Hoy en día, es tan común que la gente muera por negligencia social;
es tan normal que las personas sufran; es tan habitual que haya niños
sin calzado en pleno invierno, que haya personas mayores sin un techo,
sin abrigo, sin un plato de comida... es tan normal que haya
muchísimos niños muriendo por falta de una simple vacuna, y que muchos
ancianos fallezcan por falta de medicamento... es como que no importa
lo que le sucede al prójimo mientras que no le pase a uno mismo... y
si se trata de niños de otros países y no del nuestro, es como si no
fueran niños, o, como si se tratara de una ficción o de una realidad
virtual. Es bastante extraño lo que sucede con la humanidad.
Parece como que la vida no fuera normal si no hay gente padeciendo
dolor y un sin número de tristezas a causa de las reglas políticas,
por los intereses de los grandes poderes económicos, a causa del
desplazamiento que ocasionan las industrias monopolizadas, o por ser
más “necesario” invertir las riquezas de una nación en armas, o a
causa de la pervertida tendencia humana de usar el poder para
controlar, someter y esclavizar, a través de un aparato altamente
mafioso y corrupto.
Y tan siquiera se puede argüir que las religiones hayan traído a toda
esta gente sufriente un poco de verdadera contención espiritual y paz
interior, puesto que su mayor preocupación siempre ha sido la
imposición de dogmas y el fanatismo de creencias ciegas
discriminatorias, racismos y xenofobias, fundamentadas en el rechazo
del pensamiento y la cultura diferentes.
Por ejemplo, cuando cayeron las bombas atómicas sobre Japón por parte
de los presuntos defensores por excelencia de la libertad y la
democracia, nadie se opuso a la barbarie de aniquilar niños en sus
plazas, en los jardines de infantes, a los jóvenes llenos de
esperanzas y a cantidad de gente que se soñaba proyectándose hacia un
futuro de realización. Nada de eso importó. Y esto demuestra que no
hay interés por ser humano, porque las bombas no cayeron sobre
militares sino sobre un pueblo que estaba en desacuerdo con la guerra
en la que estaba empeñado su propio gobierno.
Tal vez se piense que este ejemplo se ha remontado muy lejos, a otros
tiempos distantes en el pasado, pero lamentablemente, nuestra historia
no honra la naturaleza humana como distinguida entre las demás
especies, pues, la misma está repleta de Hiroshimas y Nagasakis por
doquier, y no sólo con bombas nucleares, sino, de muchas otras
maneras, quizá no tan repentino sino más gradual, pero siempre tan
salvaje y sanguinariamente.
De hecho, en estos momentos la humanidad atraviesa muchos Hiroshimas y
Nagasakis de manera simultánea, donde la suma de muertos por la
desidia de las sociedades llega a cientos de miles por cada año;
donde la cantidad de excluidos, ignorados, desplazados, explotados y
sometidos se cuentan por cientos de millones; donde el exterminio por
“guerras menores” ya es incalculable; donde la destrucción del medio
ambiente y la desintegración de los recursos naturales se multiplican
anualmente; donde la extinción de las especies ya es irrefrenable y
no se detendrá hasta que el planeta quede vacío de vida.
Tristemente, la indiferencia está alrededor nuestro, la violencia está
por todos lados, y la insatisfacción desoladora se desquita
impunemente contra los más vulnerables, contra los más desprotegidos y
débiles de la sociedad, por ejemplo, contra aquellos que son adictos a
las drogas, contra los que son atrapados por las mafias de la
prostitución o el tráfico de órganos, y por supuesto se descarga
contra los indigentes que por una botella de vino le roban el voto,
contra los primeros habitantes de los continentes que se los mantiene
confinados en “reservas” o “tierras protegidas” en nombre de la
modernización, y que atenta de manera infame contra los que por pensar
y defender la dignidad y la justicia se los recluye en prisiones como
si fueran criminales.
Los poderes económicos no están interesados en los seres humanos, sólo
en aquellos explotados que les sirven como medios para acrecentar sus
ganancias, pero que tan pronto puedan reemplazarlos por máquinas o
computadoras los dejarán sin empleo y desocupados. Los poderosos ya
tienen algunos planes de cómo exterminar la mitad de la población
mundial, y que lo pongan en práctica es sólo cuestión de tiempo.
Puede ser mediante enfermedades creadas, a través la guerra, haciendo
que la pobreza llegue al extremo y afecte también a toda la clase
media y así imponer sólo dos clases: la de los sometidos y la de los
poderosos, o, sencillamente, llevando a los pueblos a través del poder
mediático a combatir y a matarse entre ellos por diferencias
religiosas, culturales o por supervivencia económica.
En fin, lo único de lo que podemos estar bien seguros quienes
dedicamos la vida para aportar algún mínimo bien comunitario, y dejar
al menos una semillita que pudiese llegar a germinar en algún momento
para el florecimiento de esa ínfima fracción del medio social en el
que cada uno se mueve, es, justamente, la claridad de lo que está
sucediendo y de lo que se viene. De esto sí podemos estar totalmente
seguros. Y resulta que el momento en el que estamos y las
circunstancias que se avecinan corresponden al período más turbio y
oscuro que haya vivido la humanidad. Esto es lo que sabemos con
certeza de acuerdo a la orientación que han tomado los hechos de los
últimos dos siglos. Y estamos convencidos que ante la inercia del
reclamo nuestros hijos y las generaciones siguientes serán esclavas de
la ignominia de las generaciones que les precedieron.
Bueno, pero entonces... ante este panorama ¿cuál sería la solución?
¿Tiene alguna solución? ¿es posible girar el curso del destino que
nos hemos impuesto?
A esta altura pienso que no...
Pero se puede intentar. No se perderá más con probarlo, y en todo
caso, se ganaría mucho de lograrse alguna reversión de las
consecuencias ya desencadenadas.
Por lo tanto, en el caso de tomar la determinación, lo primero que
habría que hacer es volver a la economía y a la producción interna de
cada país sin dependencia del extranjero; cada pueblo haciendo lo
necesario para procurar su propia supervivencia. Claro que los países
enriquecidos gracias al imperialismo milenario tendrían que asistir a
los países incapaces de crear una industria y producción propia por
falta de capitales y recursos, y en estos casos, nada de préstamos o
endeudamiento de los países asistidos, porque esto fue una de las
tantas causas que han llevado a la humanidad a la situación en la que
nos encontramos hoy. Simplemente sería un acto humanitario global de
redistribuir los enormes capitales adquiridos únicamente gracias a la
explotación y al saqueo de las materias primas que nos pertenecen a
todos, y, de esta manera, mediante la asistencia humanitaria mundial,
permitir que cada estado o nación se encuentre en una posición de auto
sostenerse por sus propios medios.
Lo segundo, una vez logrado la industrialización y la economía
interna, sería detener el consumo por el consumismo en sí. Esto es
sumamente imperioso. Se tendrá que terminar con el despilfarro y
volver a la naturaleza, a una vida más natural sin tantos artificios.
Sabiendo que el verdadero confort está en disfrutar la vida y no en
toda una parafernalia tecnológica a costa de la destrucción del mundo.
El tercer paso, pero que debe iniciarse junto con el primero, es
implementar una nueva educación humanizada, humanista y humanitaria,
en todos los ordenes, desde la primaria y hasta el nivel terciario,
que se propague desde todos los medios de difusión, integrando a las
religiones y políticas, y, esencialmente, respondiendo a ella con el
propio ejemplo por parte de cada uno de los pedagogos, docentes,
responsables de los medios, artistas, y de todos.
El cuarto paso, que también debe iniciarse con el primero, es la
recuperación urgente del planeta, de todas las maneras posibles,
descontaminándolo y no produciendo más contaminantes, recuperando los
bosques, las aguas, las tierras, y hacer de nuestro mundo el paraíso
que fue.
Si no hay decisión política para avanzar con estos cuatro puntos y con
todos los adicionales que se crean convenientes para la plasmación de
estos, y si los pueblos del mundo no se levantan para reclamar esto
mismo a cada gobierno de la tierra, no tendremos otra opción que la
sexta extinción, la cual ya está avanzando a pasos agigantados.
Cuatro primeros puntos en la reconstrucción de un nuevo sistema
alternativo:
Comenzando por el primero, digamos que éste corresponde a uno de los
temas más polémicos y difíciles de implementar, pues entraña una
posible lucha intestina, tal vez desgarradora dentro del seno más
profundo de las sociedades, porque el capital criminal liberado en el
paraíso fiscal de la economía virtual dará guerra sin tregua para
imponerse a cualquier precio. La cuestión es que si no elimina de
raíz el sucio mercantilismo offshore, difícilmente podamos encausar un
nuevo modelo y paradigma social bajo el mando de los poderes del
crimen organizado, del lavado de dinero, de la venta ilegal de armas,
del tráfico de drogas, y otras aberraciones como el enriquecimiento
ilícito.
Los grandes monopolios deben ser disueltos y la producción debe volver
a las pequeñas y medianas empresas de cada país para el desarrollo
sustentable sin dependencia económica del extranjero, y vigilar que
los grandes poderes no se dividan en testaferros y en un sinnúmero de
firmas fantasmas para seguir con sus macabros planes de dominio y
explotación. Hay que considerar que más de la mitad de la producción
de los bienes de la tierra están en manos de menos del uno por ciento
de las empresas importantes existentes (sin contar los pequeños y
medianos productores), siendo estas pocas dominantes los monopolios
multinacionales.
Está claro que el capitalismo mundial, incluso aquel que guardaba una
cierta ética y sensibilidad social como el sistema europeo, se están
desvirtuando cada vez más, y, si se deja pasar más tiempo, será
imposible enfrentar al poder, si es que ya no es demasiado tarde. Y
cuando estas mafias fundamentalistas tengan el poder absoluto serán
ellos los que decidan quiénes se beneficiarán de este sistema y
quiénes serán excluidos, quiénes sobrevivirán y quienes sucumbirán.
Desde ya que este poder no está interesado ni en los africanos, ni en
los de medio oriente ni en los latinos, aunque sin duda alguna,
también hasta ciertos sectores de sus respectivos países
primermundistas serán barridos completamente.
Este primer punto y el segundo se encuentran estrechamente unidos,
pues detener la tecnología y la producción en serie, y volver a la
mano de obra como principal recurso de manufacturación de toda
producción, es esencial para la salud social del país y del planeta.
Claro que ya no se tratará de multiplicar ganancias o enriquecerse
fácilmente, sino por el contrario, de redistribuir las riquezas a
través del trabajo.
Asimismo, el tercer y cuarto punto también se encuentran firmemente
unidos, por el cual la educación humanista y el salvamento del planeta
deben ir de la mano.
La cuenta regresiva ya está en marcha, y las decisiones políticas
deben ser tomadas ahora o se lamentará cada vez más conforme al tiempo
que se posterguen. La humanidad ya no puede esperar, el planeta pide
a gritos un cambio de estrategia. La existencia nos está dando la
posibilidad de vivir en esta tierra por millones de años y lo estamos
arruinando en unas pocas décadas. Ya no se puede permitir más el
sufrimiento de ningún ser sobre la faz de la tierra a causa de
políticas inadecuadas, porque sólo esto posibilitará que se expresen
las cualidades de una humanidad evolucionada.
En función de esto, convocamos por la vida a todos los pueblos del
mundo, para unirnos por los derechos humanos y el cuidado de la tierra
para la consolidación de una fuerza mundial capaz de impulsar un
cambio positivo que beneficie a la generación del presente y a las que
vendrán. Para ello concertamos un macroencuentro altruista
reconciliador, para reclamar de manera pacífica a los gobiernos de la
tierra las decisiones necesarias para reestablecer el equilibrio y la
armonía perdida.
Para más información:
http://www.centrodeltao.org/