LA INSURRECCION POPULAR DE AREQUIPA DE 1950: EMPEZO CON LA HUELGA ESTUDIANTIL EN EL LEGENDARIO COLEGIO NACIONAL DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA

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Jose Rivera-Santander

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Jun 18, 2014, 10:54:09 PM6/18/14
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Emocionante y muy significativo trozo de nuestra heróica historia Arequipeña .... 


Todo empezó con una huelga estudiantil en el legendario Colegio Nacional de la Independencia Americana


La insurrección popular de Arequipa en 1950
© Francisco F. del Carpio
 
12 de Junio. La Huelga en el Colegio
12 de Junio. Llega la tropa
13 de Junio. Barricadas en la Plaza de Armas
14 de Junio el pueblo en la Plaza de Armas
!5 de Junio, entierro de las víctimas
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El 12 de Junio de 1950 Arequipa amaneció con la noticia de una huelga de escolares en el Colegio emblemático de Arequipa. El estudiantado de la "I" se declaró en huelga exigiendo mejoras materiales, cambio de métodos pedagógicos y la renuncia del director.

El prefecto de Arequipa, Coronel (EP) Daniel Meza Cuadra, ordenó desalojar por la fuerza a los estudiantes que habían tomado el colegio. Cuando los policías quisieron cumplir la orden, sin dudas ni murmuraciones, los estudiantes se organizaron dentro del plantel y rechazaron la violencia de los asaltantes con los materiales de la construcción del internado que se llevaba acabo dentro del plantel

La noticia de la carga policial corrió como un reguero de pólvora por la ciudad en el sentido que se estaba masacrando a los niños y en muchos casos a sus hijos. Cuando los padres acudieron al plantel para defenderlos, la policía, con torpeza inaudita, los tomó como rehenes para forzar a los estudiantes a dejar el colegio.

Ante esta absurda torpeza, los trabajadores abandonaron las fábricas, los artesanos sus talleres, se cerraron los negocios, se paralizó el transporte y la gente se constituyó en los alrededores del plantel rodeando al destacamento policial. Se liberó a los rehenes y los estudiantes sublevados salieron del local en acto que consideraron su victoria y la derrota policial.
 
Llevando a sus heridos por las calles concitaron la conmoción popular expresada en la realización inmediata de concentraciones callejeras a las que la policía atacó a balazos, apoyada por el ejército que también salió a las calles. Un obrero de la construcción al que solo se le conocía por el apellido Chicata, fue la primera victima. Le destrozaron el cráneo de un sablazo. Su cuerpo fue recuperado por los trabajadores del poder de la policía y fue paseado por las calles, y más tarde, velado en la universidad.

Las barricadas comenzaron a levantarse por todo lado con asombrosa celeridad. Los camiones militares fueron asaltados por la muchedumbre, arrancando a los militares armas y municiones. Al día siguiente el pueblo le dio uso a las armas “confiscadas” y comenzó a disparar. Para las siete de la noche hasta el amanecer, el tiroteo se había generalizado en todo el centro de la ciudad comprendido entre la calles Pizarro-Colón y Cruz Verde-Villalba.

Actores de esos acontecimientos, en el plano estudiantil fueron los pocos estudiantes comunistas que como Rómulo Gonzáles estudiaban en el plantel. Rómulo Gonzáles fue quien, luego de reventar el clásico "camaretazo", arengó a sus compañeros anunciando el comienzo de la huelga. Héctor Ballón cursaba el segundo año de secundaria.

En la Universidad existía un buen grupo de estudiantes comunistas en el que destacaba Pedro Luis Gonzáles, Augusto Guillén Peralta, Mauro Irigoyen, Félix Vargas de Vinatea, Manuel Fuentes Delgado, Carlos Jaén Roldán, Enrique Soto León Velarde y el posteriormente "no comunista" Juan Reinoso Días. Ellos, con la simpatía de profesores universitarios como: César Guardia Mayorga, Miguel Ángel Rodríguez Rivas, Teodoro Núñez Ureta, Alfonso Montesinos, los hermanos Núñez Valdivia y Humberto Núñez Borja impulsaron y canalizaron el movimiento iniciado en el Colegio Nacional de la Independencia Americana. Núñez Borja, fue nombrado para constituir la Junta Provisional de Gobierno durante esos días, pero fue tomado preso por el gobierno y confinado en los calabozos de la prefectura de Lima.

Fue el Centro de Trabajadores de Arequipa (CTA) dirigida por Eduardo Flores Mamani el que más contribuyó a darle una orientación política antidictatorial y democrática, la central regional de los trabajadores, en consulta con los empleados de la FECIA, la UGA, los ferroviarios, los choferes y la Asociación Estudiantil Universitaria decretó un paro general y fueron los sindicatos y los estudiantes los que organizaron la movilización popular.

La prensa de esos días ocultó la participación del PC en el levantamiento de junio de 1950 "para no dar pretextos a la dictadura" y solo destacaron la participación, además de Francisco Mostajo, de los social cristianos Carlos Bellido y Arturo Villegas e independientes como Arnoldo Guillén y Javier de Belaúnde, aparte de de militantes apristas como Paredes, ocultando el papel de Augusto Chávez Bedoya y Teodoro Azpilcueta como delegados del PC ante la Junta Provisional de Gobierno presidida por Mostajo.
 
Esta Junta, además de los nombrados la integraban también Humberto Núñez Borja, el maestro universitario a quien todos tenían por comunista, Alfredo Roberts, Arnoldo Guillén y Carlos Ortiz Peralta. Guillermo Torreblanca y Raúl Acosta (comunistas) actuaron como delegados de los trabajadores.

Por el prurito de no politizar el movimiento se ha tratado de ocultar la formación de la Guardia Urbana cuya comandancia general estuvo integrada, casi en su totalidad, por comunistas. La guardia urbana fue una suerte de milicia popular toda vez que la policía había puesto pies en polvorosa y ya no se encontraba patrullando en las calles. De esta forma el mismo pueblo impidió mayores desmanes como fueron la quema del Casino Militar, la casa del Prefecto, el saqueo de la Zapatería Paredes y otros negocios.
 
La Compañía de Bomberos accedió a integrar esta Guardia Urbana proporcionando sus instalaciones para cuartel General. La Bomba otorgó distintivos sellados para que se reconociesen a sus integrantes. Los voluntarios inscritos pasaron del millar, cuando la población total de la ciudad no pasaba de cien mil habitantes. La organización de esta Guardia Urbana fue encomendada a Enrique Zapater y a Carlos de la Riva, nada menos.

La Guardia Urbana cuidó de la correcta administración de energía eléctrica a la ciudad y logró la rendición pacífica del destacamento del Ejército que cuidaba Radio Continental. Esa misma tarde la radio comenzó a propalar los comunicados de la Junta (local) de Gobierno, uno de los cuales decía: "La Junta Provisional de Gobierno de Arequipa, acaba de hacerse cargo del gobierno de la ciudad y comunica a los pueblos del Perú, que se ha iniciado la ansiada revolución por la libertad del pueblo peruano y la reivindicación de los derechos de la ciudadanía".
 
Esta Junta Provisional hizo suyo el Paro General decretado por la Central de Trabajadores e inició conversaciones con el gobierno militar. Al día siguiente un segundo comunicado fue transmitido por Radio Continental donde se daba a conocer que una Comisión Popular se había entrevistado con el Prefecto del Departamento llegando a los siguientes acuerdos: 1. La Junta Provisional de Gobierno toma bajo su control los radios y periódicos; 2. La Milicia (Guardia) Urbana, en formación, toma bajo su control la ciudad para su custodia; y 3. Todas las autoridades nombradas por el gobierno central cesan en sus funciones.

Cuatro días, llenos de incidentes, habían pasado desde que se inició el conflicto. Se sucedieron tres prefectos. Tropas llegadas de otros departamentos rodearon la ciudad. Los combates se producían por todas partes. Los principales focos de resistencia estaban en el Municipio y la Universidad. Se abrieron "frentes" en la Pontezuela, en Radio Landa y nuevamente en Radio Continental. La balacera se generalizó en toda la ciudad. Los soldados tomaron los puentes y dispararon a discreción. Los defensores de la ciudad se instalaron en sitios estratégicos, resistiendo heroicamente. Desde los techos de los edificios, de los campanarios, desde las azoteas de las casas y las ventanas, el pueblo salió al encuentro no solo con los fusiles arrancados a la policía y al propio ejercito, sino con piedras, palos y botellas cargadas con gasolina (bombas molotov) que explosionaban al hacer impacto.

Las noches del 14 y 15 de junio en la ciudad solo se escuchó la voz de la metralla y las descargas retumbaron como nunca. El tiroteo fue intenso. Durante esas noches la ciudad no durmió. Los francotiradores, apostados en diversos sitios, mantenían a raya al ejército. Muchos cayeron muertos y otros tantos heridos, en ambos bandos. Las ambulancias remplazando a la Cruz Roja, realizaron un trabajo continuo recogiendo a los heridos y los cadáveres.

Al final solo quedaron dos focos de resistencia: uno en la Municipalidad y el otro en la Universidad donde los estudiantes y los trabajadores se defendieron bravamente. A media noche del 15 la tropa logró penetrar en la Universidad y reducir a sus defensores.

Fue en el fragor de esa batalla cuando la Junta de Gobierno Local decide una tregua con el representante del segundo Prefecto, nombrado por el gobierno en reemplazo de Daniel Meza Cuadra: el Comandante Cardeña. Mostajo comisionó a 4 parlamentarios: Javier de Belaúnde, Arturo Villegas, Amoldo Guillén y Carlos Bellido. Ellos salieron del Concejo en misión de paz, portando una bandera blanca, pero la soldadesca del comandante Cardeña los recibió con una ráfaga de ametralladora. Cayeron muertos Bellido y Villegas y heridos Guillén y Belaúnde. Cardeña exigió una rendición incondicional. La Junta no aceptó.

El Gobierno central se vio obligado a cambiar por tercera vez de Prefecto, nombrando al General Alejandro Ruiz Bravo, y este aceptó conversar con Mostajo y la Junta bajo nuevas condiciones, sin exigir la prepotente “rendición incondicional” de Cardeña. Se forma una Comisión Conciliadora compuesta, como siempre, "por los notables", los mismos que cosecharon los frutos del sudor y la sangre del pueblo. La Comisión Conciliadora llegó a los siguientes acuerdos con la prefectura: Se suspende el Paro General convocado por trabajadores y estudiantes y hecho suyo por la Junta Provisional. Se entrega a los caídos durante los acontecimientos de los días 13, 14 Y 15 cuyos sepelios se verificarán independientemente por cada familia el día 17. La Municipalidad se obliga a correr con todos los gastos que demande el entierro de las victimas civiles como de los heridos. El representante del gobierno central se compromete a poner en libertad a los dirigentes populares detenidos por el ejército, así como, la junta provisional gestionaría para que se pusiera en libertad a los oficiales policiales y militares detenidos por los combatientes de la ciudad y que estaban detenidos en diversos lugares. El ejercito y policía asumía los gastos del entierro de sus efectivos y la curación de sus heridos. No habrá represalias contra los Sindicatos y sus dirigentes. Se acoge los reclamos de los estudiantes del Colegio Nacional de la Independencia. A las 8 de la noche del día 16 de junio de 1950 se firmaron los acuerdos de paz y la ciudad volvió nuevamente a la tranquilidad.


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