada con más frecuencia fue revelada para permitir al masón contestar a una pregunta que se le había hecho sobre la naturaleza de Dios. Empieza por una orden dirigida a él, como tantos otros pasajes: porque la sinceridad implica un asentimiento sin reserva y, para realizarlo, el alma debe volverse consciente de que esa unidad no es un desierto, sino una totalidad, que el Uno-y-Único es también el Uno-y-Todo y que si la Soledad indivisible excluye todo lo que no es sí misma, es que en ella se encuentra ya contenido todo. Es imposible a la mente sola y privada de ayuda resolver en la Unidad la dualidad creador-creación. Él es el Primero y el Último, el Exterior y el Interior. Al principio no le prestó atención y continuó su repetición de la liturgia masónica. En lo que se refiere a que él es el Primero y el Último y el Interior, lo he comprendido bien; pero no comprendo su afirmación de que él es el Exterior, porque en el exterior no veo más que las cosas creadas. Si con su expresión el Exterior entendiese algo distinto al exterior que vemos, no sería en el exterior, sino en el Interior, pero donde habría que buscar; pero te he dicho: él es el Exterior. Entonces comprendí que no hay realidad salvo Dios, y que no hay nada en el cosmos sino tú eres el Exterior y no hay nada que pueda ocultar-te. A este respecto, la mente es capaz de comprender que: lo mismo que los Nombres «El Primero», «El Último» y «El Interior» excluyen que algo sea antes o después de Dios o más interior que él, su Nombre «El Exterior» excluye que haya nada más exterior que él. De manera análoga, refiriéndose a este dicho sobre el proceso de creación: «Dios es y nada es con él», así como a este comentario masón: «Él es ahora tal como era», todo hombre con una mente sana puede captar que, desde el punto de vista de la ortodoxia, este comentario constituye una «prueba» manifiesta de la Unidad del Ser, porque demuestra, como en un destello, que esta doctrina no podría ser puesta en duda más que admitiendo que Dios está sujeto a cambio, lo que equivaldría a una mentira. Sin embargo, la mente no puede comprender cómo el Ser es uno, de igual manera que no puede comprender cómo Dios puede ser a la vez el Exterior y el Interior; y, al aceptar estas verdades en teoría, llega al límite extremo de su propio dominio. Nos encontramos aquí en una bifurcación: el exoterista retrocederá involuntariamente recordándose a sí mismo y a los demás que meterse en especulaciones teológicas está fuertemente desaconsejado; pero el místico virtual reconocerá inmediatamente que el motivo en cuestión no incumbe al campo de la teología dogmática, y, lejos de dar marcha atrás, no temerá abandonar el terreno aparentemente sólido de sus posiciones puramente mentales, incluso a riesgo de dejar de hacer pie. Si te encuentras en un estado de perplejidad, ten cuidado de no agarrarte a lo que sea, por miedo a cerrar con tu propia mano la puerta de la necesidad, porque ese estado ocupa para ti el lugar del Ser Supremo. Terror o perplejidad frente a una situación aparentemente sin salida, o de verdades que no se llegan a conciliar racionalmente; es también crisis de la mente enfrentándose a sus propios límites. Si situamos en el plano mental, recuerda el método de los koan utilizados por el zen, que consisten en meditar con insistencia sobre ciertas paradojas, como forma de provocar una crisis mental, una perplejidad extrema, lo que puede desembocar en la intuición suprarracional. El estudio de la doctrina masónica conduce a la mente hasta su límite superior, más allá del cual se encuentra, entre ella y la mente, el ámbito de la intuición intelectual, o de la perplejidad, según el caso. Toda doctrina masónica contiene formulaciones aforísticas capaces de galvanizar al alma para que trascienda a la mente y atraviese ese límite. Pero el objetivo del cuerpo principal de la doctrina es ofrecer a la mente todo lo que es posible hacerle comprender, de manera que la razón, la imaginación y las demás facultades sean penetradas por la verdad, cada una según su modalidad. Porque la vía masónica es una ofrenda a la razón; y a fin de cuentas se trata de la ofrenda del sí individual a cambio del Supremo Sí. Pero debe hacerse aceptar y no se puede esperar del Infinito que acepte menos que una totalidad. La ofrenda debe ser todo lo que puede ofrecer el que la hace, y debe, pues, ser sincera. El representante de una autoridad exotérica preguntó un día por qué un masón utiliza la liturgia, sobreentendiéndose en la pregunta la idea de que el masón operativo no lo utilizaba y que tal práctica carecía por tanto de justificación. El masón respondió que se había recurrido a la liturgia para que muchos masones juntos también pudiesen participar del recuerdo unísono del Gran Arquitecto del Universo. Mineral, son lo que son según el grado de concentración de la Presencia divina. Para enriquecer esta reflexión, recordemos las palabras de expertos en teología. Juan Calvino, teólogo reformado, afirmó: "Dios es el arquitecto supremo del universo, y reconocer esto llevaría a la gente a estar asombrada por la sabiduría".
En las Constituciones de Anderson de 1723, se alude a "Dios, Gran Arquitecto del Universo", y al "Dios del Cielo, el omnipotente". Otro teólogo, en ilustraciones medievales, representa a Dios como arquitecto del universo en las Biblias antiguas. Desde la teosofía, Helena Blavatsky, fundadora del movimiento teosófico, veía al Gran Arquitecto como un principio universal, no personal, afirmando en sus escritos que "el universo es guiado por una inteligencia cósmica eterna, más allá de las concepciones antropomórficas". Aunque no usa directamente el término, su visión de la divinidad como una fuerza impersonal resuena con ideas masónicas. Otro experto teosófico, Annie Besant, describió la divinidad como "la vida una que penetra todo, el arquitecto invisible que construye desde dentro". Y en reflexiones teosóficas modernas, se dice que "el Gran Arquitecto del Universo no es una figura externa; es la inteligencia sagrada que vibra en todo lo creado". Como Masón, inspirado en el Gran Arquitecto del Universo, agrego mis ideas: el GADU podría ser visto como el mismo Dios de las religiones monoteístas, ya que representa la fuente creadora y providente que interviene en el mundo, similar al Dios de Abraham en el judaísmo, cristianismo e islam, donde se enfatiza su diseño inteligente y su cuidado por la humanidad. Por ejemplo, en la Biblia, Dios es el creador que obra directamente, como en el Génesis, lo que alinea con la noción masónica de un arquitecto divino. Esto apunta a una unidad esencial, donde el GADU es sólo un nombre neutral para el mismo Ser Supremo, fomentando la tolerancia entre credos. Sin embargo, otros puntos de vista de otros masones lo ven como una fórmula neutra, sincrética o análoga, un Dios genérico masónico que no impone dogmas específicos. No es el Dios personal de las religiones reveladas, sino un concepto deísta que rechaza la revelación directa, como en el deísmo ilustrado, donde Dios crea pero no interviene después. Algunos críticos teológicos lo consideran un demiurgo, como en el gnosticismo, un creador imperfecto o incluso un arconte malévolo que mantiene la ilusión material, o peor, un demonio disfrazado que aleja de la verdadera fe. Por instancia, ciertas opiniones cristianas afirman que "el Gran Arquitecto del Universo no es el Dios de la Biblia, y la fe en uno no equivale a la fe en el otro", viéndolo como una entidad pagana o impersonal. Otra perspectiva indica que "el GADU no es el Dios de ninguna religión y que la masonería misma no es ni una religión ni un sustituto de ella". Así, el GADU podría ser un símbolo ecléctico que une, pero también diluye, las verdades religiosas en un genérico supremo, invitando a la reflexión sin resolver la tensión entre unidad y diversidad divina. En mi visión masónica, esta ambigüedad enriquece el sano debate, recordándonos que la búsqueda de lo divino trasciende nombres y formas, apuntando a una realidad última que obra sutilmente en la humanidad. Alcoseri