Partitura escrita para agradar al Emperador de las Siete Colinas de Oro. ( o a trancas y a barrancas).

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AlienXenobionte

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Nov 12, 2010, 2:13:40 PM11/12/10
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Partitura escrita para agradar al Emperador de las Siete Colinas de
Oro. ( o a trancas y a barrancas).

Al artista, que ya había dado de si todo lo que podía, le piden una
nueva partitura. El artista piensa, ya he dado de mi todo lo que
podía. Ahora ya nada más que me queda la mediocridad y el vacío de mi
espíritu. Pero aún así se pone delante del piano. Toca una tecla, hace
soltar la chispa de una nota, que en equilibrio se pierde en el
silencio de la calle lleno de gritos dionisíacos. Quizás si pudiera
hacer que esos gritos de placer y de trabajo, que en confusa
disarmonía se agitan en la calle, entraran dentro de mi pensamiento
quizás, entonces, se dice, podría arpegiar una melodía que tuviera
azúcar y fermento suficiente para agradar los oídos del Emperador de
las Siete Colinas de Oro. Una elipse de mercurio negro estalla en el
aire y de ella brotan siete sierpes violetas. Arden las serpientes
fugaces como escolopendras de plata y níquel, se retuercen y
desaparecen. Estalla la segunda elipse de mercurio rojo, y de ella
brotan, en sucesión logarítmica, diminutas hadas tuertas, con un
parche en el ojo, que revolotean espolvoreando en el aire una ceniza
de oro, relampagueante. Todas ellas quieren escapar de la habitación
donde está el piano y el artista, que escribe en un pequeño folio las
notas que acaba de sacar de su alma, que las ha extraído de un
maremagnum de dolor y penumbra. Espera, le dice el músico a una hada,
verde y rabiosamente rubia, enseñame tu ojo tuerto. El hada se
descorre el parche de pirata que tapa su ojo tuerto y el poeta ve que
el ojo es de cristal rosa, y se mete dentro de ese cristal rosa para
ver un paraíso de lilas y leviatanes. Estalla la tercera elipse de
mercurio violeta, y un denso perfume de jazmines inunda la habitación
y siete vencejos revolotean, negros y supremos, dulcísimos de
ponientes añiles, nerviosos como una mano que rasgueara una guitarra
de fuego, el poeta, el artista, plasma una gran nota naranja en su
partitura, seguida de tres corcheas verdes como jacintos de agua, ha
elaborado un mapa de terror y armonía y no sabe si tirarse al mar de
los dragones horrorosos o caminar por la playa recogiendo conchas de
nácar brillante. La playa reluce, ámbar y plata, diminutos ostioncitos
queman en los pies y laceran la epidermis, pero aún así es pronto para
nadar, hay muchachos preciosos tomando el sol, un sol que nunca han
visto, muchachos preciosos que siempre estuvieron en lo profundo del
bosque y nunca vieron brillar la luz del sol, tienen los ojos verdes
como esmeraldas y el cabello moreno y azul, escriben en la arena
frases de un alfabeto marciano. Es preciso desvelar lo que dice ese
alfabeto. El poeta, el artista , mira los renglones torcidos, hay
frases que hablan de senos y cosenos, de tangentes y de arcotangentes,
que suben en el espacio como una escalera espectral llena de centellas
oscuras, el abismo es insondable, peligroso, ¿qué es mejor, subir por
ese abismo que los muchachos han dibujado o lanzarse al mar?. Oh, sí,
subiremos por ese abismo, y el músico, el escribiente, decide poner su
pie sobre el primer peldaño. Y es terrible la nota disonante que
escribe en su partitura, un monstruo con siete ojos inyectados de
sangre y fuego, rabioso, con siete bocas de pinchos y colmillos, pero
una ola salvadora borra lo que han escrito los muchachos. Es pues
necesario, seguirlos hasta el mar. Pero el mar está tan frío que
escuece. Es preciso mojarse despacio, y cada vez que el músico se
moja, un poco los tobillos, un poco los pies, centellas azules se
reflejan en su partitura. El músico decide regresar a la arena, es un
muchacho que jamás ha salido de una concha de mármol negro, le está
observando otro músico que también escribe para el Emperador de las
Siete Colinas de Oro una partitura de diamantes, el artista está
escribiendo un mensaje en la arena, y el segundo músico ve que está
escrito en el alfabeto de los muchachos, hay senos, arcotangentes,
derivadas, hescianos, integrales, polinomios. Estalla una elipse de
mercurio y fuego, rosa, fucsia, y naranja. Un gran ojo enorme lo
observa todo. Corretean de aquí para allá pequeños íncubos tripones,
con una oronda barriga y colmillos en las fauces, todos llevan la
orden del emperador de que hay que cortarle la cabeza a un músico.
Estalla una elipse de mercurio amarillo, y en ese mismo momento
siento una aguja pinchándome en el dedo. En la armonía final hay un
escorpión que se envenena a si mismo rodeado de fuego, estallan
elipses negras.
….........................................................................
Francisco Antonio Ruiz Caballero.
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