No acostumbro reenviar, no acostumbro enfrascarme en grandes discusiones políticas, no acostumbro estar todo el día a favor de y en contra de, no acostumbro meterme en los dimes o diretes de quienes envían mail sacando “los trapitos al sol” de un lado y del otro, pero esto que me acaban de enviar, no lo escribí yo, lo escribió quien lo vivió en carne propia, y creo que con esto que vas a leer si es que te interesa tu país, NUESTRO PAIS, aclara mucho todo lo oscuro que está………….porque ESTA TODO DICHO…………….
Enviado el: martes, 27 de mayo de
2008 04:14 p.m.
Asunto: Por qué fui a Rosario
Por qué fui a Rosario
POR TOMÁS VIDAL
A continuación, el periodista Tomás Vidal cuenta por qué asistió ayer al acto de los ruralistas en Rosario. "Yo fui a protestar".
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24) Ayer fui a Rosario. Los periodistas no escriben en primera persona, por aquello de conservar el mito de la objetividad de la noticia. Pero yo fui a protestar, así que me siento autorizado a escribir Yo.
Acá va mi compendio de razones y motivos que me llevaron ayer monumento de la Bandera.
Mis bisabuelos llegaron a Santa Cruz a principios de siglo pasado, por lo que vengo a ser algo así como la cuarta generación de una familia de productores. Eran y son todavía ganaderos criadores de ovejas, el “monocultivo” de la zona (aunque al filo de los 90 hayan “diversificado”, colonizando un pedacito de pampa húmeda).
Viví, dados mis 27 años, una década de los ´80 envuelta en las mieles de la infancia, un mundo rosa, blanco en invierno, donde todo estaba bien. Que la situación “económica” de esos años no era mala, lo supe después, en retrospectiva.
Mi pubertad más conciente llegó a principios de los noventa, con la convertibilidad, con el “Lupo” Néstor Carlos como gobernador, con Carlos Saúl como presidente y con larguísimos años con el precio internacional de la lana por los subsuelos.
Me acuerdo bien de esa época, no fueron tiempo lindos. No tanto por que se hubieran suspendido por tiempo indeterminado las vacaciones en la playa. Sino por el recuerdo de las caras serias de mi viejo, preocupado por el banco. O sus putiadas cuando tenía que arreglar por enésima vez la “chata”, a la que le cuenta kilómetros le había dado ya no sé cuantas vueltas.
Corrijo: fueron tiempos feos. La estancia se fue convirtiendo en una isla. Un vecino cerró, el otro vendió todas las ovejas y puso algunas vacas. El otro alquiló a un delirante que quería plantar ajo, otro decidió que era mejor afanarnos a nosotros que tratar de sacarle un mango de ganancia a sus propias ovejas. Más que feos, en realidad fueron tiempos de mierda. Se trabajaba no para ganar, sino para ganarle al rojo del banco.
Me acuerdo que en esos años, cuando tenía 13 o 14 conocí al gobernador y a su mujer, Cristina. Fue en una inauguración, llegaron en avión estuvieron un rato y se fueron. Me quedó la imagen de mi vieja protestando porque Cristina no había parado de hablar de los “ganaderos quedados” que no se animaban a “diversificar”. Con la oveja para atrás, algunos probaron con el ajo, con la papa, con la apicultura. Se fundieron todos. (Recién después de la devaluación algunos de los que habían probado con algo de turismo empezaron a ganar plata en serio) Pero el enojo de mi vieja venía porque, a pesar del discurso de la mujer del gobernador, el gobernador no hacía nada para bancar a los ganaderos.
Es que en realidad los ganaderos no importaban mucho. La gran mayoría de Santa Cruz es poco menos que un desierto. Cualquier “oligarca” ovejero de santa Cruz propietario de una estancia chica tiene 10.000 hectáreas. Es simple, no hay pasto y se necesita mucha tierra para dale de comer a una sola oveja. Así, por más que la provincia fuera grande, “el campo” de Kirchner no era importante. Un par de miles de familias nomás. Floja ecuación electoral: pocos votos muchos problemas. Entonces, el precio internacional de la lana bajo, las cenizas del volcán Hudson y un par de inviernos terribles hicieron que más de 500 estancias cerraran. ¿Qué hizo el gobernador para impedirlo? Nada, él siguió ganando elecciones con los votos de los pueblos.
Nosotros
sobrevivimos. Pasó el 2001 y la pasamos mal, como todos. Llegó el 2003 e
intentamos avisar: el hombre de Duhalde no era lo que parecía. No nos
escucharon y el gobernador se convirtió en presidente.
Mi familia vendió un pedazo de campo, pagaron las deudas y arrancaron de nuevo.
A laburar y a ganar plata de nuevo, claro que sí. Pero siempre un poco
intranquilos, mi familia sabía: a los Kirchner ni les interesa ni entienden el
campo. También se lo avisamos a los amigos productores que no eran patagónicos.
Esta vez tampoco nos creyeron mucho.
El pueblo del sur de la provincia de Buenos Aires a donde había llegado mi tío y mis primos en delegación colonizadora era una revolución. Zona triguera, no sembraban soja, pero con el girasol y el trigo alcanzaba.
Las primeras retenciones no dolieron tanto y el pueblo entero siguió creciendo. Pero pasó 2004, 2005, 2006, 2007. Y ahí ya las cosas no estuvieron tan bien, más retenciones, cupo al trigo, una par de años de sequía histórica, y lo peor: indiferencia desprecio e incomprensión. Lo que habían sentido mi viejo y mis tíos en los ´90 en Santa Cruz, lo empezaron a sentir sus amigos productores de la provincia de Buenos Aires.
Y yo también lo sentí, sentí el desprecio. Desde acá, desde la Capital, sentado en una oficina de microcentro, me indigné cuando leí que Ella decía que los del campo no eran trabajadores. Me acordé de mi abuelo, el tipo más laburador que conocí.
Cuando la escuché hablar de piquetes de la abundancia, me acordé de mi viejo arreglando 1.000 veces la Ford ´81 cuando ella llegaba en avión a inauguraciones y hablaba de “ganaderos quedados”. Cuando la escuché dar números de la ganancias del campo pensé que sí, que algo de razón tiene, ahora papá anda en una Ford nueva (ojo, es 4x2), pero mi vieja no usa carteras Louis Vuitton.
No fui a
Rosario por las retenciones, fui porque estaba podrido. Podrido de que los
Kirchner despreciaran el trabajo de mi familia. Y en la cara de muchos de los
que ayer estaban en el monumento a la bandera me pareció ver el mismo sentimiento:
hartazgo. Capaz que me equivoqué y estaban todos por las retenciones. No
creo.