El 12 de Junio de 1950 Arequipa amaneció con la
noticia de una huelga de escolares en el Colegio emblemático de
Arequipa. El estudiantado de la "I" se declaró en huelga exigiendo
mejoras materiales, cambio de métodos pedagógicos y la renuncia del
director.
El prefecto de Arequipa, Coronel (EP) Daniel Meza
Cuadra, ordenó desalojar por la fuerza a los estudiantes que habían
tomado el colegio. Cuando los policías quisieron cumplir la orden,
sin dudas ni murmuraciones, los estudiantes se organizaron dentro
del plantel y rechazaron la violencia de los asaltantes con los
materiales de la construcción del internado que se llevaba acabo
dentro del plantel
La noticia de la carga policial corrió
como un reguero de pólvora por la ciudad en el sentido que se estaba
masacrando a los niños y en muchos casos a sus hijos. Cuando los
padres acudieron al plantel para defenderlos, la policía, con
torpeza inaudita, los tomó como rehenes para forzar a los
estudiantes a dejar el colegio.
Ante esta absurda torpeza,
los trabajadores abandonaron las fábricas, los artesanos sus
talleres, se cerraron los negocios, se paralizó el transporte y la
gente se constituyó en los alrededores del plantel rodeando al
destacamento policial. Se liberó a los rehenes y los estudiantes
sublevados salieron del local en acto que consideraron su victoria y
la derrota policial.
Llevando a sus heridos por las calles concitaron la
conmoción popular expresada en la realización inmediata de
concentraciones callejeras a las que la policía atacó a balazos,
apoyada por el ejército que también salió a las calles. Un obrero de
la construcción al que solo se le conocía por el apellido Chicata,
fue la primera victima. Le destrozaron el cráneo de un sablazo. Su
cuerpo fue recuperado por los trabajadores del poder de la policía y
fue paseado por las calles, y más tarde, velado en la
universidad.
Las barricadas comenzaron a levantarse por todo
lado con asombrosa celeridad. Los camiones militares fueron
asaltados por la muchedumbre, arrancando a los militares armas y
municiones. Al día siguiente el pueblo le dio uso a las armas
“confiscadas” y comenzó a disparar. Para las siete de la noche hasta
el amanecer, el tiroteo se había generalizado en todo el centro de
la ciudad comprendido entre la calles Pizarro-Colón y Cruz
Verde-Villalba.
Actores de esos acontecimientos, en el plano
estudiantil fueron los pocos estudiantes comunistas que como Rómulo
Gonzáles estudiaban en el plantel. Rómulo Gonzáles fue quien, luego
de reventar el clásico "camaretazo", arengó a sus compañeros
anunciando el comienzo de la huelga. Héctor Ballón cursaba el
segundo año de secundaria.
En la Universidad existía un buen
grupo de estudiantes comunistas en el que destacaba Pedro Luis
Gonzáles, Augusto Guillén Peralta, Mauro Irigoyen, Félix Vargas de
Vinatea, Manuel Fuentes Delgado, Carlos Jaén Roldán, Enrique Soto
León Velarde y el posteriormente "no comunista" Juan Reinoso Días.
Ellos, con la simpatía de profesores universitarios como: César
Guardia Mayorga, Miguel Ángel Rodríguez Rivas, Teodoro Núñez Ureta,
Alfonso Montesinos, los hermanos Núñez Valdivia y Humberto Núñez
Borja impulsaron y canalizaron el movimiento iniciado en el Colegio
Nacional de la Independencia Americana. Núñez Borja, fue nombrado
para constituir la Junta Provisional de Gobierno durante esos días,
pero fue tomado preso por el gobierno y confinado en los calabozos
de la prefectura de Lima.
Fue el Centro de Trabajadores de
Arequipa (CTA) dirigida por Eduardo Flores Mamani el que más
contribuyó a darle una orientación política antidictatorial y
democrática, la central regional de los trabajadores, en consulta
con los empleados de la FECIA, la UGA, los ferroviarios, los
choferes y la Asociación Estudiantil Universitaria decretó un paro
general y fueron los sindicatos y los estudiantes los que
organizaron la movilización popular.
La prensa de esos días
ocultó la participación del PC en el levantamiento de junio de 1950
"para no dar pretextos a la dictadura" y solo destacaron la
participación, además de Francisco Mostajo, de los social cristianos
Carlos Bellido y Arturo Villegas e independientes como Arnoldo
Guillén y Javier de Belaúnde, aparte de de militantes apristas como
Paredes, ocultando el papel de Augusto Chávez Bedoya y Teodoro
Azpilcueta como delegados del PC ante la Junta Provisional de
Gobierno presidida por Mostajo.
Esta Junta, además de los nombrados la integraban
también Humberto Núñez Borja, el maestro universitario a quien todos
tenían por comunista, Alfredo Roberts, Arnoldo Guillén y Carlos
Ortiz Peralta. Guillermo Torreblanca y Raúl Acosta (comunistas)
actuaron como delegados de los trabajadores.
Por el prurito
de no politizar el movimiento se ha tratado de ocultar la formación
de la Guardia Urbana cuya comandancia general estuvo integrada, casi
en su totalidad, por comunistas. La guardia urbana fue una suerte de
milicia popular toda vez que la policía había puesto pies en
polvorosa y ya no se encontraba patrullando en las calles. De esta
forma el mismo pueblo impidió mayores desmanes como fueron la quema
del Casino Militar, la casa del Prefecto, el saqueo de la Zapatería
Paredes y otros negocios.
La Compañía de Bomberos accedió a integrar esta
Guardia Urbana proporcionando sus instalaciones para cuartel
General. La Bomba otorgó distintivos sellados para que se
reconociesen a sus integrantes. Los voluntarios inscritos pasaron
del millar, cuando la población total de la ciudad no pasaba de cien
mil habitantes. La organización de esta Guardia Urbana fue
encomendada a Enrique Zapater y a Carlos de la Riva, nada
menos.
La Guardia Urbana cuidó de la correcta administración
de energía eléctrica a la ciudad y logró la rendición pacífica del
destacamento del Ejército que cuidaba Radio Continental. Esa misma
tarde la radio comenzó a propalar los comunicados de la Junta
(local) de Gobierno, uno de los cuales decía: "La Junta Provisional
de Gobierno de Arequipa, acaba de hacerse cargo del gobierno de la
ciudad y comunica a los pueblos del Perú, que se ha iniciado la
ansiada revolución por la libertad del pueblo peruano y la
reivindicación de los derechos de la ciudadanía".
Esta Junta Provisional hizo suyo el Paro General
decretado por la Central de Trabajadores e inició conversaciones con
el gobierno militar. Al día siguiente un segundo comunicado fue
transmitido por Radio Continental donde se daba a conocer que una
Comisión Popular se había entrevistado con el Prefecto del
Departamento llegando a los siguientes acuerdos: 1. La Junta
Provisional de Gobierno toma bajo su control los radios y
periódicos; 2. La Milicia (Guardia) Urbana, en formación, toma bajo
su control la ciudad para su custodia; y 3. Todas las autoridades
nombradas por el gobierno central cesan en sus
funciones.
Cuatro días, llenos de incidentes, habían pasado
desde que se inició el conflicto. Se sucedieron tres prefectos.
Tropas llegadas de otros departamentos rodearon la ciudad. Los
combates se producían por todas partes. Los principales focos de
resistencia estaban en el Municipio y la Universidad. Se abrieron
"frentes" en la Pontezuela, en Radio Landa y nuevamente en Radio
Continental. La balacera se generalizó en toda la ciudad. Los
soldados tomaron los puentes y dispararon a discreción. Los
defensores de la ciudad se instalaron en sitios estratégicos,
resistiendo heroicamente. Desde los techos de los edificios, de los
campanarios, desde las azoteas de las casas y las ventanas, el
pueblo salió al encuentro no solo con los fusiles arrancados a la
policía y al propio ejercito, sino con piedras, palos y botellas
cargadas con gasolina (bombas molotov) que explosionaban al hacer
impacto.
Las noches del 14 y 15 de junio en la ciudad solo se
escuchó la voz de la metralla y las descargas retumbaron como nunca.
El tiroteo fue intenso. Durante esas noches la ciudad no durmió. Los
francotiradores, apostados en diversos sitios, mantenían a raya al
ejército. Muchos cayeron muertos y otros tantos heridos, en ambos
bandos. Las ambulancias remplazando a la Cruz Roja, realizaron un
trabajo continuo recogiendo a los heridos y los cadáveres.
Al
final solo quedaron dos focos de resistencia: uno en la
Municipalidad y el otro en la Universidad donde los estudiantes y
los trabajadores se defendieron bravamente. A media noche del 15 la
tropa logró penetrar en la Universidad y reducir a sus
defensores.
Fue en el fragor de esa batalla cuando la Junta
de Gobierno Local decide una tregua con el representante del segundo
Prefecto, nombrado por el gobierno en reemplazo de Daniel Meza
Cuadra: el Comandante Cardeña. Mostajo comisionó a 4 parlamentarios:
Javier de Belaúnde, Arturo Villegas, Amoldo Guillén y Carlos
Bellido. Ellos salieron del Concejo en misión de paz, portando una
bandera blanca, pero la soldadesca del comandante Cardeña los
recibió con una ráfaga de ametralladora. Cayeron muertos Bellido y
Villegas y heridos Guillén y Belaúnde. Cardeña exigió una rendición
incondicional. La Junta no aceptó.
El Gobierno central se vio
obligado a cambiar por tercera vez de Prefecto, nombrando al General
Alejandro Ruiz Bravo, y este aceptó conversar con Mostajo y la Junta
bajo nuevas condiciones, sin exigir la prepotente “rendición
incondicional” de Cardeña. Se forma una Comisión Conciliadora
compuesta, como siempre, "por los notables", los mismos que
cosecharon los frutos del sudor y la sangre del pueblo. La Comisión
Conciliadora llegó a los siguientes acuerdos con la prefectura: Se
suspende el Paro General convocado por trabajadores y estudiantes y
hecho suyo por la Junta Provisional. Se entrega a los caídos durante
los acontecimientos de los días 13, 14 Y 15 cuyos sepelios se
verificarán independientemente por cada familia el día 17. La
Municipalidad se obliga a correr con todos los gastos que demande el
entierro de las victimas civiles como de los heridos. El
representante del gobierno central se compromete a poner en libertad
a los dirigentes populares detenidos por el ejército, así como, la
junta provisional gestionaría para que se pusiera en libertad a los
oficiales policiales y militares detenidos por los combatientes de
la ciudad y que estaban detenidos en diversos lugares. El ejercito y
policía asumía los gastos del entierro de sus efectivos y la
curación de sus heridos. No habrá represalias contra los Sindicatos
y sus dirigentes. Se acoge los reclamos de los estudiantes del
Colegio Nacional de la Independencia. A las 8 de la noche del día 16
de junio de 1950 se firmaron los acuerdos de paz y la ciudad volvió
nuevamente a la
tranquilidad.
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